Relato: Por amor a su madre





Relato: Por amor a su madre

S� que a muchos podr� causarle estupor lo que a m� me pas�,
pero los hechos tornaron inevitable el desenlace. Me llamo Nicol�s, tengo 44
a�os y hace ocho estoy casado en segundas nupcias con Cecilia, dos a�os mayor
que yo. Ella a su vez tambi�n viene de otro matrimonio y tiene una hija de 20
a�os. Magdalena, as� es el nombre de esta chica bonita y educada. Se la pasa
estudiando y no sale mucho. Es habitual escuchar c�mo va rebotando a todos los
que la llaman para invitarla. "Sorry, pero tengo que estudiar", siempre es la
excusa.


Cuando nos mudamos juntos, Magdalena ten�a 12 a�os, era una
ni�a inocente. Desde ese tiempo se vislumbraba que iba a tener un cuerpo
espl�ndido, porque ya se le hab�an definido los pechos y ten�a un cuerpo s�per
estilizado. La cuesti�n es que la chica se fue poniendo grande, pero esa
inocencia con la que se manejaba no la inhib�a conmigo cuando me descubr�a
mir�ndola. Ella acostumbraba a vestirse con ropa suelta, unos shorts cortitos,
siempre metidos en el culo. O musculosas sin corpi�os. Ni hablar de las bikinis
infernales que acostumbraba usar durante el verano, esas que s�lo se tapan la
rayita de la cola con una tirita diminuta. Ten�a un lomo impresionante y unas
piernas torneadas y largas, que le daban un aspecto de modelo publicitaria.


Despu�s de que Cecilia entr� en una penosa etapa de
menopausia, mi vida sexual se convirti� en un infierno. Paulatinamente fuimos
dejando de sentir inter�s el uno por el otro y el mal humor se apoder� de casi
todos nuestros encuentros. Magdalena, en cambio, cada vez estaba m�s fresca y ya
ten�a que contener mis erecciones cuando bajaba a desayunar en bombachita y
musculosa, con el pelo atado y una cara de viciosa que s�lo aparec�a cuando
estaba semi dormida. Cecilia trabaja en un consultorio m�dico y yo soy corredor
de seguros, lo que me permite tener cierta libertad a la hora de definir mis
horarios. Magdalena se iba todas las ma�anas a la facultad y por las tardes
cuidaba a unos ni�os para poder solventar sus estudios.


El a�o pasado casi me sorprende masturb�ndome en el ba�o. Yo
la estaba espiando por la ventana cuando ella se pon�a bronceador al borde de la
pileta. Ella advirti� mi presencia, pero sigui� con su tarea. Se pasaba el
bronceador con mayor lentitud, haciendo c�rculos sensuales con sus dedos por
todo su cuerpo. Cuando cre� que hab�a terminado, me llam�. "Nicol�s, ven� un
minuto, please". Yo estaba a punto de explotar y tard� unos cuantos minutos en
tratar de que mi polla volviera a su estado natural. Cuando llegu� a la piscina,
Magdalena estaba de espaldas, con los breteles la parte superior de la bikini
desabrochada y los dos brazos cruzados debajo de su cabeza. Desde el costado se
ve�an sus pechos apretados contra la reposera. Su culo apenas estaba tapado por
una tirita turquesa y se perd�a en su entrepierna.


"Nico, me pasar�as el bronceador por la espalda", me dijo y
yo me puse como loco. Trat� de calmarme para no hacer una locura, pero a medida
que fui pasando el aceite por su espalda, se me calmaron los nervios. "Que
deliciosas manos ten�s, Mam� debe pedirte a menudo que le hagas masajes, no?".
Yo no respond� y se gener� un silencio inc�modo. Magda se dio cuenta y lanz� una
frase como para no arruinar el clima que se hab�a generado: "Si yo fuera ella,
estar�a todo el tiempo pidi�ndote que me masajearas la espalda". Mi polla se
puso dura y para disimular, me tap� con la toalla. Y le invent� una entrevista
de trabajo para no empeorar a�n m�s las cosas.


