LAS APETENCIAS DEL SR, OBISPO.
Era una tarde pl�mbea de verano, donde las ventanas abiertas
de par en par apenas si dejaban pasar m�s que un sopor que incitaba m�s a la
perversidad que al relajamiento.
En aquella estancia un tanto gris; un palacio romano de V�a
Veneto en el cual apenas si la luz penetraba a trav�s de los densos cortinones
rojos; En la penumbra se pod�an entrever peque�os retablos del siglo XVII y
estatuillas religiosas de distinta �poca que poblaban la estancia de monse�or
Ciardi.
Lo que s� era intenso, era el mareante olor a incienso y
mirra y unos suspiros llenos de placer y lujuria que proven�an del gabinete de
trabajo del cl�rigo, que eran contemplados y o�dos desde la vetusta puerta por
Sor Ang�lica que aplicaba su perspicaz ojo a la gran cerradura barroca, que
permit�a ver con gran nitidez el interior de las habitaciones.
Observaba la freila como su querido y mimado obispo,
repantigado en su silla albacial y con la sotana entreabierta dejaba al aire un
blanquecino y fl�cido pene para que el imberbe e impoluto joven Guardia Suizo
levantara el �nimo a tan noble miembro.
Monse�or Ciardi alentaba al joven en los manoseos y
leng�eteos de su noble prepucio con su mod�lico acento de diplom�tico vaticano:
- Querido Hans, nos, sabemos que est�s muy interesado en la
Sra. Hel�a, que como bien sabes es la mujer de tu superior y sabes que, nos y la
Iglesia no permitimos determinadas pr�cticas en pro de la buena hermandad."
- Aunque como te veo muy interesado en ella y observando que
la naturaleza es m�s fuerte que las leyes que nos rigen, podr�a ayudarte a
conseguir tu objetivo a cambio claro est� de algunos servicios que has de
prestar a nos...
- Por lo cual te sugiero caro amigo, te apliques en las
suaves caricias que me propinas y des entrada en tu exquisita boca mi querido y
l�nguido "amigo" que durante a�os ha estado atado al m�s duro celibato.."
El inmenso palacio en el cual resid�an diversos cardenales y
obispos, asistidos por las fieles monjas de la Congregaci�n Hermanas
Desamparadas y de la Caridad Cristiana, ten�a corredores y pasadizos secretos;
que yo como hijo bastardo de un antiguo cardenal y una estupenda secretaria de
la Curia Vaticana y criado al amparo de �sta �ltima y al cuidado de las
hermanas, conoc�a a la perfecci�n los entresijos m�s secretos, tanto de sus
habitantes como sus dependencias.
Lo cual me permit�a tener secretos observatorios, desde los
cuales espiar a gusto a tan nobles se�ores, en sus diversos aposentos y
quehaceres en el ejercicio humano de sus m�s p�rfidas bajezas como las que ahora
contemplaba.
La escena era muy excitante Monse�or Ciardi, se abr�a cada
vez m�s la sotana y empujaba la cabeza del joven Hans, para que este le chupara
con fruici�n aquel noble prepucio que poco a poco iba cogiendo tama�o y dureza,
al igual que el ang�lico rostro del obispo que estaba casi en la gloria y a
punto de conseguir uno de sus mas sonados orgasmos.
Sor Ang�lica, a pesar de sus a�os y abundantes carnes, apenas
si pod�a contener su pasi�n, al ver como el joven chupaba el cirio del obispo a
la vez que el mozalbete empezaba a hacer asomar el suyo propio, y que a pesar de
la distancia ya le preve�a unas dimensiones m�s que considerables que manejaba
con gran destreza; Lo cual llevaba a pensar a la freila, que aquel "badajo" era
m�s propio de otros menesteres que ser manoseado para una est�pida paja, que
adem�s el mozalbete hubo de frustrar pues el monse�or requer�a toda atenci�n.
Monse�or Ciardi ense�aba el arte de la mamada al joven
d�ndole precisas indicaciones para que no le mordiera el prepucio, sino que una
vez �ste en la boca, fuera relamida la punta del capullo, como si de un helado
napolitano se tratara, a la vez que conduc�a la mano diestra del guardia suizo
hacia sus blanquecinos cojones, para que fueran masu�ados con pericia suavidad,
y le indicaba que con la otra mano le apretara el perin� en una peligrosa ruta
hacia el ojete, que el cl�rigo presentaba ya a tumba abierta, para que el pulgar
del joven se deslizara all� en �l en el momento oportuno.
El orgasmo con aquellas exactas indicaciones apenas si tard�
en llegar, Monse�or Ciardi dej� sus ojos en blanco apret� la cabeza del joven
guardia, para que no se le escapara ni un miligramo de aquella noble esencia y
presentaba ya su ojete para que el pulgar ocupara el lugar adecuado y la faena
fuera completa.
Sor Ang�lica que no se hab�a perdido un �pice de aquellas
maniobras, estaba pensando en como ser�a posible hacerse con los servicios de
aquel joven, y compensarse as� de los hambrientos d�as que le estaba propinando
el obispo que ahora parec�a m�s inclinado a otros menesteres..?.
Apenas el obispo fue literalmente orde�ado y limpiado
cabalmente de los efluvios que pudieran haberse escapado de la boca del suizo,
el obispo se arrodill� tambi�n ante �ste y le sorbi� de aquella boquita de pi��n
las esencias y manjares que a�n all� se destilaban. Acabada pues la faena, el
joven fu� despedido con la recomendaci�n de guardar silencio y de estar atento a
los recados que a buen seguro recibir�a y que le traer�an buenas noticias sobre
sus ansiados deseos y pasiones.
Sal�a el mozalbete asqueado por tan viles servicios, aunque
pensaba que si aquello era necesario para conseguir el amor y los favores de su
amada Hel�a, lo daba por bien empleado; aunque apenas si era consciente de la
espiral de conjurados deseos que sobre el se estaban cerniendo. En estos
pensamientos estaba cuando le sali� al paso Sor Ang�lica que le abord� con
doblada testuz pidi�ndole al joven que le acompa�ara para un servicio que ten�a
que prestar a la sacrosanta Congregaci�n de la F�, sigui� pues el Guardia Suizo
correajes en ristre a la inconmensurable hermana, hacia los s�tanos del palacio.
Se extra�� que el recado fuera tan temprano, pues acababa de
salir de los aposentos del obispo, y que adem�s el servicio requerido fuera en
aquella zona, que estaba reservada y destinada a las Hermanas Desamparadas y de
la Caridad Cristiana , encargadas del servicio del Vaticano, y m�s se extra��
cuando la hermana le indic� que penetrara en aquella min�scula celda, en la cual
no hab�a nadie m�s que ellos dos; viendo Sor Ang�lica que el joven se resist�a y
empezaba a desconfiar, le refiri� al mozalbete al o�do lo visto hac�a unos
momentos en determinados aposentos y s� de verdad quer�a hacer realidad sus
deseos de poseer a Do�a Hel�a y no ser adem�s puesto en evidencia por lo
servicios al Sr. Obispo ... deb�a pues plegarse a satisfacer determinadas
demandas que le ser�an explicadas en su momento.
