Relato: Gabrielita gana su a�o



Relato: Gabrielita gana su a�o

Amigos, estoy de nuevo con ustedes para ofrecerles hoy la
historia de Gabriela, una dulce, angelical y tierna ni�a de escasos doce a�os y
que vivi� su primera experiencia sexual con un profesor que abusando de su poder
y la ignorancia de ella logr� el cometido de desflorar a esta hermosa ni�a.


Gabriela es una hermosa ni�a que como dije al comienzo posee
un rostro angelical, dulces y finas facciones y que a pesar de su corta edad
posee un bonito cuerpo entre esbelto y robusto, lo que hace que su edad parezca
mayor, pero que nos hace caer en la tentaci�n de estar siempre acompa�ados de
este tipo de ni�as dulces, tiernas, finas y bonitas, de cabello hasta los
hombros negros y lisos, mirada hermosa, bellos labios, facciones delicadas y un
color de piel trigue�o claro y de conservada manera de ser abierta e ingenua a
la vez.


Gabriela, por ser hija �nica, siempre ha gozado de todos los
lujos y dedicaci�n que sus padres pueden darle, a pesar de ser una familia de
clase media, y por esto siempre ha estudiado en los mejores colegios que sus
padres, trabajadores ambos, pueden proveerle.


A la edad de 12 a�os Gabriela cursaba el segundo a�o de
educaci�n media, y aunque era una estudiante con un promedio mas o menos alto,
las dificultades entre sus padres, que afrontaban una posible separaci�n debido
a una infidelidad de su padre y descubierta por su madre, hizo que ella aflojara
en su rendimiento escolar y que no comentara nada en su casa para evitar mas
problemas para ellos y la esperada decepci�n que esto causar�a.


As� que en cuanto estuvo cerca de finalizar su ultimo periodo
escolar y al enterarse de que su promedio en matem�ticas era insuficiente, se
desesper� y hablo con una amiga muy cercana de su sal�n, con el fin de que
intercediera ante su profesor, ya que era muy amiga suya y pod�a ayudarle a
salir de este trance tan dif�cil en el cual se encontraba.


Pero al hablar su amiga con el docente, este aprovecho la
situaci�n para lograr el cometido de poseer a la tierna ni�a que desde que la
conoci� el primer d�a de clases en su sal�n de segundo a�o deseo y le pareci�
inocente e ingenua.


Entonces el profesor, fingiendo solidaridad con Gabriela le
dijo a su amiguita que fuera ella sola a su oficina para poder charlar mas
privadamente con Gabriela y poderle ayudar para que ella no perdiera su materia
y afectara esto su rendimiento escolar.


As� que luego de acordar la cita en su oficina esper� ansioso
el momento en el cual ella aparecer�a y de manera sutil y enga�osa la recibi� en
medio de gestos de cordialidad y con efusiva gala de solidaridad y de
disposici�n a ayudarle y a estar de su parte.


Cuando Gabriela entr� a su oficina el profesor Ernesto la
hizo seguir y le brind� algo de beber y de comer, tratando de ser cordial y de
que ella tomara confianza, sinti�ndolo como el profesor que la entiende, la
comprende y est� siempre dispuesto a brindarle su ayuda, pero que con disimulo
la observa con lascivia y lujuria y que sabe que urdiendo su plan con perfecci�n
y con su vasta experiencia, puede darse el mejor de los banquetes carnales que
desea y que no muy regularmente se da, eso si, con la salvedad de que al
contemplarla y tratarla un poco descubre el rubor y la pureza que a gritos se
destacan en esta hermosa ni�a en flor.


El profesor Ernesto es un se�or que frisa los 40 a�os,
robusto, de aspecto tosco y vulgar y que goza entre sus alumnos la mala fama de
ser una cuchilla, como se dice en el argot estudiantil, y que posee la fama de
chantajear y abusar del poder sobre sus alumnos, quienes aguantan al igual que
los dem�s docentes de este profesor, debido a su larga trayectoria en el colegio
y porque, adem�s es socio propietario del mismo, lo que ignora Gabriela, quien
aunque no sabe, fue manipulada por su amiguita, ya que desde que habl� con el
profesor, este le propuso que si lograba tener en su poder a su ni�a, le
ayudar�a para que ella culminara con �xito su a�o escolar que decepcionaba, y
que solo con su ayuda lograr�a sacar adelante, lo cual acept� con la promesa de
que �ste no la delatar�a con Gabriela y se hiciera el inocente.


