La Reina del Placer II ( Las Timidades del Padrino)
Creo que yo hab�a esperado encontrar un hombre medio anciano
aguard�ndome en la estaci�n de autobuses de Roanote. Era la primera vez, desde
que guardaba memoria, que iba a ver a mi padrino Randolfo. No se trataba de que
mis padrinos tuviesen en menos ala pobre familia Baldees del valle de
Shenandoah, de la cual era el un pariente lejano por parte de mi madre. El hecho
de que se hicieran cargo del costo de mi educaci�n universitaria dejaba bien en
claro ese punto. Pero mi buen padrino tenia su empresa de modas en una gran
ciudad y los negocios absorb�an todo su tiempo. No pod�a haber sido mas amable
cuando contesto la carta de mama y me invito a pasar esos d�as en su casa antes
del comienzo de las clases.
Casi me desmaye de la sorpresa cuando vi quien me llamaba por
mi nombre en la terminal del �mnibus. Un hombre apuesto y elegante avanzaba
directamente hacia mi con una hermosa rubia del brazo. Ella tenia que ser mi
madrina Victoria. Randolfo vest�a un traje de fina tela listada y bland�a un
elegante bast�n como si el fuera el due�o de la terminal; su sombrerote hongo
contribu�a no poco a destacar su figura entre multitud. Me hacia sentir
ciertamente importante el ser recibida por gente tan refinada.
Los dos me abrazaron y me dijeron cuanto hab�an deseado
siempre ir a visitarnos en Shenandoah y como se asombraban de verme tan crecida
y bonita. Victoria se disculpo por tener que abandonarme all� mismo para correr
al aeropuerto. Al parecer, su anciana madre no estaba bien de salud y ella le
hab�a prometido visitarla ese fin de semana en Dirham. Dijo que estaba segura de
que Randolfo y yo ten�amos tanto de que hablar que no llegar�amos a extra�arla.
Insisti� en que yo deb�a sentirme cansada del viaje y que seria lo mejor que
Randolfo me llevase directamente a casa, pero cedi� finalmente ante mis ruegos
de acompa�arla.
Durante todo el trayecto al aeropuerto no hice mas que
lamentarme de que ella no pudiera quedarse para ense�arme a vestir con su mismo
etilo. �Victoria lucia tan atractiva con su vestido de seda amarilla y aquella
capa! Vis�n autentico, seguramente ... cosa de la que yo solo hab�a o�do hablar
hasta entonces.
Ella me qui�o un ojo mientras se volv�a para encaminarse al
avi�n que estaba ya recogiendo los pasajeros.
-Ustedes dos p�rtense bien durante mi ausencia, �me oyen? �
dijo frescamente, y se alejo en seguida con un vibrante contoneo de caderas.
-Bueno, Regina, parece que nos hemos quedados solos- dijo
Randolfo, tan pronto como el avi�n comenz� a corretear hacia la pista de
despegue.
Resultaba curioso. Yo nunca hab�a estado antes en un
aeropuerto y herv�a de excitaci�n contemplando la aeronave a punto de levantar
vuelo, pero al mismo tiempo me daba vuelta de que los ojos de Randolfo no se
apartaban de m� busto en vez de dirigirse al avi�n en que se marchaba su esposa.
-Te ves exquisita- comento, mientras el avi�n desaparec�a de
la vista.
Era extra�o que usara esa palabra "exquisita", y tambi�n me
pareci� extra�o el modo en que la pronuncio.
-�Con esta ropas?-me queje.-�C�mo puede una muchacha verse
bien con una vestimenta as�?
No fue mi intenci�n aprovecharme. En mi excitaci�n del
momento, hab�a olvidado que mi padrino Randolfo trabajaba en el negocio de las
prendas femeninas.
-Bueno, Regina, eso es justamente lo que yo estaba pensando,
y me alegro de que lo mencionaras. Espero que me permitas regalarte un vestuario
completo con motivo de tu ingreso al colegio superior.