Entr� pues el joven suizo al aposento que fue cerrado a cal y
canto por la freila a la vez que �sta se apresuraba a arrojar al joven sobre el
camastro y comenzaba a restregar sus abundantes carnes, con h�bito incluido
sobre el sorprendido cuerpo del joven, el cual por otro lado y de forma
involuntaria sus partes iban tomando un estado m�s que aceptable, para
satisfacci�n de la marrullera monja.
- -" Mi querido jovencito, esta dulce matrona a pesar de los
a�os, hace meses que no recibe su raci�n de rabo, pues de monse�or, parece haber
encontrado otro juguete para sus satisfacci�n... Por lo cual , m�o caro
jovencito, debes hacer una caridad con esta cincuentona a la que las carnes le
piden guerra y que ya los habituales pepinos, zanahorias y dem�s no llevan al
puerto que yo espero, por lo que pido y ruego que utilices conmigo ese potente
instrumento... y no solo guardar� silencio sino que estoy dispuesta a poner a
tus pies lo que necesites..."
Acabado el discurso, la ardorosa reverenda madre sac� de su
prisi�n un curvado y enorme miembro, de color arrubiado y sin descapullar y
comenz� a darle unas profundas lamidas, por aquello de poner en forma aquella
formidable estaca de casi 28 cm. Adem�s comprobaba de s� todas las pollas sab�an
igual, pues apenas si ella hab�a probado otra que la del Sr. Obispo. Le gustaba
pues aquel sabor salino y un tanto extra�o que se alojaba en los pliegues del
prepucio, intent� met�rsela toda en la boca, pero la postura y el tama�o no
parec�an los adecuados, por lo que le sobrevino a la freila una incipiente
arcada, lo que no fue �bice para que �sta no prosiguiera en su labores
mamatorias.
Hans que hasta ahora hab�a permanecido a la expectativa, pues
ten�a miedo de las repercusiones, comenz� a retreparle el h�bito a la monja en
busca de las inminentes carnes, el repantigue de la freila con badajo en boca y
el retrepe de los h�bitos ofreci� al joven una fugaz visi�n de unas blanquecinas
y prominentes nalgas y unos poderosos muslos tapizados de una densa mata de
bello, que curiosamente le pusieron a tono en un "pis pas"; tir� a�n m�s del
h�bito hasta dejar al descubierto casi al completo las nalgas de la freila, y
unas bastas bragas de algod�n, como aquellas de los tendederos romanos..
La Sor le ped�a calma al suizo, prometi�ndole que pronto le
dar�a la raci�n que el quer�a saborear, pero antes hab�a que seguir todo un
protocolo; bes�bale cada rinc�n de su cara y de su cuerpo, all� d�nde era
posible sin desvestir al joven, pues estaba claro que a la Hermana le gustaba
hac�rselo con todos aquellos admin�culos puestos: la toca, el h�bito, las
inmensas bragas, las sandalias y �l con aquellos blondos pantalones de guardia
suizo, sus esplendorosos correajes...
El joven no estaba muy ducho en temas de h�bitos y por tanto
no sab�a por d�nde meter mano aquella mole de mujer, pues no hab�a botones o
aberturas para que aquellas apretadas carnes de derramaran en cascada; en plena
faena de restregos y caricias, sonaron las campa�as de San Patricio, anunciando
el "Angelus"; la Sor se puso de un salto de pie y abandon� al joven en aqu�l
estado, mientras con mirada picarona insinuaba al joven que el ceremonial no se
deten�a, sino que cambiaba de lugar, sin que �ste por otro lado tuviera claro
que papel jugaba en todo aquel teatro que se tra�a la reverenda madre.
Sor Ang�lica se arregl� las ropas y se arrodill� en un
reclinatorio frente a un min�sculo altarcillo ante el cual hac�a sus oraciones,
all� arrodillada ech� de nuevo una insinuante mirada a Hans, el cual segu�a con
aqu�l temible instrumento pidiendo guerra... La freila hac�a como que se
arreglaba sus descompuestas bragas, a la vez que se le ense�aba al joven retazos
de sus prominentes nalgas y parec�a sumirse en una profunda meditaci�n y rezo.
Entrever de nuevo aquellos muslazos y el asomo de aquellas
bragas, hac�an que Hans perdiera toda compostura y entrara de nuevo en un estado
de excitaci�n imponente, que le hizo levantarse del camastro y por detr�s le fue
levantando a la concentrada hermana sus h�bitos, haciendo a un lado la costura
de la braga y buscando por d�nde calar con su instrumento; la Sor aparentemente
sumida en su oraci�n abri� como por descuido m�s sus muslos y dej� que el
instrumento empapado en saliva culebreara por entre su ano y sus labios
vaginales y las bragas que serv�an al atacante como punto de agarre.
Aqu�l torpe roce en busca del higo de la Sor, hac�a que Hans
se volviera cada vez m�s violento y fuera de s�, arroj� pues en sus transportes
a la Hermana Ang�lica fuera del reclinatorio y �sta se dej� caer de bruces sobre
el suelo tan larga como era y as� rezando e implorando a Dios su misericordia y
bendici�n por lo suplicios que recib�a; Hans viendo a la monja panza abajo,
ofreci�ndole aquellos peludos manjares, no lo dud� un minuto, baj� el calabrote
de la braga y en aqu�l f�rtil oasis de efluvios y caldos insert� su curvo
instrumento si saber a ciencia cierta donde hab�a calado; fuera donde fuera
deb�a ser muy sensitivo pues la madre dio un fuerte respingo, apret� con fuerza
su rosario e imploraba m�s suplicio y tortura en pos de alcanzar la divina
tranquilidad de la santidad, a la vez que se retorc�a de tal manera que el
diablo del joven m�s que salirse, era literalmente absorbido por los vaivenes de
la monja..
Hans se separ� un poco para tomar resuello y vio por el color
de su polla que no estaba donde �l cre�a estar, sino un poco m�s arriba, cuando
iba a salirse para calar m�s abajo la monja se resist�a a padecer por su otro
boquete, pues parec�a querer recibir el suplicio a contranatural, en pos de un
suplicio mayor y alcanzar una perfecta santidad.... Tan ardua resistencia puso
la Sor que el ardoroso Hans, teni�ndola debajo y entre sus rodillas, se dedic� a
darle fuertes manotazos entre aquellas prominentes mollas, hasta que fueron
cediendo lo cual aprovech� para encalomarse en el sorprendente chocho de la
monja, suave y apretado que adem�s se abr�a de forma descomensurada para recibir
tan enorme como oblongo pr�apo.
La lucha de la monjita que vio profanada su concha y la lucha
de Hans por mantenerse all� y encalomarse cada vez m�s en aquella c�lida cueva
dio lugar a una brava lucha donde las bragas se hicieron jirones y el orgasmo
fue un continuo relincho de ambos desbocados por sentirse: una m�s taladrada y
el otro m�s taladrador.
