�Por qu� no sacas la inmensa polla que dices tener y demuestras lo hombre
que eres...?
As� , sin m�s rodeos fue lo que a voz en grito exclam� Sof�a, ante los
at�nitos ojos del jovenc�simo Daniel; un chico que probablemente no llegaba a
los veinte. Sof�a se vali� de su madurez, de la experiencia que a una le dan
cuarenta y tantos a�os de aventuras varoniles. Era una mujer bien conservada,
a�n pose�a los encantos suficientes para seducir a todo aquel macho que se le
cruzara por delante. Silueta bien formada, senos redondos y bien puestos y un
trasero envidiable.
La vida hab�a llevado a Sof�a a encontrarse frente a un postadolescente, en
uno de esos arrebatos suyos, despu�s de haber colmado el chaval su paciencia. No
andaba ella para medias tintas. Sof�a miraba al chico desde su coche; no viene
al caso mencionar como se conocieron, tampoco por qu� estaban frente a frente,
pues probablemente ni ellos mismos lo sab�an. Casualidades que tiene la vida. El
caso es que el chaval, ni corto ni perezoso se dispuso a subir al coche, y Sof�a
no lo impidi�.
Media hora despu�s estaban en la puerta de su casa, ella le mir� y dijo:
Todav�a est�s a tiempo...huye o �rmate de valor, porque soy dif�cil de
complacer.
Estoy preparado para lo que sea...
Con una sonrisa en su rostro, Sof�a meti� el coche en el garaje y cerr� la
puerta. Ambos bajaron. Daniel se encamin� hacia ella, intentando besarla, pero
Sof�a lo impidi�, alej�ndose de �l.
Ve al ba�o y desn�date. La segunda puerta a la derecha. Abre el grifo de
la ducha, y cuando est�s bien enjabonado me llamas. Estar� en la cocina.
Dio media vuelta y desapareci� en la sombra del pasillo.
Daniel hizo lo ordenado por aquella mujer misteriosa pero muy tentadora. Se
desnud�, entr� en la ducha y eligi� uno de los muchos frascos de gel que ten�a
Sof�a. Uno verde, ten�a un aroma frutal.
Mientras, Sof�a preparaba y tomaba una infusi�n de manzana y pomelo, una de
sus preferidas. Ten�a la mirada perdida en la ventana. -es muy joven- pens�,
-ser� dura, pero buena con �l...-
Ya estoy listo...!
El chico estaba en la ducha, completamente desnudo y enjabonado. Sof�a entr�
y abri� la cortina; vio lo que esperaba ver, nada nuevo. Se desvisti� ella poco
a poco, dejando su ropa sobre una peque�a silla al lado del lavabo. Las curvas
de su madurez eran evidentes. Fue testigo de una t�mida erecci�n del chico,
cubierta de espuma afrutada. Sof�a se meti� en la ba�era y se puso frente a �l.
No tard� en notar que su erecci�n ya llegaba a rozar su pubis. Estaba
completamente excitada pero lo disimul� con arte.
Daniel intent� besarla de nuevo, pero ella apart� la cara, dejando que
lamiera y besara su cuello por completo. �l se balanceaba, roz�ndose a Sof�a,
acerc�ndose cada vez m�s a ella. Sof�a baj� lentamente su mano, sin prisa, y la
coloc� sobre el capullo del chico, provoc�ndole un espasmo de gusto y sorpresa.
Ten�a un bello espeso en el pubis, muy juvenil. Acarici� dulcemente su polla que
ten�a un tama�o considerable, repartiendo la espuma desde el extremo hasta la
misma base. Acariciando el bello colmado de espuma. Daniel gem�a y segu�a en el
intento por besar a la mujer que ten�a delante, pero Sof�a le rechazaba una y
otra vez. Sus labios parec�an intocables.
