Relato: Luna de miel en la mano





Relato: Luna de miel en la mano

El encuentro estaba cerca. Hace casi un
año ya de la última vez que nos
habíamos visto y deleitado. Ella me llamó por teléfono
para avisarme que
estaba lista y esperándome, yo le confirme que estaba cerca y que pronto
nos
encontraríamos. Por fin.
Pronto estuve en el lugar indicado. Ella me esperaba, la vi desde lejos y
sentí un estremecimiento de gusto. Llegué hasta donde estaba,
estacioné el
auto y me baje, ella me recibió bajando del auto y nos saludamos con
un beso
y nos estrechamos en un abrazo, y así nos besamos varias veces, en silencio,
con gusto, con deseo. Yo abrazaba su cuerpo que se pegaba contra mí.
Podía
sentir su pecho contra mí, sus piernas contra las mías, la excitación.
Entonces nos separamos un poco para mirarnos y decirnos lo contentos que
estábamos de encontrarnos otra vez. Te pregunté entonces donde
iríamos, y me
contestaste que sabias de un lugar donde podríamos unirnos con tranquilidad.
Fuiste a buscar tu bolso y subiste conmigo al auto, y partimos hacia nuestro
lugar. Tu acariciaste mi pecho y pierna, mientras que yo tomé la tuya,
acariciándola desde la rodilla hasta el muslo, tocando el vértice
entre
ellas, lo que disfrutaste tan excitada como yo. Así llegamos hasta una
amplia cabaña que sería escenario para nuestro acto de amor.



Pasión liberada


Entramos, la cama se mostraba elevada sobre
el piso, a un costado un espejo
reflejaba toda la extensión, donde nuestros cuerpos se reflejarían
unidos.
Juntos llegamos hasta el borde de la cama y abrazándonos comenzamos a
besarnos. Te recosté sobre la cama y aún vestidos comenzamos a
acariciarnos
y besarnos, yo sobre ti, con gusto, con ganas, con que deseos por fin
cumplidos otra vez de estar juntos, así. Acariciaba tu cuerpo, tus pechos,
tus piernas, tu cabeza. Nuestras bocas unidas por las lenguas se besaban una
y otra vez. Entonces comencé, a desnudarte. Te deseaba.


Primero quité tu blusa, una liviana
tela, y deje expuestos los pechos
cubiertos por el sostén. Mis manos los atraparon de inmediato,
acariciándolos. Mientras tus manos acariciaban mi espalda y tu boca se
deleitaba en besos. A continuación te levanté un poco para quitar
el broche
del sujetador y así gozarme de sacarlo y ver la piel desnuda de tus senos.
Enseguida los tomé con mis manos para comenzar a chuparlos y besarlos,
como
me gustan. Tu me los sujetabas para que yo los comiera mejor. Comencé
a
bajar pronto partiendo de la unión de tus pechos y besando tu piel hasta
tu
vientre, allí me detuve mientras mis manos quitaban tu falda, tus piernas
quedaron descubiertas ahora, y tu pubis y tu sexo tapados por tu calzón.
Unos besos sobre la tela y percibir tu aroma fue lo necesario para tomarlo y
deslizarlo por tus piernas quitándolo y así desnudándote
completamente. Tu
sexo quedó expuesto a mi vista, rápidamente subí y te besé
en la boca, con
lenguas unidas nos deleitábamos, me separé deslizándome
hacia abajo otra vez
y ubicándome entre tus piernas acaricié los labios vaginales para
luego
besarlos, entonces mi lengua asomó para saborear tu miel y separando
tus
pliegues llegar a tu botón de placer para acariciarlo y chuparlo suavemente.
Tu sexo se lubricó en buena respuesta a lo recibido.