El intenso orgasmo les dejo exhaustos y se dejaron llevar por
el sopor uno sobre el otro en la min�scula celda, ella con los h�bitos por
encima de la cabeza y �l con los blondos pantalones de Guardia Suizo a medio
bajar y las campanadas del "angelus" tocando al recogimiento.
LAS INTRIGAS DE MONSE�OR (II)
Paseaba Monse�or Ciardi en compa��a de la Sra. Hel�a por el
recoleto y tranquilo y laber�ntico jard�n de los "castrati", y aunque el lugar
no era ideal para el espionaje, pude ir siguiendo a la pareja por caminos
paralelos, escuchando jirones de la intensa conversaci�n que se tra�an el
cl�rigo y la esposa del Capit�n de la Guardia Suiza, de los cuales era confesor
espiritual.
- -" Mi querido Ciardi, estoy desesperada en esta especie de
jaula en la que apenas si puedo salir de este recinto y de �sta vor�gine de
habladur�as y rencillas que se est�n tejiendo a m� alrededor y de mi esposo...
Hace unos d�as me enviaron un folio escrito de pu�o y letra de mi esposo en el
cual evocaba el cuerpo de un joven efebo y sus atributos, ante lo cual he
empezado a revisar con m�s detenimiento sus papeles y he encontrado fotograf�as
de fornidos hombre desnudos con j�venes efebos en posiciones y actos contrarios
a la Ley de Dios.... �Qu� puedo hacer Padre...?
- Llevamos sin acostarnos por una u otra raz�n casi 4 meses,
y ya sabe Padre lo dif�cil que es para m� vivir sin tener cerca un hombre.... su
excelencia lo sabe bien.. ya que supo sacar provecho de ello cuando mi marido lo
envi� usted a acompa�ar a su Santidad..."
Lo cierto es que la Sra Hel�a, era una bella filipina ya
metida en la cuarentena y que a�n conservaba esas curvas un tanto rollizas y
unos ojos embrujadores que tanto entusiasma a los hombres de Iglesia. No es que
fuera una escultural mujer, pero aquellas contenidas carnes hac�a que sus
santidades volvieran la vista a su paso para contemplar aquel prominente culito
que parec�a pedir guerra a cada paso.
Como esposa del Capit�n de la Guardia Suiza, ten�a todo el
derecho a vivir en las dependencias vaticanas, pero su llegada hab�a despertado
y desatado dormidas pasiones entre cl�rigos y prelados, y algunos de ellos la
quer�an como objeto de su serrallo; como ello no parec�a posible, hab�a quien
ten�a inter�s en deportarla a alg�n lugar fuera de la curia, para as� doblegar
su voluntad.
Pero el inmenso poder del Prelado Ciardi, maestro archivero y
conservador de los secretos vaticanos, la hab�an protegido de males mayores y de
algunas incursiones amorosas no adecuadas o queridas, facilit�ndole toda suerte
de caprichos y deseos cuya consecuci�n se cobraba Monse�or en la consecuci�n de
secretos devaneos de cardenales y prelados a trav�s de la bella filipina y alg�n
que otro polvo.
- -" Mi querida amiga, es una pena que esas bondades que el
creador ha tenido a bien regalarte, se marchiten de tan cruel manera, como sabes
t� marido desde hace tiempo tiene perdido el norte y no es tan malo , como tu
sugieres, pues est� m�s o menos controlado, te sugiero que mientras hablo con �l
y lo reconduzco, t� me hagas el gran favor de no marchitarte y cuidar de un
nuevo pupilo, que deseo entregarte para que lo entrenes, de �sta manera los dos
podremos disponer de un retazo de cielo con grandes destrezas y herramientas...
- -Como siempre te ser�n recompensados dichos servicios, no
solo de forma material, sino alejando por una temporada a t� marido a una misi�n
en Guinea Papua, mientras t� te desquitas de tanta hambruna..."
Se fueron ambos a un apartado rinc�n del espeso jard�n , all�
en la balaustrada de m�rmol de carrara la filipina se apoy� para ver con m�s
detenimiento el extenso campo de golf de su santidad, que en ese momento de la
ca�da de la tarde, jugaba su habitual partido acompa�ado de su Capit�n de la
Guardia Suiza y algunos chupacirios m�s; aprovech� Monse�or Ciardi que la dama
quedaba absorta en la contemplaci�n del juego papal y de su marido, para ir
desabotonando uno de los botones de la sotana y dejar al descubierto su badajo
que aunque medio fl�cido por la edad y el reciente polvo no dejaba de realizar
m�s de un prodigio, m�s bien a causa de la viagra que a otra cosa.
Salud� con su mano a su santidad all� en la lejan�a y con la
otra sub�a la amplia falda de la filipina que en esos momentos no llevaba bragas
e intentaba insertarle aquella �ulica polla palatina, la situaci�n y la postura
no eran de lo m�s propicio , pero no por ello ambos desistieron de su juego, es
m�s se enzarzaron en conseguir unos medianos resultados, que llevaron al
paroxismo a ambos partenaire.
Todo aquello me puso cachondo, �sea que me fui a mi casa que
era precisamente la Casa de las Hermanas Desamparadas y de la Caridad, y all�
encontr� a Sor Ang�lica amasando el pan enfrascada en su potenciales devaneos;
le met� la mano bajo su h�bito y llegu� en un segundo a su peludo chocho que a�n
chorreaba pasi�n...
- -"Diablos de chiquillo, te voy a dar con este amasador para
que sea menos p�caro y juguet�n... � Querida Ang�lica que me das si te cuento lo
visto y o�do de boca de tu "querido y santo prepucio" como yo llamaba al
Monse�or Ciardi...
Supongo que ya se lo que deseas brib�n, aunque te tengo
preparada unas sorpresa para tu personita, que te servir� en bandeja si t� me
cuentas las cuitas que con tanto misterio me traes.."
Le relat� a la inmensa reverenda Ang�lica, lo que hab�a visto
sin dejar detalle y sum�ndole alguno m�s de mi propia cosecha.
- -"Pill�n, no s� como puedes enterarte y ver lo que ves,
pero como has cumplido conmigo esta noche te pasas por mi celda a eso de
"Completas" y all� disfrutar�s de la sorpresa que te tengo reservada, y ahora
puedes irte que est� al caer la Reverenda Madre y adem�s tengo que pelar unas
patatas."
Hice como que me iba, y volv� a gatas hasta colocarme debajo
de la gran mesa de cocina, ante la cual Sor Ang�lica estaba sentada pelando sus
patatas ten�a las piernazas abiertas y un tanto remangado el h�bito, lo cual me
facilit� la contemplaci�n de aqu�l inmenso tri�ngulo de las bermudas, que apenas
pod�a vislumbrar entre tanto muslamen y pelo; acerqu� lentamente la mano y
empec� a abrirme camino buscando el chumino de la sor, que al notar mi mano,
hizo como si nada pasase am�n de ir pleg�ndose a mis demandas t�ctiles, abriendo
aquellos poderosos diques y dejando asomar unos carnosos labios con los cuales
pronto comenc� a jugar meti�ndole un dedo , cuando dos y de vez en cuando
acercaba mi cabeza; entonces aquella gran tenaza se abr�a desmesuradamente para
que pudiera llegarle con mi lengua y poder as� sorbetearle no solo aquellos
grandes y carnosos labios, sino tambi�n chupetear aquel pirulillo que le nac�a
en la parte de arriba de su vagina.