Inmeditamente comprend� que el estar�a pensando que hab�a
sido mi prop�sito sacar ventaja. Pero fue muy ben�volo. Extendi� el brazo a
trav�s del asiento del autom�vil y me dio unas palmaditas en la pierna, diciendo
que no deseaba o�r mas excusas. Por un segundo su mano se deslizo por mi muslo
hacia la rodilla y ello me turbo un tanto. Hubiera deseado conocer un poco mejor
a los hombres; hasta entonces no hab�a conocido a otro que Andres, y este me
hab�a ense�ado en una sola direcci�n.
Descendimos del coche ante una lujosa tienda de modas.
_No me favorecer�a ser visto con una hermosa trigue�a cuando
todo el mundo sabe que mi esposa es rubia-bromeo mientras extra�a un llavero del
bolsillo.
Luego me paso un brazo por la cintura par guiarme delante de
el, con la caballerosidad que una espera de los hombres, pero que jam�s se
hubiera observado en el valle de Shenandoah. Sin embargo, tan pronto como me
adelante, sent� que su mano descend�a de la cintura por la curva de mi cadera.
Me quede at�nita. Hasta me pareci� que sus dedos me hab�an pellizcado suavemente
la nalga.
Fue tan impresito que no atine a decir o hacer nada.
�El interior de la tienda era impresionante! Randolfo me
condujo a traes del sal�n, se�alando aqu� y all�, y haciendo comentarios acerca
de vestidos que el mimos hab�a dise�ado. Atravesamos secciones de calzado,
medias y toda clase de prendas interiores, y me hizo entrar finalmente en una
salita que se hallaba a aun costado del sal�n principal.
-Este es el probador para mis clientas especiales- me informo
con tono indiferente.
Las paredes estaban recubiertas totalmente con espejos y una
mullida alfombra roja recubr�a el piso. En el centro de la sala hab�a un
banquillo alto, con un coj�n que hacia juego con la alfombra.-Muy bien, Regina-
dijo mi padrino, haciendo rodar su baston entre las palmas de las manos, parado
frente a mi.-Yo tengo una teor�a. Se dice que las ropas hacen a la mujer, pero
yo sostengo que es todo lo contrario. La mujer hace a las ropas, eso es
absolutamente cierto.
Yo lo escuchaba con los ojos agrandados y como fascinada.
-Ahora, quisiera sugerirte que te quites esas cosas y me
permitas tomar tus medidas. Tus medidas exactas.-0El tenia la vista fija en mi
busto. �Eres una joven hermosamente desarrollada y debemos hallar las prendas
que te ajusten con exactitud, �no es as�?.
Me quite las ropas r�pidamente, salvo el sost�n y las bragas
de algod�n.
-Puedes dejarte eso puesto, si quieres, Reina-dijo el,
caminando en torno a mi y coloc�ndose a mis espaldas. Su voz sonaba un tanto
sofocada. �En realidad, sin embargo, podr�amos estar mas seguros acerca de las
medidas, si o te incomodar...
No me pareci� irregular en lo mas m�nimo. En verdad, Randolfo
no me parec�a siquiera que fuese mi padrino. Era mas bien un hombre que trataba
de hacerme un gran favor, y yo me esforzaba en no pensar en el como un hombre.
Pero no pod�a remediarlo. No tenia la menor similitud con mi primo, pero quiz�s
aquella ligera sofocaci�n en su voz significara lo mismo que hab�a significado
en la voz de Andr�s aquella primera vez.
El jadeo que escapo de la garganta de Randolfo cuando deje
caer el sost�n me indico que yo estaba en lo cierto. Tal vez recordando que ,
despu�s de todo, yo era su ahijada, se apresuro a colocarme sobre los hombros
una bata vaporosa y casi transparente. Encontr� entonces la voz y dijo: -As� es
mejor. Debemos respetar tu modestia, �no? Bueno...primero tenemos que medirte el
busto y las caderas.