Luego cambiamos de posición, tu completamente
desnuda te subiste sobre mí,
vestido, y rápidamente comenzaste a desabotonar mi camisa hasta quitarla,
acariciaste mi pecho y lo besaste, luego te deslizaste entre mis piernas
para comenzar a desabrochar mi cinturón y luego el pantalón, tan
pronto
estuvo suelto lo quitaste, dejándome solo en slip, acariciaste mis piernas
diciendo que te gustaban mucho, te acercaste a mi y me besaste en los labios
y me dijiste que ahora tocaba saludar a tu amor, y sonriendo retrocediste
hasta quedar frente al sexo, tapado aún, y tomando el slip con tus manos
lo
descubriste, tu cara se maravilló y quitando rápidamente el slip
tomaste mi
pene en tus manos y comenzaste a besarlo y luego a chuparlo... mmmm, mmmm,
que rico decías tu, y decía yo, tu lengua me acariciaba deliciosamente
y tu
mano masajeaba mi carne. Fuiste una vez más deliciosa en tus encantos.


Como el gusto es exquisito, quise ya tomarte,
y volviendo a cambiar de
posición, te deslicé a un costado de la cama y me subí
sobre ti, esta vez
besé tus labios y acaricié tus pechos, al tiempo que me subía,
tu separabas
tus piernas preparándote para recibirme, ya estaba entre tus piernas
y te
pedí que me guiaras, me encanta que me lleves dentro de ti, y con tu
mano
tomaste mi pene y lo llevaste hasta la entrada de tu vagina, clavándolo
levemente recibiendo el beso húmedo de tus labios sobre mi glande, lo
soltaste y llevaste tus manos una sobre mi trasero y la otra en mi cintura,
te miré y suavemente te penetré un poco más, tus ojos brillaron
y suspiros
de placer comenzaron a salir de tu boca, me detuve conteniendo el deseo y tu
rodeabas mis caderas con tus piernas para atraparme ya dentro de ti, yo me
deje llevar y penetré de una sola vez hasta toparme en ti, tu diste un
grito
ahogado y abriste los ojos grandemente, yo sentí puro placer en todo
el
largo de mi pene que rodeado de las paredes húmedas de tu vagina se fundía
en ese calor delicioso. Cerraste los ojos y yo me retiré apoyándome
solo de
la punta en ti, cuando abrías los ojos y antes que de tu boca saliera
una
palabra de reproche pidiendo mas, te volví a penetrar, logrando otra
vez los
mismos efectos, y una tercera vez lo repetimos igual. El placer es delicioso
y ambos lo disfrutábamos, jugamos así y comencé a penetrarte
y salir de ti
suavemente, mientras te besaba y comía de tus pechos. Tus caderas se
movían
al ritmo de mis penetraciones y las caricias mutuas nos llevaron al deseo de
acabar. Unidos por nuestros sexos iniciamos una batalla de placer y
moviéndonos y refregándonos uno a otro los espasmos del orgasmo
comenzaron a
notarse, tu vagina se contrajo presionando mi pene y yo comencé a expulsar
mi placer que en forma de semen inundó tu cuerpo dándonos placer
hasta
fundirnos en un beso y abrazados nos quedamos disfrutando del cansancio del
sexo delicioso que ambos sabemos disfrutar.


Quedamos así rendidos por algunos instantes,
con suaves besos hasta que el
fuego se calmó. Nos separamos y nos aseamos para luego descansar,
aprovechamos si este momento para conversar, y contarnos uno del otro. Saber
como habían sido nuestros días, en tanto tiempo sin vernos. Así
pudimos
disfrutar de otra faceta de nuestro amor. Nos refrescamos tomando unas
bebidas. Conversamos largamente, hasta que los deseos se avivaron.


Una sorpresa.