Despu�s de un largo rato en el que Gabriela se sinti� un poco
incomoda al percatarse de que su profesor no dejaba de observarla con cierto
sentido raro para ella, este le propuso de que la �nica manera efectiva de
ayudarle y la mas justa, seria unas clases particulares en otro sitio, con el
fin de, seg�n �l, evitar los malos comentarios y la sospecha de que s�lo ayudaba
a una preferida entre sus alumnos.


Despu�s de acordar fecha, lugar y hora su profesor espero con
ansiada intranquilidad la hora de que la ni�a estuviera a solas con �l para
lograr sus bajos prop�sitos y cuando ella lleg� sola a su apartamento, seg�n lo
acordado, su cara se lleno de alegr�a y su esp�ritu se renov� ante la miserable
idea de tenerla para satisfacer su insana pasi�n, alimentada por los comentarios
de su amiguita que le cuenta de sus intimidades, las cuales son pocas en verdad
por su ingenua y muy cuidosa forma de vida que sus padres le dan, basada en una
educaci�n recta y rodeada de inocencia y virtud, confirmando por boca de su
amiga de que ella es virgen, lo que hace que ya la idea de poseerla se convierta
en una obsesion.


A Ernesto no le queda dif�cil estar a solas con ella, pues
seg�n previo acuerdo con su amiguita ella le llevar�a a donde �l, fingiendo ir a
una biblioteca a realizar una tarea que le consumir�a mucho tiempo, lo que no
hace sospechar a sus padres, pues es com�n en ella que, dedicada a sus estudios,
haga con frecuencia estos trabajos.


Despu�s de un largo rato en el que �l le ense�a, aunque de
manera dificultosa para poderla confundir y hacerle ver su materia mucho m�s
dif�cil de lo que en realidad es, decide hacerle una peque�a evaluaci�n, la cual
como cosa l�gica pierde, ella se desespera y sufre de impotencia ante su
decepcionante papel de estudiante, lo que aprovecha su profesor para poder
ablandarla.


-Vea Gabriela, yo creo que usted no va a poder pasar su a�o
pues encuentro demasiadas dificultades para comprender y poder ganar la
materia.-le dice �l aprovechando el momento de confusi�n y desconsuelo que
observa en la indefensa adolescente.


-Por favor, profesor, ay�deme que no quiero perder mi a�o, y
m�s ahora, que tengo tantas dificultades.-le dice ella lloriqueando y compungida
ante su dif�cil situaci�n.


-Gabrielita, yo le quiero ayudar pero no puedo, porque es un
favor muy inmenso de grande el que tendr�a que hacerle para no levantar
sospechas entre sus compa�eros y adem�s le va a costar muy caro.-le dijo el
profesor al observarla at�nita y decepcionada consigo misma.


-Profesor, a mi no me interesa cuanto tenga que pagar, pero
solo le digo que no tengo plata y que no puedo pagarle, pues mis papas no saben
que yo estoy perdiendo mi a�o y no quiero que ellos se decepcionen de mi.-le
dijo.


Entonces su profesor aprovechando su debilidad y de que se
encuentra en un indefenso momento, se aproxima a la ni�a fingiendo ser su amigo
y de que solo quiere consolarla, y acerc�ndose a sus espaldas le toma por los
hombros y se acerca con cautela.


�l la abraza tiernamente, acaricia su cara y sus cabellos en
forma cari�osa, siendo tomada esta actitud por ella como de fraternal amor, pero
se asusta cuando siente que la estrecha mas a su cuerpo, y que abraz�ndola por
detr�s la repega a su cuerpo, haciendo que ella sienta que su entrepierna se
pega a sus caderas y que nota la dureza de algo que palpita en su pantal�n y que
ella ignora y desconoce hasta entones.


Cuando ella trata de repeler su abrazo ya asfixiante �l la
toma a la fuerza y cogiendola de sus caderas la apret� mas, causando en ella
cierto miedo y verg�enza a la vez, lo que hace que le rechace y de un fuerte
empuj�n lo aparte de s�.


