Relato: El bibliotecario (1)





Relato: El bibliotecario (1)

EL BIBLIOTECARIO




Como cada 15 d�as desde los �timos 6 meses, ella entra con
paso decidido. Va dejando tras de s� un perfume goloso y deseable. Camina con
energ�a pero a la vez gr�cil, sinuosa y ondulante como una pantera. �l la mira
de reojo desde detr�s del mostrador. Tan s�lo verla ya le provoca una humillante
e incontenible erecci�n que le vuelve loco. Pero no deja de seguirla con la
mirada disimuladamente. Ella sabe que �l la mira y se vuelve para mirarle un
momento tambi�n. �l enrojece al m�ximo y nota que el sofoco le quita la
respiraci�n y aumenta la presi�n en sus pantalones. Pero ella no sonr�e. Est�
inexpresiva, con un rostro impasible que cuadra muy bien con sus facciones
ani�adas y aparentemente ingenuas. Sus ojos son brillantes y est�n llenos de
fuego, sin embargo.



Se mete entre las estanter�as y mira entre las interminables
filas de libros. Se agacha, se acuclilla para llegar a los de m�s abajo, se
alza, se pone de puntillas para volver a mirar arriba... �l espera el momento en
que por accidente su falda se abra o se repliegue a destiempo para ver m�s all�.
Pero ella no lo permite. Es una falda larga y amplia y constantmente la recoge y
la alisa con una mano a cada movimiento. En realidad ella no le cae precisamente
bien; por eso no puede entender su inc�moda erecci�n cada vez que la ve llegar.
Ella...



Ella siempre est� mucho rato examinando los libros y repasa
una y otra vez los estantes; avanza un poco, retrocede, saca un libro, lee la
contraportada y lo vuelve a dejar... A �l eso le pone fuera de s�. �Acabar� de
una vez con esa tortura? Seguro que ella sabe lo que �l sufre y por eso prolonga
esos momentos hasta lo indecible. A medida que pasa el rato la tensi�n aumenta y
aumenta. �l nota la sangre agolp�ndose en su rostro, ruborizado intensamente.
Apenas puede cumplir bien con sus tareas y despacha deprisa a una usuaria que le
ha venido a preguntar algo. Llega el momento inevitable en que reclaman su
presencia en otro punto de la sala, y tiene que levantarse ocultando su
humillante erecci�n tras el carrito de los libros. Eso le fastidia hasta lo m�s
hondo. Le fastidia porque odia verse en ese estado por culpa de alguien a quien
odia, y le fastidia porque al tener que abandonar su puesto ya no la tiene a la
vista, y odia perderla de vista. Ni �l lo entiende, y eso le humilla doblemente.



Es la peor de todas las veces. Est� a punto de huir a los
servicios para aliviarse un poco por su cuenta, pero algo le retiene. Una
especie de placer masoquista y exhibicionista le hace recorrer con parsimonia el
trecho que va desde su mesa hasta el rinc�n donde es necesaria su presencia. No
quiere reconocer ante s� mismo que en el fondo desea que ella le vea en ese
estado, ese estado en que ella le ha colocado simplemente con su presencia. Le
gustar�a topar con ella de pronto y que ella abandonara su expresi�n
imperturbable de esfinge para ruborizarse, indignarse, complacerse... lo que
sea, pero algo. Porque esa inexpresividad de ella es lo que �l adora y odia.



... Pero de pronto tiene un presentimiento y se vuelve
mientras sigue caminando con el carrito de los libros. �Ella ha desaparecido!
No, no, no. �l ha de atenderla en el mostrador cuando vaya a solicitar el
pr�stamo de los libros. �l y s�lo �l ha de ver qu� libros se lleva, s�lo �l
puede saber que ella lo hace con alg�n sentido. Pero ella ha desaparecido. Y la
erecci�n, lejos de aflojar, se acrecienta con la excitaci�n y la angustia.
Afortunadamente la visi�n del director de la biblioteca es mucho m�s eficaz que
un barril de bromuro.



La angustia inicial ha dejado paso a la irritaci�n. Ella se
ha ido, se ha ido sin que �l lo advirtiera. Y para colmo la erecci�n a�n no
aflojaba lo suficiente. Puntualmente, desde hac�a 6 meses, cada dos semanas ella
se presentaba, con el cabello arremolinado y las mejillas enrojecidas por sus
r�pidos andares. Se paseaba entre las estanter�as, seleccionaba 2 o 3 libros y
los llevaba al mostrador con una expresi�n enigm�tica que a �l le sacaba de sus
casillas. Le alteraba tanto, sin que pudiera hacer nada por evitarlo, que no le
sal�an las palabras y s�lo acertaba a decirlas con un hilo de voz que le parec�a
rid�culo. Sobre todo, porque entonces ella se las hac�a repetir y �l cre�a
adivinar una cruel y refinada satisfacci�n en ello. Se dibujaba entonces una
leve sonrisa que a �l le parec�a perversa en ese rostro ingenuo y candoroso. No,
ella no era una lolita. Ni �l ni ella eran adolescentes, aunque a �l le
resultaba algo complicado intentar adivinar la edad de ella. Era joven, pero
adulta. Madura, pero joven. �Veinticinco?�Treinta? Imposible. Tampoco le
importaba demasiado cuando llegaba el momento que �l tanto ansiaba; el instante
en que ella depositar�a los libros elegidos en sus manos para que los
desmagnetizase, con lo cual a veces se rozaban a veces sus dedos, y era en ese
momento cuando �l llegaba al paroxismo de su inquietud y excitaci�n. Porque ella
no se llevaba libros cualesquiera, y ver cada quincena cu�les hab�an sido los
elegidos era lo que le calentaba en realidad.



Hab�a empezado con la letra "A" y en la �ltima ocasi�n ya iba
por la "O", por "Las once mil vergas" de Apollinaire. Y le fastidiaba
enormemente no haber visto cu�l hab�a sido el libro elegido. Porque despu�s de
saberlo, cada quince d�as, se iba a su casa lleno de sensaciones y en su
habitaci�n se abandonaba a ellas.



Una vez en su casa, recluido en su habitaci�n, �l se abandona
a sus pasiones solitarias. Siempre que se masturba, con la otra mano sostiene
ante su nariz un ejemplar peque�ito y forrado en piel del El Decamer�n. Aspira
profundamente su aroma mientras recuerda el d�a en que ella hab�a cogido ese
libro. Fue para �l un d�a muy especial; fue la primera y la �ltima vez (hasta la
fecha) que ella le hab�a sonre�do abiertamente. O al menos eso le hab�a parecido
a �l. Y hab�a asociado esa cara sonrisa al gesto de ella de ponerle bajo las
narices el libro al d�rselo para que se lo anotase en el pr�stamo. En ese
preciso instante �l estaba aspirando y el olor a encuadernaci�n de lujo le llen�
los pulmones quit�ndole la respiraci�n. No ha vuelto a oler a piel sin recordar
ese instante, y ese olor le basta para empalmarse.