Comenzamos a besarnos otra vez y las caricias
aparecieron para dar cuerda a
otra sesión de amor, cuando ya el gusto se notaba, me pediste que esperara
un poco y te fuiste al baño, llevaste tu bolso. Poco antes de salir me
pediste que me pusiera boca abajo en la cama y que no mirara, te obedecí
y
te sentí entonces salir del baño y acercarte a la cama. Rápidamente
te
subiste sobre mí y te acostaste en mi espalda, boca abajo también.
Algo
sentí sobre mi piel, y tu, riendo me preguntaste si notaba algo, yo mirando
de reojo hacia el espejo, pude ver tu cuerpo que estaba vestido con algo
negro, me imagine un baby-doll, y te dije que si, algo suave y negro, te
sorprendí y te dije que algo había notado por el espejo. Entonces
me gire y
te coloque a un costado, y pude ver que te habías puesto un conjunto
de una
pieza, negro, un sexy body negro, tus pechos eran cubiertos por la tela pero
al mismo tiempo un circulo se abría entre ellos, dejando verlos en su
redondez, deliciosamente, enseguida te abracé y besé los contornos
de tus
pechos que se ofrecían a mi vista y gusto. Hacia abajo la tela ceñía
tu
cintura y ampliaba la vista de tus piernas en ambos costados, debido a lo
rebajado, que de igual forma se perdía en un triángulo que cubría
tu pubis y
tu sexo. Te volteé para apreciar la parte trasera, que dejaba tu espalda
descubierta y la tela cubría la redondez de tu trasero que se me antojo
de
inmediato. Fue una linda sorpresa y así nos abrazamos y besamos, y tu
me
permitías acariciarte a placer, entregándote una vez más
a mí. Para darle
más sabor, nos pusimos a leer una historia que escribí de nosotros,
de
nuestros primeros encuentros, y mientras lo leías, yo me puse por detrás
de
tus piernas y abriéndolas ligeramente, moví la tela que cubría
tu sexo, y
abriendo los pliegues de tu vagina, metí suavemente mi pene en ti, y
así,
mientras tratabas de leer, mi carne penetraba tu carne, lo que te provocaba
un gusto que no disimulabas. Así, de lado, te penetré muchas veces,
mientras
acariciaba tu cuerpo. Ya sin poder resistirlo más, te volteaste para
besarme
deliciosamente y así hacer el amor. Como la tela algo estorbaba me dijiste
que podía desabrocharla, con esa sorpresa, lo desabrochamos y así
todo tu
sexo quedo libre para ser amado, y ubicándome sobre ti, te penetré
deliciosamente, al tiempo que nos amábamos sexualmente, con mis manos
desabroché en la parte superior del lindo vestido de amor que llevabas
la
unión de los pechos, así libre también, deslicé
los tirantes sobre los
brazos hasta quitarlos y así dejar tus pechos descubiertos, los que te
pedí
me dieras a comer, y tu los tomaste con tu mano y me los ofreciste en la
boca, y yo los acepté con besos y chupadas, ambos fueron un rico postre
para
disfrutar. Así, poco a poco, quité totalmente tu linda tela negra,
y ya
totalmente desnudos ambos, nos dimos al gusto de amarnos y hacernos el amor.
No restringimos nuestros deseos y cada cual a su ritmo buscó la culminación
en orgasmos que atraparon el placer en nuestros sexos unidos. Un beso fundió
nuestros cuerpos, y un descanso al placer nos dejó aletargados por unos
instantes.


A través de este momento de rico encuentro
de amor, sexo y amistad, pudimos
compartir nuestros deseos mutuos del uno al otro. Y poder así hacer realidad
un poco más, cada vez, de nuestros apetitos íntimos.


Contemplando tu desnudez


Poco después de nuestro descanso te
miraba desnuda, sobre la cama estabas
tendida boca abajo, mi vista se paseo por espalda, la cintura y caderas, tus
piernas y acabó en tu trasero, contemplaba la piel más clara,
las curvas
naturales, la redondez, la línea que separaba tus glúteos, y el
rincón
oscuro que se escondía entre ellos. Aprovechando un momento que acaricié
tus
glúteos y metí mis dedos hasta tocar tu ano, me miraste y me invitaste
a
tomarlo y penetrarte, para ello me acomodaste de tal manera de ponernos de
lado, yo entre tus piernas y tu como sentada en mi, con mi mano, acaricie la
zona anal y pude notar lo expuesta que estaba para mi, acariciaste mi pene,
duro, y lo llevaste hasta tocar tu ano. Te besé y con suavidad empujé
penetrando con la punta mi pene, te sobresaltaste, me pediste que esperara
un poco y luego me animaste a seguir. Esta vez te tomé de las caderas
y
penetré un poco más, a pesar de lo suave, comenzaste a sentir
dolor, por lo
que me detuviste, yo hice otro intento pero me pediste que parara y
esperáramos un poco más. Te besé y saqué mi pene
de tu ano, que se cerró una
vez libre, te acaricié y nos relajamos para descansar. Ambos aprovechamos
la
pausa para asearnos en el baño y refrescarnos.


Sexo en tu mano.


