El Abismo, un c�mulo de ca�ones cubiertos de bruma habitado
solo por los seres m�s depravados y malignos de la creaci�n, el destino de los
peores ejemplos de almas mortales y el hogar de los m�s viles de entre los
demonios. Aqu�, en la inescrutable red de precipicios convulsos y negros que
formaban la topograf�a de esta dimensi�n, se desarrollan batallas tit�nicas
entre los mal�ficos se�ores del caos que luchan unos contra otros en un eterno
conflicto para soportar el infinito encarcelamiento al que est�n condenados.
En alguna que otra ocasi�n, uno de los siervos de estos
grandes demonios en convocado por alg�n mago o sacerdote insensato del plano
material, permitiendo a la criatura alg�n tiempo de incomparable goce,
destruyendo y cosechando la muerte entre los mortales. Sin embargo, los grandes
males de este lugar rara vez consiguen un acceso a la realidad donde pueden
desatar el castigo que es su naturaleza sobre los habitantes d�biles y pat�ticos
que pueblan los otros mundos.
Pero en una de las incontables cuevas y grutas de esta
dimensi�n, una de las m�s poderosas reinas de los demonios prepara un plan para
erguirse por encima de los mortales y de sus hermanos. Bien protegida por un
ej�rcito de menores criaturas del mal, Ashzra se ha levantado con la victoria
contra uno de sus muchos rivales, Laarthum, un poderoso demonio vamp�rico. Con
esta victoria, la reina de la perversi�n no ha ganado solo el poder de su
enemigo sino que adem�s ha obtenido un artefacto de no poco valor con el que
podr�a conseguir una entrada al plano material.
En su trono de obsidiana, Ashzra repara el da�o hecho a su
hermosa anatom�a, curando con todo cuidado las heridas que la reciente lucha han
abierto en su brillante piel verdosa y limpiando los co�gulos de sangre que
enmara�an su pelo plateado. Ella es una s�cubo, una encarnaci�n de la lujuria
humana y, como tal, su arma m�s letal es su belleza, la perfecta proporci�n de
sus rasgos, su rostro anguloso, su cuerpo totalmente esculpido como una obra de
arte y las insinuantes y provocativas curvas de su carne.
Se mira en un espejo de metal sujeto por un elaborado marco
negro con motivos de ara�as y eval�a el agravio hecho a su normalmente impecable
aspecto. Sus alas, enormes en comparaci�n con su cuerpo, se abren con orgullo y
la diablesa observa su desnudez como quien comprueba el estado de una
herramienta. A�n tiene varias cicatrices en el hombro y en el torso pero
desaparecer�n sin dejar marca alguna en poco tiempo y el entumecimiento que
agarrota una de sus piernas ser� solo temporal. La lucha hab�a tenido un alto
coste en dolor por ambas partes pero ella hab�a sabido sobreponerse a su rival y
hab�a devorado ya, con gran placer, el coraz�n de Laarthum frente a su cad�ver
casi descuartizado.
Juguete� en su mano izquierda con un peque�o abalorio con
forma de calavera de marfil y con dos rub�es centelleantes en las cuencas de los
ojos, esa era la llave de su �xito, con ese colgante arrebatado del cuerpo a�n
caliente de su enemigo podr�a romper cualquier protecci�n que un mago pudiese
colocar. Y Ashzra sab�a que no tardar�a en ser convocada, hab�a enviado ya a
otra s�cubo, mucho menos poderosa, a trav�s de un portal entre los planos para
tentar a un hechicero que osaba usar a las diablesas como su har�n particular. A
Ashzra no le molestaban las atenciones lascivas de los humanos pues eso era para
lo que exist�a. Pero la insensata sensaci�n de poder que aquel idiota tendr�a
que tener para llamar a una s�cubo, a�n una menor, y acostarse con ella, era un
grado de estupidez que a la reina de la perversi�n, uno de los seres m�s
inteligentes y maquiav�licos de la creaci�n, le resultaba ofensivo. A�n m�s
ofensivo era el hecho de que precisase de un ser tan despreciable para entrar en
el mundo mortal. Aquel mago pagar�a muy cara su osad�a, se dijo. Incluso si, por
su propia diversi�n, se entreten�a jugando con �l lujuriosamente, le dar�a una
muerte muy lenta.
Continu� admirando la notable mejora de su estado en el
espejo mientras deleitaba su mente con planes para el tormento final que dar�a
al humano. De pronto, sinti� un desplazamiento a su alrededor, su enviada sin
duda hab�a conseguido convencer al mago. Al poco, un reluciente portal de luz
roja apareci� ante ella. Hizo un gesto con la mano y varias prendas de ropa del
negro m�s absoluto se materializaron sobre su cuerpo, tapando apenas sus
encantos. Se asegur� de esconder el amuleto en el escote y atraves� el pliegue
dimensional.