Sin embargo, ahora que ya ha descargado y est� echado boca
arriba sobre la cama mirando a la l�mpara, recuerda m�s olores. Una vez, cuando
estaba en el Instituto, estando de excursi�n con la clase, le prest� sus shorts
a una amiga. Nunca se hab�a atrevido a hablarle, ni a mirarle siquiera, pero �l
prefer�a considerarla amiga, a pesar de ello, porque le hac�a sentirse especial.
La excursi�n acab� en la playa, y algunos veteranos se hab�an llevado el
ba�ador. Otros se ba�aron en ropa interior sin demasiada verg�enza. Y Cristi, su
deseada amiga, no hab�a llevado ba�ador pero se mor�a por meterse en el agua con
sus amigas. As� que inici� un peregrinaje y una encuesta para ver qui�n pod�a
dejarle alguna prenda con la que cubrirse en lugar del ch�ndal que llevaba. �l
llevaba unos shorts bajo el pantal�n del ch�ndal y sin darse cuenta de pronto se
vio a si mismo desnud�ndose en los lavabos de un bar para dejarle los shorts,
calentitos, a la chica que se los hab�a pedido. Se la imagin� entonces y se la
imagina a�n perfectamente, desnud�ndose en el lavabo contiguo para pon�rselos,
calientes, suaves, c�modos...



Lo mejor fue cuando termin� la excursi�n y al regresar a casa
ella le fue a decir que si no le importaba, se los devolver�a otro d�a, limpios,
secos, como era debido, porque "cr�eme que necesitan lavarse". Cristi
desapareci� durante un par de d�as; ni siquiera fue a clase y �l desesperaba ya
de volver a verla y de recuperar sus shorts, que desde el d�a de la excursi�n,
tanto representaban para �l. Cristi era un quincea�era con algunos problemas y a
�l le daba algo de pena.Era tan bonita y dulce...



Al tercer d�a reapareci�, le tendi� sus shorts con una
sonrisa y regres� a su asiento. �l ha guardado desde entonces esos shorts en el
armario, doblados y planchados y lavados sin hab�rselos vuelto a poner jam�s.
Aquella misma noche se meti� en la cama con los pantaloncitos sobre la cara,
aspir�ndolos intensamente. Le parec�a distinguir, a pesar del lavado y de los
a�os transcurridos, el olor de ella, de la entrepierna de ella, y cuanto m�s los
ol�a, m�s fuerte le parec�a el olor a ella, y ese olor le hac�a saltar las
l�grimas y le pon�a dura la polla y le hac�a tan infeliz que s�lo se sent�a
mejor masturb�ndose fren�ticamente. A los pocos d�as la buena de Cristi
despareci� definitivamente del Instituto, y �l no volvi� a saber nunca nada m�s
de ella. Pero le qued� su olor �ntimo recogido en unos shorts que �l guardaba en
una funda para que no se volatilizara su esencia. A�n hoy, cuando est� deprimido
o demasiado angustiado, revuelve en el armario buscando los shorts para
pon�rselos en la cara y abandonarse y abandonar su vida por unos instantes
sumergido en ese olor reconfortante y placentero.



* * * * *




No s� por qu� vengo aqu� cada quince d�as. Quiero creer que
es por aportar algo de emoci�n a mi vida, para salir de la rutina, o qu� s� yo.
La primera vez vine por puro agobio, y detectar la turbaci�n que caus� en el
t�mido bibliotecario me produjo un perverso gozo que he repetido desde entonces.
Y vengo casi a escondidas, porque no quiero que A. se entere de mis incursiones.
Las prohibir�a. Y a �l le permito castigarme de muchas maneras, pero no en esto.
Esto es un asunto m�o, s�lo m�o. Los asuntos de A. pertenecen a las cuatro
paredes del apartamento donde vivo, donde vivo sola la mayor parte del tiempo y
acompa�ada algunas veces, cuando a �l se le antoja aparecer. Es curioso,
llevamos... �tres? �cuatro a�os juntos? Bueno, m�s o menos un tiempo as�. Y en
todo este tiempo... Jam�s he llegado a ver el rostro de la persona que me folla.
Siempre me lo ha ocultado, y eso forma parte de nuestro contrato t�cito.
Confieso que al principio ten�a mucha curiosidad, y no me conformaba con
recorrer su cara y cuerpo con mis manos, ni con olerle, ni con notarle encima o
debajo o detr�s o delante. Le ped� algunas veces que me permitiera encender una
luz, pero �l castigaba siempre esa petici�n como una insurrecci�n intolerable.
Pronto me esforc� en olvidarme de ello y actualmente creo que me da
absolutamente lo mismo.



No creo que sea un hombre feo, por lo que mis manos han
podido percibir, pero ya me importa muy poco, o acaso nada. En realidad, he
llegado a un punto en que sigo viviendo y someti�ndome a sus designios y todo me
importa muy poco, empezando por m� misma. �C�mo puedo resistir vivir as�? Pues
olvid�ndome de todo, de m� lo primero. Porque mi vida no tiene ning�n sentido y
no tengo motivos para ser infeliz, pero tampoco feliz. No me siento orgullosa,
pero al menos algunas noches hay alguien a mi lado para abrazarme e inundarme el
vientre. Y eso es suficiente cuando no tienes nada m�s a lo que aferrarte en la
vida.



Por eso a �l se lo tolero todo; le permito hacer conmigo lo
que detesto en otros cuando lo contemplo como espectadora. Me parece absurdo
pero hace tiempo que dej� de hacerme preguntas y buscar respuestas.



La primera vez que salimos juntos acab� chup�ndole la polla
en un cine. No me apetec�a hacerlo, y menos en el cine, un cine normal y
corriente, viendo una pel�cula normal y corriente. Pero �l simplemente dio por
hecho que yo iba a hacer lo que �l me exigiera y no tuvo que repetirlo; su
firmeza, aunque no me gust�, me gust� y no puedo explicar por qu�. Y con esa
obediencia le coloqu� por encima de m� y le otorgu� absoluta licencia sobre mi
persona. Quiz� entonces lo hice por obtener amor o por confianza, no tengo ni
idea. Actualmente, lo hago por pura indiferencia. Despu�s de esa salida al cine
hubo otras situaciones.



Aquella primera cita fue extra�a de principio a fin. A veces
me da risa recordar c�mo ocurri� todo. Fue la cl�sica cita a ciegas, pero
literalmente, casi. Qued� con un perfecto desconocido en el interior de un cine
a una hora determinada por �l. Me dijo que comprara mi entrada y fuera a
sentarme, sola, exactamente en el asiento n�mero 5 empezando por el pasillo de
las butacas del centro de la �ltima fila. �Tuve que apunt�rmelo para poder
seguir bien sus instrucciones! A�adi� que aparecer�a cuando la pel�cula ya
hubiese comenzado y se sentar�a a mi lado, d�ndose a conocer. No lo dijo, ni
entonces ni nunca despu�s, pero para m� fue y es evidente que �l ya estaba
dentro cuando yo llegu�, observando mi entrada y mi persona, calibrando si le
interesaba lo suficiente o no, y que cuando se apagaron las luces s�lo tuvo que
cambiar de asiento para ir donde yo estaba.



Su voz me hechiz� entonces y creo que en parte es lo que a�n
me tiene ligada a �l. Era acariciadora, suave pero firme, con cuerpo pero
armoniosa... Una voz que me hizo sentir burbujear la sangre, me puso la carne de
gallina, me recorri� la columna de arriba abajo y me llen� de una especie de
borrachera que me esforc� en disimular. Sin embargo, �l sab�a y sabe qu� efectos
causa en m� su voz y los aprovecha. Es un maestro en el arte de modularla para
manipular a las personas.



