Relato: Voucher al infierno





Relato: Voucher al infierno

El �ltimo d�a de trabajo de Liz hab�a sido muy agitado. Era
el traj�n t�pico antes de las vacaciones. Hab�a delegado en sus compa�eras de
trabajo las tareas, su escritorio se ve�a limpio, como nunca antes. Todo estaba
en orden. Ella misma estaba bien, sonre�a a todo el mundo y se sent�a genial.



Un mes atr�s, un inesperado sorteo de una tienda en la que
compraba de vez en cuando le hab�a dado la sorpresa de su vida. Liz nunca hab�a
ganado nada en su vida. De hecho desconfiaba de las promociones con sorteos. Eso
estaba arreglado de antemano seg�n ella. Sin embargo, el mismo lunes de esa
semana hab�a tenido en mano todos los papeles del viaje que se hab�a ganado. Un
viaje al Caribe con alojamiento y todo incluido.



Liz hubiera deseado ir a ese viaje con sus amigas, pero por
m�s que lo hab�a intentado ellas no pudieron cambiar sus fecha de vacaciones. La
fecha se le hab�a venido encima y para ese momento era ya muy tarde para hacer
ning�n cambio. No le gustaba mucho la idea de ir sola, pero advertida por sus
amigas de que lo iba a pasar genial, finalmente cedi� y se convenci� a si misma.
Hay que vivir la vida y disfrutarla mientras se pueda, se dec�a a si misma.



Luego de salir del trabajo esa tarde Liz corri� a su casa. No
ten�a mucho tiempo. Hab�a dejado preparadas las maletas con la mejor ropa. Se
hab�a tomado en serio lo que sus amigas le hab�an dicho. Iba a vivir la vida y
disfrutar todo lo que pudiera. Llegando a la casa se dio un r�pido duchazo y
visti� las ropas que hab�a separado. Una c�moda blusa de algod�n blanca y un
pantal�n de jean eran lo suficientemente c�modos y discretos como para viajar.
Una deportiva rosa y unos zoquetes de algod�n blancos que le quedaban muy
c�modos promet�an darle un viaje confortable. El viaje era corto, y s�lo llevaba
una maleta peque�a y un bolso de mano. Su walkman la acompa�aba a todos lados
junto con la c�mara de fotos.



Con el tiempo justo arrastraba su maleta por la calle hasta
conseguir un taxi para el aeropuerto. En el taxi se terminaba de arreglar y
maquillar. Para cuando llegaron al aeropuerto Liz corr�a por los corredores con
su boleto en mano tratando de llegar a tiempo. Luego de despachar su maleta con
suma urgencia pas� por los controles de inmigraciones y abord� el avi�n.



Ya en el vuelo Liz se relaj�. La comodidad de sentirse bien
atendida y el haber comenzado sus vacaciones borr� el rictus nervioso de su
rostro para reemplazarlo por una sonrisa feliz. Cen� en el vuelo y luego de un
sabroso vino el sue�o le entr� profundamente. Para cuando despert�, el avi�n ya
estaba carreteando en las pistas del aeropuerto tropical donde hab�a llegado.



Semidormida tom� sus cosas personales y baj� del avi�n. Era
aun de noche y la temperatura estaba agradable. Con su pasaporte en mano y
respondiendo casi sin pensar las preguntas de los oficiales de Inmigraci�n lleg�
al Caribe. Baj� un nivel por la escalera el�ctrica hasta donde retir� su maleta
y se dirigi� apurada a la salida. All� alguien la esperar�a con un cartel de la
agencia de turismo y la llevar�a al hotel.



Al llegar a su habitaci�n Liz estaba rendida de cansancio.
Hab�a sido un largo d�a. Se dej� caer sobre la mullida cama y sin desearlo se
qued� dormida. Su walkman, su bolso de mano y su maleta quedaron a los pies de
la cama sin tocarse.



A la ma�ana siguiente Liz se despert� con la c�lida luz del
sol entrando por la ventana de la habitaci�n. Refreg�ndose los ojos se puso de
pie y mir� por la ventana. Una postal incre�ble de mar color esmeralda y playas
paradis�acas le endulzaron los ojos. Liz sonri�. Sentada en la cama pensaba como
organizar su d�a. Poni�ndose de pie tom� su maleta y la acerc� a la mesa enana
que hab�a a un lado. Organizar su ropa ser�a lo primero, luego cuando todo eso
estuviera listo desayunar�a y podr�a ir a las playas a disfrutar del sol y el
mar.



Cuando Liz abri� su maleta, su boca qued� abierta de par en
par. No pod�a creer lo que estaba viendo. Mir� la maleta por fuera nuevamente y
pod�a asegurar que era la de ella. No ten�a ninguna identificaci�n particular,
pero era la que siempre hab�a usado. Sin embargo, algo en su contenido estaba
mal. Dentro de la maleta hab�a miles de billetes de 10, 20 y 50 d�lares. No se
tom� el trabajo de contarlos, pero cre�a que al menos hab�an 500 mil a un mill�n
de d�lares en esa maleta.



Por un momento Liz pens� en su ropa. Hab�a perdido todas las
cosas que tra�a en su maleta. Dos segundos despu�s reaccion�. Con todo ese
dinero podr�a comprarse lo que ella deseara. Su sonrisa ahora era una felicidad
incre�ble. Con cuidado orden� el dinero y lo escondi� en diferentes lados de la
habitaci�n. Luego de una ducha decidi� bajar al lobby del hotel y comprarse
algunas ropas nuevas. Luego de ducharse y desayunar recorri� los negocios del
hotel. Los precios, como era l�gico eran prohibitivos y la hubieran espantado en
cualquier otra situaci�n. Sin embargo, ahora Liz sent�a un extra�o y perverso
placer en comprar lo que deseara. En poco menos de media hora llevaba gastados
cerca de 1000 d�lares en ropa. Luego gast� otros 1000 m�s en un diskman de
�ltima generaci�n y algunos compactos de lo poco que hab�a all�. Era casi como
una tentaci�n irresistible el no poder negarse a comprar las cosas.



Con su traje de ba�o nuevo Liz luc�a estupenda. Un toall�n
exquisito reci�n comprado y unas gafas de sol italianas fueron las �nicas cosas
que llev� a la playa. Al mediod�a subi� al restaurante del penthouse del hotel.
Cuando el maitre le advirti� que ese restaurante no estaba incluido en el
voucher del premio, ella le coloc� un billete de 20 d�lares en el bolsillo y
pas�. Sent�a el poder, el poder del dinero. Mas tarde pidi� un taxi y se hizo
llevar al centro de la ciudad. En la zona m�s cara compr� m�s ropa, cosm�ticos,
perfumes, joyas. En un abrir y cerrar de ojos llevaba gastados 5000 d�lares m�s,
sin contar las joyas. Por la noche regres� al hotel y subi� a su habitaci�n. Se
visti� con uno de los vestidos de gala m�s deliciosos que hall� y subi� al sal�n
discoteca. Bail� durante toda la noche y sedujo a varios apuestos galanes de la
zona. Se sent�a estupenda, pero no quiso avanzar m�s a�n. Podr�a haber tenido el
sexo que deseara esa noche, con quien deseara... Pero ella no era as�. Le
encantaba seducir a los hombres y tenerlos atrapados, pero deb�a sentirse muy
segura y amada para pasar una noche con alguno.