Estaba en plena faena masturbatoria, mi lengua paseaba de
abajo arriba la gran raja, e iba introduciendo un dedo en el ojete de la Sor,
cuando o� la voz de la Superiora que entraba en la cocina y ordenaba a Sor
Ang�lica que se ocupara de la novicia Matilde, que hab�a regresado de un largo
viaje y necesitaba ayuda.
La situaci�n era tensa, yo all�, amorrado al pil�n, Sor
Ang�lica apretando mi cabeza para no perder aquella lengua y la Reverend�sima
sin enterarse de nada se sent� a la gran mesa mientras yo sorb�a y sorb�a a
falta de aire, aquellos caldos salinos que la Sor me ofrec�a.
" Le pasa algo Hermana, la noto un tanto afriebada y tensa,
es que acaso se encuentra mal.....- No es nada Reverenda Madre es que este calor
me est� matando a sofocaciones... siga usted sentada unos momentos y t�mese un
t� helado mientras me pasan las sofocaciones y termino de pelar estas patatas.
Rep�ntigose la Reverenda y subi�se tambi�n los h�bitos en
busca de un poco de frescura para su entrepierna; Sor ang�lica baj� una mano y
me indic� que continuara en mi labor, pues a buen seguro que la cegata no deb�a
haberse enterado de nada. Segu�an pues en amigable charleta, cuando v� al lado
de la mesa una cesta con grandes pepinos; para vengarme por el intento de
asfixia de la Sor le ensart� un pepino de grandes dimensiones que se resist�a a
entrar en el chumino de Ang�lica, tal impresi�n llev� mi querida celestina que
alz� un pi� que fue a incrustarse bajo los h�bitos de la Reverenda, pens� que se
iba a armar la gorda, pero estaba claro que la Superiora le gustaba el trance y
se hac�a la boba, abriendo los muslazos para que aqu�l pie le llegara a d�nde
ten�a que llegarle.
Lo cierto es estas monjas no deb�an gastar mucho en bragas y
sostenes a juzgar por lo all� visto; el pi� iba haciendo su trabajo y pronto la
Revend�sima baj� una mano he hizo que la gran deda de su subordinada se
incrustara en el vejestorio chumino de la Superiora.
Yo segu�a masturbando a Sor Ang�lica pepino en mano mientras
pajeba mi hermoso nabo que estaba a punto de escupir su caliente bramido, no se
me ocurri� nada m�s que apuntar directamente al chumino de la Reverenda Madre
Superiora que ya estaba en un extra�o trance.
Debi� sentir algo extra�o, una especie de quemaz�n en pleno
chocho, debido a mi corrida, pero cuando quiso reaccionar y mirar que era lo que
all� hab�a sucedido, no encontr� nada pues me fu� escopetado, el f�sico pod�a
peligrar, pues nada sab�a tan reverenda madre de mis cuitas por esos lares y en
tan distinguidos trances y adem�s una lesbiana tan celosa como ella pod�a ser un
mal y peligroso enemigo.
Sor Ang�lica, que debi� percatarse de la situaci�n deb�a
estar mond�ndose de risa, al ver la cara de panoli que se le hab�a puesto a la
Reverenda, al sentirse embadurnada con tan raro l�quido y de tan extra�o sabor;
Ella que a buen seguro nunca hab�a probado polla, no sab�a si
es que "su chumino" se estaba pudriendo por su perfidia, o que all� hab�a habido
un milagroso orgasmo, o que la deda de Sor Ang�lica era prodigiosa, el caso es
que se march� con cara de circunstancia, mientras me imagino a la picarona
Ang�lica parti�ndose el chocho de risa, all� en la cocina
UN PASEO NOCTUCNO (III)
Lo cierto es que baj� a cenar a eso de la 20 horas con Sor
Ang�lica y algunas hermanas m�s y las sonrisa picaronas que me echaba mi
adoptiva madre celestina, daban a entender que all� se sab�a lo sucedido.
Termin� pues mi cena de hortalizas, recordando los usos tan
terap�uticos que �stos pod�an tener y me fui a dar una vuelta por los jardines
palatinos. La noche era cerrada y permit�a que me pudiera escabullir de la
Guardia Suiza y de los Guardas Jurados palatinos, que por cierto me la ten�an
jurada, pues yo tambi�n jugaba con sus vidas y mujeres, en cuanta oportunidad se
me presentaba.
Como hasta "completas" ten�a mucho tiempo por delante, me
acerqu� hasta el Monasterio de Monjes Clarisos y Descalzos, una especie de
hospeder�a o albergue donde resid�an los monjes que prestaban sus servicios a la
curia.
Entr� por una especie de antigua cloaca, que en realidad era
un pasillo entre los anchos muros del monasterio y que en su tiempo debi� servir
no s�lo para huir, sino para tener controlada a la plebe monacal, pues el
pasillo ten�a aut�nticos e ingeniosos puntos de observaci�n y espionaje del cual
no se escapaba nadie a excepci�n del Padre Abad, que deb�a ser el �nico que por
tradici�n oral deb�a saber de la existencia de tales pasillos y puntos de
observaci�n, pero su ceguera y su avanzada edad apenas si le permit�an moverse
de su enclaustramiento.
Al primero que fui a espiar fue el hermano franciscano
encargado de la biblioteca, �ste era un pelirrojo irland�s orondo y con una
polla descomunal que ten�a que llevar atada a la entrepierna, med�a tal
instrumento cerca de los 40 cent�metros, no se sab�a a ciencia cierta cual era
su medida, aunque por la curia siempre estaba la chanza y las apuestas por su
longitud y grosor....
Y all� estaba el orondo franciscano, un puro heredero de los
"fratichelli" con el h�bito totalmente arremangado y con una preciosa joven
adolescente, de imprecisa edad, sobre sus rodillas, que jugaba con aqu�l inmenso
nabo, d�ndole vueltas y retorci�ndolo a la vez que de vez en cuando le daba
alg�n sorbeteo y contemplaban ambos las grandes l�minas de la Er�tica
Universalis.
La joven retorc�a con malvada picard�a al irland�s el pr�apo
mientras �ste pasaba las p�ginas y le ense�aba las representaciones de los mitos
griegos y romanos hecha por Agostino, Carraci de Baco....
Las grandes l�minas que eran guardadas con gran secreto por
el bibliotecario, que solo las sacaba para tan pedag�gica labor, pues que yo
sepa nunca intent� ense�arlas a nadie m�s.
La inocente labor pedag�gica no iba m�s all� de ense�arle a
la joven las l�minas y familiarizarla con los pr�apos, pues que se sepa nuca
intent� penetrar a ninguna, pues tan solo gustaba de que si inmenso pr�apo,
fuera objeto de manipulaci�n y jugueteos por las j�venes alumnas.