Despu�s de aquel encuentro, sigui� otro en un parque, por la
noche. A m� no me hac�a mucha gracia, sabiendo el panorama que se suele
presenciar en los parques por las noches, pero �l insisti� con esa voz tan
embriagadora y sugerente a la vez que autoritaria, y haciendo acopio de valor
fui puntual y le esper� paciente y aterida en la entrada, bajo una farola que
ten�a la bombilla rota. El silencio era mortal y la humedad me llegaba hasta los
huesos, pero ni por un momento so�� en que �l fuese a darme plant�n. Sab�a en mi
interior que le hab�a gustado en el cine, y que �l no dejar�a de venir.



Al cabo de diez minutos de esperarle, A. apareci�. Le
reconoc� por la figura, aunque podr�a haber sido cualquier transe�nte y podr�a
haber estado en un error al hacerle se�as para que se acercara. Sin embargo, no
era un transe�nte cualquiera, era A. y no se disculp� por el retraso. Con el
tiempo aprend� que �l no se disculpa jam�s por nada, porque considera que se le
ha de tomar tal cual, como es y como se manifiesta. M�s de una vez me ha dicho
que si no me gusta c�mo es soy libre de marcharme, pero nunca me decido a irme.
En esa ocasi�n...




* * * * *



Acabada la semana, el bibliotecario acude a la peluquer�a con
mil preguntas bullendo en su cabeza, mezcladas con dolorosos sentimientos.
Sentado en el lavacabezas, con la cabeza hacia atr�s, cierra los ojos mientras
le lavan el pelo. �A qu� se dedicar� ella? Podr�a ser una peluquera, una
maravillosa peluquerita como la que ahora est� frot�ndole el cuero cabelludo con
tal arte que a �l se le eriza todo el vello del cuerpo. Es una chica muy mona,
muy sugerente, muy h�bil con los dedos... Eso le parece importante en una mujer
y le presta m�s atenci�n. Es delgada, pero no anor�xica, y esbelta. Rubia, lleva
el pelo recogido el pelo en dos mo�itos graciosos en lo alto de cada lado de la
cabeza. Es joven, pero no sabr�a decir cu�ntos a�os tiene.
�Veinticuatro?�Diecinueve? Imposible de adivinar. �l, con los ojos cerrados se
concentra imaginando que esos dedos que acarician su cr�neo y su pelo tan
excitantemente son los de Ella. Una inspiraci�n profunda le es necesaria porque
de pronto se siente sin aliento. Ella sigue frotando, y aunque a �l le encanta,
le parece excesivo el rato que est� dedicando a ello. Y no le parecer�a mal si
no fuera porque est� intentando in�tilmente controlar una furiosa y despiadada
erecci�n que al menos queda camuflada bajo los pliegues de las batas y toallas
con que le han envuelto para que no se moje ni se manche la ropa.



Qu� preocupaci�n m�s espantosa siente al ver que la chica,
sin ninguna prisa, sigue parsimoniosamente paseando sus m�gicos dedos por su
cabeza, volvi�ndole loco de placer y disgusto, todo a la vez.�Lo har�a
expresamente? �l empieza pensar que su priapismo no es normal, esas erecciones
absurdas y repentinas que no bajan piense en lo que piense, por Dios, que no
tiene quince a�os, que no es normal y ser� inevitable pasar una verg�enza
espantosa cuando la chica d� por terminado el lavado y le haga levantarse,
cambiar de asiento, acomodarse la bata... Ojal� no acabase nunca de lavarle la
cabeza, y ojal� terminase de una vez esa tortura.



* * * * *



S�, por qu�. Lleva pregunt�ndose eso desde hace 3 a�os. Tres
a�os viviendo en ese apartamento. Tres a�os sometida voluntariamente a la
voluntad y designios de un hombre cuyo rostro no ha visto. Tres a�os de
resistencia dolorosa y gozosa. Ella sabe que esa vida, que le desagrada
profundamente, es precisamente lo que la mantiene con vida, la que le da �nimo
para seguir viviendo, no teniendo ning�n motivo. No teniendo motivos de vivir,
esa relaci�n insana es un indiscutible motivo de supervivencia. Para ella es la
�nica manera de experimentar alg�n sentimiento, de manifestar alguna emoci�n.
Siente ira cuando �l la golpea antes de penetrarla, y gratitud cuando la besa,
odio cuando la desprecia y cari�o cuando la acaricia... Sabe que si no fuera por
esos momentos no podr�a ser capaz de experimentar ninguno de esos sentimientos
ni de dar respuestas a ellos. Ante un desconocido obsceno y repulsivo enrojece
como la colegiala que nunca ha dejado de parecer, pero ante �l grita e insulta
si �l la enfurece o la ofende, cuando no se sume en un profundo silencio
indiferente que a �l le calienta a�n m�s. Entonces ella se deja follar con
indolencia, impasible y despreci�ndole tanto que �l, fren�tico de deseo e
irritaci�n mezclados, la abofetea sin que ella se conmueva lo m�s m�nimo. Y
cuando �l ya ha descargado, ella, con voz fr�a y ausente, s�lo le dice "�ya has
terminado?". Pero otras veces es dulce y complaciente y deja que �l haga lo que
le plazca y le suplica mimos y caricias que �l, en venganza, le escatima. Eso le
hace llorar y cuando llega el orgasmo sus l�grimas de tristeza y ansia se
mezclan con las del placer.



Muchas noches espera en vano su llegada, porque �l se reserva
y administra sabiamente su presencia para que a ella le cause un s�ndrome de
abstinencia que s�lo �l puede atajar. Se regodea vi�ndola desencajada tras d�as
de ausencia y eso aumenta sus placeres. Y cuando se marcha, ella siempre,
invariablemente, le lanza la misma amenaza: Un d�a entrar�s y me encontrar�s en
la ba�era con las venas abiertas. Y cuando reaparece, ella se le abraza en la
oscuridad del apartamento, susurr�ndole avergonzada: Te he echado tanto de
menos... Eres muy cruel conmigo.




En resumen, odiaba a A. pero no pod�a vivir sin �l. Deb�a su
vida a A., y �l lo sab�a. Se odiaba a s� misma por dejarse tocar y chupar y
marcar y joder de esa manera, pero �sa era ahora su �nica vida. Y poco a poco �l
la va haciendo cada vez m�s suya... como cuando le muerde dej�ndole marcas
azuladas en el cuello y los pechos, o cuando le cruza las nalgas con la vara, o
como la �ltima vez, en que le hizo jurar que permitir�a que le anillase los
labios vaginales. Y ella lo sabe, y si piensa en ello se entristece y por eso
sale y frecuenta bibliotecas, pero tambi�n oscuros callejones donde da rienda
suelta a sus frustraciones.



* * * * *




Lo que soy ya es una pura miseria humana. Estoy fatal, fatal,
fatal, fatal. Y hace un mes que A. no se digna a aparecer. Paso muchos tiempos
muertos esper�ndole in�tilmente, y a la par maldici�ndole. Es curioso, con todo
lo mal que me siento, no creo que pueda decir que le quiera, ni que le eche de
menos, ni que est� deprimida. Pero, �acaso no es echarle de menos el estado en
que he sumido el apartamento que me proporcion�? �Por qu�, si no, iba a tenerlo
todo por el suelo, ropa limpia mezclada con la sucia, todo revuelto, monta�as de
platos por lavar, el suelo lleno de borras de polvo, el descuido y la suciedad
convertidos en reinos y se�ores de mi espacio, de mi vida, de m� misma?