Ya en su habitaci�n suspiraba y re�a. ��Cu�nto tendr�a para
contarles a sus amigas al regresar!!. Recostada en la cama decidi� que un par de
compras m�s no estar�an de m�s. Quiz�s tuviera que comprar otra maleta para el
regreso, pero no importaba. Esa noche se durmi� y olvid� el paseo en lancha por
la bah�a que el tour ten�a programado al d�a siguiente. Ella tendr�a algo m�s
importante que hacer.



Luego del segundo d�a de compras, las cajas y bolsas en manos
de Liz no hab�an disminuido. Si bien no hab�a comprado ropa, hab�a comprado
souvenir para todo el mundo, una c�mara filmadora digital �ltimo modelo y varias
cosas m�s. Al mediod�a, ya de regreso subi� a su habitaci�n y se dispuso a
acomodar todo nuevamente.



Cuando Liz abri� la puerta de su habitaci�n casi grita. Todo
estaba revuelto. Los vestidos y la ropa rasgada y desparramada por el cuarto.
Sus pertenencias regadas por doquier. Sus maquillajes embarrados en la alfombra.
Todo era un desastre total. Aterrorizada Liz entr� y fue directo a los lugares
donde hab�a escondido el dinero.



-��No est�!!- exclam�



Busc� una y otra vez en todos los lugares y nada pudo hallar.
Luego de eso llam� al conserje del hotel y report� el desorden. Cuando le
preguntaron si faltaba algo ella dud� un instante.



-No, no falta nada, solo rompieron mis ropas.- dijo mintiendo



No pod�a dar por perdido el dinero, no era de ella. Ayudada
por dos mujeres del hotel separ� la ropa destruida en un rinc�n y s�lo se pudo
quedar con una blusa rosada y una falda estampada que le llegaba un poco m�s
alto que la rodilla. La gente del hotel amablemente se ofreci� a lavarle y
plancharle la ropa que llevaba puesta sin cargo e intentar reconstruir lo que
pudieran de la ropa rasgada. Liz accedi�, deseaba poder usar la �nica ropa nueva
que le quedaba esa noche. Se coloc� la falda y la blusa junto con los deportivos
del viaje y entreg� el resto a la gente del hotel. Estaba desconcertada y
nerviosa.



Cuando la gente del hotel la dej� sola en la habitaci�n, Liz
paseaba como una leona enjaulada. Estaba nerviosa por lo que hab�a sucedido y
reci�n ahora comenzaba a caer en cuenta que alguien pudiera haber reclamado el
dinero. Nerviosa tom� la botella de whisky del frigobar y se sirvi� una
abundante medida. Necesitaba algo fuerte para pasar el mal momento.



Sentada en el borde de la cama meditaba sobre lo que iba a
hacer al respecto. En ese momento alguien golpe� la puerta de la habitaci�n. Liz
se puso de pie y se encamin� a la puerta. "Debe ser la gente del hotel con mi
ropa limpia o con alguna atenci�n" pens� y abri� la puerta.



Cuatro hombres empujaron la puerta arroj�ndola a ella hacia
atr�s. En poco tiempo y antes que ella pudiera reaccionar la hab�an amordazado y
la hab�an esposado con sus manos a la espalda. Liz pateaba y se contorsionaba lo
m�s que pod�a tratando de escapar, pero los hombres eran mucho m�s fuertes que
ella. Con p�nico en su rostro vio que uno de ellos arrojaba una bolsa de
recolecci�n de s�banas sobre su cabeza y la envolv�a encerr�ndola dentro. Los
gritos ahogados de Liz se pod�an escuchar muy tenuemente detr�s de la mordaza.
Un par de puntapi�s a la bolsa que dieron en las nalgas y las piernas de Liz la
convencieron de guardar silencio. Con la puerta abierta, otro hombre se acerc�
con un carro de limpieza y juntos colocaron a Liz dentro del carro. Nunca Liz
supo por donde salieron del hotel, pero cuando reaccion� pudo escuchar el ruido
del motor de un autom�vil y el piso movi�ndose. La hab�an secuestrado.



Lo pr�ximo que vio Liz fue una luz extremadamente brillante
en sus ojos cuando abrieron la bolsa. Tomada de los pelos fue arrastrada hasta
el centro de una lujosa habitaci�n. Los pisos eran de m�rmol y las paredes
estaban recubiertas de las mejores may�licas y cer�micas italianas. Dos gruesas
columnas torneadas adornaban el sal�n en el medio. De cada una de las columnas
colgaba una cadena y otra m�s estaba en el piso.



Al ver esto Liz cay� de rodillas al piso y suplic� que no la
lastimaran. El terror se hab�a adue�ado de su rostro y algunas l�grimas
comenzaban a rodar de sus mejillas.



Al fondo del sal�n, un hombre vestido de elegante traje negro
en un sill�n de pana color morado hizo una se�a hacia las columnas. Los hombres
alrededor de Liz no se demoraron en obedecer. Tom�ndola de los cabellos la
arrastraron hasta las columnas. Gritando y sin poder protegerse Liz avanz� lo
mejor que pudo. Sus zapatillas deportivas color rosa resbalaban en el piso
mientras ella desesperada trataba de avanzar. Al llegar a las columnas los
hombres le quitaron las esposas, la amarraron de sus mu�ecas y comenzaron a
subirla. Poco a poco Liz fue abri�ndose de manos y alz�ndose m�s y m�s hasta
quedar de puntillas sobre el suelo. Con desesperaci�n miraba las cadenas que los
hombres manejaban y enrollaban alrededor de las columnas asegur�ndola.



En un posici�n inc�moda y expuesta como nunca antes hab�a
sentido, Liz sent�a como sus piernas le temblaban. Delante de ella, el hombre de
traje se pon�a de pie y se acercaba a ella.



-Veamos veamos.. qu� tenemos aqu�...- dijo mientras se
acercaba



Liz levant� sus ojos hasta el hombre. Su figura era imponente
y su mirada era extremadamente fuerte. Mientras se acercaba a ella Liz temblaba
m�s y m�s. Las manos del hombre se acercaban hacia su cuerpo y ella no pod�a
hacer nada al respecto.



-As� que t� eres la perra... - dijo


-T� eres la putita...- agreg�


-Yo no hice nada...- solloz� Liz en cuanto �l le quit� la
mordaza



El hombre tom� su barbilla y la acarici� suavemente
recorriendo su cuello con sus dedos. Liz pod�a sentir esas caricias y temblaba
pensando lo que le har�an. Sacudiendo su cabeza de un lado al otro, la mujer
trataba de evitar las manos de �l.



-Eres salvaje .. Me gustas..- dijo �l sonriendo


-��No me toque!!.- gritaba Liz



La sonrisa en el rostro del hombre iba creciendo al mismo
tiempo que el nerviosismo en Liz. �D�nde estaba? �Qu� har�an con ella?. Las
manos del hombre acariciaban sus hombros y bajaban ya hacia sus pechos. Por m�s
que Liz intentaba escaparse no pod�a. Las manos del hombre jugaban con sus
pechos apret�ndolos, saboreando sus contornos.



