Relato: Consulta con el m�dico





Relato: Consulta con el m�dico

-�C�mo est� usted?, Pase por favor.


-�Qu� tal, doctor?


-Muy bien. Hace tiempo que no lo ve�a por ac�.


-As� es, pero ya ve, uno siempre vuelve en el momento menos
pensado.


Despu�s de un par de a�os, el doctor Altman estaba igual que
siempre. Casi de mi misma edad, calcul� que tendr�a unos 40. Pero su vigorosa
imagen de metro ochenta y una figura admirable, todo esto unido a una piel
fresca y de tenue bronceado, hac�a que lo encontrara m�s joven a�n. Su pelo
casta�o claro, cortado prolijamente, una barbita en forma de candado de
pulcr�sima apariencia, sus lentes dorados y finos eran enmarcados por su
delantal impecable sobre camisa y corbata de exquisito gusto. Sus ojos segu�an
mi mirada detr�s de sus gafas y su charla era amena y nunca exced�a el tono
tranquilo y suave.


Despu�s de las preguntas de cortes�a habituales me invit� a
sentarme frente a su escritorio para preguntarme la causa de mi visita. Le
expliqu� que hab�a decidido hacer un poco de ejercicios, que hac�a nataci�n en
mi club (Hasta hab�a experimentado con la lucha libre) y que a causa de querer
cambiar hasta mi dieta cotidiana, hab�a ido a verlo para hacerme un chequeo
general.


-Veo que ha decidido cuidarse un poco m�s- me dijo sonriendo.


-Se trata de eso, precisamente, pero tambi�n he notado que a
ra�z de estar trabajando m�s este a�o, me siento cansado y sin fuerzas. Tengo
dolores musculares en los hombros y piernas y tambi�n le dir� que con mi esposa
ya no tenemos la frecuencia sexual que sol�amos tener.


El doctor Altman me mir� por encima de sus lentes con una
seriedad profunda y me dijo.


-No se preocupe usted. Haremos una serie de an�lisis de todo
tipo y ahora mismo le har� una revisaci�n a fondo. �Le parece bien?


Este hombre era un encanto de persona y por cierto, era un
tipo muy buen mozo y atractivo. Estar en sus manos me daba una seguridad
inmensa, a la vez que una excitaci�n deliciosa.


-Si�ntese en la camilla, por favor.


Acerc� un luz y me hizo abrir la boca. Inspeccion� mi boca,
mi garganta y me hizo sacar la lengua. Despu�s de hacer eso, sus manos empezaron
a palpar mi cuello, examinando los ganglios. Un escalofr�o recorri� mi espalda.
Sus manos, incre�blemente c�lidas, eran tan suaves que todo era una caricia.
Enseguida estuve muy a gusto y comenc� a sentirme muy relajado. Estaba muy cerca
de m�. Ten�a un riqu�simo perfume, muy suave y masculino. Siempre obedeciendo
sus consignas dichas en el tono m�s suave, pero firme, �l sigui� revisando
o�dos, cuello, ojos y nariz.


-Desabr�chese la camisa, por favor.


Me puse algo nervioso. La desabroch� por completo y la apart�
hacia los costados. Puso en estetoscopio en mi pecho, entre los pelos del centro
y empez� una lenta y minuciosa exploraci�n auditiva. Pas� a una revisada t�ctil.
Me fascin� sentir sus manos en mi pecho, mi espalda, mis axilas. Al revis�rmelas
me pidi� que me quitara la camisa. Yo obedec�a cual esclavo sumiso. Despu�s me
indic� que respirara profundamente y puso su cara en mi espalda. Me asombr� que
no usara una tela sobre ella. Era extra�o, pues el doctor Altman era la imagen
misma de la pulcritud. Yo sent� su barbita desplazarse en mi espalda y no pude
evitar suspirar a cada movimiento.


-Rel�jese, respire pausadamente.


Yo intent� respetar su pedido, pero me era dif�cil.


-Acu�stese.