El estaba todav�a detr�s de mi, y ello me causaba cierta
desaz�n, pero trate de mantenerme muy mundana.
-�Convendr� que levante los brazos por encima de la
cabeza?-Suger�.
_!Esplendido!-aprob� el.-Eso esta muy bien. Paso la cinta de
medir por debajo de la bata y en torno a m� busto. Los extremos se tocaron
justamente en uno de mis pezones. Ahora alcance a sentir su aliento roz�ndome
los hombros, �spero y varonil.
-�Qu� sucede?-Pregunte
-Sencillamente,!Extraordinario!-dijo-�Positivamente
asombroso! �Ciento uno, sesenta y nueve , Ciento uno! �Que Perfecci�n!
-�Ciento un cent�metros...de caderas? �Y tambi�n de aqu�
arriba?-Me cubr� el busto con las manos.-�Que horrible!
-�Querida m�a, tienes la figura de una reina!-Exclamo
Randolfo. �No cabe duda que eres Regina. Mereces el cetro de reina de Eros.
Yo no tenia la menor idea acerca de quien pudiera ser Eros, o
si se trataba de alg�n pa�s asi�tico, pero intu� por el tono de voz de mi
padrino que lo dec�a como cumplido. Y el saber que el admiraba lo que ve�a me
izo dar vueltas la cabeza.
Mi primo Andr�s me hab�a hecho adquirir una aguda percepci�n
sobre las cuestiones sexuales, y yo estaba segura ahora de que Randolfo no era
menos excitable que el. Premeditadamente me volv� para ofrecerle una vista
directa de lo que hasta ese momento hab�a estado atisbando por el espejo.
-Probemos primero algunas ropa interior-me dijo, con voz
estrangulada.
Me dio la espalda y desapareci� en una dependencia contigua,
regresando poco despu�s con una colecci�n de enaguas, pantalones y sostenes.
-�Que prendas tan bonitas! �Puedo probarme estas
primero?-exclame, alargando la mano hacia unos admin�culos de encaje negro muy
ornados.
-�Los pantalones y el sost�n negros? Naturalmente. Toma �Me
entrego las prendas, advirtiendo:-Quiz�s te ajusten un poco.
Era una vista por dem�s excitate la que ofrec�a mi figura
cuando me enderece ante el espejo luego de ponerme cuidadosamente los tan
delicados como diminutos pantaloncitos.
-�Son tan atrevidos!-jadee, mirando a mi padrino por encima
del hombro, -�Pero me encantan...!
-Pru�bate el sost�n ahora-Sugiri� el, asintiendo
reflexivamente con la cabeza, como aturdido.
La fina malla descubr�a mas de lo que cubr�a, multiplicando
el efecto incitante de la pieza inferior. Por el espejo note que Randolfo se
mord�a los labios con expresi�n de tormento.
Entonces advert�, reflejada en el espejo, una salita
adyacente al probador, totalmente decorada en blanco y con cortinas n�veas y
vaporosas en las ventanas. El tocado que hab�a a la entrada me indico lo que
era.
-Ah� e donde vestimos nuestras novias, prepar�ndolas para el
gran evento-explico el, siguiendo la direcci�n de mi miradas.
Corr� a la estancia contigua y me detuve admirada, ante el
hermoso velo blanco tocado de pedrer�a que adornaba la cabeza de un busto, junto
a la puerto.
-Pru�batela, Regina- insto Randolfo. �Es una corona de novia,
digna de una reina.
Las trenzas de campesina que llevaba yo anudadas en la cabeza
me parecieron rid�culas de pronto; me quite los alfileres que sujetaban la
guirnalda y me sacud� el cabello, dej�ndolo caer libremente. Siempre hab�a
tenido el cabello largo y negro brillante, desde ni�a, y me ca�a en ondulosa
cascada hasta las caderas cuando lo llevaba suelto.