-��Su�lteme!!- le grit� Liz desperada por quitar esos
manoseos de su cuerpo


-T� sabes que lo que hiciste estuvo muy mal..- dijo �l
acarici�ndole los pezones


-Yo no hice nada...- insisti� Liz sintiendo los pezones
endurecerse involuntariamente


-Eres una ni�a muy mala.. �sabes?- insist�a el con voz muy
calma



Al decir esto, con sus manos el hombre comenz� a apretar los
pezones de Liz por encima de su blusa hasta hacerla gritar del dolor.



-��Noooo!!- gritaba Liz


-��Me duelee!!- lloraba



De un solo movimiento, el hombre tom� el borde de la blusa de
Liz y con ambas manos la rasg� abri�ndola al medio violentamente. Debajo de la
blusa, s�lo el traje de ba�o de Liz la proteg�a. El hombre busc� en su bolsillo
interior del traje y extrajo una brillante navaja que brill� ante los ojos de
Liz. Sin decirle palabra la acerc� hasta su rostro y presionando el bot�n liber�
la hoja que apareci� de repente frente a ella.



-No me hagas da�o... les dar� lo que quieran...- suplic� ella
sinti�ndose perdida


-�Tienes mucho dinero perra?- le pregunt� �l mientras le
rozaba los pezones con el filo de su navaja


-Nnno... no mucho...- dud� ella


-�Y de d�nde has sacado el dinero para comprar estas cosas?-
dijo el hombre tomando la c�mara digital en sus manos



Liz se qued� helada. No ten�a palabras para responder.
Inmediatamente comprendi� todo y sus rodillas temblaron. Sus pies comenzaban a
cansarse y su peso colgado de las mu�ecas le estaba lastimando. Miraba al hombre
sin saber qu� decirle.



-�As� que te gustan las filmaciones? �Te gusta llevar
recuerdos de todo?- dijo el pas�ndole la navaja por debajo de la barbilla



La indefensa muchacha asinti� t�midamente con la cabeza. A
una se�a del hombre, dos ayudantes montaron un tr�pode delante de ella y
colocaron la c�mara sobre el tr�pode. A un lado de la c�mara un enorme televisor
mostraba el enfoque del cuerpo de la joven. Pod�a ver como ajustaban el foco y
las luces mientras otro hombre colocaba un micr�fono inal�mbrico en una de las
columnas cerca de ella.



-No te preocupes, nosotros nos ocuparemos de filmar este
recuerdo para ti.- dijo sonriendo el hombre


-Por favooor.. les devolver� lo que gast�...- suplicaba ella
con l�grimas en los ojos.



La luz de la c�mara se encendi� y Liz supo que todo eso
estar�a registrado por siempre. Luego de colocarse una m�scara, el hombre gir�
la cabeza y mir� a la c�mara. Con su navaja en la mano jugaba con el borde del
sost�n de su traje de ba�o. Poco a poco iba deslizando la hoja debajo de la tela
y pod�a verse como del otro lado acariciaba la piel de Liz con su hoja. La mujer
no pod�a quitar la vista de sus pechos y la navaja. Estaba aterrada.



-�Y como piensas devolvernos los 12 mil d�lares que te has
gastado?- pregunt� el hombre cortando al medio el sost�n



La cifra y el fri� del aire sobre sus pechos la sobresalt�.
Con los ojos abiertos de par en par miraba al hombre balbuceando una respuesta
incoherente. Sin escucharla, el hombre cortaba violentamente los breteles del
sost�n dej�ndolo caer al suelo. Los pechos de Liz eran estupendos. Finos,
delicadamente proporcionados y suaves, se expon�an sin remedio frente a la
c�mara y a los ojos de los presentes. Liz ten�a su rostro enrojecido por la
verg�enza y sus ojos llorosos entrecerrados como deseando escapar de lo que
vendr�a.



-�Tienes ese dinero aqu�?- le pregunt� firmemente el hombre


-No.. no lo tengo...- murmur� ella derrotada


-No lo tienes....- dijo �l haciendo una pausa


-�Lo tienes en el banco?.- pregunt� nuevamente


-No..- volvi� a negar ella mirando el piso


-����Y c�mo piensas pagarnos lo que nos has robado??!! le
grit� el azot�ndole un pecho con el rev�s de su mano


-��Aaaauuuu!! ��Lo pagar�.. se los juro.. lo pagareeee!!-
respondi� desesperada debati�ndose en sus ataduras


-�Cu�nto ganas por mes, perra?- le pregunt� jal�ndole del
cabello hacia atr�s


-Mil d�lares..- respondi� ella


-�Te das cuenta lo que tardar�s en devolv�rnoslo? ��M�s de 10
a�os !! ��Eres una basura y no sirves para nada!!-



Luego de decirle esto el hombre guard� la navaja y con ambas
manos comenz� a darle azotes de manos abiertas a sus dos pechos. Liz aullaba
desesperada y se debat�a in�tilmente tratando de escapar al castigo. Poco a poco
sus pechos tomaban un color rojizo y las marcas de los dedos comenzaban a
notarse en su piel. Luego de un rato de castigarla, cansado el hombre se dej�
caer en su silla. Liz colgaba penosamente de las cadenas, sus pechos rojos y su
rostro ba�ado el l�grimas.



Durante varios minutos la dejaron llorar tendida de sus
brazos y con su cabello cubriendo su rostro. Cuando la respiraci�n de ella se
calm� un poco, el hombre volvi� a ella.



-�Qu� har� contigo, putita!.- le dijo alz�ndole la barbilla
para que lo mirara


-�Qu� edad tienes?- le pregunt�


-Dieciocho..- susurr� ella



El hombre se mostr� pensativo un rato. Volvi� a sentarse en
la silla y a observarla de lejos. Eso pon�a m�s nerviosa a Liz. Sab�a que estaba
en las manos de esos hombres. Tem�a por su vida. El hombre tom� un tel�fono
celular e hizo varias llamadas. Ella se preguntaba angustiosamente qu� tramaba.
Al rato cerr� el tel�fono y se dirigi� a ella nuevamente.



-Tengo buenas noticias para ti, putita.- le dijo sonriente


-No tendremos que matarte, que por cierto hubiera sido un
gasto in�til de balas y otras cosas.- agreg�



Hubo una tensa pausa en las palabras del hombre delante de
ella. Liz por un momento respir� algo m�s aliviada, pero luego volvi� a mirar a
los ojos al hombre y supo que aun no hab�a terminado de hablar. �Qu� hab�an
ideado para ella? �qu� iban a hacer con ella y con lo que deb�a?



-Te preguntar�s si hemos de perdonarte lo que nos debes...-
inquiri� el


-No lo creo putita...- dijo �l luego de un rato


-Tendr�s que pagarlo poco a poco, y te doler� bastante.-
agreg�


-�Que har�n conmigo?- pregunt� ella desesperada



El hombre se acerc� hasta ella y acarici� su vientre desnudo.
Su mano se deleitaba con la suave piel del cuerpo de Liz mientras ella temblaba
y lo miraba desesperada. Lentamente la mano se acerc� al cierre de su falda y en
un solo movimiento lo abri� dejando caer la prenda al piso.