Qued� boca arriba en la camilla.


-Por favor, desajuste su cintur�n y b�jese un poco el
pantal�n.


Empez� a palpar mi abdomen. Sent� sus manos bajar m�s y m�s.
Ten�a unas manos bien grandes y cubiertas de vello. Unas u�as blancas y
perfectamente recortadas. Pero sobretodo eran tan suaves...


Mi pantal�n estaba abierto y dejaban ver la tela de mi slip.
�l sigui� palpando mi panza de una manera er�ticamente profesional, deslizando
sus dedos por entre el vello que se ensanchaba hacia abajo.


-Ah�. Muy bien. Ahora, por favor, b�jese un poco el slip, si
es tan amable.


Yo tom� el el�stico superior y lo baj� un poco
descoordinadamente.


-S�lo un poco, as� est� bien, gracias.


Baj� m�s despacio y mis pelos pubianos emergieron desde el
interior del slip.


�l comenz� a tocar toda la zona. Sus dedos expertos tocaron
mis entrepiernas, confundi�ndose con mis pelos. Busc� y palp� durante largo
rato. Me pareci� que se quedaba ah� un poco m�s de lo normal. Y, por supuesto,
comenc� a ponerme un poco intranquilo. Yo mir� un poco de reojo, advirtiendo que
el doctor Altman estaba muy concentrado. Su boca estaba entreabierta, como si
estuviera mirando algo que lo dejaba at�nito. Pronto me di cuenta que su vista
no se apartaba del bulto que hab�a en mi slip. Eso fue maravilloso. Enseguida
sent� que mi pene empezaba a dar latidos. El doctor segu�a palpando mis ganglios
inglinales.


-�Le molesta algo?...�duele ac�?


-No doctor, nada.


.�Y ac�?


-Tampoco, doctor.


Iba cambiando de lugar y me segu�a preguntando. Yo estaba
terriblemente excitado y a esa altura, mi bulto se hab�a levantado
considerablemente. Sent�a tambi�n que mi pija goteaba grandes cantidades de
liquido transparente, manchando la blanca tela. El doctor advirti� esto y yo,
rojo de verg�enza pens� que me iba a echar por degenerado. Pero nada de eso
ocurri� y �l sigui� con la revisaci�n. Hasta que ocurri� lo m�s temido.


-Disc�lpeme, pero seguiremos con la revisaci�n.


Mirando fijamente lo que iba a descubrir a la vista
finalmente, y sin pedirme que yo lo hiciera, tom� el slip, junto con el borde de
los pantalones y los fue bajando lentamente hasta mis rodillas. Yo, cerr� los
ojos y me encomend� a los santos. Mi pija sali� disparada en toda su extensi�n
hacia mi ombligo, hasta sent� el ruido que hizo el golpe con mi abdomen.
Totalmente erecta y h�meda, mi verga, al salir tan violentamente afuera,
despidi� unas gotas pesadas de l�quido preeyaculatorio sobre los pelos de mi
pecho. Mir� al doctor Altman. Ahora su mirada estaba fija en mi pene, y su
expresi�n era casi de asombro. Su boca estaba a�n m�s abierta y podr�a haber
dicho que respiraba m�s pesadamente.


-Perm�tame- dijo, y termin� de quitarme lo que me quedaba de
ropa. S�lo qued� con las medias puestas. Cual ser�a mi asombro que de pronto
sent� que me tomaba las medias y las iba quitando una a una. Me qued� inm�vil.
Estaba en plena erecci�n y completamente desnudo frente a sus ojos.


�l segu�a haciendo todo con una serenidad estremecedora.