Y sigo pensando que no es posible que le eche de menos. Quiz�
echo en falta el roce de sus labios en mi piel, o el susurro de su voz
calent�ndome la oreja, o su verga, a la que me gustaba acariciar... S�, creo que
es eso: encuentro a faltar todas esas cosas, un mont�n de cosas, de detalles,
pero a �l no. Si no volviese jam�s, ni me resentir�a. Y sin embargo, voy por la
calle como drogada, atontada, lejana y ajena al mundo, fuera de m�, caminando
como una zombie. Hace mucho que no hago ciertas cosas. Y su ausencia de un mes,
o quiz� sea ya de un mes y medio, qu� co�o importa ahora, pues su ausencia me
quema por dentro y me mata quedarme aqu� encerrada. Me mata me mata me mata me
mata... Me trae recuerdos que deber�a olvidar, me quita toda ilusi�n y toda
energ�a.



Actualmente ni ilusiones tengo. Si mi vida terminase ma�ana,
no me importar�a en absoluto. De hecho, si ca� en los brazos de A. fue
seguramente por eso. Hubo un tiempo en que sent�a ilusi�n de vivir, y fui feliz
e ingenua. Hubo un tiempo en que tomaba el tren y miraba golosamente a los
j�venes viajeros. Hubo un d�a en que fui capaz de embrujar a uno y me sent� una
maga. Hac�a mucho calor al sol, en un and�n donde no hab�a una maldita sombra
donde guarecerse. Me fij� en un muchacho con pinta de estudiante, que tendr�a mi
misma edad, unos 23 a�os por aquel entonces. Era fino, alto, fuerte, guapo y se
ve�a inteligente e interesante. Sub� detr�s de �l al tren, y me sent� frente a
�l en el �nico asiento libre que quedaba. Me propuse inconscientmente que me
mirase, que me deseaase. No sab�a si podr�a lograrlo, pero a la vez sab�a que s�
podr�a. En ning�n momento le mir� a la cara, a los ojos.



Mir�bamos a trav�s de la ventana. Yo empec� a acariciarme la
mu�eca, subiendo lentamente un trecho de mi brazo. Mi palma apenas rozaba mi
piel, suave, lentamente, arriba.. abajo... arriba... abajo... Me humedec� los
labios con la lengua, pase�ndola por su superficie con aparente distracci�n,
pero discretamente. Por el rabillo del ojo vi que �l se remov�a en el asiento
levemente y que se ajust� con parsimonia el reloj para acto seguido frotarse el
cuello a la altura de la nuez. Yo dej� de acariciarme el brazo y puse mi mano
sobre mi muslo, dej�ndolo all� simplemente. �l tambi�n puso una mano sobre su
muslo. Carraspe� un poco y me volv� deliberadamente para mirarle un instante.
Enrojeci� al instante, vi�ndose sorprendido, pero enseguida se rehizo y
entreabri� los labios fijando sus ojos en los m�os un segundo para volver a
desviar la mirada hacia la ventanilla.



Qu� sensaci�n. A partir de aquel instante el trayecto se
convirti� en un dulce tortura, porque �l me estaba desnudando con la mirada sin
ning�n recato y a medida que notaba sus ojos viajar de un lado a otro de mi
anatom�a era como si dejasen un rastro de piel quemada por all� por donde se
deten�an. No me atrev� a volver a mirarle, porque estaba demasiado excitada e
inquieta como para que pudiera hacerlo serenamente, pero a �l eso parec�a
gustarle. Cuando se levant� de pronto yo tambi�n lo hice, aunque �sa no era mi
parada. Baj� tras �l como hab�a subido, y �l se dej� seguir.



Se dej� seguir, s�. Fui tras de �l hasta que para mi sorpresa
le vi dirigirse a una estaci�n de metro y empezar a bajar las escaleras sin
prisa. Me qued� dudando un momento, indecisa y sin saber qu� pensar... Pero �l
se volvi� y me lanz� una mirada r�pida que no pod�a tener ning�n otro
significado; eso me acab� de decidir a remprender la marcha con el cuerpo
incluso m�s ligero, al saberme invitada y no intrusa tolerada. �l bajaba tan
parsimoniosamente que, sin propon�rmelo, le alcanc� antes de llegar abajo y �l
me detuvo echando la mano hacia atr�s, roz�ndome el pubis levemente con la palma
abierta. Se detuvo entonces, y yo tras �l, y se puso a mirar escaleras arriba y
luego al interior de la estaci�n, oscura y sucia en contraste con el d�a soleado
y c�lido y brillante que nos hab�a hecho encontrarnos. Yo tambi�n mir� en su
misma direcci�n, intrigada, hasta que me di cuenta de que quer�a asegurarse de
que no hab�a nadie cerca. De hecho, me di cuenta tambi�n entonces de que me
hab�a llevado a esa precisa estaci�n a posta, ya que durante el rato en que
caminamos desde que bajamos del tren pasamos de largo ya una estaci�n sin que �l
se inmutara lo m�s m�nimo. �l hab�a planeado llevarme a esa estaci�n porque era
solitaria en general, sobre todo a aquella hora y entrando por esa entrada.
Pensar en c�mo �l me hab�a llevado a su terreno me puso toda la carne de gallina
de excitaci�n y curiosidad. Parec�a un chico decidido y obstinado; �qu� tendr�a
en mente para llevarme hasta all�? Cuando entr�bamos ech� una �ltima y r�pida
mirada al exterior y al interior y me habl� por primera vez: -- Tendr� que ser
algo r�pido, ya ves. Le mir� inquisitiva, sin comprender qu� pretend�a.
�Follarme de pie ante las m�quinas canceladoras? Al ver que yo no reaccionaba y
que conten�a el aliento comprendi� y sin pronunciar palabra sacudi� su cabeza
levemente indicando un destartalado fotomat�n que estaba en una esquina negra y
polvorienta. Tambi�n sin volver a hablar, me indic� con un gesto que le
precediera y me dirig� a la m�quina, sin estar muy convencida. Me volv� un par
de veces para asegurarme de que me segu�a y de que no me hab�a estado tomando el
pelo, y le vi tan sereno e inexpresivo que cre� que le hab�a malinterpretado en
sus intenciones conmigo. Sin embargo, no me enga�aba a m� misma; �para qu� otra
cosa me hubiera llevado hasta all�?



Descorr� la cortinilla y entr�, y �l conmigo, pegado a mi
cuerpo. Dios, su cuerpo en contacto con el m�o hizo saltar como un chispazo en
mi interior. Le dese� dentro de m�, y enseguida. �l me sujet� con un abrazo
contra �l fuertemente mientras acababa de entrar y cerraba la cortinilla. Era un
sitio muy estrecho, pero �l estaba tan pegado a m� y me agarraba tan fuerte que
�ramos como uno solo. Me empezaba a faltar la respiraci�n, en parte porque �l me
oprim�a los pulmones, pero sobre todo porque estaba como loca de excitaci�n. Sin
soltarme, con la otra mano se baj� la cremallera.Lo not� en mis nalgas cuando
sus dedos cogieron el tirador y su mano se desliz� hacia abajo. Tambi�n not� sus
nudillos contra mi carne cuando se desabroch� el bot�n con una sola mano. Con la
otra, mientras, me agarr� uno de los pechos por encima de la ropa y lo amas� un
minuto para ir bajando hasta mi vientre, donde ejerci� una presi�n mayor para
apretarme m�s contra su cuerpo, para que se me clavara su erecci�n en mis
cuartos traseros. Uf... La mano libre se pase� por mis caderas y mis nalgas y
empez� a subir la falda del vestido largo que llevaba. Cuando mis bragas
quedaron al descubierto me las desliz� muslos abajo unos cent�metros, de manera
que empezara a verse el canalillo entre las dos nalgas. Cre� que iba a met�rmela
en ese preciso instante, pero entonces �l suspir� un segundo, me solt� y se
sent� en el taburete con una espl�ndida erecci�n ante mi vista, mir�ndome en
silencio. Me tendi� una mano mientras con la otra me agarraba por el culo. Me
hizo abrir las piernas alrededor de las suyas y mientras estaba as� de pie
volvi� a subirme el vestido y acab� de bajarme las bragas hasta medio muslo . Le
rode� el cuello con mis brazos tras haberme desabrochado el vestido. Me empez� a
besar los pechos, que hab�a hecho sobresalir del sujetador, y a chupar mis
pezones, que estaban dur�simos y muy sensibles. Mientras lo hac�a, sus manos se
aferraron a mis caderas y tiraron hacia abajo para que me sentara sobre su
polla, que me rozaba los labios vaginales y me hac�a arder por dentro. No me
acababa de convencer su petici�n muda, porque nunca lo hab�a hecho de esa
manera, sentados. Yo siempre hab�a sido muy tradicional, hasta ese d�a, y no me
sent�a muy inclinada a sentarme sobre �l. Sin embargo, hab�a ido con �l al
interior del fotomat�n, �no?.