-Tienes muy lindas piernas, ser�s muy interesante para lo que
estamos pensando.- dijo �l agreg�ndole m�s inc�gnita a la situaci�n



Liz trataba de cruzar sus piernas para no mostrar su tanga
blanca, que era lo �nico que llevaba puesto aparte de sus deportivos rosa. El
hombre desliz� una mano por la rodilla de Liz y acarici� su muslo. Poco a poco
la mano fue subiendo y acariciando sus muslos m�s cerca de su pubis. Finalmente
el hombre acariciaba el frente de su tanga y jugaba con sus cabellos vaginales
que sobresal�an un poco por arriba del el�stico. Sus dedos se deslizaron por
debajo del el�stico hacia adentro de su ropa interior y no llegaban a su sexo
porque ella apretaba sus piernas.



-Abre tus piernas, perra.- le orden� mir�ndole a los ojos


-��No!! ��Qu�teme la mano de ah�!!- le respondi� secamente
ella


-��Abre tus putas piernas!!- le grit� el abofete�ndole el
rostro



Liz lloraba una vez m�s. Con su rostro ca�do, mirando el
suelo se sent�a indefensa y vulnerable frente a ese hombre. Sin embargo, no
abr�a las piernas. Algo dentro de ella le dec�a que no deb�a hacerlo, que ese
hombre har�a cosas terribles con ella. El hombre la miraba fijamente y no
apartaba sus ojos de ella. Con su mano hizo una se�a a uno de sus ayudantes
detr�s de ella. La joven no pod�a ver lo que estaba sucediendo a sus espaldas,
pero sab�a que nada bueno ser�a.



Como quien recibe una sorpresiva descarga, el cinto del
hombre detr�s de ella se estrell� ruidosamente contra las nalgas de Liz. De
repente, los ojos de Liz se abrieron de par en par por la dolorosa sorpresa y un
alarido invadi� la habitaci�n. En puntillas de pie, ella trataba de escapar a
las mordidas del cuero del hombre suplic�ndoles que se detuvieran, pero los
hombres no la escuchaban.



-��Nooo!! ��Por favooor!! ��Basta yaa!!- suplicaba ella


-��Aprender�s a obedecer, perra !!- le dijo �l en su lloroso
rostro


-��Abrir� mis piernas... lo har�... pero dile que se
detenga!!- suplicaba ella



El hombre delante de ella, que parec�a ser el jefe, no se
inmut� por el pedido. Parec�a disfrutar con cada uno de los saltos en las
puntillas que daba ella al ruidoso contacto con el cuero. Luego de diez azotes
m�s orden� detenerse. Liz colgaba llorando de las cadenas. Sus nalgas le ard�an
como fuego. Nunca en su vida hab�a recibido una paliza igual. Tom�ndola de la
barbilla, el jefe la mir� a los ojos y le sec� las l�grimas con sus dedos.



-�Qu� vas a hacer ahora putita?- le pregunt� �l


-Voy.. voy.. a abrir... mis pi .. piernas..- respondi� entre
sollozos Liz abriendo las piernas


-Buena putita... �y te imaginas qu� har� yo?-


-Tocar�s.. .tocar�s.. mi ... mis .. Noo.. por favooor..-
lloraba ella


-Tu sexo putita.- dijo �l deslizando la mano por entre los
labios vaginales de ella



Liz sent�a los dedos del hombre abriendo toscamente su sexo y
desliz�ndolos por sus labios. Se mor�a de verg�enza. Su rostro enrojecido, sus
manos crispadas pero in�tiles, todo su cuerpo se resist�a a esa humillaci�n. En
ese momento record� su c�mara y levant� un poco la vista hasta poder notar la
luz roja debajo de la lente apuntando a ella. Un hombre detr�s de la c�mara
utilizaba el zoom y en la pantalla al costado aparec�a un primer plano de la
mano del jefe dentro de su tanga acariciando su sexo.



-�Has tenido alg�n hombre alguna vez putita?- le pregunt� el


-Si, s�lo uno..- respondi� ella totalmente avergonzada


-�S�lo uno!.- reflexion� �l baj�ndole la tanga hasta el medio
de sus muslos


-Tu suerte ha cambiado... - le dijo el sonri�ndole


-Creo que es hora que sepas c�mo pagar�s lo que nos debes.-
agreg�



Solt�ndola, el jefe se dio media vuelta y fue a buscar su
silla. La trajo hasta muy cerca de ella y se sent� muy pegado, de forma tal de
poder continuar acarici�ndola mientras estaba sentado. Instintivamente Liz cerr�
sus piernas. El el�stico de la tanga y la dif�cil posici�n hac�an que ella
buscara cerrarlas. Adem�s su instinto de ser una muchacha recatada como siempre
le hab�an ense�ado le indicaba qu� era lo que deb�a hacer. Sin embargo, en
cuanto volvi� su vista al perverso jefe delante de ella, sus dedos �ndices
indicaban negativamente. Juntando ambos �ndices y separ�ndolos le hac�a se�as
que deb�a volver a abrir sus piernas. Con sus nalgas aun ardidas por los azotes
Liz no se hizo rogar. Totalmente humillada y sin poder hacer nada al respecto
volvi� a abrir sus piernas.



-As� est� mejor, nadie te dijo que las cerraras.- le aclar�
�l con el rostro serio


-Creo que ya te estar�s dando cuenta cual va a ser el pago de
tu imprudencia... Pero por si no lo has notado, te lo dir�, t� ya no eres m�s
due�a de ti misma.- dijo haciendo un silencio luego


-Tu puto salario no alcanzar�a a pagar ni en 10 a�os lo que
nos debes, pero tomaremos en parte de pago tu cuerpo.- agreg�



Liz temblaba al o�r esas palabras. La expresi�n del rostro
del jefe no dejaba lugar a dudas. Estaba totalmente perdida y en manos de vaya a
saber qu� mafia. Su cuerpo temblaba silenciosamente. No se animaba a emitir
sonido. La mirada poderosa del jefe la ten�a aterrorizada y s�lo sollozaba
pensando en lo oscuro de su destino de ahora en adelante.



-Hoy por la noche tendremos una reuni�n de amigos. Ser� la
primera de muchas en las que t� pagar�s tus deudas con tu cuerpo... y con tu
alma.- dijo �l


-Te preguntar�s por qu� he dicho "tu alma"..- agreg�
tom�ndola de la barbilla y mir�ndola a los ojos



Liz desviaba su vista al piso. No deseaba escuchar m�s,
estaba aterrada y paralizada por el miedo. Nunca en su vida se hab�a sentido tan
mal, tan desamparada, tan indefensa. Sus fuerzas la abandonaban y su esperanza
tambi�n. Luego de un silencio intencionalmente tenso dejado en el medio por el
jefe, volvi� a hablarle.



-Tenemos unos amigos con algunos gustos un tanto...
peculiares se podr�a decir..- agreg�


-Les encantar� tu cuerpo, les encantara violarte de las
formas m�s perversas que te hayas imaginado. Pero aparte de eso tienen una
predilecci�n especial por las l�grimas.- dijo �l pas�ndole su mano por sus
llorosos ojos



La aterrada joven no terminaba de comprender lo que hab�a
escuchado. Miraba a los ojos del jefe y no pod�a creer lo que escuchaba. La
tranquilidad con que el hombre hablaba parec�a estar hablando de algo totalmente
natural. Sin embargo, dentro de ella las palabras de ese hombre la hac�an
debatirse en mil im�genes e ideas que la devastaban por el miedo.