Cuando termin� de quitar las medias, me revis� los pies.,
examinando uno por uno mis dedos y probando sus movilidad. Yo me preguntaba para
que hac�a semejante cosa, pero no me importaba. No me importaba nada a esa
altura. Estaba en sus manos. Fue hacia mis muslos, los toc� firmemente, como
acarici�ndolos y de repente los abri� apartando a los costados mis piernas. Sus
manos ahora buscaron mis test�culos. �Oh, Dios,! Con ese contacto, mi verga dio
un corcoveo y se tens� hacia arriba, goteando nuevamente. Yo lo miraba de reojo.
Ve�a c�mo hac�a todo con sumo inter�s y paciencia. Amas� mis pelotas, las
comprimi� las separ�, las amold� en su mano. Cada tanto me preguntaba si sent�a
alguna molestia, pero yo le respond�a entrecortadamente que no. Dej� una mano en
mis huevos y con la otra tom� el tronco de mi pija. Y me ruboric� de inmediato.
�l descorri� bien el prepucio hacia atr�s y lo fue examinando con el mayor
detenimiento. Tom� el glande con ambas manos y abri� el peque�o orificio
dulcemente, casi con l�dico erotismo. Yo, me sent�a morir. Mi verga goteaba
constantemente, y sus manos recib�an el pegajoso l�quido. Era un revisaci�n que
normalmente se hac�a con guantes, Otra vez me extra�� que el doctor Altman no
los hab�a usado. Cuando hab�a abierto bien una y otra vez mi glande rosado y
mojado, tom� con ambas manos mi pene y los fue tocando en distintas partes. Eso
hizo que yo casi le largara ah� mismo un chorro de esperma. No s� como me
contuve.


-Acu�stese boca abajo.


"Cielo santo", pens�. Esto viene en serio.


Mi pija qued� aprisionada debajo de mi abdomen. Mientras
cambiaba de posici�n, logr� ver c�mo el doctor se aflojaba el nudo de la
corbata. Fue el primer indicio de incomodidad que hab�a notado en �l hasta
ahora. Me pregunt� que es lo que estaba pasando exactamente.


El doctor Altman me hizo una revisada anal despu�s de
ajustarse unos guantes de l�tex. Apart� los gl�teos y buscando con el dedo no
interferir con mi vello, abri� el agujero cual maestro experimentado y lo
introdujo, palpando todo mi interior. No pude evitar gemir cuando sent� su dedo
tocar mi pr�stata. Estuve a punto de tener un orgasmo. �l quit� el dedo y para
mi asombro que nunca terminaba, sent� como se quitaba el guante y emprend�a
nuevamente su acometida digital. Me estaba palpando de tal manera que yo s�lo
pod�a entrecerrar los ojos y sentir el mayor placer del mundo.


Pero, afortunadamente, mi mano hab�a quedado a un costado,
muy cerca de �l, ya que a un lado de la camilla, pod�a sentir su delantal frotar
mis piernas. Se acerc� tanto que mi mano roz� involuntariamente su entrepierna.
�l lo advirti�, pero no hizo nada por evitar ese contacto, m�s bien, hasta dio
un paso hacia adelante. Advert� que su bulto estaba r�gido. Esto me pareci� la
gloria. En el siguiente envi�n, mi mano tom� su verga a trav�s del pantal�n y se
qued� ah�, reteniendo ese precioso paquete. �l se detuvo entonces. Retir� su
dedo de mi ano, con infinita dulzura. Me acarici� todav�a un poco m�s mis nalgas
y se separ� lentamente de m�. Yo gir� sobre mi espalda, y me incorpor� un poco
en la camilla, intentando averiguar qu� suced�a. Vi entonces al doctor Altman
dejar sus gafas en el escritorio. Fue a la puerta y corri� la traba. Baj� la luz
del consultorio y empez� a quitarse el delantal. Lo mir� a punto de lanzarme
hacia �l, pero me contuve, pues el espect�culo que me daba ahora, era de lo m�s
enloquecedor.


Siempre lentamente, dej� el delantal doblado en una silla. Se
quit� la corbata y empez� a desabrocharse la camisa. �Qu� pecho hermoso sali� de
esa camisa!. Unos oscuros pezones, tenuemente adornados de vello claro
enmarcaban un cuello ancho, viril y unos pectorales generosos. Su vello dibujaba
una Y que se abr�a a los costados de su cuello. No ten�a vello casi en su
abdomen.