Con cuidado baj� sobre �l, que segu�a aferrado a mis caderas
y chupando y besando mis pechos. Era una polla realmente dur�sima y tersa,
grande y suave. Sin embargo, al empujar yo hacia ella con mi co�o se desplaz� y
no entr�.



�Ag�rrala con la mano �me susurr� entre lamida y lamida, sin
soltar mis caderas.



Lo hice. Con la mano derecha se la sujet� mientras con la
izquierda me abr�a los labios y baj� un poco, empujando con suavidad. La punta
entr�, al principio con dificultad, pero �l no se quej� y sigui� bes�ndome y
chupando lo que se le antojaba. Segu� bajando, ayudada por �l, que me sujetaba
por las caderas, y bajando, y bajando, hasta que me pude sentar sobre sus
piernas por completo. Me sent�a absolutamente llena de �l y me dol�an las
ingles, ya que mis piernas estaban abiertas al m�ximo para poder mantener el
equilibrio. �l me las cerr� alrededor de las suyas y se asent� en mi interior
coloc�ndome mejor, manej�ndome como una mu�eca al afianzarse en mi co�o con las
manos en mi culo.



��Nunca lo has hecho as�? �me pregunt�, y sin esperar
respuesta, ley�ndola en mi cuerpo inm�vil, continu�: �no es muy distinto de las
dem�s maneras de hacerlo, mujer, mu�vete un poco, ya ver�s c�mo te sale por s�
solo... Anda...



Me agarr� del pelo y me bes� con energ�a mientras yo empezaba
a moverme un poco, algo insegura de hacerlo bien. �l se rio de buena gana,
haci�ndome temblar todo el cuerpo por dentro y por fuera, porque eso le hac�a
moverse en mi interior, y exclam�:



� �Mujer, ponle algo de br�o!Mira, mu�vete lento si quieres,
pero sin pararte, �de acuerdo?



Comprend� entonces que mi inseguridad era infundada y empec�
a ondular sobre su cuerpo a la vez que me alzaba sobre un trecho de su miembro
para volver a engullirlo lentamente. Ver en su cara que le gustaba me anim� a
aumentar el ritmo y la velocidad. Hasta ese momento mi �nica experiencia sexual
hab�a sido siempre tumbada en una cama boca arriba e inmovilizada por el peso de
un chico de casi dos metros y m�s de noventa quilos, que era quien se mov�a
siempre.


Pronto le cog� el truco y su polla se deslizaba cada vez m�s
deprisa dentro y fuera de m� al alzarme y bajar sobre ella. Me aguantaba
apoy�ndome en sus hombros y �l me acompa�aba sujet�ndome por las nalgas. �l se
mov�a tambi�n dando golpes de cadera, cada vez m�s bruscos y r�pidos. Yo cre�a
que me volv�a loca loca loca... �l empez� a dar golpes a�n m�s deprisa a la par
que me obligaba con sus fuertes manos a moverme en c�rculos alrededor de su
miembro cada vez que entraba y sal�a de m�, y as� estuvimos, fuera de todo
control, movi�ndonos fren�ticamente unos minutos, hasta que �l se corri�
espl�ndidamente, reprimiendo un grito que hubiera retumbado en las cavidades del
la estaci�n y que acab� siendo un gru�ido la mar de excitante... Yo segu�
movi�ndome ansiosa por obtener tambi�n mi premio, aprovechando que �l a�n estaba
bastante consistente dentro de m� y que esa postura facilitaba el rozamiento de
mi cl�toris contra su cuerpo a modo de masturbaci�n, que fue lo que acab� por
proporcionarme un orgasmo bestial y que acompa�� con un gemido sostenido y grave
mientras �l me estaba besando el cuello. Ufff...



� Gimes como las gatas en celo... Eso ha estado muy bien...
�Me susurr� mientras le desmontaba lentamente para que viera c�mo sal�a su
polla, ya menos esplendorosa y brillando de semen y mis secreciones, que
chorreaban entre mis piernas. Le ofrec� un kleenex para secarse y yo tom� otro
con el que me sequ� la entrepierna y con el que me tapon� la vagina para que
absorbiera todos los fluidos que escapaban de ella. �l ya se hab�a limpiado y se
estaba abrochando de nuevo el pantal�n cuando o�mos voces alborotadas y agudas.
Asom� la nariz al exterior y me comunic� que parec�a haber una salida escolar,
porque iban entrando ni�os que se iban agrupando en el vest�bulo mientras unos
monitores o maestros entraban y sal�an para ir recogiendo a los rezagados.



� Me sabe muy mal, gatita, �me dijo, mir�ndome fijamente�
pero creo que me marcho ya. Me hubiera gustado haber hablado un poco contigo
ahora, tranquilamente, pero... Con esos ni�os ah� creo que mejor me voy o nos
van a descubrir aqu� juntos y no me apetece dar explicaciones a ning�n
maestrillo...



Yo estaba a�n absorbiendo lo que mi vagina conten�a cuando �l
se inclin� a besarme el pelo y sali� con cuidado de que la cortina no
revolotease. Me sub� las bragas y me sent� en el taburete ajustable, pensativa.
Qu� l�stima no haber tenido tiempo de intercambiar tel�fonos al menos, porque
hab�a estado muy bien. L�stima, l�stima. Pens� que quiz� volviese a verle al ir
a tomar el tren, pero la realidad es que no he vuelto a verle desde entonces, y
ya hace... �cinco?�seis? a�os... La verdad es que no he vuelto a sentirme as�
con nadie nunca, ni antes ni despu�s. S�lo ahora, precisamente ahora, se me
ocurre echarle de menos y pensar que era un muchacho maravilloso y muy
habilidoso. �No estoy mal de la cabeza, a�or�ndole ahora y no entonces? Porque
entonces, a lo sumo que llegu� fue a pensar: Qu� l�stima. Y ya est�.