Totalmente sumergida en sus pensamientos, casi no reaccion�
cuando el hombre tom� el borde de su tanga y la arrastr� hacia abajo dej�ndola
totalmente desnuda. Los ojos del hombre y de sus ayudantes se incrustaban en su
cuerpo. Las manos del jefe de posaban sobre sus rodillas y las abr�an
nuevamente. Temiendo lo peor Liz se dej� abrir las piernas mientras sent�a las
manos del hombre recorriendo sus muslos. Luego apret� sus ojos al sentir como
los dedos del jefe hurgaban nuevamente en su vagina abri�ndola. Dos dedos
comenzaron a empujar en la entrada de su sexo hasta que dolorosamente se
hundieron en su canal. Una inspiraci�n profunda antecedi� a la apertura de sus
ojos al sentir la intrusi�n en su cuerpo.



-La tienes apretadita y reseca, perra... esto puede
dolerte...- dijo el mientras desabrochaba su cintur�n con la otra mano


-Nooo.. por favoor.. no me hagas da�o..- suplicaba ella
colgando de sus brazos sin fuerza


-Har� contigo lo que me plazca... - le aclar� �l


-No comprendiste.. tu cuerpo no es m�s tuyo..- le agreg�



Era una dura realidad, y reci�n ahora Liz comenzaba a
comprender lo que significaba. Sus ojos no deseaban ver lo que estaba por
suceder, pero su curiosidad pod�a m�s. Con sus ojos apretados, de vez en cuando
los abr�a mirando la dura verga que se escapaba entre las ropas del jefe. Al
principio vio el extremo saliendo de sus calzones y se asust�, luego cuando la
vio entera su respiraci�n casi se detiene. El hombre ten�a un miembro
descomunal, era el doble del de su novio cuando la hab�a desvirgado hacia dos
a�os.



-No podr�... es muy grande.. - se quejaba Liz tratando de
disuadirlo que lo hiciera


-Peor para ti, mejor para m�... - dijo �l


-De todas formas, en una semana m�s podr�s recibir a un
elefante sin problemas... Cuando terminemos esta noche contigo sabr�s lo que es
tener tu sexo ardiendo.- le agreg�



De pie delante de ella lami� sus pechos jugando durante largo
rato con sus pezones hasta que logr� ponerlos duros y erectos. Con su lengua los
acariciaba y con sus dientes los mord�a suavemente haciendo que Liz se
balanceara en sus amarres queriendo escapar del suave dolor.



-Con el tiempo amar�s el dolor...- dijo el jefe azotando con
su mano las nalgas de Liz



Las manos del hombre continuaban en la entrepierna de Liz.
Sus dedos acomodaban y abr�an los labios vaginales de ella mientras sus labios
saboreaban sus pechos. Mir�ndola fijo a los ojos sinti� el p�nico que recorr�a
el cuerpo de la muchacha y sonri�. Acercando su pubis desnudo al de ella comenz�
a rozar su miembro en los labios expuestos de Liz.



-�M�rame perra!- le orden�


-�Siempre debes mirar al hombre que te est� por violar, o
ser�s duramente castigada!- amenaz�



Con l�grimas corriendo por sus ojos Liz levant� la vista
hasta la de �l. Sus ojos ten�an cierta fuerza que la amedrentaban. En ese
momento �l la tom� por la cintura y ella supo que ven�a lo peor. Rozando sus
muslos sent�a la inquieta verga del pervertido jefe que se acercaba a su sexo.
Por alg�n motivo que no sab�a explicar Liz no cerraba sus piernas ni dejaba de
mirar al hombre a los ojos. Liz cumpl�a exactamente lo que le hab�an indicado,
aun sabiendo que en cualquier instante la penetrar�a violentamente para
violarla.



-��Aaaauuu!! se quej� la joven al sentir la violenta
penetraci�n


-Ohh.. apretadita y dulce.. como las buenas se�oritas..- dijo
�l gimiendo con el placer del calido sexo de ella



Liz pod�a sentir que su sexo se abr�a en dos. La seca e
involuntaria penetraci�n raspaba en su interior y cuanto m�s se met�a el miembro
del jefe dentro de ella, m�s sufr�a. Tomado de sus caderas, el hombre embest�a
dentro de ella hasta que su pubis roz� contra el de ella. En la inc�moda
posici�n Liz sent�a jalar sus mu�ecas con cada embiste del hombre. Colgando de
las cadenas era una marioneta sobre el pene de su violador.



-Me duelee..- se quejaba Liz


-As� est� mejor, perra.. y no ser� la ultima vez que te
duela.- le advirti� sin dejar de follarla



La joven se lamentaba sintiendo su sexo arder del roce del
pene dentro de ella. Gem�a lastimeramente y se preguntaba por qu� ese hombre era
tan perverso con ella. En su mente, las deliciosas sensaciones de su �ltima vez
con su novio contrastaban con el dolor intenso que sent�a en ese momento.
Hubiera deseado desaparecer en ese momento, pero el hombre delante de ella se
tomaba de sus pechos apret�ndolos y amas�ndolos mientras gem�a y la violaba sin
piedad. Con sus dedos acariciaba los pezones de la dolorida mujer hasta
sentirlos bien erectos entre sus dedos. Cuando estuvo bien seguro de haberlos
sensibilizado lo suficiente, los oprimi� sin piedad hasta que Liz se comenz� a
saltar entre sus dedos desesperada.



-��Ya nooo.. por favoooor...!!- suplicaba ella


-��Grita perra!! ��Grita que te dar� m�s fuerte a�n!!- la
incentivaba �l



Totalmente enloquecida por las numerosas sensaciones de
dolor, Liz se debat�a en sus amarres y comenzaba a lastimar sus mu�ecas. Su
llanto y sus contorsiones eran casi convulsiones de dolor que apretaban m�s y
m�s el sexo del hombre que ten�a dentro de ella. Su violador disfrutaba y gem�a
en su o�do mientras comenzaba a sentir los temblores previos a su orgasmo.



Tomado por el pelo de ella, el hombre se comenzaba a
convulsionar. Arremetiendo m�s adentro y m�s fuerte que nunca sobre su v�ctima,
el hombre gem�a e insultaba a Liz. Totalmente humillada ella sent�a cada
cent�metro de su verga como un alfiletero que le hacia ver las estrellas. De
repente sinti� como el pene dentro de ella se inflaba y pulsaba dentro de ella.
El impacto de la primera descarga de leche dentro de ella la sorprendi�
haci�ndole abrir los ojos de par en par. Con su vista anclada en sus ojos, el
hombre sonre�a y demostraba su placer. La leche de su verga inundaba el sexo de
Liz que lloraba nuevamente sinti�ndose derrotada y humillada.



Cuando el hombre se retir� de adentro de ella Liz se sinti�
derrotada. Su sexo le dol�a, tambi�n sus pezones, pero lo que m�s le dol�a era
su orgullo. hab�a sido violada por ese hombre, y le hab�an prometido que ser�a
la �nica forma de pagar su deuda. Tendr�a m�s de ello, mucho m�s. Todas las
noches, todos los d�as, su cuerpo ser�a violado y usado hasta el cansancio y aun
m�s all�. Mirando a un costado record� la c�mara y al ver el monitor pudo
observar un primer plano de su sexo con un hilo de blanco semen derram�ndose por
la cara interna de su muslo.