Mientras descansábamos, uno al lado
del otro, en la cama, desnudos,
hablábamos de todo, escuchábamos música que inundaba el
ambiente, creando
una atmósfera muy rica. Siempre has sido una dulce compañera,
y has sido una
amiga. Tu mano acariciaba mi pecho y luego te acercaste para besarme. En
tanto, tu mano se deslizó por mi cuerpo hasta toparse con mi pene, que
estaba reposado, pero al contacto con tu mano, reaccionó comenzado una
erección de inmediato. Tu te deslizaste completa, ahora para ubicarte
primero a un costado mío a la altura de mi sexo, y ya habiendo alcanzado
la
erección lo levantaste recto y con suaves besos y una rica chupada,
terminaste de acomodarte entre mis piernas, de frente a mí, estabas sentada
de lado y tu mano comenzó a hacer correr la piel de mi pene, lo aferraste
con firmeza y comenzaste a hacerlo penetrar y salir por entre tus dedos,
entre medio unos ligeros besos y preguntándome como me sentía.
Yo te
respondía que era delicioso lo que hacías, y que me encantaba.
Además
recordé que me habías dicho que beberías todo mi placer,
y te imagine en el
momento de estallar y que tu boca se empapara de mi semen. Eso me gusta,
decías y continuabas entonces dando placer a mi pene entre tus manos.
Tus
ojos me miraban y luego mirabas la tarea que te habías dado. La masturbación
regalada por tus manos comenzó a hacer el efecto natural. Te dije que
estaba
sintiendo el deseo de acabar, a lo cual tu respuesta fue que lo disfrutara
todo y no me detuviera. Yo entonces te dije, que eras deliciosa y que
siguieras, que el gusto ya venía. Tu mano pareció tomar una nueva
fuerza y
comenzaste a correrme rápidamente y con firmeza, en tu rostro había
ansiedad
y expectación por lo que venía. Sin poderme controlar te dije
que ya iba a
acabar y tu solo dijiste, hazlo mi amor. El orgasmo lo sentí nacer en
mi
cabeza y pude sentir como bajo por el resto de mi cuerpo hasta envolver mi
sexo en una corriente que quemaba placenteramente, Tu mano aferraba firme mi
pene, que en espasmos comenzó a eyacular el semen del placer, con tu
otra
mano recibiste toda la carga de mi semen, que se derramo en 3 o 4 sacudidas
de placer. El placer fue exquisito, y tú la primera en dármelo
de esa
manera. Tu cara roja miraba tanto mi pene como la mano que contenía mi
semen, una suave sonrisa se dibujo en tus labios, mientras yo me rendía
al
gusto del cansancio que me diste. Lentamente comenzaste a limpiar tu mano,
cuando estuvo seca, te acercaste a mí y me dijiste que esto era para
que me
acordara de ti siempre en esas mañanas en que te soñaba. Luego
un beso acabó
ese momento de placer delicioso. Tiernos y deliciosos besos que tú me
diste
para finalizar tan excitante momento.


Después de recordar este momento y escribirlo,
tuve que saciar la excitación
que me provocó el revivir una experiencia tan nuestra. Al derramar mi
semen
te lo dedico a ti. Pienso en Ti. Mía. Tuyo.


Tomando mi tesoro.