* * * * *




Al fin y al cabo, la mala vida que le dio su amor por Jean no
fue muy distinta de esta vida actual, en que tampoco puede estar siempre que lo
desea o necesita con A., al que tampoco puede localizar en ning�n tel�fono y del
que s�lo posee su e-mail. Tanto al uno como al otro les esperaba en vano a
menudo, y tanto al uno como al otro les escrib�a largos y desesperados e-mails
que nunca obten�an una respuesta piadosa, al menos. Y tanto del uno como del
otro se cans� lo suficiente como para un buen d�a hartarse y decidir no volver a
escribirles m�s para limitarse a alegrarse si les ve�a, o si recib�a alg�n signo
de vida de ellos. Pero ni su enfado ni su alegr�a eran demasiado extremos, ni
aparentes, y se acomod� en la indiferencia como estilo de vida, sin darse cuenta
de cu�nto se perjudicaba a s� misma y de cu�ntas cosas tendr�a a su alcance si
se determinaba a cortar relaciones tan enfermizas, pero para ella tan
necesarias.



* * * * *



Ella asume que a �l le produce placer torturarla de esa
forma, y muy en el fondo, por detr�s de esa indiferencia que se ha esforzado en
cultivar, se siente dolida, sola, desesperada. De modo que para distraerse va a
la biblioteca con relativa frecuencia, siempre que le es posible. Un d�a, m�s
desesperada que de costumbre, se presenta en ella arrebolada, a causa de su
precipitaci�n al encaminarse hacia all� y con lo primero con que topan sus ojos
al entrar en la sala es la mirada del bibliotecario. Por primera vez le resulta
insostenible, y enrojece violentamente.



Un pensamiento cruza raudo por su mente. Nunca ha visto el
rostro de A. con luz, y los pocos rasgos que pod�a distinguirle a oscurlas
podr�an ser los de cualquier hombre medianamente atractivo, o cuando menos no
repulsivo. La estructura de su cuerpo tambi�n podr�a ser la de cualquiera. Por
ejemplo, la del bibliotecario mismo. �Y si...? �Acaso no notaba ella c�mo la
observaba �l detenidamente desde que entraba hasta que sal�a? �Acaso no parec�a
siempre a punto de hablarle para luego permanecer mudo? �Acaso no eran sus manos
como las manos del hombre que la acariciaba por las noches? Se fij� en un anillo
que el Bibliotecario llevaba en la mano derecha. Ella hubiera jurado que alguna
vez le hab�a visto un anillo parecido a A. Se hizo el prop�sito de fijarse bien
la pr�xima vez que �l fuera a visitarla.



Pas� un mes m�s antes de que �l volviera a aparecer y le
pareci� muy curioso, porque ese espacio de tiempo coincid�a con unos d�as en que
no hab�a visto al Bibliotecario al ir a la biblioteca. Despu�s de ese per�odo,
�l volv�a a estar tras su mostrador, como siempre hasta entonces.



Un d�a, al salir ella de la biblioteca, �l, abandonando sus
labores, la sigui� inopinadamente, fuera de s�, como presa de un impulso que
tirara de �l. La vio tomar una calle, caminar un rato, tomar otra calle,
detenerse en un portal, sacar unas llaves y abrir la puerta. Ella entr� y �l
corri� a sujetar discretamente la puerta para que no se le cerrara, ocult�ndose
tras un gran macet�n. Mientras esperaba que ella subiera al ascensor, que
tardaba en llegar a la planta baja, pas� por su mente un penoso episodio de su
vida que hab�a querido borrar siempre, sin �xito, de su memoria.



Cuando acababa de entrar en la Facultad, joven, t�mido y
abrumado ante tantas chicas (la proporci�n era de 30 chicas por cada chico), se
sinti� enseguida atra�do por una compa�era que a �l le parec�a excepcional,
perfecta. Era bonita, brillante, inteligente, amigable, y absolutamente
DESEABLE. Destacaba entre las otras chicas, todas ellas bastante anodinas y
"normales". Mireia parec�a de todo menos "normal", y que quisiera hablarle le
parec�a el colmo, algo aobsolutamente incre�ble, trat�ndose de �l. Pero as� era.
Ella buscaba su compa��a, hac�an deberes juntos, se pasaban apuntes y
bibliograf�a, se sentaban siempre juntos en clase...



�l siempre se encend�a cuando ella se sentaba junto a �l en
la cafeter�a de la Facultad, hablando de esto y aquello. �l hubiera jurado que
no era por casualidad que la pierna de ella rozaba la de �l en ocasiones... ni
tampoco que sus manos rozaran las suyas con cualquier excusa, ya se tratase de
pasarle el az�car o entregarle un libro prestado. �l se notaba morir a menudo,
v�ctima de una angustia asfixiante a la que no sab�a c�mo poner fin.
Externamente, hab�a logrado cultivar una apariencia fr�a y serena tras la que
parapetar su gran inquietud.



Un d�a se decidi� a dar EL GRAN PASO HACIA LA FELICIDAD (tal
como �l supon�a que era o deb�a de ser la felicidad). Acababan de sentarse a
tomar un caf� mientras comparaban apuntes, tal como ten�an por costumbre. La
mir� fijamente unos segundos mientras ella estaba inclinada rebuscando en su
carpeta y, carraspeando un poco, le dijo con voz clara: "Me gustar�a decirte
algo". Ella levant� la rubia cabeza, sonriendo como siempre hac�a, encantadora.
Esper� a que �l hablara, pero no le salieron las palabras. A �l le pareci� a�n
m�s bella que nunca, y su gesto natural de subirse un tirante del sujetador le
pareci� una insinuaci�n velada. Eso le dio �nimos para seguir, Fr�o, sereno, con
voz tambi�n fr�a y serena, le dijo de corrido: "Pues sabes, Mireia, eres una
chica genial. Me caes fant�sticamente, nunca hab�a conocido una chica como t�...
Quiero decir que eres supersimp�tica, una persona muy agradable, y eso me gusta
mucho..."



Pens� que con eso ya estaba todo dicho y esper� que ella
comprendiera, reaccionara, se le echara al cuello quiz� (vana esperanza esta
�ltima). Ella se ech� a re�r, con una risa encantadora, todo hay que decirlo,
pero a �l le sent� como una pedrada en la boca del est�mago. Exclam�, con los
ojos brillantes y el pelo cay�ndole a mechones por la cara: "�Pero si eso ya lo
s�, hombre, si no te cayera bien no har�amos todo lo que hacemos juntos, �no? No
necesitabas dec�rmelo, pero ya que lo has hecho, yo tambi�n te dir� lo mismo.
eres un chico la mar de majo y de simp�tico, claro... �por qu� iba a pensar lo
contrario?..."



�Ella no hab�a comprendido nada, ni tampoco qu� intenciones
le hab�an lllevado a decirle lo que le hab�a dicho! Ahora, restrospectivamente,
�l se siente est�pido, muy est�pido. Debi� haberle dicho claramente: "Mireia, me
atraes y quiero que salgas conmigo" y dejarse de sutilezas. �O quiz� hubiera
sido demasiado agresivo? En todo caso, decir esa clase de cosas a una chica
requiere otra disposici�n personal, y no la que ten�a �l entonces. Valiente
gilipollas, �c�mo iba la chica a captar sus intenciones si se lo dec�a tan fr�o
y sereno como si estuviera ley�ndole la lista de la compra? Bonita primera y
�nica ocasi�n desaprovechada... porque ya no pudo volver a Mireia de la misma
manera e incluso se le hizo fastidiosa, y se alegr� bastante cuando ella empez�
a salir con otro chico y empez� a pasar


menos tiempo en su compa��a. Ni siquiera le alegraba la vista
ni el cuerpo como antes verla caminar paseando su maravilloso escote, blanco,
profundo, suave, tierno, por los pasillos.