-Ser�s muy popular en nuestra p�gina de Internet.- le dijo �l
burlonamente


-Por favor.. no lo hagan.. no en Internet.- suplicaba ella


-Es tarde, putita. Ya tenemos una cinta en camino y habr�
mucho m�s material hoy por la noche.- respondi� riendo perversamente



Cuando por fin la bajaron de sus cuerdas Liz ten�a todo su
cuerpo adolorido. Casi de inmediato intent� llevar sus manos a su sexo, a sus
nalgas, a sus pezones. Todo le dol�a.



Poco pudo consolarse. Dos hombres tomaron sus manos y las
amarraron a su cuello con un grueso collar de cuero y dos mu�equeras de cuero.
Luego de eso le colocaron dos tobilleras de cuero. Cada una ten�a una argolla en
forma de D. Con cadenas entre sus tobilleras que no le permit�an dar pasos muy
largos, totalmente desnuda y dominada, fue llevada a otra habitaci�n donde la
arrojaron sobre un ra�do y sucio colch�n.



Liz llor� por largo rato su destino. Sus manos hab�an sido
liberadas, pero una cadena la un�a a la pared a un costado de la cama. Estaba en
una especie de calabozo. Nerviosa y desesperada intentaba jalar de la cadena y
escapar, pero era demasiado fuerte para ella. Nunca se liberar�a. Con l�grimas
en los ojos se arroj� boca abajo sobre el colch�n deseando desaparecer. Por un
momento imagin� lo que le esperaba de all� en m�s y sinti� una sensaci�n de fri�
que le recorr�a la espalda eriz�ndole la piel. Su mente se debat�a entre el
deseo de escapar y el de abandono total. Lo que s� estaba segura era que nunca
m�s desafiar�a al jefe. Los azotes en sus nalgas la hab�an dejado marcada y aun
le ard�an.



Los minutos parecieron d�as, las horas parecieron meses,
quiz�s a�os. Sin poder descansar y nerviosa por lo que le esperaba esa noche se
revolv�a sobre el colch�n. Finalmente termin� cayendo rendida sobre el colch�n
que la recibi� en un reparador sue�o.



Un par de toscas manos tomando las suyas hicieron sobresaltar
a Liz al despertarse. Antes que pudiera darse cuenta sus manos estaban
nuevamente amarradas con una cort�sima cadena a su nuca. Luego de eso la
pusieron de pie y la obligaron a seguirlos.



-�Donde me llevan? pregunt� inocentemente Liz apenas
recobr�ndose del sue�o.



Sin decirle palabra la tomaron de los codos y la llevaron por
varios pasillos hasta una habitaci�n a oscuras. All� fue dejada sobre un colch�n
que al tacto de sus nalgas Liz pens� que parec�a ser de plumas forrado en seda.
Antes de irse, los hombres tomaron una bolsa de gruesa tela y le cubrieron la
cabeza hasta su cuello amarr�ndola con una soga que no le permit�a quit�rsela
pero no la ahorcaba tampoco. Luego de eso fue s�lo silencio.



El tiempo parec�a haberse detenido. Liz sufr�a el silencio y
la oscuridad total sin tener noticias de lo que suced�a alrededor de ella. Por
varios minutos el silencio fue absoluto. Los o�dos de Liz le zumbaban suavemente
al no escuchar nada. Quiso ponerse de pie, pero sinti� luego que la cadena en su
cuello la jalaba hacia abajo sin dejarla moverse. Estaba atrapada en ese lugar y
tendr�a que aguantar lo que le sucediera. Su mente dibujaba ideas tremendas en
la oscuridad y la ausencia de sonidos casi la llevaba al borde de la locura.



Casi 45 minutos despu�s, aunque a Liz le parecieron a�os,
comenz� a sentir sordos ruidos que no pudo identificar. Los sonidos fueron
aumentando con el tiempo y ella descubri� que se trataba de pasos. Durante
algunos momentos record� la frase del jefe esa tarde y su cuerpo tembl�. Nadie
emit�a palabra, solo ruidos, muchos ruidos de diversos lados alrededor de ella
que la comenzaban a enloquecer.



En un determinado momento Liz pudo sentir el ruido de pasos
que se acercaban a ella. Estaban muy cerca de ella. Luego de eso el ruido de
cadenas y a continuaci�n algo que jalaba de su cuello hacia arriba. La estaban
jalando de la cadena. Sabiendo que si no obedec�a ser�a m�s doloroso Liz se puso
de pi� como pudo.



De repente alguien le quit� la bolsa de su cabeza y una luz
tremendamente brillante la encegueci�. Un sonido de asombro se escuch� en el
recinto.



-Buenas noches se�ores.- dijo el hombre al lado de ella
rompiendo el silencio


-Les agradezco que hayan aceptado mi humilde invitaci�n a
esta peque�a fiesta privada.- agreg�


-Esta noche tenemos una noche especial. Tenemos aqu� una
hermosa jovencita, completamente sana, de clase media, acostumbrada a la vida de
lujos y de derroche, de suave figura y carnes calientes, que ser� nuestra
anfitriona de esta noche.- dijo se�alando a Liz


-Como se imaginar�n ella no est� aqu� por voluntad propia.
Eso hace aun m�s interesante la noche, y creo que muchos de Uds. agradecer�n
este detalle. Ella estar� con nosotros por mucho tiempo, hasta que termine de
pagar una deuda o se haga in�til, lo que antes ocurra.-


-Las reglas de la casa son las mismas que las de todas las
sesiones. Todo est� permitido en tanto y cuanto no afecte a la salud de la dama.
Las heridas leves est�n permitidas en tanto y en cuanto no amenacen su salud.-



Liz temblaba al escuchar eso. No pod�a creer que la
estuvieran presentando de ese modo. Esos degenerados la iban a castigar y a
violar como desearan. La noche iba a ser una pesadilla de la que ella deseaba
escapar. Poco a poco la vista de Liz se fue aclarando y pudo observar un sal�n
lleno de sillas y mesas donde unos 40 hombres beb�an y la miraban a ella. Las
paredes estaban recubiertas de una gruesa capa de goma espuma forrada en cuerina
que seguramente aislaba los sonidos. En varios lados pod�a ver las c�maras
colgadas del techo y apunt�ndole. A su alrededor varios muebles y objetos
presagiaban una noche violenta y salvaje.



Cuando el primero de los hombres se acerc� a ella, Liz tembl�
y se orin� encima. Presa del p�nico no pudo contener su vejiga y su or�n por
poco dio en el colch�n. Solo hab�a dejado un charco en el piso de la habitaci�n.
Inmediatamente el hombre le dio un tremendo sopapo en su mejilla que la dej�
at�nita.



-��Perra sucia!! ��Te has orinado!!- le dijo d�ndole dos
bofetadas m�s.


-��Ag�chate y l�mpialo!!- le orden�



La aterrorizada muchacha no pod�a creer lo que escuchaba.
Observaba la mancha en el piso y al hombre que le hab�a dado la orden y no se
atrev�a a responderle. Sus mejillas le ard�an y pod�a sentir un ligero gusto a
sangre en su boca. En cuanto el hombre alz� la mano para darle otra bofetada Liz
se arroj� de rodillas y cerrando los ojos para no mirar comenz� a lamer el piso
debajo de ella. En pocos minutos termin� de lamer todo el or�n y levant� la
vista mirando al hombre que la ten�a por la garganta.