-Tranquila Gabrielita, que no le voy a causar ning�n da�o y
solo quiero que se sienta bien y que le ayude a pasar su pena, que si me hace
caso y me colabora yo le ayudo con su materia y puede pasar su a�o sin que nadie
sepa nada.-le dice ya con la cara un poco descompuesta y ansiosa mirada que la
esculca, la seduce y que siente que la desnuda al contemplarla de pies a cabeza
con mirada tosca y morbosa.


Gabriela trata de luchar para separarse de el que le repega
con fuerza y hace que ella sienta que sobre sus nalgas algo crezca con dureza.


Ella asustada trata de escapar, pero �l le retiene y le dice
que si ella no accede a sus pretensiones fracasara en su intento de culminar con
�xito su a�o escolar, lo que le hace pensar y ceder ante las insinuaciones
insistentes de �l, que le hacen comprender que en realidad la tiene en sus manos
y que aunque dolorosamente no quiera aceptarlo, no tiene otra forma mejor de
pasar a un grado superior.


Ahora que �l siente que la tiene a su merced y de que ya no
pelea con tanta resistencia, el se acerca lentamente y abraz�ndola por su
espalda le dice que solo le v� a mostrar una suave manera de despertar a algo
desconocido hasta entonces para ella y que si se relaja y se deja guiar promete
no hacerle da�o y que a cambio le satisfacer� gratamente cuando �l termine de
lograr el prop�sito que para ella tiene.


Ella siente un gran miedo a medida que sus manos bajan por su
cara, que asqueada siente que su cuello es besado por su ansiosa boca, que sus
manos lascivas y emocionadas buscan abrir las tiras que sostienen su blusa y
cree que no puede aguantar mas cuando su casto pecho es tocado por primera vez
por una tosca caricia, y que su babosa boca besa su cuello, mientras su brassier
es invadido superficialmente por la ansiosa mano que acaricia la suave carne de
sus juveniles y p�beres senos.


La expectaci�n, el temor y el desespero aumentan al sentir
que sus corpulentas manos bajan febrilmente por su abdomen por debajo de su
peque�a blusa, y que aunque al principio trat� de defender su intimidad, ante la
insistencia y la fuerza de el macho, su peque�a falda es levantada para dejar al
descubierto unas lindas piernas que son acariciadas con fervor y pasi�n por su
profesor que goza con la indefensi�n de su victima.


Sus suaves y tersas piernas al igual que sus provocativos
muslos son ahora el centro de atenci�n de su febril ataque. Su morbosa mano
recorre palmo a palmo su tiernos y juveniles muslos, deleit�ndose con la
sensaci�n que deja en su ansioso cuerpo, y hace que la ni�a empiece a llorar al
subir con suavidad su mano y toque con pasi�n y ansiosa desesperaci�n sus
genitales, que ella trata de defender a toda costa, pero �l la atenaza, la
aprieta y la domina recost�ndola sobre la mesa que esta a su lado y deleit�ndose
metiendo con fuerza su mano por entre su pantie y logrando bajarlo un poco,
mientras le retiene su mano, para palpar con total libertad su vulva y sus
indefensos labios vaginales, los cuales trata de penetrar mediante la acometida
de su dedo feroz y cruel que trata de invadir con violencia el tesoro virginal
de Gabriela tan celosamente guardado.


Cuando ve que su lucha es in�til y que solo con ello logra
incentivar mas su ataque, decide cambiar de postura y decide mas bien suplicar
que luchar, lo que hace que por un momento el parezca reaccionar y que ella
piensa que el ya no tratara de poseerla a la fuerza.


Gabriela entonces es sometida mas cari�osamente y mediante la
promesa de que no le va a hacer da�o, es llevada a la cama, donde Ernesto se
sienta a su lado, sin descuidarla y quedando bajo su dominio, el cual espera
lograr mediante enga�os y lascivas palabras de comprensi�n y afecto.


Una vez que comprueba que ella est� a su entera disposici�n
renueva su ataque en forma sutil primero, pero a medida que le domina, le
recuesta con fuerza a la cama y con sus torpes manos levanta su falda y abre su
blusa y sus senos saltan por encima de su peque�o brassier, quedando expuesta a
la libre caricia de sus labios, y tom�ndola por sus piernas las separa con
fuerza y una vez que logra montarla arranca de su cuerpo su pantie, e
introduciendo con fuerza sus piernas entre sus caderas separa con �mpetu sus
muslos, mientras �l con desespero desabotona su pantal�n y bajando su cremallera
y su pantal�n hasta un poco mas debajo de sus caderas toma a Gabriela por sus
piernas y su hombros, la cual no sabe lo que dolorosamente esta a punto de
recibir en su virgen cuerpo, pues ignora que el miembro inmenso y erecto de el
se acerca para consumar la posesi�n de su honor de ni�a.