Con extremo cuidado me coloque las corona y extend� el velo
por detr�s de los hombros. Yo tenia algunas nociones acerca de la apariencia que
deb�an tener las mujeres consideradas como s�mbolos de la sensualidad, y la
imagen que vi. reflejada en el espejo, con las bragas y el sost�n de encaje
negro y aquel velo virginal con diadema me aflojo las rodillas.
-�Has usado tacones altos alguna vez, Regina? �Me pregunto
Randolfo con voz casi susurrante.
Asent� con la cabeza y eche a andar hacia el en puntas de
pie, simulando caminar en tacones puestos.
-Espera, voy a buscar unos zapatos apropiados-dijo, y salio
presurosamente de la estancia.
Cuando volvi� yo estaba aun admir�ndome a mi misma frente al
espejo, asumiendo las poses mas sensuales que me suger�a aquel ex�tico atavi�.
-Me temo que vas a decirle a tu madre que soy un hombre muy
pervertido-dijo el.
-Tu no eres ning�n pervertido, padrino Randolfo. Mirame a mi.
�Yo soy la pervertida!
Y As� diciendo deslice las manos por los costados del cuerpo,
desde el busto, pasando muy lentamente por la curva de la cintura y las caderas
hasta los muslos.
El sigui� la trayectoria de mis manos con los ojos,
humedeci�ndose los labios con la lengua inconscientemente, como atontado y
tragando saliva con dificultad.
-�Te gusta mi cuerpo, Randolfo?-pregunte perversamente.
Entonces fue cuando el salio de detr�s del perchero para
vestidos donde estaba de pie, y pude verlo de cuerpo entero. No necesita
contestar mi pregunta.!No tenia nada de ropa encima!
Me quede at�nita, pero no por ello deje de apreciar
simult�neamente su belleza f�sica. No era un cuerpo fornido como el de mi primo
Andr�s, pero su delgada figura musculosa y el erecto miembro que se proyectaba
de entre sus piernas como un poste telef�nico, disiparon inmediatamente las
ideas que me hab�a forjado sobre los hombres de ciudad.
�No temes que pudieras pescarte un refri�, padrino
Randolfo?-pregunte, alzando c�ndidamente las cejas, divertida en mi fuero
interno por la expresi�n atormentada y de absoluta desolaci�n que reflejaba su
rostro.
Mi burlona salida pareci� romper todas sus reservas morales y
mentales. Se abalanzo sobre mi y, desde ese momento, los fuimos arrastrados por
un torbellino de lucra. Sus manos recorrieron con desesperaci�n avidez todo mi
cuerpo, arranc�ndome el sost�n y las bragas.
Ca�mos abrazados sobre la alfombra y sent� la dureza de su
miembro roz�ndome los muslos, buscando la cavidad que estaba ya h�meda para
recibirlo, hurgando entre los labios que cedieron sin resistencia. Penetro mis
carnes con la fuerza de un ariete, enviando reverberaciones de placer a todos lo
rincones de mi cuerpo. Le envolv� las caderas con mis piernas y lo apret�
salvajemente contra mi, dispuesta a no perder nada de lo que pudiera darme.
-�Padrino Ran...! �Oh, Padrino...!
-Llamame Randolfo-murmuro el, con voz d�bil, aunque sin
debilitarse en sus acometidas.
-Oh, Randolfo...Randolfo querido...
No tenia sentido contrariarlo, sobre todo en un momento como
aquel, cuando el hombre necesitaba concentrarse en sus energ�as. Era algo que
hab�a aprendido con Andr�s, cuando en una ocasi�n similar, y ya pr�ximos a la
explosi�n de nuestros juegos amorosos, tuve la malhadada ocurrencia de
preguntarle si pensaba asistir al entierro de la t�a de uno de sus compa�eros de
trabajo, que hab�a muerto aquella ma�ana de un infarto intestinal o algo
parecido. La reacci�n de mi primo Andr�s fue tan extraordinaria como memorable:
Perdi� s�bitamente su vigor dentro de mi y nos quedamos los dos sin explotar.