All� les deje en sus inocentes juegos, para pasar a la celda
del Prior del Monasterio, un cartujo castellano tra�do ex profeso de la Cartuja
de Siempreflor de Castilla, para que pusiera a raya al monacato palatino; pero
me supongo que la vis�n de la reverendas madres por lo pasillos de la curia, las
secretarias y las turistas que ense�aban m�s de lo que los monjes pod�an
soportar, hicieron que los fenecidos ardores del padre cartujo se reavivaran con
especial ah�nco.
Tal era as� que para calmarlos, se hab�a colocado un cilicio
de doble carrerilla en su buen armado aparato, y que a pesar de las penurias y
martirios que le causaba tal artilugio, el condenado pr�apo, siempre estaba en
posici�n de firmes, para esc�ndalo del padre Eloy de la Iglesia y que por las
noches, como �sta, no solo se conformaba con volver a apretar m�s a�n el cilicio
sobre su indesmallable aparato, sino que tambi�n se daba su buen hartazgo de
latigazos.
Quien no reparaba en gastos y artificiosidades y adem�s
cuidaba con esmero su comportamiento social y vestimenta, en su relaci�n con los
dem�s dentro de la curia.
Este Padre Dominico de Calerruega, Fray Antonio de la Arp�a,
mundano a no poder m�s y candidato a cardenal por la v�a r�pida y enconado
enemigo de Ciardi, deb�a haber heredado su afici�n por el sadomasoquismo y el
bondage, de sus preclaros padres inquisidores, dominicos todos ellos.
Este esp�cimen gozaba viendo pel�culas en video de
sadomasoquismo y bondage japon�s, me imagino que nunca llegar�a, al menos de
momento a practicar alguna tortura de este tipo all� dentro de los muros
vaticanos, pues a�n le importaba mucho el rango y sus ambiciones.
Aunque esas escapadas a las monta�as suizas, a lo mejor ni
eran tales monta�as ni suizas , y si era posible que tuviesen mucho que ver con
ciertas muertes que se hab�an producido en algunos barrios romanos, donde hab�an
aparecido medio muertas por torturas algunas prostitutas, pero ese es otro
cap�tulo....
Dejemos pues al impoluto Dominico paje�ndose como un poseso
mientras contemplaba latigazos y torturas que le propinaban a dos inocentes
mujeres, en uno de esos videos reales; mientras �l era filmado a su vez por
alguien ....
El resto de los monjes de menor condici�n o dorm�an o se
pajeaban entre ellos en los ba�os, donde apenas si los pod�a o�r entre risotadas
y bromas, lo cierto es que ni pose�an dinero ni poder para m�s all� de lo que
hac�an.
El que s� ten�a libertad y poder para todo y mucho m�s , pues
contaba con astucia y c�mplices era el astuto prelado del Opus Day Monse�or
Ciardi, que ahora se hallaba absorto en como la Sra Hel�a se trabajaba y seduc�a
al joven Hans en sus aposentos que presumiblemente les hab�a dejado para sus
encuentros, mientras �l permanec�a escondido , observ�ndolo todo...
Hel�a con la excusa del calor se iba deshaciendo de ropajes,
quedando en unas livianas gasas que nada ense�aban pero que insinuaban aquellas
prietas carnes bajo las diminutas braguitas de blonda y un ajustad�simo sost�n
regalo de Ciardi, que m�s que contener, hac�an desbordar unas apetitosas tetas.
" MI querido Hans, me han confesado personas cercanas y que
nos solo han propiciado �ste encuentro y nos han dejado �ste lugar a salvo de
miradas indiscretas, que bebes los vientos por m�, y como bien has de saber soy
mujer casada, con un superior tuyo y no una mujer f�cil, aunque si tienes algo
que me guste puede que todo ello pueda superarse f�cilmente..."
Hans se puso rojo de verg�enza, lo que no fue �bice para que
se echara sobre la seductora Hel�a...
Querido Hans debes ir con m�s cuidado y cari�o, esto no es
como coger el fusil al hombro embragar y ya est�, Esto querido requiere
paciencia, suavidad, ternura y mucha imaginaci�n..." Mientras todo esto le
dec�a, la bella filipina le dejaba entrever gran parte de sus muslos entre cruce
de piernas y dem�s...
El joven suizo que llevaba seguramente sin probar mujer hacia
ya tiempo, a excepci�n del polvo con la freila, ten�a lo que se dice el norte
perdido, era como los perros en celo, no ten�a control, la vista de aquella
seductora mujer y sus insinuantes maneras, hicieron adem�s en �l un atroz
efecto, por lo cual viendo el rechazo al que se le ten�a sometido, se baj� sus
blondos pantalones y los bastos calzoncillos y dejo aqu�l descomunal alfanje al
aire; monse�or desde su escondite dio un respingo de placer y saco tambi�n su
procelosa polla activada a base de viagra, mientras la felipina quedaba absortar
en la contemplaci�n de aqu�l "michalengelo" all� con aquella desnudez y aquella
herramienta que le pod�a ayudar a ganar al cielo del placer.
No lo dud� m�s, esta vez fue ella quien se arroj� sobre �l
para besar aquellos escasos pelos del pubis y contonear con su lengua aquel
esp�cimen de pr�apo que colgaba de aquellas maneras, en ello estaba cuando el
joven guardia de un volteretazo se puso detr�s de ella y pese a la resistencia
iba encontrando entre gasas y costuras el camino para poder ensartar aqu�l
pr�apo que la filipina quer�a gozar a su antojo.
Pero la fuerza se impuso y empal� con brutal dureza a la
filipina que apenas dej� caer un suspiro, para a rengl�n seguido ir buscando la
sincron�a en aquellas emboladas sin ton ni son que le propinaba el suizo, que
estaba a su vez espoleado por las u�as que Hel�a le hab�a clavado en sus pecosas
nalgas en pos de una mayor penetraci�n y cuyo efecto hac�a que se viera con
mayor claridad el cardeneo ojete de Hans.
Ante tal visi�n Ciardi, no pudo resistirse y ya con el pr�apo
en ristre sali� de su escondrijo y arremeti� por la retaguardia al suizo, que
qued� pasmado al verse taladrado de forma tan certera y m�s por el Obispo
Ciardi, y como no sab�a como atender a la situaci�n entre la dama, el asunto que
ten�a con ella y el tema del obispo, la sorpresa fue aprovechada por los
maestros del desenfreno como eran Ciardi y Hel�a que extrajeron cada segundo de
placer de aquel joven e inexperto cuerpo al servicio papal.
La filipina viendo que ahora dispon�a de dos estupendas
pollas, y a�n sin colmar su dilatado chocho, ech� al joven sobre la cama y se
empal� a �l como buscando la salvaci�n y luego invit� al se�or obispo a que la
penetrara por la puerta del averno, no es que al obispo le gustara tama�a
maniobra pero as� pod�a ver el pr�apo de su protegido y masajear su esbelto
pecho.
