Relato: La epidemia (2)







Relato: La epidemia (2)


La epidemia


En el segundo d�a de la epidemia de sexo desatado y lujuria
sin fin, las autoridades sanitarias muestran su incompetencia y despiste
habitual.



La noche hab�a transcurrida tranquila, mi mujer y yo hab�amos
reposado de las fatigas del d�a anterior, no nos entretuvimos realizando
escabrosos juegos er�ticos, y el descanso hab�a sido reparador. Por un momento
llegue a pensar que la infecci�n hab�a pasado, que la vida continuar�a como
siempre y la fiebre obsesiva de ayer ser�a un bello al tiempo que agitado
recuerdo.


Mientras desayun�bamos las conocidas ubres de mi esposa me
parecieron encantadoras, como si nunca las hubiese catado, y all� met� mis
morros con sabor a caf� con leche, y mi lengua alegr� la piel, a esas horas,
siempre adormilada esposa. No, no me hab�a curado, habr�a que ir al medico.


Decidimos que ella cogiera el coche, por un lado dec�a temer
los posibles incidentes en el metro, por otra parte yo sospechaba que pudiera
querer profundizar en su reci�n estrenada condici�n de bisexual y tener un nuevo
encuentro en el garaje con la vecina, pero bueno cuando uno esta lamiendo un
ombligo y le sugiere la poseedora del citado ombligo que el autob�s es un
magnifico medio de transporte para ir al trabajo, pues va uno y se calla, queda
mal cortar el encanto del momento.


Primero hab�a que ir al medico, y all� fui. No hab�a mucha
gente en el centro de salud, a�n era pronto, los enfermos siempre van a media
ma�ana, si uno ha decidido no aparecer por la oficina es absurdo madrugar. Pero
bueno, no divaguemos, all� estaba yo, detr�s de un viejo que hac�a ruidos
m�ltiples con la boca, con la nariz, con los dientes y hasta con las orejas al
rasc�rselas fren�ticamente �Tendr�a este un problema como el m�o?


Cuando ya me toco el turno observ� con agrado que estaba la
medico suplente, nunca esta la titular de la plaza, pero casi lo prefiero, la
sustituta sin ser una maravilla es al menos una chica joven. Le empec� a contar
mis cuitas, mis temores y mis dudas, sin poder evitar fijarme en que la camisa
que dejaba ver su entreabierta bata esta medio desabrochada. Ella me comento que
a�n no hab�a pruebas espec�ficas para ver si estaba afectado por la extra�a
plaga, pero que me iba a hacer un sencillo examen que le orientar�a sobre mi
diagn�stico. Me hizo sentarme en la camilla y delante m�o se desprendi� de la
bata, la abierta camisa dejaba apreciar claramente unas peque�as tetillas
contenidas por un bonito sost�n blanco. No me pude contener, hoy el d�a iba de
tentadores bustos, all� fue mi boca a recorrer mundos ya fueran peque�os o
grandes. Todos tienen su encanto.


La m�dico me confirmo que estaba afectado, brillante
deducci�n, lo mismo pod�a decir yo de ella, que con solo pasar mi lengua por
encima de sus enfundados pezones, note como se pon�an duros y tiesos. La muy
malvada no me dejo continuar, me dijo que entre el viejo anterior, por lo visto
el vejete estaba muy afectado y yo, ya iba con retraso. Me ofreci� darme la baja
laboral, se la rechace al tiempo que le tentaba el culo, prefer�a trabajar y
distraerme que matarme a pajas encerrado en casa.


Efectivamente se le acumulaba el trabajo, cuando sal� de la
consulta unos seis pensionistas, todos ellos deb�an ser colegas del vejete que
me precedi�, esperaban ansiosos paliar sus dolencias con mi atareada doctora.
Pobrecilla, le esperaba un d�a ajetreado.