Siempre ha sido algo muy excitante hacer la
diferencia al hacer el amor.
Esta no sería la excepción. Abrazados en la cama, los besos deliciosos
y las
manos acariciando comenzaron a pedir más. Acariciaba la redondez de tus
glúteos, mis dedos hurgaban tocando el botón anal, tu bien dispuesta
me
indicaste que nos acomodáramos otra vez en la posición entre tus
piernas.
Antes de iniciar cualquier carga mi pene se encontró con el beso de tu
vagina, que con labios húmedos invitó a penetrarla, pronto todo
el tamaño de
mi pene estuvo dentro de ti, lubricándose en tus paredes, para luego
asomar
al exterior envuelto en tu excitada lubricación, así de suave,
intenté la
primera envestida, me guiaste con mano suave hasta tocar tu ano, y luego una
suave penetración permitió acomodar mi glande en el anillo, apretando
fuerte. Suspiraste y recibiste así la primera porción, me besaste
y tu
lengua toco la mía, mis manos abrieron ligeramente tus glúteos
para dar un
segundo empuje, logrando así esconder toda la cabeza de mi pene en tu
interior. El dolor acusó la penetración y me pediste que me detuviera,
para
relajarte. Deteniéndome entonces te besé con la misma dulzura
que tu me
dabas, tu ano se relajó ligero para luego tocar con tu mano lo logrado
hasta
ese momento, acariciaste con tus dedos la porción de mi que aún
espera
entrar en ti, esto me excitó mucho, me encanta que me toques, así
tomé
entonces tu cintura y di un nuevo empujón, otro par de centímetros
lograron
la penetración anal, tu adolorida nuevamente me pediste tregua, y sin
retroceder lo avanzado acaricie tus glúteos otra vez y bese tus labios.
Casi
la mitad de mi pene ya estaba en tu interior, pronto calmaste tu dolor y con
nuevos besos seguimos adelante. Suavemente inicie un movimiento de entra y
sale, probando la elasticidad que tenias, saque unos 2 centímetros y
volví a
penetrar, avanzando al menos otro poco. Entonces comencé a acomodar nuestra
posición. Desplazando tu pierna y pasándola sobre mi cadera, de
este modo yo
quede atrás de ti, con tu trasero por encima de mis muslos y atrapado
por
mis manos, además de medio penetrado ya. Retiré entonces todo
mi pene hacia
atrás, hasta quedar solo la punta afirmado en tu ano, ya dilatado por
el
esfuerzo, esto me excitó mucho, incluso sentí que mí pene
se endurecía aún
más, de una sola vez penetré en tu ano todo lo que había
sacado, lanzaste un
suspiro y un quejido ahogado, estabas entregándome una vez más
tu cuerpo, y
yo lo disfrutaba. Nos detuvimos ahí para darte respiro, yo ansiaba ya
dártelo todo. Lentamente, me ibas anunciando, penetraba un poco más
y salía
suavemente, repitiendo la acción unas cuatro veces mi pene abría
camino en
tu recto. Te invité a mirarnos al espejo para que vieras nuestro reflejo,
tu
tendida sobre tu pecho en la cama con las caderas levantadas y las rodillas
apoyando la posición, yo detrás de ti por entre tus piernas tomándote
desde
la cadera y la cintura para acabar con la visión de mi pene enterrado
entre
tus glúteos penetrando por tu ano, solo un poco quedaba afuera. Me dijiste
que nos veíamos lindos, cargaste suavemente tu cuerpo sobre mi, clavándote
un poco más, me retiré entonces más atrás y volví
sobre ti alcanzando ya la
plena penetración, todo mi pene había traspasado tu ano y estaba
dentro de
tu recto, TODO, te lo dije y tu me dijiste "si mi amor, todo es tuyo",
Esta
penetración era tu regalo para mi, y me animaste a que la gozara y acabara
dentro de ti, mirando al espejo me di al gusto de penetrar tu cuerpo una y
otra vez, tus glúteos atrapaban mi pene en cada asomo que hacía
y tu ano se
contraía a mi alrededor abrazándolo deliciosamente al penetrar.
Acabe mi
amor, acabe, me decías, animándome a obtener mi orgasmo. Poco
a poco los
síntomas de un orgasmo se comenzaron sentir, mi pene pareció endurecerse
aun
más y un cosquilleo comenzó a envolverme, comenzó a subir
por mi tronco
hasta llegar a la punta dentro de tu cuerpo, donde en una explosión de
placer sentí dos fuertes sacudidas que hicieron derramar mi gusto en
ti,
ahora mi semen quedaba en tu cuerpo y la posesión de tu ano concluía
en un
orgasmo delicioso, me dejé reposar sobre ti unos instantes para luego
ponerme a tu lado y dejar que el relajo me hiciera salir lentamente desde tu
interior, besos y caricias con palabras de placer acabaron este instante tan
rico. Tu tierna y sensual me dijiste que te encantaba darme placer y hacerme
disfrutar, besos sellaron las palabras y ambos reposamos este cansancio.


Que delicioso momento, espero poder repetirlo
muchas veces más y que lo
hagamos cada vez mejor, eres deliciosa.