Antes de ensartar a su amiga , el obispo pas� su b�fida
lengua por el trozo de polla que a�n restaba de entrar en la almeja de Hel�a y
tras escupir piadosamente sobre el averno se avino con el d�o en el vaiv�n de
transportes que all� se concitaban. La fina membrana que separaba ambas pollas
una tan curva y larga, la otra ya m�s fl�cida y rectil�nea llevaba a los dos
hombre al paroxismo y a la mulatita al borde del infarto org�smico.
Y all� les dej� en plena embolada, antes puse en marcha la
grabaci�n del Obispo y tras unos minutos de grabaci�n sustitu� la cinta por otra
de las muchas que all� ten�a el cabr�n de Ciardi; aquellas cintas pod�an ser mi
salvaguarda alg�n d�a...
Cuando quise llegar a la celda de Sor Ang�lica , pasaban un
buen trecho de " completas" y a juzgar por lo entrevisto no hab�an perdido el
tiempo; la impresionante Sor hab�a sido atada boca bajo al camastro
completamente desnuda y con un impresionante cirio pascual insertado en su culo,
a la vez que la diligente novicia le arreaba a la sor una buena tunda de
latigazos, a la vez que pasaba por su virginal chocho uno de aquellos c�ngulos
de esparto.
Las espi� por un tiempo pero las visones anteriores ya me
hab�an puesto a cien, as� que hice acto de presencia polla en ristre para
sorpresa de la novicia que intent� atacarme, ese intento de agresi�n me
recalent� a a�n m�s y comenc� a intentar una violaci�n en toda regla. Mientras
la Sor nos ped�a calma a ambos contendientes, al fin pude acaballar a la novicia
sobre el cuerpo de Sor Ang�lica y all� en medio de gritos y lloros asest� un
cruel pirulazo, que le lleg� a la novicia hasta la m�s honda de la entra�as...
La verdad es que no quer�a una polla, pero a m� eso en aquel estado me importaba
un comino, hab�a visto bastante y adem�s sentir la espalda amoratada de Ang�lica
bajo mis huevos fue todo un sum�m.
Me corr� dentro de la novicia que quedaba all� llorando sobre
el culo de la Sor, mientras yo me sub�a hasta la cabeza de la freila y le
obligaba a �sta a lamer mi sanguinolenta polla y de paso me la lubricase para un
nuevo ataque. Todo aquel montaje le hacia sentirse a la hermana como Juana de
Arco y se esmeraba en su papel.
Mientras la novicia hipaba en un rinc�n por el dolor f�sico y
la rotura de su virginal virgo y me calificaba de macho cabr�o , s�tiro y
seguidor de lucifer, me prepar� para asaltar a mi querida celestina por aqu�l
chocho que siempre me hab�a sido prohibido y que ahora encontraba ba�ado de un
espesa p�tina de lubricaci�n, lo que hizo que pronto me escurriera dentro
mientras �sta tambi�n vociferaba atada, de aquello no pod�a suceder a�n, yo que
espoleaba mi deseo que pugnaba por dejar all� dentro su sello, cuando estaba
casi a punto de hacerlo sent� un gran dolor y era novicia que hab�a cogido mis
huevos por detr�s y apretaba, para que yo tambi�n aullara como ellas, por el
dolor de verse violentadas.
De tal guisa me corr� y me qued� exhausto, desat� a mi mucama
y cogido a su inmensas tetas me qued� dormido.
EL IMPERIO DE LOS SENTIDOS (IV)
Las cosas por la Curia Vaticana, debido a determinados
traspi�s de algunos cl�rigos en materia de sexo y pornograf�a, fueron haciendo
que el ambiente se pusiera cada vez m�s tenso y peligroso y como adem�s parec�a
que hab�a problemas m�s all� de las murallas vaticanas, mi protector y Sor
Ang�lica pensaron que era bueno alejarme por un tiempo de la Curia, y adem�s era
conveniente que tambi�n echara un vistazo por los aleda�os del Monasterio de San
Pancracio y San Prepucio, para lo cual me traslad� hasta el monasterio de los
Hermanos de la Sagrada Obediencia y Estricta Observancia, que a su vez eran
quienes abastec�an las dispensas de la Curia con sus ricas viandas y de alguna
que otra real hembra para el real servicio de los m�s altos y nobles cl�rigos
del Vaticano
El monasterio no me era del todo desconocido, pues cuando mi
madre qued� pre�ada del Cardenal de la Congregaci�n de la F�, este fue el lugar
de reposo y de parto de un chiquillo llamado Franchesco, que protagoniza en
parte las labores de voyeur y el contador oral de estas aventuras a este viejo
fraile de Leyre.
Mi supuesto padre, como digo Prefecto de la todopoderosa
Congregaci�n de la F� , pronto hizo de m� un hombre de ricas y diversas virtudes
y especialidades al m�s puro estilo de los Borgia: espionaje, control de vidas y
cuentas, intrigante y fiel a determinadas divisas secretas... en suma unas
especie de , monje polic�a de la Orden de San Benito en la Curia, que fuera
monje no era una desventaja sino todo lo contrario pues gozaba de su status
especial, que de lo contrario como civil e hijo quien se supone que soy hubiera
sufrido m�s de un percance.
As� pues a pesar de mis pocos veintiocho a�os, aqu� me tienen
ustedes en el monasterio que me vio nacer, encargado de la contabilidad y
recuento de hechos, animales y personas y medio perdido en la inmensidad de �ste
microcosmos donde se juntan monjes de toda �ndole y estofa: hermanos, legos,
novicios, conversos, rebeldes, esto en cuanto al monacato masculino, como el
Monasterio es d�plice lo mismo sucede en el convento femenino tan solo separados
por gruesos muros cimenteros.
En realidad el Monasterio de los Hermano/as de la Sagrada
Obediencia y Estricta Observancia, es m�s bien un conglomerado de monjes de
diversas �rdenes monacales; franciscanos, benedictinos, cistercienses, clarisos,
carmelitas y otras �rdenes de menos pujanza y presencia y como no algunos
misionesros/as que hab�an heredado y tra�do extra�as enfermedades y costumbres
de allende de los mares. Mi misi�n adem�s de contabilizar era dar cuenta cabal
de lo que all� suced�a, pues corr�an graves rumores y la Curia no estaba para
muchos sustos.
Lo primero que hice nada m�s presentar mis credenciales y
�rdenes al Superior del Monasterio y tomar posesi�n de mis aposentos, una
retirada casita en la esquina de la gran huerta, lo cual me permit�a observar
desde lejos todo el movimiento alrededor del monasterio y las entradas y salidas
por la puerta falsa del monacato y estar a su vez lejos de miradas indiscretas.
Una vez concluida la labores de instalaci�n, fui a ver a una
vieja amiga de Sor Ang�lica, una fornida campesina, ahora viuda, que en ausencia
de mi madre, requerida prontamente por sus familiares en Am�rica, fue ella la
encargada de mi crianza.
Me traslad� hasta el cercano pueblo de Armille Non Tropo
donde encontr� la casita de Aprile all� al fondo en un rec�ndito huertecito
donde estaba en esos momentos enfrascada en las labores hortelanas, lo que no
fue �bice para que me divisara o me oliera prontamente.