Ya fuera del ambulatorio, un d�a oto�al, soleado, pero
ventoso y fr�o me recibe. Decido tomarme un caf� con bollo incluido en la t�pica
cafeter�a cercana a todo centro sanitario. Intentar� poner orden en mis ideas.
Bueno, de acuerdo estoy enfermo, no hay nada de que avergonzarse, pero por otro
lado no puedo estar echando polvos todo el d�a. Uno ya ronda la cuarentena y hay
que cuidarse, o sea que cuando la amable camarera me sirve el caf�, procuro
tener la vista baja, fij�ndome solo en las miguitas que quedan sobre la barra y
no fijarme en su joven cuerpo vestido de uniforme negro con puntillas blancas,
que comprimen unas tersas carnes deseosas de ser acariciadas y con rincones que
piden ser�..Joder, ya estoy de nuevo. Lo curioso es que no siempre me pasa, por
ejemplo veo por la calle a esa se�ora con una retah�la de tres ni�os, camino del
colegio, que lleva el carrito de la compra, pues no, esa no me pone, aunque tal
vez le vaya el masoquismo. Por cierto casi no se ven ni�os, y ahora deber�an
estar todos camino de la escuela. Seguro que la alarma ha cundido, los padres
tendr�n miedo de que en los cada vez m�s numerosos colegios concertados de
inspiraci�n religiosa sus ni�os sean atacados por hordas de paidof�licos. No se
si los ni�os estar�n m�s seguros en sus hogares, teniendo en cuenta el �ndice de
lectura del apartado de "amor filial" de .


Una llamada del trabajo me ha devuelto a la tarea diaria. El
jefe me pregunta si voy a ir a trabajar, que media empresa esta de baja, me pide
que vaya a una rueda de prensa que aunque sabe que no es mi trabajo, que no hay
nadie para cubrir dicha informaci�n. Acepto, volver a mis or�genes de periodista
de calle me gusta, adem�s unos jadeos y resoplidos as� como la voz entrecortada
de mi interlocutor no preconizan nada bueno si voy a la oficina. Pago el caf� y
el bollo, sin dejar propina pues efectivamente el mostrador estaba bastante
sucio, mucho uniforme las camareras pero luego descuidan lo b�sico.


En la parada del autob�s, bajo la marquesina, resguard�ndose
del vientecillo serrano, esta una mujer de unos treinta a�os, pelirroja,
enfundada en cuero negro, gabardina, pantal�n y botas de fino tac�n de cuero
negro, adem�s de cara de aburrida. Le propongo entretener la espera con un
discreto sobeteo, y reafirmo mi oferta pasando una mano por la tersa superficie
que cubre su espalda. Me mira con cara de asco y me sugiere otro tipo de
experiencias en las que ella no tiene que tomar parte. Llama a un oportunista
taxi y me deja solitario y algo helado. Efectivamente no todo el mundo esta
afectado. A ver si llega el autob�s.


La rueda de prensa es en la Consejer�a de Sanidad, para los
desconocedores de nuestro complejo sistema auton�mico, les comento que la
Sanidad en este pa�s nuestro esta fragmentada, y gestionada de forma casi
independiente por regiones. Cuando el problema es muy grave el gobierno toma las
riendas, y entonces si que la hemos cagado. Una Consejer�a es como un ministerio
pero a nivel regional. Hecha esta breve aclaraci�n, sigamos la historia.


All� estaba el Consejero, el viceconsejero, varios Directores
t�cnicos, subsecretarios de alguna subsecci�n, y algunos personajillos m�s. La
audiencia compuesta por unas pocas c�maras y reporteros aparentemente indemnes a
la peste, esper�bamos que nos aclarasen algunos aspectos confusos que todos
ten�amos en mente y nadie se atrev�a a preguntar abiertamente.