-��Has ensuciado tu boca ahora!!.- le recrimin�



Tomando una botella de whisky de arriba de la mesa la gir�
sobre la boca de Liz y derram� el l�quido sobre su boca. El whisky ca�a
interminablemente y Liz beb�a lo m�s r�pido que pod�a la bebida. No estaba
acostumbrada a tomar en tanta cantidad ni mucho menos con el est�mago vac�o, por
lo que en poco tiempo sinti� un mareo atroz y su vista se nubl�. Luego que le
quitara la botella de la boca la jal� de los cabellos hasta llevarla al borde
m�s angosto de la mesa y la dobl� por su cintura justo en el borde. Liberando
sus manos las ancl� nuevamente en las dos patas m�s lejanas a la posici�n de Liz
dej�ndola expuesta sobre la mesa.



-Eres una ni�a mala y ser�s castigada.- le dijo el hombre
tomando una palmeta de al lado de ella



El primer azote sobre las nalgas de Liz la hizo saltar en sus
ataduras y levantar su vista. Luego de ese hubo muchos m�s. Los azotes era
suaves pero firmes y poco a poco Liz sinti� como el calor sub�a en sus nalgas
hasta hacerse realmente inaguantable. La joven jalaba las ataduras con cada
azote y lloraba lament�ndose y pidiendo piedad.



Cuando el hombre termin� de azotarla se coloc� detr�s de ella
y acarici� con sus manos las marcadas nalgas. Liz pod�a sentir como los dedos
del hombre reviv�an el dolor de la herida y la hac�an sufrir m�s y m�s. Sin
saber cuando, el hombre se hab�a bajado los pantalones. Con sus manos abri� las
nalgas de Liz y de un solo empuj�n se estrell� contra su ano cerrado y seco.



-��Aaaaaaaaauuuuuuu!! �� Por ah� no...!! ��Por favor!! -
suplicaba llorando Liz



Los gritos y los lamentos de ella, m�s que amedrentar o
generar compasi�n en esos hombres, los excitaban m�s. Pronto sinti� como su
cuerpo se abr�a en dos al recibir la penetraci�n del pene de su violador por el
culo. S�lo hab�a podido meter la cabeza del pene y segu�a empujando haciendo ver
las estrellas a Liz. Poco a poco el tronco de la verga se met�a m�s adentro
hasta que ella pudo sentir como el vientre de �l chocaba con sus nalgas.
Totalmente humillada sab�a que ten�a toda la verga dentro de ella y que la
estaba violando a su antojo.



Liz dej� caer su rostro de costado sobre la mesa y llor�
desconsolada. Sent�a el ir y venir de esa dolorosa penetraci�n dentro de ella
que la estaba taladrando. Tom�ndola del cabello el hombre la hizo mirar a las
mesas y se dispuso a llenarle el ano de semen. En una eyaculaci�n que la
recorri� por dentro Liz recibi� un fuerte chorro de semen que le inund� el
cuerpo y la devast�.



Cuando ese hombre se retir� pas� el siguiente. Cambiando de
lugar las ataduras la gir� boca arriba y la comenz� a azotar con una fina vara
en sus pechos y abdomen. Liz crey� que mor�a del dolor. Su cuerpo se
convulsionaba con cada impacto y sus gritos desesperados ya la comenzaban a
dejar disf�nica. Entusiasmado azotando sus pechos y en especial sus pezones el
hombre se preparaba para violarla tambi�n. Con su sexo cerrado por el dolor Liz
recibi� la tercera violaci�n de la noche y sinti� cada cent�metro de la verga
que la abr�a en dos al meterse dentro de ella. Sin soltar la vara y d�ndole m�s
y m�s azotes el hombre la violaba disfrutando de las contracciones de su sexo
con cada impacto. Poco tard� el hombre en descargarse dentro de ella y en
inundarla de leche que le recorr�a el sexo sin que ella pudiera hacer nada por
evitarlo.



La muchacha sufr�a esa pesadilla y pensaba en p�nico total
que al menos hab�a visto 40 hombres. Su mente deseaba irse de all�, ese infierno
que la estaba matando. En ese momento sinti� que el hombre en su sexo era
reemplazado por otro y otros dos se acercaban a su rostro. Mientras la verga
entre sus piernas la violaba otra vez, otro de los hombres preparaba un nudo
corredizo de horca y se lo colocaba en el cuello.



-�Ahora vas a abrir la boca putita. Nos vas a mamar como
nunca, y mejor que no muerdas o mueres aqu� mismo!.- le amenazaron



La boca de Liz se abri� t�midamente para recibir una verga
que se meti� sin m�s dentro de ella. Con asco en su rostro la muchacha sent�a
por primera vez la carne de un hombre acarici�ndole su lengua. Siempre lo hab�a
considerado algo asqueroso y nunca lo hab�a hecho. El salado gusto del l�quido
preseminal del hombre se untaba sobre su lengua. Azot�ndola en sus pechos le
ordenaron chupar m�s y m�s fuerte. Ella obedeci� hasta que sinti� como los jugos
ven�an hacia ella por propia succi�n. Preocupada por los azotes y en la verga
sobre su rostro sinti� como entre sus piernas otro hombre la llenaba de leche y
ella pens� que esa noche no acabar�a jam�s.



Uno tras otro los hombres se ensa�aron con ella. Su cuerpo no
ten�a lugar donde no le doliera o le ardiera. Su sexo era una pasta de semen
blanco chorreando constantemente entre sus piernas que estaban untadas de los
restos de leche hasta sus rodillas. Liz ya no luchaba, solo dejaba que le
hicieran las cosas.



Promediando los veinte hombres hicieron un alto en la
violaci�n. Recostada sobre el piso Liz no necesitaba ser amarrada. Su cuerpo
estaba destruido. Las marcas de los azotes se ve�an aqu� y all� , en sus
piernas, en sus nalgas, en su vientre. Solo sus pechos y su rostro se hab�an
salvado de la salvaje azotaina que hab�a recibido. Los ojos de Liz estaban
enrojecidos y miraban al infinito como perdidos. Su boca chorreaba semen entre
sus labios y sobre sus dientes. Sus cabellos estaban pegados al cuerpo por su
propia transpiraci�n y los restos de semen sobre ellos. No pod�a ponerse de pie,
sus piernas estaban totalmente agotadas y sus rodillas temblaban cada tanto.



Dos hombres se encargaron de acomodar a Liz, asearla con unos
pa�os y agua tibia y dejarla reposar nuevamente sobre el colch�n. Entre sus
quejidos y gemidos Liz lleg� a susurrar un "gracias" para ellos y se dej� caer
nuevamente. Mientras tanto, los hombres disfrutaban de generosas copas de whisky
y algunas delicias para comer que eran servidas en el lugar. Las cintas de los
videos fueron reemplazadas y todo estaba en orden para seguir. Todo menos Liz.