Cuando lo crey� oportuno, despu�s de sucesivas caricias, ella se dio la
vuelta, y apoyada en los azulejos de la ba�era, le ofreci� sus nalgas y su
h�medo co�o impaciente a Daniel. �ste comprendi�, y guiando su polla con la
mano, la introdujo poco a poco. Resbalando por sus c�lidas paredes. El co�o
empapado de Sof�a engull�a hasta m�s no poder el miembro tieso del chico. El
agua ca�a, ca�a sin parar sobre sus cuerpos; estaba templada, pero a�n as� era
inevitable el vapor que desped�a el calor. Ambos estaban sudando. Sof�a gem�a
incansable, ara�ando y resbalando sus manos en los azulejos...en las cortinas,
ni una palabra, s�lo gemidos, puro placer carnal. �l mord�a su labio inferior,
preso del cl�max, a punto del desvanecimiento. Sof�a se corri�, fue tan
exagerado que Daniel lo hizo de igual forma, alentado por el placer ajeno. El
paso a su eyaculaci�n fue escuchar a la hembra que copulaba, simplemente eso.
Sof�a, tras permanecer unos segundos notando en sus adentros el semen de
Daniel, se incorpor� y sali� de la ducha. Cogi� una toalla y se dirigi� al
cuarto de al lado. El chico hizo lo mismo. Ella se tumb� en su cama y se abri�
de piernas, mostrando la flor de sus encantos a Daniel, que miraba sin palabras
la escena. De nuevo hab�a conseguido una tremenda erecci�n.
Ac�rcate...y ch�pame...quiero ver como tu lengua se pierde por mi jungla.
�l lo hizo sin m�s. Acarici� la cara interior de sus muslos y baj� por su
pubis. Rode� su cl�toris con cuidado mientras Sof�a jadeaba, agarrando del pelo
al chico. �l introdujo un dedo en su vagina, dilatada todav�a por la penetraci�n
anterior. Lam�a su co�o de arriba abajo, y met�a uno, dos y hasta tres dedos
cubiertos por su propio jugo. Su columna se curv�, levantando las caderas, y
lanz� un grito ahogado, desesperado. Un nuevo orgasmo que excit� doblemente a
Daniel. Se incorpor� y levantando las piernas de Sof�a y poni�ndolas sobre sus
hombros, la penetr� de nuevo. Comenz� un movimiento c�clico, mirando al techo de
puro placer...y Sof�a a�n jadeante del orgasmo anterior volv�a a sentir el
cosquilleo de una pr�xima descarga.
Sof�a se levant� como pudo, se coloc� de rodillas a �l que otra vez intent�
besarla...labios intocables. Se subi� sobre �l, y meti�ndose cuidadosamente la
herramienta del chico, comenz� a cabalgarle. Agarrada al cabecero de la cama,
Sof�a gem�a con furia. De vez en cuando miraba la cara de Daniel, que ten�a los
ojos casi en blanco, abandonado en la locura del sexo. Esta vez fue �l quien se
corri� primero, encharcando su cavidad. Not� como su semen recorr�a su sexo...no
lleg� al tercer orgasmo. Sudando, cansada y temblorosa se tumb� sobre el cuerpo
de Daniel. En pocos segundo se levant� y se tumb� a su lado.
El chico, aturdido y con la garganta seca por el jadeo, pas� su brazo
alrededor de ella y la bes� en la frente. Se qued� dormido mientras ella
permanec�a mirando al techo, a la ventana, recorriendo con la mirada cada rinc�n
de su familiar habitaci�n.
Horas despu�s, cuando Daniel se despert�, Sof�a estaba en el sal�n con un
cigarrillo en la mano.
Tengo que irme... (dijo �l, ya vestido)
Bien, cierra bien la puerta...
Y as� lo hizo.
Nadie sab�a que Sof�a no hab�a probado otros labios desde la muerte de su
marido. Para ella los besos eran sagrados. Una viuda fiel...
-Escorpiona-