El Consejero, un tipejo grasoso y el vivo ejemplo de la
antilujuria, nos fue mintiendo con voz grave y presuntuosa. Parec�a ser que la
enfermedad, de origen a�n desconocido, no se sab�a si t�xica, ambiental, v�rica
o lo que fuese, estaba limitada pr�cticamente a la ciudad. De hecho la
presidenta regional y el alcalde de la capital se hallaban reunidos, discutiendo
el problema. Una sonrisa debi� cruzar la cara de todos los asistentes, la imagen
de los dos pol�ticos, habitualmente irreconciliables enemigos mont�ndose un
numerito de odio y pasi�n, debi� pasarse por nuestras mentes. �Que horror!


No nos dieron muchas m�s novedades. Otro de los charlatanes
nos inform�, deb�a ser un epidemi�logo, que seg�n el m�todo Vizcomoselakascaya
de valoraci�n de pandemias, hab�a una serie de factores de riesgo, unos posibles
vectores de transmisi�n y unos potenciales tiempo de infecci�n. Puras
divagaciones, me parec�an m�s interesantes las tetas y la entrepierna de la
reportera que tenia sentada a mi izquierda y as� se lo hice saber a la
interesada, ella me respondi� amablemente y sonriendo se paso la lengua
golosamente por los labios, esta vez hab�a ido bien la cosa.


Acabada la rueda de prensa, llam� a la oficina para remitir
una cr�nica r�pida, all� a su vez me remitieron a la Conferencia Episcopal, que
tambi�n ten�an algo que decir los curas al respecto. La chica que me hab�a
sonre�do, tambi�n ten�a que ir all�, y ten�a moto, de puta madre, vamos all�. En
la moto me agarro como un loco a ella, bien pegado mi paquete a su culo, y no le
muerdo las orejas porque va con casco, que si no hasta ah� me aferraba, me dan
p�nico las motos.


Llego tembloroso a la sede oficial de la Iglesia, medio
helado y feliz de poner los pies en tierra, la periodista una vez se quita el
casco me da un beso largo, profundo y caliente, sus manos me aprietan el culo.
Esta chica me tiene que dar su tel�fono, es una joya.


En el edificio busco los servicios, es gracioso mear en unos
urinarios donde te rodean tipos con h�bitos y alzacuellos. Lo m�s gracioso es
que me encuentro a otro t�o de mi empresa y me dice que vaya para la oficina que
ya se queda �l, que buena coordinaci�n, por un lado me alegr� pero me apena
dejar a la chica de la moto entre todos aquellos cuervos negruzcos. Luego me
contaron que la rueda de prensa acab� en una org�a, pobrecilla�La tengo que
llamar.


Llam� a un taxi, quiero un transporte c�modo, ya pedir�
factura. El taxista un individuo a punto de jubilarse, me cuenta en cinco
minutos, que lo de la plaga es una tonter�a, que el lleva follando y viviendo en
pecado con su novia un tiempo largo, que tambi�n es de su quinta, que los dos
son viudos, que sus respectivos hijos no les dejan vivir juntos, que si�..Su
charla, el humo del puro que fuma y el sonido de los tertulianos de la emisora
que lleva sintonizada, acaban mare�ndome. Me bajo sin pedirle el justificante
del importe, mientras me cotillea que esta ma�ana una pelirroja, aunque tal vez
llevar� peluca, se hab�a hecho una paja en su taxi esta ma�ana, que si era una
golfa, una puta, mancharle el asiento de moco, que si�.�Socorro!


Compro unos emparedados en una tienda cercana, algo habr� que
comer, y en mi despacho entre llamadas, mensajes �ntern�uticos, y faxes logro
atragantarme, el puto emparedado de chorizo se me ha encajado, no lo puedo
tragar, esto me pasa por comer productos c�rnicos. Casi me ahogo, no puedo
tragarme ni la saliva. Pido ayuda, en el despacho vecino una secretar�a se esta
engullendo otro tipo de embutido, el pene del chico de los recados. Olvidemos el
auxilio ajeno, menos mal que hay un Hospital aqu� cerca.