Parece ser que los hombre son extremadamente sensible en esos momentos en que
una cree que est�n mas dominados por su instinto animal.
Afortunadamente para mi, mi padrino logro superar el mal
momento, y lejos de perder su vigor, continuo embistiendo con renovado
entusiasmo. �Era tan distinto al rustico Andr�s! Su manera de poseerme se me
antojaba tan refinada e intelectual como el resto de sus peculiaridades. Era
capaz de contenerse aun a trav�s de mis propios orgasmos.
Y repentinamente lo asaltaron sus escr�pulos de padrino, la
sensaci�n de estar violando la confianza que mi familia hab�a puesto en el.
Despu�s de todo, el padrino de una muchacha esta supuesto a velar no solo por su
bienestar sino tambi�n por su honor...Randolfo pareci� luchar con todas s
fuerzas contra aquellos escr�pulos, cerrando los ojos y hundi�ndose a fondo su
poderosa lanza en mis entra�as con ritmo mas y mas r�pido, perdiendo el control
y sin preocuparse ya de mis orgasmos.
-�Regina...! Mi propia ahijada. No deber�a �no! Oh, querida
m�a... �Ho!
Randolfo gimoteaba como una ni�o cuando los juegos de su
pasi�n comenzaron a inundarme furiosamente.
Tan pronto como los jugos se agotaron, ceso de moverse. Me
abrazo con fuerza y se apret� contra mi, aplast�ndome los pechos, mientras
trataba de recobrar el aliento. Estuvimos as� un largo rato sin que ninguno de
nosotros pronunciara una palabra. Yo sabia que el no pod�a dejar de sentir las
suaves pulsaciones que se transmit�an de mi vientre al suyo, una de las formas
silenciosas en que una mujer suele decir a su hombre: "!Gracias, gracias,
gracias!".
-No debimos hacerlo, Regina � Murmuro d�bilmente.
-Hummm- Murmure yo, expresando todo lo contrario.
-Eres una traviesa seductora- dijo acusadoramente
-Hummm- repet�, expresando mi completo acuerdo.
Randolfo se incorporo sobre los codos, pero aun cuando su
miembro se hab�a ablandado dentro de mi, lo mantuvo all�. Me miro largamente los
pechos, acarici�ndolos con manos temblorosas. Luego levanto la vista a la corona
que me cubr�a aun la cabeza.
-�Eres una reina de belleza! � murmuro el.
-Sencillamente, no pude contenerme.
Me pregunte por que se empe�ar�a en buscar justificativos
para lo que hab�a ocurrido tan naturalmente.
-�Crees que Victoria seria capaz de pedirte el divorcio si se
enterara? � le pregunte maliciosamente.
Su reacci�n fue asombrosa.
El miembro ya fl�cido comenz� a endurecerse nuevamente dentro
de mi.
-Se enojar�a mucho-admiti�.
Y de pronto mi madrina Victoria se esfumo por completo de mis
pensamientos, porque un poderoso ariete reinicicaba la serie de deliciosas
embestidas contra mi cofre de placer�, todav�a h�medo y hambriento.
-�D�melo otra vez, Randolfo! �D�melo otra vez!-implore,
deslizando las manos por debajo de mis caderas para levantarlas hacia el.
-�Si , mi reina, si!-resoplo Randolfo, penetrando
�ntegramente en mi y arranc�ndome gemidos de �xtasis.
-Oh, ohh, ohhh, padrinito....Ohhh...
Y se acabo la funci�n. Instant�neamente dejo de moverse y el
poderoso ariete se convirti� en mantequilla. comenz� a retirarse, cent�metro a
cent�metro, librando al parecer una tremenda batalla consigo mismo, dej�ndome
anhelante y vaci�.