* * * * *




Fue precisamente la marcha de mi querido Jean la que deton� e
hizo saltar por los aires mi vida. Fue eso y no otra cosa lo que me hizo cambiar
y ser otra persona. La persona que era yo antes, cuando era feliz esperando
ingenuamente e-mails de Jean, no habr�a aceptado una cieta a ciegas, y menos en
dentro de un cine, y menos para acabar chupando la polla de un desconocido. A la
persona que era yo antes le importaba todo demasiado y a la persona que soy yo
ahora no le importa nada. Ni siquiera me importa mucho ahora que �l me
abandonara. Pero en aquel momento... Quise morirme, y hacerlo de una manera
horrible para que tuviera de qu� arrepentirse, �l que nunca se arrepent�a de
nada. Eso fue lo que me quit� la idea del sucidio de la mente: �para qu�
suicidarse si �l ni iba a enterarse, estando sabe Dios d�nde? Pero a pesar de
todo, aunque diga que no me importa nada, no es cierto. Cuando le recuerdo ya no
le amo sino que le odio profundamente.



Pas� una adolescencia espantosa, llena de sentimientos de
culpabilidad mientras �l lo tomaba todo con la mayor tranquilidad. Igual que,
mucho despu�s, tranquilamente se fue a Estados Unidos, a Los �ngeles, dej�ndome
sola y fr�gil. Igual de tranquilamente no se dign� a llamarme, ni escribirme, en
varios meses que pas� llena de ansiedad. Cuando regres� lo hizo para comunicar
que se trasladaba otros seis meses all� para estudiar y trabajar y prometi�
mandarme sus novedades por e-mail, visto que era tan vago para escribir una
carta convencional. Yo le escrib�a varios e-mails al mes y �l uno en 3 meses.
Cuando volv�a a pasar unos d�as aqu� yo me enteraba despu�s, cuando ya se hab�a
ido otra vez. Y si alguna vez se dign� a venir a verme como sorpresa, tonta de
m� le recib�a feliz y con los brazos abiertos, para acabar teniendo sexo del
mejor y m�s desinhibido. Cuando despu�s de una de esas ocasiones descubr� que
estaba embarazada, no pude hablarle de ello hasta pasados 4 meses. Me hab�a
decidido a llevar adelante el embarazo pese a los riesgos, pero �l ni compart�a
ni dejaba de compartir la ilusi�n ni la responsabilidad. Simplemente estaba
"missing", que es lo que siempre me acababa diciendo Matthew, su compa�ero de
piso, cuando le llamaba por tel�fono (despu�s de meses de trabajo e insistencia
logr� que me diera un tel�fono de contacto). Fui al m�dico sola, me hice las
pruebas sola, lo decid� sola porque estaba sola pero le quer�a. Y me daba lo
mismo todo lo que no fu�ramos nosotros. Mientras transcurr�a el embarazo plane�
que vendr�a a vivir conmigo como si fuera mi marido, ya que en donde yo viv�a no
nos conoc�an y no ten�an por qu� saber que �ramos hermanos. Sin embargo... nunca
ha regresado. Y cuando le escrib�, medio indignada medio hundida porque un
accidente me caus� un aborto bastante traum�tico, me respondi� enseguida, cosa
rara en �l, como si nada, comentando que hab�a decidido iniciar una relaci�n con
Matthew. Hubiera querido escupirle, pero me limit� a no volver a escribirle. Y
todo dej� de tener sentido para m� y s�lo quer�a que los d�as fueran pasando y
punto.




*




S�lo ahora me doy cuenta de lo poco que me quiso y de lo poco
que materialic� mi amor por �l. Y tambi�n es ahora cuando comprendo por qu� �l
nunca pudo quererme. Me quiso como una hermana y no como a una mujer. Me hizo el
amor como a una hermana, y no como a una mujer a la que amase. �l no pod�a
amarme porque no pod�a amar a ninguna mujer, pero �l mismo no lo supo hasta
mucho tiempo despu�s, cuando se hart� de que Matthew le recriminase
cari�osamente su poco cari�o hacia m�, su hermana. Matthew no sab�a lo nuestro,
por supuesto. Mi hermano siempre le ocult� casi todo acerca de su vida, con gran
sorpresa de mi parte. Descubr� un Jean que no conoc�a, un Jean que era
imaginativo y cari�oso en el sexo y muy discreto, reservad�simo con su vida
privada, e incluso con la no tan privada. Ahora veo el por qu� de sus silencios,
de sus negativas a llamarme, a escribirme. Pens� que era una intromisi�n
insoportable en su vida. De pronto, cambi� y necesit� ser absolutamente libre, y
si cualquier cosa, cualquier detalle, le hac�a sospechar que alguien pretend�a
controlar su vida, entonces se cerraba en banda y se convert�a en fr�o m�rmol.
Por eso, cuanto m�s le echaba en falta yo, menos me correspond�a �l. No quer�a
saber nada de m� si eso implicaba la supuesta p�rdida de su libertad. La verdad
es que, entonces y ahora, me daba la triste impresi�n de que se comportaba como
un ni�o que huye de sus responsabilidades con malos disimulos. Jean es dos a�os
mayor que yo, pero cuanto mayor se hac�a, m�s ni�o me parec�a. El Jean del que
me enamor�, un Jean de 17 a�os, era un Jean sensato, responsable, maduro,
reflexivo y sobre todo sereno. Sab�a en todo momento lo que ten�a que hacer, no
perd�a la calma, transmit�a esa sensaci�n de seguridad que dan algunas personas
mayores a los ni�os de "tenerlo todo bajo control". Sin embargo, eso mismo le
hac�a ser muy poco imaginativo y un tanto r�gido de pensamiento, al contrario
que yo. Y se trasluc�a en el sexo. Hacer el amor con �l era agradable, y �l era
muy cari�oso, pero nunca me proporcionaba la explosi�n de placer ni toda la
voluptuosidad que siempre esper� en vano. Por mucho que lo intent�, no consegu�
que cambiara de costumbres, de posici�n, de t�cnica. No ve�a ninguna necesidad
de ello, y si me quejaba me preguntaba. "�Pero t� me quieres?". Jean ten�a ese
defecto, ese ego�smo frustrante, que sigui� teniendo despu�s, incluso cuando
cambi� tanto que ya no le reconoc�a. Pero yo le quer�a demasiado como para
quejarme, y me conformaba porque de hecho lo �nico que me interesaba era poder
estar junto a �l, dormir abrazada a su cuerpo joven y fuerte y olerle durante
toda la noche.



La primera vez que hicimos el amor fue al d�a siguiente de
cumplir yo los 15 a�os. Era domingo y hab�amos ido a la playa con nuestra
familia. �l nunca ven�a a la playa porque se sent�a demasiado mayor como para ir
en familia a ning�n lado, pero ese d�a hizo una excepci�n porque se lo supliqu�
como regalo de cumplea�os. Accedi�, y durante el trayecto estaba tan emocionada
y agradecida que no pronunci� ni una sola palabra. �l dormitaba a mi lado, en el
asiento trasero del coche que conduc�a mi padre.