Ese d�a estuve todo el d�a excitado recordando su cuerpo
delicioso y su cola espectacular. Trataba de borrarla de mi mente pero su imagen
volv�a recurrentemente. Cuando llegu� a casa, Cecilia me recibi� con reproches
con su mal humor habitual de los �ltimos tiempos. Tuvimos una discusi�n elevada
de tono y ella decidi� irse a lo de su madre asegurando que ya estaba harta de
m�. Cuando lleg� Magdalena, pregunt� con su madre y la puse al tanto de la
situaci�n. Ella se puso a llorar y me abraz� con fuerza, el calor de su cuerpo
volvi� a instalar en mi mente todas las im�genes de la lujuria que me hab�an
acompa�ado durante el d�a. "Yo no quiero que ustedes se peleen. Har�a cualquier
cosa para que sigamos todos juntos. Por favor, Nico, tienen que hacer algo".


La invit� a la cocina a tomar un caf� y le expliqu� la
situaci�n en la que estaba su madre desde que hab�a entrado en la menopausia. Le
dije que para m� era dif�cil renunciar a mi vida sexual cuando me cre�a
plenamente vigente. Le expliqu� que hac�a todos los esfuerzos para encausar
nuestra relaci�n, pero que su madre ya se hab�a cerrado a todo lo que tuviera
que ver con el sexo y el placer. Magdalena me escuchaba atentamente y en el
fondo yo sent�a que me estaba comprendiendo. Llam� a su madre y le dijo que se
quedara tranquila, que ella iba a arreglar las cosas y que lo mejor ser�a que se
quedara a dormir en lo de su abuela hasta que se calmaran los �nimos.


"Vos quedate tranquilo, Nico, que hoy yo me voy a hacer cargo
de vos. Ahora te recomiendo que te pegues un ba�o mientras yo preparo la cena".
No sab�a cu�les eran los planes de Magdalena, pero asent� y me fui para el ba�o.
Mientras me estaba enjabonando, sent� que se abr�a la puerta del ba�o. Era
Magdalena. Abri� levemente la cortina y me pregunt�: "�Nico, necesitas algo?".
Estaba con un camis�n de tul, que apenas cubr�a su cuerpo porque era casi
transparente. No ten�a ropa interior y mi polla reaccion� al instante. "�Qu�
pasa, est�s necesitando un poco de consuelo no?"; me dijo con su mirada clavada
en mi entrepierna.


Aprovech� la situaci�n y le ped� que me enjabonara la
espalda, porque estaba con ciertos dolores en uno de mis hombros y no llegaba
sin que sintiera un pinchazo a la altura del omoplato Sus manos se mov�an con
suavidad y cuando llegaban a la altura de mi cola, las volv�a a subir haci�ndome
caricias con sus u�as. Mi erecci�n ya estaba caus�ndome dolores en los
test�culos y no ve�a la hora de que Magdalena saliera del ba�o para descargarme
con una buena masturbaci�n. Sin embargo, esta chica estaba decidida y no hab�a
nada que pudiera detenerla. "�Si yo fuera Mam�, qu� me pedir�as en este
momento?". Me di vuelta, le mostr� la polla y le dije: "Que te la metas en la
boca".


Magdalena se puso colorada, no pens� que yo iba a contestarle
con tanta franqueza. Me dijo que ella nunca hab�a llegado hasta tan lejos con
ning�n hombre y que ten�a miedo de defraudarme. La empuj� hacia abajo haciendo
presi�n con mis manos en sus hombros y cuando vi que su boca estaba cerca de mi
polla, le expliqu�: "Ten�s que abrir la boca y lamerlo como si fuera un helado".
Ella, obediente, comenz� a lamerla con entusiasmo y a medida que fueron pasando
los minutos, con sus manos hac�a movimientos masturbatorios y su lengua me daba
golpecitos secos en el glande. "�Lo hago bien, Nico, te gusta", me pregunt� en
el mismo momento en el que no pude contener el orgasmo y me corr� dej�ndole toda
la cara y el pelo impregnados de semen. "Espero que te sientas mejor", me dijo,
se acomod� el camis�n, se limpi� con una toalla los restos de mi esperma y sali�
alegremente del ba�o. "Despu�s de cenar seguimos charlando, papi".