Apareci� en una gran sala circular de paredes blancas, en el
centro de un altar en forma de pent�gono con cinco pedestales en las esquinas en
los que se apoyaban cinco globos de cristal azul claro. Ashzra no hab�a estado
en el plano material desde hac�a eones pero sospech� que aquella c�mara de
invocaci�n no era la propia de un mago que se dedicaba a invocar demonios para
satisfacer sus instintos. En la sala hab�an otras dos personas, una de ellas un
humano joven con el pelo corto y oscuro y con dos ambiciosos y grandes ojos
canelos vestido con una rica t�nica a�il. La otra persona era su enviada, otra
s�cubo, desnuda y acostada en un camastro revuelto, la diablesa mostraba una
sonrisa so�adora y miraba con complicidad a Ashzra. Ella la ignor�, miraba al
mago mientras este se concentraba para cerrar el portal. El hechicero parec�a
confiado a pesar de que ten�a a dos demonios de no poco poder junto a �l.
-�Qu� quieres, mortal? Tu tiempo es para mi un parpadeo en la
eternidad. Pat�tica criatura, dime lo que deseas y no vuelvas a importunarme.
�Habla antes de que te descuartice!
El t�pico discurso que todos los demonios sueltan al ser
invocados. Sin embargo, la malvada Ashzra se relami� por dentro ante la idea de
que era el primer ser con el que se encontraba el hechicero que de verdad estaba
en posici�n de cumplir sus amenazas.
El mago respondi� con voz melosa y complacida, arrastrando
las s�labas y divertido:
-Esto es por lo que me gustan las de tu ralea, demonio, por
que sois realmente ofensivas, sin duda ser�s una compa��a agradable.
Dicho esto, se concentr� unos segundos y realiz� unos gestos
determinados. Un portal apareci� en un extremo de la sala y el mago hizo un
gesto a la otra diablesa para que se marchara. �sta dedic� un gui�o lascivo a
ambos y desapareci�. Luego, el humano invoc� de nuevo su magia y una runa de
control apareci� en la frente de la reina demonio, doblegando su voluntad y
oblig�ndola a obedecer los designios del conjurador.
Ashzra intent� durante unos instantes oponerse a la magia
pero, como siempre, el poder no le permiti� liberarse y la runa permaneci�
brillando desafiante.
-Ven a m�.-dijo el mago tras disipar la barrera m�gica que lo
separaba de la s�cubo.
La diablesa tuvo que obedecer y camin� lentamente hacia �l,
moviendo sus piernas con pasos contoneantes que resaltaban la belleza de su
cuerpo.
-Desn�date-continu�.
Ella s�lo tuvo que parpadear para que toda la ropa
desapareciese. Sonri� con lujuria mientras se acercaba. El mago admir� su cuerpo
desnudo y pos� una de sus manos sobre el pecho de Ashzra, tentando su carne con
sus dedos finos. Ella se dej� hacer mientras su invocador se desvest�a
apresuradamente, revelando un cuerpo que a cualquier mujer le hubiera resultado
atractivo pero que a la diablesa no despert� ning�n inter�s.
-�chate- orden� se�alando el camastro.
La diablesa se pregunt� si deb�a atacar ya o seguir jugando
con �l. No, se dijo, continuar�a con aquello para darle al mago una peque�a
recompensa por liberarla en el plano material, antes de revelarle el secreto de
su perdici�n. Se acomod� en el colch�n, extendiendo sus alas sobre las s�banas y
lo mir� expectante, se llev� una mano a la cara y pas� con lasciva lentitud la
punta de su lengua desde la base del pulgar hasta el extremo del �ndice. �l no
tard� en ponerse de rodillas sobre ella, mostrando su miembro con orgullo y la
penetr� salvajemente, con un gru�ido. La diablesa solt� un ronroneo de placer
mientras el humano saltaba sobre ella. Las sensaciones que le daba el acto eran
pobres pero, a�n el dolor provocado por el rudo humano era un torrente de
delicias para un demonio de su naturaleza siempre que fuera infligido por la
lujuria de un mortal. As� pues, la s�cubo se deshizo en gemidos mientras su
cuerpo y su mente se llenaban de la perversi�n que dominaban aquel alma,
propiciando un placer desconocido para cualquier otro ser. Rode� con sus alas la
espalda del mago y lo empuj� hacia s�. El orgasmo del hechicero lleg� pronto,
impulsado con fuerza por los gritos complacidos de la diablesa y por la caricia
�spera de sus alas.
A�n chorreando su esencia, el mago se retir� jadeando y
lanzando espasmos blanquecinos que Ashzra se apresur� a tomar y beber como el
m�s dulce de los n�ctares: el jugo de la desidia humana. Agotado, el invocador
se alej� tambaleante hacia otra cama.
-No te levantes, te mandar� de nuevo a tu plano cuando
despierte.- dijo con desprecio, como muestra final de triunfo sobre un ser de
mucho m�s poder que �l.
El hechizo de control era perfecto as� que Ashzra no se
levant� pero pos� su mano sobre la joya que apareci� en su cuello y susurr� a la
calavera unas palabras incompresibles. La runa de su frente chisporrote� con un
silbido y desapareci�.