Cuando con fuerza sus muslos son separados siente que una
barra caliente de carne intenta penetrar entre sus labios vaginales que son
feroz y dolorosamente separados por la punta de algo duro, grueso y que parece
que labrara un doloroso camino hacia el interior de su adolescente cuerpo.


Ella llora, lucha, patalea con la fuerza de su joven ser,
mientras que el viejo siente y comprueba mediante la dificultosa penetraci�n de
su inmensa verga la feliz comprobaci�n de su inocente estado virginal mientras
que su verga de hombre mayor penetra y arrastra con su imponente ataque la
inocencia de la ni�a y que desgarra con furor y con deliciosa dicha el himen de
Gabriela.


-Ahh, ahgggg que bien me sientooooo.- gime desesperado
mientras que toda la fuerza de su ser y de su cuerpo se concentra en su
virilidad que se abre paso por entre los suaves labios vaginales de su inocente
alumna.


-Ayyyyy, por favor, tenga piedad y s�queme eso que me esta
doliendo mucho.-llora y suplica ella al sentir que su caliente miembro la parte
y separa sus entra�as.


Al sentir que su interior se separa en forma despiadada y
tortuosa trata de pelear, de rechazarlo y expulsarlo de su cuerpo, lo que logra
incentivar mas al macho que la monta y la subyuga, que por primera vez la posee
y la hace suya, dejando el infinito sabor de victoria y maldad en su esp�ritu,
lo que le hace aguijonear a la ni�a con mas fuerza y decisi�n, pues el
arrobamiento y el cl�max de su orgasmico placer consumado poco a poco lo lleva a
incre�bles oleadas de placer que recorren desde su mente a trav�s de toda su
columna vertebral y con visceral fuerza se descarga en la punta de su gran
miembro que invade, ausculta dolorosamente de manera invicta el interior de la
mas bella ni�a convertida ahora poco a poco en mujer por �l, que se siente que
su descomunal ataque artero hace creer en �l que se funde en las entra�as de su
p�ber cuerpo que dolorosamente se abre y lo recibe palp�ndolo palmo a palmo en
su interior caliente y h�medo por su semen, su sangre virginal, su carne
lacerada y su ardiente recodo interior.


Su verga vibra en el atormentado cuerpo de la ni�a, que
siente que se va a partir en dos al recibir su grueso y acerado miembro erecto y
ensanchado a mas no poder, mientras que su ansiosa y babosa boca besan y muerden
su cuello, sus senos y sus labios de ni�a, hasta que un sonoro grito y un
movimiento desesperado de su cadera que empuja su grueso y largo pene en el
interior de Gabriela, que tiembla, que siente el palpitar de su virilidad al
cabalgarla y siente que su eyaculaci�n ba�a el �tero de la desvirgada ni�a y
llena con su espeso y c�lido semen cada rinc�n de sus entra�as, las cuales
descansan un poco al sentir que el vigor y el grosor de su verga descarga
oleadas de esperma que son acompa�adas por un rictus de placer y de bastante
gozo.


Cuando el macho hab�a consumado la desfloraci�n despiadada de
Gabriela, se dedico a tratar de consolarla, dici�ndole que sacar�a la mejor nota
y que le dar�a tambi�n un premio a su colaboraci�n, pues aunque �l inicialmente
no quer�a hacerle, da�o su deseo reprimido y sus ganas de saciar tan sucios
instintos pudieron mas sobre su raz�n y su cordura.


Gabriela call� lo que sucedi� por un tiempo, y ante el
doloroso trauma sufrido con su profesor, luego lo denuncio por recomendaci�n de
otra compa�era que le aconsej�, pero que no surti� mucho efecto pues �l aleg�
que ella fue a buscarlo a su casa y que lo tent� para poder ganar su materia.


Luego ella se cambio de casa y de colegio, mientras que su
profesor fue suspendido por un corto tiempo, y ahora est� de nuevo haciendo sus
fechor�as y gozando con los tiernos y juveniles cuerpos que logran caer en su
poder.


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