En la playa, le ret� a una carrera nadando, sabiendo que a �l
le interesar�a, porque el ejercicio y el deporte le gustaban. Me lanc� al mar y
�l me vino detr�s, dando largas y fuertes brazadas. Yo, cansada, me detuve a
esperar que me alcanzara, lo que sucedi� de inmediato. Pero cuando me gir�, me
vi sola en el agua. Unas manos me agarraron de los tobillos y me hund� agitando
los brazos, sorprendida. Me enfad�, y cuando pude volver a la superficie de
nuevo me puse a nadar con energ�a de vuelta a la playa. �l me alcanz�,
divertido, ri�ndose de mi expresi�n enfurru�ada, y me retuvo cogi�ndome el
brazo. Me debat� in�tilmente para que me soltara, y cuanto m�s me agitaba, m�s
se re�a �l. Al final, cansado del juego, me solt� despu�s de arrancarme la parte
superior del bikini. Mis pechos, descubiertos, se ve�an de un blanco lechoso y
flotaban en el agua. Eso le hizo gracia y empez� a sopesarlos, dentro y fuera
del agua, para ver si pesaban mucho o poco. Sin darse cuenta de lo que hac�a, me
los bes� y chup�, comentando el buen sabor que les daba el agua salada. Yo,
empujada contra �l por el oleaje, que empezaba a ser m�s fuerte, pude notar su
erecci�n. Me asust� y record� que en la playa nuestros padres pod�an estar
viendo algo raro en nuestro comportamiento, y le dije que deb�amos regresar.
Accedi�, pero cuando salimos del agua su erecci�n persist�a, aunque atenuada. Yo
misma me empec� a sentir tremendamente excitada, y lo �nico que se me ocurri�
fue abrazarme a �l y no soltarle en todo el trayecto de regreso a casa.



Esa noche, a medianoche, me levant� sin hacer ruido y me met�
en su habitaci�n. Dorm�a, o eso me parec�a, y me met� en su cama para volver a
notar su calor. �l, sin pronunciar palabra, se incorpor� de pronto y,
agarr�ndome con fuerza, me coloc� bajo �l, me bes�, me acarici�, me chup�, y yo
se lo permit� porque seguramente era lo que esperaba de �l. Y con brutalidad me
abri� las piernas, me subi� el camis�n, me arranc� las bragas. Ahora,
recordando, creo que fue pr�cticamente una violaci�n, pero entonces yo no lo vi
de esa forma.



Yo me dej� hacer porque le quer�a y �l se introdujo en mi
cuerpo en silencio, haci�ndome da�o, sin demasiada consideraci�n ni
preliminares. Despu�s me pregunt�, con esa ingenuidad de la edad, si seguir�a
siendo o no virgen, porque no parec�a haber sangrado, a pesar del dolor que
sent�, que tampoco fue tanto como hubiera esperado. Volv� a mi cama, y por la
ma�ana vi una gota de sangre seca, s�lo eso, en el camis�n.



Por favor vota el relato. Su autor estara encantado de recibir tu voto .


Número de votos: 0
Media de votos: 0


Si te gusta la web pulsa +1 y me gusta






Relato: El bibliotecario (1)
Leida: 237veces
Tiempo de lectura: 30minuto/s





Participa en la web
Envia tu relato







Contacto
Categorias
- Amor filial
- Autosatisfacci�n
- Bisexuales
- Confesiones
- Control Mental
- Dominaci�n
- Entrevistas / Info
- Erotismo y Amor
- Fantas�as Er�ticas
- Fetichismo
- Gays
- Grandes Relatos
- Grandes Series
- Hetero: General
- Hetero: Infidelidad
- Hetero: Primera vez
- Intercambios
- Interracial
- L�sbicos
- MicroRelatos
- No Consentido
- Org�as
- Parodias
- Poes�a Er�tica
- Sadomaso
- Sexo Anal
- Sexo con maduras
- Sexo con maduros
- Sexo Oral
- Sexo Virtual
- Textos de risa
- Transexuales
- Trios
- Voyerismo
- Zoofilia


Encuestas

Afiliados



























relatos eroticos repetidorrelato porno primer anal de hetero con transexualCosquillas con la chiquilla de al lado Relatos eroticosShhh no te va a doler relatos bdsmrelatos cojiendo hija putitarelatos eroticos mi mama maribelrelatos pornos bautizando una chiquitarelatos porno la ni�era me da nalgadasla bebe de mi hermano xxx relatomi sobrina y nuestro secreto relatos calientes/relato18417_Mi-precoz-vecina.htmlRelatos porno amor filial descubri a mi hija bdlol.rurelatos coger culo muchachitoparma-build.ru novio de madre hermana hijorelatos porno mi bikinisite: parma-build.ru localrelatos xxx se le cae la baba a mi padrerelatos de me coji a mi prima y le dolio muchoRelatos eroticos incesto hijaparadita solo le sube la falda y le hace a un ladito el bikiniparma-build.ru olor a culoRelatos porno de amor filial la rajita de mi madrePorno relatos esposa mamadora vergas gigantesrelatos eróticos vagabundorelatos eroticos descubri q ami hijale gustaba exhibirse 5relato un dia lluvioso enla cama conmi sobrinitarelatos eroticos revente el coñito de una pequeña nenarelatos coji a cerdaxxx relato gay sexo en la tinaMi inaudita vida (02) incestuosa relato eroticorelato cojiendo mamáMi tio solito relato erothicorelatos eroticos gay treceUn relato de una rica panochita chiquita y sin pelospadre hija amantes relatosite: parma-build.ru orgiaLa nalgona de mi hijita laurita relatos pornorelatos de incesto porno xxxxmi princesaparejas metiéndose mano en el parqueRelatos porno con mi abuelopecado site:parma-build.ruchiquito site:parma-build.rupechitos de mi sobrinita relato incedtorelatos gay con mi vecinito menornariz en el culo parma-build.rurelatos xxx baila para "exitarlo"Relatos de sexo un travesti y mi mujerparma-build.ru nacidarelatos eroticos por el culo carajitaRelatos porno amor filial mi hija de 11 bdlol.ruRelatos porno amor filial mi vida de soltero bdlol.rurelatos eroticos paseaba boxerabre la boquita primita relatosrelato erotico anal 10relato ertico buscando quien me prenecuentos eróticos : La estudiante hermosa,Anais y ....relato porno meteme la vergacoji nena relatoRelatos eroticos de sexagenarias calientes con nietosnobia boliche reñato cornudomaestro de internado para señoritas relatos porno/relato6451_Ely-y-la-fiesta-de-Halloween.htmlRelato erotico zoofilia nenarelatos er�ticos sapallo grandes chiqita mama delicioso relatos erotikosrelatos mi hijo me vio en tangala inocente Ara pachondorelatos eroticos repetidorrelatos porno gay mi papa me vendio y me cojenRelato erotico Soy mamá prostitutaparma-build.ru bucaramangarelatos eroticos yo tan educada y no podia creer lo que deciaPorno relato descuvri a mi pequeña hija 2 jorange.ruTangas sucias de familiaresrelatos de amor filial enseñando a mi sobrinita a manejarPorno relato amor filial de buelta en la finca jorange.rualos 9 me cogieron relatos pornosPorno relato mi linda esposa 1 jorange.ruparma-build.ru gay padrastro hermanarelatos eroticos una nena se metió a mi casa por naranjassexo sin tabues amor filialrelatos eroticos primaria falda 9 aniosrelatos pornos suegra y yerno juntos por la vergota sircunsidadala pilarica relatos eroticoscogiendoamiermanarelatos xxx preste a mi esposarelatos gay con mi medio hermano menorrelatos porno la cogimos entre todossolo le meti la punta anal no aguanto mas relatorelatos eroticos la nena me la puñetea bienrelatos me coji a nietaAmordazada relato xxxrelatos verdes xxxmi pequeña sobrina 1/relatos eroticosrelatos la primera vez que lo ise con mi hija deocho añosrelatos porno albañilesRelato incesto vacaciones mamá xxx