-�Oh, Randolfo! �No! �Perdoname! �no volver� a llamarte!
�Randolfo! � Te lo suplico...!
Fue in�til. Se puso de pie y me miro con expresi�n de gran
tristeza y desenga�o.
-�Ven!-ordeno, cogi�ndome del brazo y tirando hasta que me
tuvo de pie junto a el. � Vamos a vestirnos y portarnos bien.
Durante la hora siguiente estuvo trayendo toda clase de
faldas y blusas para que me las probara.
Cuando dejamos la tienda, llev�bamos entre los dos alrededor
de una docena de cajas conteniendo la mas bonita y costosa colecci�n de prendas
adecuadas para una joven que va a iniciar su temporada de pupila universitaria.
Y yo llevaba puesto el sost�n y las bragas de encaje negro que me probara
primeramente, debajo de una minifalda de cuero blanco y un su�ter de cachemira.
Cenamos en el hogar de los Cornelli, que era el apellido de
mis padrinos, una hermosa mansi�n con columnas del estilo colonial de las
plantaciones sure�as, en las afueras de Ranoke. La casa era soberbia. Techos
altos, amplias escalinatas que llevaban a los pisos superiores, gigantescas
ara�a de cristal en el sal�n principal. La mesa del comedor, donde cenamos,
estaba alumbrada por candelabros de plata. Me sent�a perdida entre tanta
elegancia, en una casa tan grande. Los Cornelli hasta ten�an cocinera y
mayordomo, que compon�an un matrimonio y viv�an en la misma casa, con su propio
apartamento en el tercer piso.
Despu�s de comer Randolfo me mostr� las habitaciones
superiores. Primero, el dormitorio principal, de un lujo que yo nunca hab�a
conocido. Record� el dormitorio que hab�an tenido siempre mis padres y no pude
menos que sonre�r pensando en cuan fuera de lugar se hubieran sentido ellos
all�. hab�a dos grandes camas de matrimonio, lo cual me hizo pensar si ello
significar�a que ...bueno, no pude imaginarme lo que significar�a. Una de ellas
tenia bajado el cobertor y las sabanas luc�an blanqu�simas y sedosas. La vista
de aquella cama, en presencia de un hombre en la misma habitaci�n, me causo un
ligero estremecimiento y sent� renacer los deseos que quedaran insatisfechos
all� en la tienda. Pero Randolfo se hab�a acobardado. Al menos, esos es lo que
pens� entonces.
Pero pronto iba yo a notar otro cambio en mi padrino. Si el
cambio se deb�a tambi�n a la vista del lecho preparado para acostarse y a la
prensencia de otra mujer en la habitaci�n que el compart�a con su esposa, yo no
podr�a decirlo. El hecho es que , mientras me encontraba admirando los
cosm�ticos y frascos de perfume en el tocador de Victoria, note por el espejo
que Randolfo tenia una expresi�n extra�a...y su mirada estaba fija en mis
caderas vueltas hacia el.
-Hay aqu� todo lo necesario para embellecer ya una
mujer-comente, por decir algo.
-Se necesita mucho mas que todo eso para hacer hermosa a una
mujer-murmuro el con voz densa.
vi. por el espejo que venia hacia mi, pero no me mov�. Simule
seguir interesada en los frascos y pote s que llenaban el tocador. Sus ojos
segu�an fijos en mi trasero, como si lo estuviera viendo por primera vez.
Lo deje venir y rodearme la cintura con los brazos. Se apret�
contra mi y sent� la dureza de su miembro en las nalgas. Raldolfo parec�a haber
olvidado los escr�pulos que lo asaltaban en la tienda.