Al o�r el ruido, el humano se gir�, mirando a la diablesa y
se percat� de que se hab�a levantado y de que, a�n peor, no llevaba la marca de
control en el rostro.
Mir� con puro terror en los ojos como la s�cubo se acercaba a
�l lenta y divertida. Vio como levant� un dedo y le hizo un ara�azo en la
mejilla. La saliva que hab�a en el dedo era una de las drogas m�s potentes de
todos los planos, as�, mientras ca�a inconsciente, oy� como una �ltima
proposici�n las palabras de la diablesa.
-Has probado las delicias del Abismo-Dijo ella mirando el
cuerpo desnudo que se sosten�a a duras penas a sus pies.-Ahora probar�s sus
tormentos.
El mago despert� mucho despu�s, la �nica ventana de la
habitaci�n mostraba el paisaje nocturno. Las grandes mansiones de la ciudad
reflejando la luz de las estrellas le hicieron creer durante unos segundos que
hab�a so�ado lo ocurrido con la diablesa. Sin embargo, su esperanza dur� poco,
Ashzra a�n estaba en la sala, en el centro del c�rculo de invocaci�n y entonando
un oscuro hechizo, de espaldas a �l. El conjurador se atemoriz�, la diablesa
estaba tomando el control del portal con su magia. Se levant� despacio de la
cama, intentando no hacer ruido y acudi� a su propio poder en silencio. Hizo
unos trazos en el aire con las manos y prepar� un potente conjuro ofensivo: de
sus dedos brot� un torrente de luz esmeralda que se estrell� con estruendo justo
entre las alas de la s�cubo, envolviendo su figura en humo sin un solo ruido por
parte de ella. Lanz� un grito de victoria y agit� un brazo en un gesto de
satisfacci�n. La expresi�n triunfante de su cara se torn� en una mueca de
incredulidad cuando el humo se despej�, revelando a la demonio con apenas una
quemadura leve en la espalda. Ella se dio la vuelta lentamente y lo mir� con una
de sus blancas y perfectas cejas alzada. El hechicero se peg� a una pared, mudo
por el asombro. Ashzra se acerc� contone�ndose a�n desnuda.
Una de sus manos se dispar� y lo levant� en peso sujet�ndolo
por el cuello y estrell�ndolo contra la piedra. Lo miraba con una expresi�n
terror�fica, sonriendo inocentemente y mostrando sus colmillos. Murmur� algo y
del muro surgieron dos brazos de roca que sujetaron al invocador por los
hombros. �l se revolvi� in�tilmente, agitando todo su cuerpo e hiri�ndose la
espalda con los salientes de la pared. Ella desliz� una mano sobre su pecho
mientras clamaba de nuevo a su magia. Descendi� hasta arrodillarse frente a su
ingle y tom� su miembro fl�cido. Con el toque de la s�cubo, el �rgano sufri� una
brusca erecci�n que hasta doli� al mago. Le hizo una herida peque�a en el pecho
con una u�a, pero esta vez no hab�a saliva, el hechicero sigui� consciente y
sudando de puro terror. Ella acerc� su rostro a su entrepierna y se introdujo el
miembro en la boca a la vez que su magia entraba, a trav�s de la herida, en el
cuerpo del desdichado. As� era el verdadero juego de la diablesa: placer y dolor
en extremos opuestos, destruyendo la mente de la v�ctima con sensaciones
indescriptibles. Mientras el mago notaba la labor de Ashzra en su virilidad,
sufrido el dolor que se extend�a por su cuerpo desde la herida, corriendo por su
sangre como fuego l�quido y quemando sus entra�as. Ella succion� con frenes�,
golpeando su cabeza contra el vientre del mago mientras se mov�a, y sin ceder ni
un �pice en la descarga de tormentos que atravesaba al humano. De pronto el
suplicio fue algo m�s que m�gico, las manos de la s�cubo se tornaron garras
afiladas que rasgaron y arrancaron la piel de su pecho, a�adiendo a�n mayor
dolor. Las costillas quedaron expuestas a los pocos ara�azos. Ashzra not� que el
miembro de su v�ctima explotaba en su boca y hundi� finalmente sus dedos entre
los huesos del hombre, atravesando y reventando con magia desatada el coraz�n.
Con un postrero grito, la cabeza del mago cay� sobre su pecho
y el cuerpo qued� all�, colgado como un grotesco adorno de la pared. La s�cubo
se relami� con el sabor de la lujuria y la sangre a�n en los labios y se alej�
del mutilado cad�ver. Mir� por la ventana y solt� una risa enloquecida que
reson� en el aire de la noche como un siniestro preludio de lo que acontecer�a
en la condenada ciudad: era libre en el plano material y dispon�a de un c�rculo
de invocaci�n �Qu� esperanza les quedar�a a los mortales? �Qu� demonio se
atrever�a a desafiarla ahora?
Continuar�...
By: Leandro.