Mi querido Franchesco, que alegr�a, que buen mozo y que guapo
est�s, aunque veo que est�s tambi�n muy bien armado...- todo esto me dec�a
mientras me abrazababesaba y palpaba...-
Pero cuenta como es que est�s por estos lares tan lejos de la
Santa Sede... ya me supongo...?
- Las cosas se est�n enredando por todas esas muertes cerca
de los Palazzos ..eh ?
- No creas que por aqu� las cosas andan tambi�n un poco manga
por hombro y cada uno hace de su h�bito un sayo de pasiones y vicios, supongo
que como siempre...., aunque parece que ahora no corren buenos tiempos
- Eso es lo que me ha tra�do en parte hasta aqu�, mi querida
Aprile, que ya veo que a pesar de los a�os, sigues tan picarona como siempre y
tan enterada de todo como anta�o.
Los a�os no pasan en balde, aunque los a�os pasados no me
estorban para reconocer un buen badajo y bien har�as , mi querido pill�n, en
ense�arme eso que llevas entre las piernas, para comprobar in situ si mis leche
mis cuidados y mis chupadas han dado su justo fruto..
Apenas acab� la frase cuando ech� mano bajo m� h�bito y de un
remangazo lleg� a mis huevos y badajo. -
Cabroncete, mira que vas bien armado, que nos llevas ni
calzones cortos, y que buen instrumento tienes: grande y gordo como a una buena
matrona italiana le gusta...
Y sin encomendarse ni adi�s ni a al diablo comenz� un suave
sorbeteo que pronto me puso a tono a la vez que conduc�a mi mano entre sus
refajos para que manoseara su reseca higa..-
Ya ves que est� un poco reseca, pero as� mi lengua que a�n no
ha olvidado como exprimir un pinchoncete como t�....
El paroxismo lleg� a su culmen a los pocos minutos de lamidas
y rechupones, ya me iba casi corriendo en su boca, cuando se separ� de m�
levantando prontamente sus refajos, se restreg� toda mi semilla por su higa.
As� cuando me huela recordar� viejos tiempo y a buen seguro
que mi reseco chocho agradecer� un poco de mejunje humano y ser� una alegr�a
para �sta vieja chochas, que ya nadie quiere ni para una miserable mamada.
MI querido Franchesco, cu�date del Padre Prior, que es un mal
bicho y est� hecho un hijoputa, pues a m�s de uno ha estado a punto de enviarlo
al otro mundo a base latigazos, no s� si debajo de las bezas del huerto habr�
alg�n que otro monje...; de los dem�s poco te puedo contar salvo que cada uno
anda a lo suyo y andan metidos en inocentes juegos comparados con los del prior
y la jodida Abadesa Mitrada D� Landaya, todo un caball�n con tetas; gu�rdate de
ellos y si tienes alg�n problema ya sabes donde me tienes..., ser� vieja pero no
olvidadiza y tengo unos cuantos recuerdos y secretos que no olvido, que bien te
pudieran servir en caso de peligrar tu f�sico.
Me fui paseando de vuelta al monasterio, donde se organizaba
una gran cena en mi honor y en acci�n de gracias por las cantidades que hab�a
tra�do en auxilio de la econom�a del monasterio; en la cena se reunieron monjes
y monjas separados ambos por las distintas mesas y a cuyo frente estaban sus
respectivos superiores , y entre tan altas dignidades me sentaron para que
contemplara aquella mansedumbre monacal.
Tal y como Aprile me hab�a contado , el Prior ten�a esa dulce
sonrisa de cl�rigo, una sonrisa bastarda bajo la que se escond�a un aut�ntico
inquisidor , capaz de sacarte los huevos a mordiscos sin pesta�ear ni perder su
ang�lica sonrisa. Y la Revenda Madre Landaya no le deb�a ir a la zaga en
perversiones y maldades, a pesar de sus amplias sonrisas y afectuosidades y
caricias, a la vez que alababa mi persona y las noticias que de m� le hab�an
hecho llegar; como Aprile me hab�a puesto en guardia y no queriendo caer tan
pronto en las redes de aquellos dos maquiavelos , me retir� pronto a mis
aposentos.
Camino de mi peque�a casa, o� un peque�o revuelo en la zona
de las porquerizas, lo cual llam� mi atenci�n, me acerqu� con cautela y me asom�
tras los sucios cristales del edificio, all� estaban tres hermanos legos y una
monja todos desnudos, refocil�ndose en pleno acto zoof�lico: el m�s viejo con un
enorme poll�n buscaba el chocho de una gran cerda que se dejaba hacer, mientras
se iba cagando sobre el monje a la vez que �ste soltaba grandes risotadas,
mientras pistoneaba a la cerda y hac�a que �sta le llevara a cuestas mientras se
la follaba.
Otro de los hermanos con pinta m�s retrasado iba cogiendo
gallinas y les insertaba un rid�culo esp�cimen que ten�a por polla, y cada
gallina que consegu�a encular requer�a la atenci�n de los dem�s hermanos, para
que vieran que bien cantaban las gallinas cuando se las trajinaba, mientras el
hermano m�s joven se tiraba al estilo perro a vetusta y gruesa monja de inmensas
tetas, tirados entre las mo�icas y los orines, simulando una especie de cerdos
en celo.
Tan de cerca quise ver aqu�l espect�culo, que pronto fui
descubierto, sin que por ello se alterar el orden de proezas y ejercicios, e
incluso sugiri�ndome que si aquello me asombraba pod�a acercarme hasta las
antiguas mazmorras y all� si que pod�a un espect�culo de impresi�n.
La verdad es que estaba cansado y lo que hab�a visto me hab�a
hastiado, con lo cual volv� sobre mis pasos hac�a mis aposentos, cuando llegu�
me extra�� ver la puerta entornada, sub� mosqueado hasta la parte alta del
edificio y all� encontr� a una Hermana Clarisa, prepar�ndome la cama y el ba�o.
- Perdone Fray Franchesco, han sido �rdenes de la Madre
Abadesa, de que se le prepare el dormitorio y dem�s... Soy la hermana Sandrina y
tengo desde hoy como responsabilidad el cuidado de sus aposentos y de cuanto
usted necesite para la realizaci�n de su trabajo...
- Muy bien hermana, no se preocupe y estoy contento por su
amabilidad, pero ahora solo quer�a tomar una tisana tranquilizante, pues el d�a
ha sido muy duro
La hermana que no llevaba traje talar, sino una especie de
bata gris para el servicio, cuando se estiraba a coger los accesorios de la
tisana, dejaba entrever unos torneados muslos y un poquito m�s a poco que me
inclinara, �sta deb�a darse cuenta de la situaci�n pues alargaba las faenas para
deleitarme con su escenograf�a.
Nos sentamos a tomar la tisana, y en un momento que quise
reacondicionar mi badajo, un tanto alterado, derram� sin querer la tisana,
acudi� pues sol�cita la monjita y trapo en mano se arrodill� a limpiar mi
h�bito, su eficiencia pusieron pues a tono a�n m�s mi cuerpo y ya maquinaba mi
cerebro como hacerse con los servicios de aquella peque�a arp�a .