Luego de recuperar la energía nos aseamos
y refrescamos. Charlamos y
escuchamos música mientras compartíamos el tiempo.


Cabalgando tu placer


La desnudez tiene efectos deliciosos a la vista,
ver tus muslos abrir y
cerrar mostrando y ocultando tu sexo, o la curva de tus pechos o la aureola
de tu pezón, la suavidad de tus glúteos, todo ellos acompañado
de la delicia
de tus manos que tocan mi cuerpo y acarician mi pecho, mis piernas, mi sexo,
y todo lo que desean. Solo es gusto de ambos, solo nosotros podemos vivirlo,
y disfrutarlo. Solo los dos.


Conversábamos y veíamos que la
hora de despedirnos se acercaba, tú me
deseabas y querías tu orgasmo, yo siempre deseo dártelo y darte
lo que
quieras. Tu cuerpo desnudo se abrazo al mío y con besos ricos acariciabas
mi
pecho y deslizabas tu mano por mi vientre hasta llegar a mi tronco, que
despertando de su reposo respondió rápidamente a tu toque, cuando
notaste
como se erguía para ti te inclinaste hacia mi sexo y atrapándolo
en tu mano
lo levantaste para besarlo y tocarlo con tu lengua, la sensación que
me
provocaste era deliciosa. Te levantaste entonces y ubicándote sobre mí
te
sentaste sobre mi sexo, luego levantaste las caderas haciendo un espacio
entre tu sexo y el mío, ansiosos ya. Tu mano aferró mi pene y
lo apunto a la
hendidura húmeda entre tus piernas, tus labios vaginales me recibieron
en un
nuevo beso y envolviendo mi carne la recibió a total penetración,
de una
sola vez toque el fondo, tú suspirabas de gusto y te quedaste un momento
sintiendo llena tu vagina. Abriste los ojos y mirándome comenzaste a
mover
tus caderas en un vaivén que arrancaba suspiros de mí, y quejidos
de placer
en ti. Tú mandabas, el ritmo era tuyo, yo estiraba mis manos apoderándome
de
tus pechos, chupándolos a gusto y mordiéndolos, tu tomabas mi
cabeza para
presionarme contra ellos y así procurarte mayor gusto. Tu cuerpo era
puro
placer y se movía al ritmo del orgasmo. Miraba tu cuerpo que se encendía,
de
tu boca salían suspiros y palabras sensuales, tus pechos se agitaban
pues ya
estabas cabalgando mi cuerpo, lo habías atrapado por mi pene con la fuerza
y
excitación de tu vulva, ya no soltarías tu presa hasta que no
te diera lo
que querías, con mi mano busqué entre la unión de nuestros
cuerpos y
acaricié a todo gusto tu clítoris, un grito ahogado salió
de tu garganta y
las paredes de tu vagina convulsionaron, y te arrebataste para llegar a un
delicioso y fuerte orgasmo; nada es más excitante y erótico que
ver a una
mujer que olvida todo a su alrededor y vive su sexualidad sin ningún
tapujo,
mirarte y ver como alcanzaste el orgasmo me causó un chispazo que encendió
mi pene y lo arrebató en medio de tu orgasmo a uno propio, fuertes espasmos
eléctricos envolvieron mi pene, y nuestros sexos se unieron en un palpitar
húmedo de excitación y sexo, unión y orgasmo. Nuestro nada
más. Esta vez tu
quedaste rendida sobre mí, te acaricié tiernamente, eras una mujer
que había
poseído a un hombre, a tu gusto y voluntad, y al mismo tiempo te entregaste
al hombre que tu querías darle todo este placer.


Un Adiós


Nos bañamos y aseamos, nos vestimos
y mirando juntos la cama, atesoramos en
nuestra mente y corazón el gusto del sexo disfrutado, el amor compartido
y
la amistad que no acaba. Subimos al auto y te llevé hasta tu casa, te
dejé
en la esquina, un beso suave en los labios, y una mirada que decía que
necesitamos más, aunque nuestros labios dijeron adiós.
Te mire por el espejo, esperaste un momento y diste la vuelta. En tu mente
como en la mía comenzaste a revivir las últimas horas deseándome
tanto como
yo a ti. Y pensamos "¿Quiero más. Cuándo nos veremos
otra vez?".



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