Sus manos subieron desde mi cintura y me acariciaron los
pechos. Sent� la curva de sus muslos amoldarse a la m�a, empujando, a la vez que
sus dedos apretaba con fuerza los globos de mis busto. Todo lo que pude hacer
fue apretar mi trasero contra el, frotando la suavidad de mis nalgas contra la
dureza creciente de su miembro. Randolfo parec�a desearme locamente esta vez.
Empez� a embestime con furia, como si hubiera olvidado que tenia los pantalones
puesto y yo estaba aun completamente vestida.
-Me deseas, �no?-susurre.
-�Si! �Oh, si! � Como te deseo!
-�Entonces, tomame, grand�simo tonto!
Me volv� para enfrentarlo y casi le arranque la camisa de los
hombros.
-�Si, si! �Te deseo, Regina! � Jadeo, cuando me vio emerger
desnuda de las prendas que me quite r�pidamente.
Lo empuje hacia la cama.
-�No! �No en esa!-Exclame, cuando trato de llevarme hacia el
lecho con el cobertor doblado hacia los pies. �Aqu� es donde duerme Victoria,
�Verdad?
Asinti� con la cabeza y observo asombrado como yo bajaba el
cobertor y me tend�a de espaldas en las sedosa sabanas.
Le tend� los brazos, esper�ndolo.
-�Tomame en la cama de ella!-exig�,-Quiero que me poseas
sobre las mismas sabanas en que la posees a ella.
Su rostro se ensombreci�, pero el resto de su cuerpo pareci�
hallarse mas afectado por la vista de mis formas que por el recuerdo de su
mujer.
Se lanzo sobre mi con la desesperaci�n de un recluso que ha
estado privado de mujeres durante a�os, acariciando mi cuerpo todo con las manos
y los labios, y penetrando finalmente en mi con la furia de un tornado.
Nos amamos durante horas, sin que ninguno de los dos
pareciera quedar nunca satisfecho.
-Regina, tus deseos sexuales son insaciables, �eh?_me dijo
el, al terminar de uno de nuestros mas ardientes encuentros.
-Hummmm...Creo que me gustan los hombres apuestos, tanto como
a ustedes, a la mayor�a de ustedes, les gustan las mujeres hermosas.
-Bueno-dio Randolfo, suspirando,-me parece que vas a
enloquecer a unos cuantos hombres en tu vida-. Medito un momento, y agrego:
-No puedo dejarte entrar en el colegio superior y hacer
frente a todos los problemas de la juventud sin la experiencia que bebe tener
una muchacha para saber defenderse.
-Por favor, ense�ame- le ped�.
Mis manos y mis labios trabajaron en el hasta lograr una
nueva erecci�n, y muy pronto lo tuve otra vez dentro de mi, remont�ndome a
sublimes alturas de placer.
Pasamos charlando y am�ndonos el resto de la noche. Nunca
cre� que hubiese tanto que aprender sobre el arte de hacer el amor, sobre las
muchas formas distintas de excitar al hombre y de prolongar las delicias del
acto sexual. Randolfo casi se muri� del susto cuando le dije que yo no tenia
ninguna protecci�n.
-�Me quieres decir que no te has colocado ning�n
anticonceptivo...? �demando, alelado.
-�Qu� ni siquiera sabes que existen p�ldoras para eso?
Yo no sabia siquiera de que estaba hablando.
-Dejemos que la naturaleza siga su curso- repuse, un tanto
avergonzada.
Al d�a siguiente, Randolfo me llevo a su medico y me presento
como una sobrina suya que estaba por contraer nupcias. Esa noche, cuando
volvimos a acostarnos juntos, yo tenia colocado un diafragma y me sent�a mas
feliz que nunca. En adelante, no tendr�a que preocuparme acerca de tener hijos
antes de tiempo.
Pasamos tres d�as maravillosos.
Y cuando mi madrina Victoria regreso a Dirham, yo conoc�a mas
artificios que nunca sobre la ciencia y arte de conquistar a un hombre.
Estaba realmente preparada para el colegio superior.
<Continuara>