Cuando los reflectores del sal�n comenzaron a brillar
nuevamente, Liz se sent�a algo mejor, pero el s�lo pensar lo que hab�a pasado y
lo que estaba por venir la amedrentaba tremendamente. Mientras dos hombres
acercaban un marco de acero con un cuadrado de 2mts por 2 mts. al centro de la
escena, el jefe se acerc� a Liz y se sent� a un lado de ella. De solo verlo Liz
comenz� a temblar.



-Tranquila Liz.- le dijo acarici�ndole el cabello


-Lo has hecho muy bien hasta ahora..- le agreg� con una
sonrisa en el rostro



Poco a poco, con su voz melodiosa y calmada le fue
infundiendo confianza a la aterrorizada muchacha. Con sus manos acariciando el
cuerpo de ella la iba calmando hasta que Liz pudo mirarlo a los ojos sin
problemas.



-Ha pasado la peor parte ya..- le dijo sonri�ndole


-Si te comportas y nos obedeces en lo que te pidamos no te
azotaremos m�s.- le prometi�



El rostro de Liz se ilumin� un poco. El solo ver un l�tigo o
una fusta la aterrorizaba en ese momento. Su piel sent�a el ardor aun fresco de
los azotes en su cuerpo y no deseaba m�s.



-�Me lo.. prometes...?- se anim� a preguntar Liz


-�Por supuesto!- le respondi� �l


-�Continuamos?- le invit� �l



Liz sab�a que m�s que una pregunta era una orden. No pod�a
negarse. Mir� a su alrededor y vio los muchos hombres aun con sus vergas duras y
supo que cuanto m�s tardara, m�s posibilidades hab�a que los hombres volvieran a
excitarse. Con un esfuerzo tremendo tom� la mano que le ofrec�a el jefe y se
puso de pie. Sus rodillas flaqueaban y su paso era totalmente desarticulado,
pero poco a poco se lleg� junto al jefe. Caminaron unos pasos y la llevo hasta
el cuadro.



-Ahora Liz te pedir� que demuestres que sabes que nos
perteneces por completo y nos obedecer�s.- le indic� en voz alta el jefe



La muchacha cerr� los ojos pero una l�grima se escap� igual
de entre sus ojos rodando hasta el piso. Sab�a que era verdad, pero no pod�a
hacer nada al respecto, al menos si deseaba no morir azotada.



-�Ves esos grilletes en el piso sobre la barra? Col�catelos
en tus tobillos, ambos tobillos, y aseguralos bien fuerte.- le indic�



Inclin�ndose hacia adelante se coloc� el pie izquierdo
primero. Luego, para colocar el derecho not� que ten�a que hacer un esfuerzo y
abrir sus piernas. Finalmente logr� colocar los dos y qued� con sus piernas
abiertas m�s de 1 metro. Miraba como pidiendo que fueran suave con ella a los
hombres presentes. Siguiendo las instrucciones del jefe se coloc� un cintur�n
sostenido en ambas barras verticales que le envolv�a su cintura. Luego, ya con
l�grimas en los ojos mir� al jefe mientras que le ped�a colocarse una mu�equera
que colgaba desde arriba. Acerc�ndose a ella, el jefe le coloc� la otra
mu�equera dej�ndola a Liz en una expuesta e inc�moda posici�n de X.



Luego de felicitarla y acariciarla un poco el jefe hizo se�as
a los hombres para que se acercaran. Form�ndose delante y detr�s de Liz se
acercaron a ella y comenzaron a manosearla y a acariciarla. Liz sab�a que algo
se ven�a. Con su pene erecto el hombre delante de ella se ubic� entre sus
piernas y la penetr�. Liz pudo sentir la tiesa verga del hombre llen�ndola y se
tom� de los amarres lo m�s que pudo para no caer por los violentos empujones. En
ese momento, otro par de manos envolvieron su cintura y se deslizaron a sus
nalgas. La mujer sinti� que poco a poco sus nalgas se abr�an y el miembro se
apoyaba en su ano.



-Nooo.. por favooor..- suplic� retomando el aliento por unos
segundos.



La penetraci�n fue violenta, y Liz tembl� mientras el hombre
empujaba su verga dentro de ella. Penetrada por ambos lados Liz jam�s se hab�a
sentido tan humillada en su vida. Miraba la c�mara delante de ella y se
lamentaba llorando amargamente sobre el hombre delante de ella.



Luego que ambos hombres descargaran su leche dentro de ella,
otros dos tomaron sus lugares. Interminablemente sus dos orificios fueron
violados por todos y cada uno de los hombres en la sala. Cerca del cuarto
hombre, Liz comenz� a sentir una sensaci�n entre sus piernas. Su cuerpo
comenzaba a excitarse. Uno de los hombres lo hab�a logrado, y con cada empuj�n
dentro de ella le hac�a gemir y subir m�s su excitaci�n. Muy pronto su cuerpo
reaccion� tambi�n placenteramente a la penetraci�n anal, y los gemidos se
hicieron m�s evidentes. Todos se hab�an dado cuenta de ello y ahora jugaban con
sus pezones y con su cl�toris. Era como un desaf�o el lograr que Liz tuviera su
primero orgasmo involuntario, y registrarlo en las c�maras ser�a genial.



-Noo.. por .. por.. favoooor... no me.. no me hagan..
esto...- suplicaba respirando entrecortada Liz



Con otra l�grima corriendo por sus mejillas Liz abr�a la boca
sintiendo un intenso placer, que pese a que su mente deseaba detener, su cuerpo
no pod�a. Sus jadeos y sus gemidos eran deliciosos. Su cabeza girando
negativamente y sus esfuerzos por contenerse fueron in�tiles.



Sinti�ndose la peor de las putas Liz explot� en un orgasmo
exquisito que casi la hace perder el sentido. Por varios minutos tembl� en el
medio de los dos hombres sin poder detenerse, casi hasta quedar sin aliento. Sus
aullidos se escuchaban en toda la habitaci�n y todos los hombres la aplaud�an.
Por fin, cuando los hombres descargaron sus chorros de semen caliente en ella,
ella tir� la cabeza hacia atr�s y dio el �ltimo salto.



-��Son unos bastardos!!- lloraba Liz


-Te ha gustado putita.. y lo har�s otra vez...- le dijo uno
de ellos al o�do.



Media hora m�s tarde volvieron a descansar y a asear a Liz.
Las siguientes sesiones de violaci�n y sexo desenfrenado con la pobre muchacha
le arrancaron cuatro orgasmos m�s que ella se negaba a dar. Violada dos y tres
veces por cada hombre Liz termin� exhausta completamente.



Ya amanec�a, y aunque Liz ya no disfrutar�a m�s el mar y las
playas de esa zona, otras personas lo hac�an sin percatarse de la ausencia de la
joven. El hotel cobr� el voucher del premio y se dio por satisfecho sin
investigar m�s.



El tiempo pas� y en su trabajo la dieron por desertora. Sus
padres, que viv�an lejos de ella estaban acostumbrados a que no escribiera y por
eso no echaban de menos su presencia. Sus amigas cre�an que hab�a huido con
alg�n hermoso hombre que hubiera conocido en las vacaciones.



Nadie se hab�a percatado de su ausencia. Cautiva por la mafia
de la isla Liz dorm�a en una habitaci�n sin luces ni comodidades, s�lo esperando
a la pr�xima semana o al pr�ximo d�a que su jefe deseara usarla para sus fiestas
con sus amigos.



�Fin?


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