Cuando llegu� al comedor estaba s�lo iluminado por dos velas.
A diferencia de lo que hac�a habitualmente, Magdalena no hab�a puesto nada sobre
la mesa. S�lo hab�a dos candelabros sobre el mantel. Magda me estaba esperando
sentada al borde de la mesa. Y antes de que pudiera preguntar nada, me habl� con
una voz muy sensual. "Hoy yo voy a ser tu cena, espero que te guste". Se levant�
el camis�n y se se�al� la vagina. "Empez� a comer vos primero, que yo ya estuve
picando algo". Pon�a voz sensual y cara de perra. No pude negarme y enterr� mi
boca en su entrepierna. Estaba empapada y ten�a un sabor fresco, primaveral.
Temblaba como una loca. "ahhhhhhhhhhhhh, Nico, no pares, ahhhhhhhhhhhhh, me
siento extra�a, ahhhhhhhhhhhhh". Not� que se estaba corriendo porque su cueva se
llen� de flujo y porque mis caricias ten�an otro impacto.


Magdalena me confes� que era virgen, pero que su fantas�a
siempre hab�a sido que yo la desvirgara. Mientras lo dec�a, mi polla lat�a y
pens� que me correr�a all� mismo. Ten�a frente a m� a una mocosa de 20 a�os, con
un cuerpo escultural y una calentura que yo no ve�a desde mis tiempos de la
secundaria. "Haceme mujer, Nico, haceme todo lo que te gustar�a hacerle a mi
madre". Eso me calent� mucho m�s. Se parec�a bastante a Cecilia, s�lo que ten�a
20 a�os menos, nadie la hab�a penetrado y su conchita estaba hirviendo. Acomod�
la polla justo en su entrada y la met� con suavidad, para evitar que le doliera
y todo se echara a perder. Sent� c�mo se romp�a su himen, porque cuando super�
ese obst�culo, ella empez� a gozar y a pedirme que la cogiera con fuerza:
"D�mela toda papi, ahhhhhhhhhhhhh, no puedo creer que mami se pierda una polla
tan espl�ndida".


Yo bombeaba con fuerza y deseaba que ese polvo no terminara
nunca. As� fue que le ped� que se pusiera en cuatro patas y me par� por detr�s
para ver el panorama que ofrec�a su culito hermoso y virgen. Jugu� con los dedos
para ver cu�l era su reacci�n y sent� c�mo se estremec�a cuando introduje uno de
mis dedos en su culo. "Noooooooooooo, por ah� nnnnnnnoo. Me va a doler, papi,
ahhhhhhhhhhhhh". Yo estaba muy caliente como para detenerme, as� que despu�s de
lubricarle el agujerito con saliva, le introduje mi polla empapada por sus
jugos. "Noooooooooo, qu� dolor, no se te ocurra moverte", me pidi� mientras sus
m�sculos se iban aflojando y mi polla ganando terreno en su interior. Cuando
estuvo toda adentro, empec� a bombear con fuerza y not� c�mo se retorc�a a pesar
de tener los ojos llenos de l�grimas. "Sos un hijo de puta, ahhhhhhhhhhhhh,
d�mela toda en el culo", me suplic�. Yo acab� m�s que en el ba�o y le llen� el
culo de leche. Ella tambi�n acab� y me ped�a m�s y m�s. De algo estaba seguro,
ya no quer�a irme de esa casa.


Quedamos exhaustos en el comedor y a m� ya me estaba
invadiendo un inevitable sentimiento de culpa. No era mi hija, pero durante
estos a�os, yo la hab�a cuidado y querido como si lo fuera. "Ahora vas a tener
que cambiar el humor papi, porque si mami no quiere ir con vos a la cama, ya
sab�s con qui�n poder hacerlo. Lo importante es que no se desuna la familia,
�no?". Yo no estaba muy seguro, pero debo reconocer que me es imposible negarme
a esta criatura divina. Con Cecilia seguimos ignor�ndonos, pero su hija vela por
nuestro matrimonio y mantiene mi polla al d�a.


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