Continu� desnud�ndose. Baj� sus pantalones y los fue a colgar
en el perchero, donde hab�a dejado su camisa. Se quit� las medias y qued� en
calzoncillos. Un bulto dibujado por la erecci�n de una verga oculta asomaba ante
mis ojos incr�dulos. Vino hasta m�. Yo lo tom� por los hombros, pero no pude
esperar m�s y le baj� los calzoncillos. Su pene era grande, cubierto de largos
pelos claros. Se ergu�a hacia arriba y estaba curvado hacia un lado. Estaba todo
mojado.


Mi mano se apoder� de �l y comenz� a masturbarlo. �l busc� a
la vez mi miembro y mientras me pajeaba, nuestras bocas se unieron en un gemido
sordo. Enseguida baj� buscando su pez�n derecho con mi boca. Lo engull�,
lami�ndolo suavemente. Not� como se endurec�a. Con mi mano iba estimulando el
izquierdo y pronto tambi�n lo bes�. Primero con la punta de la lengua. Iba
haciendo c�rculos alrededor de esa suave piel rosada. Lam� sus fin�simos pelos.


El pez�n se irgui� hacia mi como un peque�o pene y
desapareci� en mi boca. Luego de eso, �l me tom� delicadamente y quiso hacer lo
mismo conmigo. Fue delicioso, su lengua era incre�blemente movediza y sensual.
Sal�a y entraba chupando todo. Mis pezones, mis pechos, con los labios tomaba
mis largos pelos y los fue dejando todos mojados con su saliva. Levant� mi brazo
y se hundi� en mi axila. Yo me contuve para no gritar. Y cuando vio que no pod�a
m�s, me bes� en la boca, conteniendo mi propio gemido. Gir� hacia m� y puso
frente a mi cara su zona pubiana. Su rostro fue al encuentro de la m�a. Su pene
qued� colgando ante mi boca.


Lo atrap� enseguida y lo comenc� a succionar gustosamente,
mientras �l se tragaba el m�o. Estuvimos as� un largo rato, no recuerdo cuanto
tiempo hab�a pasado. Mientras nos com�amos nuestros miembros, las manos
recorr�an todo lo que pod�an tener a su alcance. Los dedos se metieron en
nuestros agujeros. Su culo era muy blando y relajado, por lo que mis dedos
entraron perfectamente, lubricados con mi saliva. Cuando cambiamos de postura,
quedamos de pie uno frente al otro. Nos dimos otro largo beso, esta vez con un
abrazo que conten�a todo nuestro deseo. �l tom� mi verga y yo la suya. Empezamos
una lenta y acelerada masturbaci�n, que fue cobrando velocidad a medida que
nuestra excitaci�n crec�a. Nuestras miradas eran una sola y con las bocas
entreabiertas gem�amos susurrando entrecortadamente. Nos d�bamos r�pidos
leng�etazos cada tanto. Nuestros gestos nos anunciaba que ven�a el final. Las
manos no dejaron de agitar nuestros troncos duros. Y ambos largamos varios
chorros de esperma sobre el pecho del otro, casi al mismo tiempo, en una
sincron�a casi perfecta. Nos arqueamos convulsivamente uno sobre el otro al
mismo tiempo que nuestras bocas se un�an en un grito ahogado, lengua contra
lengua.


Nos fuimos calmando, todav�a unidos por el beso y sosteniendo
a�n nuestras pijas agotadas.


A�n desnudo, y con una calma apabullante, el doctor Altman
fue hasta el escritorio y escribi� algo en el recetario. Le pregunt� que estaba
escribiendo.


-Es tu nuevo m�dico. Me temo que yo ya no podr� atenderte.


Lo mir� un tanto asombrado y con un gesto interrogador.


-No te preocupes-me dijo sonriendo-perdiste a tu m�dico pero
ganaste un amante.


Y sellamos ese acuerdo con un beso lento y tierno.


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