En el Hospital, en Urgencias, donde entro por mi propio pie,
una amable oficinista cuya morfolog�a debido a mi apuro no puedo valorar me
pregunta por mi problema, le se�alo mi garganta. Felizmente es avispada la
se�orita y me remite a una puerta donde un individuo de torvo aspecto, debe
llevar varios d�as sin dormir, me explora, y me informa que me tiene que
realizar una endoscopia para quitarme el cuerpo extra�o. No os describo el
resto, pues esto pretende ser un relato de ambiente er�tico y sexual, y no es
cuesti�n de describiros mis miserias. �nicamente os contar� que mientras
esperaba que me metieran el tubito por la boca, pude disfrutar viendo como los
pobres m�dicos residentes hac�an frente al aluvi�n de urgencias que se les ven�a
encima, de vez en cuando se refugiaban en un peque�o cuarto de descanso y all�
con ayuda de las enfermeras o los celadores se relajaban y volv�an a la tarea
con nuevos �nimos.


La endoscopia en si fue bastante desagradable, que a uno le
metan 20 cm de algo en la boca, como m�nimo, es molesto, porque aquello si que
fueron 20 cm, lo pone en el informe que luego me dieron, no los 20 cm que muchos
presumimos, y que felizmente para la boca destinataria suelen ser bastantes
menos. Una vez liberado del maldito trozo de chorizo, me quede con la garganta
algo irritada, pero agradecido. Se fue el medico y solo estaba la enfermera, yo
estaba feliz de haberme librado de aquella opresi�n, le sonre�a con lagrimas en
los ojos. Ella debi� pensar que le estaba realizando alguna proposici�n
deshonesta y �gilmente se subi� a la camilla. Nos hicimos una mamada mutua
maravillosa, me hab�an prescrito no comer nada en unas horas, pero no me hab�an
prohibido chupar, y el velloso pubis de aquella ardiente sanitaria entretuvo mis
molestias al tiempo que supo sacarme todo el jugo contenido a mis genitales.


Visto como iba el d�a decid� irme a casa, donde logre llegar
sin excesivo problemas. All� mi mujer ya hab�a llegado, trabaja media jornada,
le pagan como si trabajara solo un tercio, pero bueno as� esta el mercado
laboral. Me atendi� cari�osa, me hizo sentarme en el sill�n, me trajo una
mantita y me dijo que se iba a comprar ropa interior, que se iba con la vecina.
Con voz algo rasposa le comente que la lencer�a era cara, que no se animar�
demasiado. Ella enfadada me respondi� que estaba harta de llevar las mismas
bragas del siglo pasado y de un portazo se fue. Yo sonre� y me quede medio
dormido so�ando con sofisticados sujetadores de color granate y ajustados
tangas.


Me he despertado de la siestecilla vespertina, ya esta
anocheciendo, busco un libro, algo he recordado. Lo encuentro, es de Boris Vian,
en un relato describe una situaci�n similar a la que estamos sufriendo, lo
releo, gente cegada por una niebla que despierta el sexo dormido, eso si que
esta bien escrito. Alguien llega a casa, son mi mujer y la vecina, que se
interesa por mi salud. Me quieren mostrar las compras, montan un pase de modelos
delante de mi, se han gastado una fortuna, pero yo no me quej�, ver esas dos
hembras pasearse voluptuosamente por el sal�n de mi casa con sofisticadas bragas
y sostenes compensa el dispendio. Se besan, se lamen los muslos, sus manos
logran hacer que se empapen los delicados tejidos de las prendas. El d�a ha
acabado bien y creo que lo vamos a rematar en el dormitorio los tres juntitos,
la fiebre esta subi�ndonos.


(Continuara en una tercera y ultima entrega, no hay que
fatigar a los escasos lectores, no vaya a ser que caigan presos de espasmos y
convulsiones fatales)


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Relato: La epidemia (2)
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