- Querido padre, pase a la habitaci�n y c�mbiese de ropas
para poder llevar �stas a la lavander�a y de paso le preparar� el ba�o con las
hierbas que me ha dado el hermano boticario, para que se relaje de tanto
ajetreo.
Pas� pues a la habitaci�n a cambiarme de ropa, cuando volv�
encontr� a la hermana inclinada sobre la ba�era con aquellas turgentes formas
pidiendo guerra, me acerqu� y como quien no quiere empuj� a la Sor a la ba�era,
�sta casi se ahoga del susto y del remoj�n.., le ayude a salir del trance, en
ese coger y tirar, quedamos un rato arrebujados en el min�sculo ba�o, lo cual
fue el detonannte para que nuestras pasiones se desbocaran.
La hermana parec�a una experta en el tema, no tard� en hacer
salir las ropas volando y obtener la posici�n dominante, y all� mismo en el
suelo se encalom� en el turgente pr�apo que se alzaba bajo ella y su precioso
chocho lo engull� en un santiam�n. Gozaba la cabrona, a m�s no poder cada vez
que pivotaba sobre mi vergajo, sin importarle que me hiciera o no da�o o yo
tuviera placer con ello, de vez en cuando met�a su mano entre su co�o y
levant�ndose un poco apretaba con una mano mi vergajo para comprobar que no
perd�a textura ni rigidez. En esas condiciones no tard� en llegar a su ansiado
orgasmo y tan pronto se recuper� del �xtasis se fue la cocina, cre� que se hab�a
acabado todo, pues mi polla ya en plan morcilla no estaba para muchas m�s
trotadas, de nuevo lleg� a la habitaci�n donde me hab�a medio refugiado buscando
la ansiada cama y me mostr� unos tarros de mermelada y mostaza que unt� sobre la
fl�cida verga, �sta con las cremas y los leng�etazos pronto recuper� su vieja
forma.
- Mi querido Fraile va hacerme usted el �ltimo favor de la
noche...
Se subi� de nuevo encima de m� , me dio sus diminutas tetas a
chupar y cuando ya estaba suficientemente excitada, cogi� el medio poll�n y se
lo enchuf� en el culito de un empell�n, que a mi me hizo llorar de dolor, pues
creo que entr� medio doblado... creo que perd� el conocimiento o mi fatiga era
tan grande que no s� cuando aquella tortura, que no follada, acab� aunque a
juzgar por mi estado y los retazos de recuerdo que ten�a, creo que ella sigui�
un buen rato amarrada al pil�n con mi voluntad y conocimiento perdido en una
nebulosa de placer y dolor...
EL IMPERIO DE LAS PERVESIONES (V)
Pas� all� varias semanas, pero aqu�l d�a amaneci� con una
magn�nima claridad y con incipiente calor que se intensificaba a la vez que
avanzaba la ma�ana y que invitaba a no trabajar, y huir en lo que pudiera de
aquella monja-amazona que ten�a por secretaria. El d�a pasaba tranquilo, sin que
aparentemente nada denotara que all� pasaba algo m�s que el tranquilo discurrir
de la vida monacal,
Quien fuera un poco observador pod�a vislumbrar que tras
aquella aparente calma y sencillez, hab�a signos de all� exist�an m�s que una
fraternal camarader�a monacal: disimulados gui�os y pellizcos, cuchicheos y
roces casi imperceptibles adem�s de un cierto descaro, pues los hermanos legos
de las porquerizas no parecieron inmutarse al ser de nuevo encontrados en los
pasillos y claustros monacales.
Pasado el d�a, me dediqu� a esperar la llegada de la noche,
para adentrarme a en los intrincados secretos del monasterio , busqu� pues a mi
particular amazona y secretaria y una vez puesta al corriente de mis intenciones
, me llev� por secretos pasillos que nos llevaron directamente a la viejas
mazmorras, en una de ellas pudimos ver a la p�rfida Abadesa con el h�bito
puesto, pero con una extra�o bulto, y que amenazaba a otra monja que ten�a
encadenada de pies y manos con echarle a sus queridos "Priap�n y Ors�n" sino se
abr�a de inmediato de piernas.
La monja se resist�a a tal petici�n y rogaba e imploraba su
perd�n besaba los pies de la Madre Abadesa, cuando alz� los ojos, la reverenda
se levant� el h�bito y dej� ver un descomunal pr�apo de �bano unido a un
braguero, el susto de la hermana fue may�sculo y se resist�a a dar cabida
aquello entre sus carnes. De alg�n lado apareci� el Prior que hizo beber a la
Sor un bebedizo, al poco tiempo la encadenada monja se refocilaba por el suelo
desnuda abri�ndose el chocho y pidiendo que alguien le calmara aquellos furores
uterinos, mientras echaba saliva y saliva para calmar los resquemores vaginales
que la parec�an atormentar.
- Creo querida Landaya , que nuestra hermana est� preparada
pera el espect�culo de esta noche, llamemos pues al resto de los invitados para
que asistan a la fiesta
Dec�a el prior mientras le sobaba a un joven mancebo su joven
pr�apo y tocaba una campanilla, al toque de �sta fueron llegando diversos
hermanos y hermanas, ligeros de ropas y con diversos s�mbolos pintados en sus
cuerpos a la vez que iban dando grandes sorbos de un gran c�liz.
Landaya descubri� unas grande jaulas, hasta ahora tapadas,
donde hab�a un chimpanc� y un gran dogo, y los echo sueltos al c�rculo que
formaban los hermanos y dentro del cual estaba la suplicante hermana, no sin
antes untar a los tres personajes con sus mutuos efluvios, pronto el chimpanc�
empez� a agitar sus largos brazos y apartaba de su codiciada presa a su
adversario, el gran dogo, que se sinti� un poco atemorizado momento que la
hermana aprovech� para atrapar el gran mono al que coloc� r�pidamente debajo y
buscaba desesperadamente su vergajo, encontrado este no dud� un instante en la
maniobra, y se lo meti� de tal forma y manera que el mono la abrazaba en forma
de tenaza como si de su tabla de salvaci�n se tratara. El gran dogo viendo a su
oponente fuera de combate, y teniendo una clara vis�n del objetivo que se le
ofrec�a en pompa, no se lo pens� dos veces, se lanz� en pos del fest�n para su
inmensa herramienta.
No encontraba pues lo que buscaba, y fue Landaya quien acudi�
en auxilio del can, cogi� pues el vergajo de Priap�n y lo encamin� hasta la
pompa de le ofrec�a la l�brica hermana; enca�on� Priap�n el agujero posterior de
�sta, que estaba muy ilusionada con su polvo hom�nido, pero no se esperaba que
algo tan monstruoso se adentrara por aquellas partes, pero era tarde Priap�n se
afanaba cada vez m�s en meter su herramienta a pesar del dolor y los gritos
lastimeros de la monja.
Mientras los invitados iban formando grupos a los cuales m�s
ingeniosos y l�bricos, formando perfectos caleidoscopios de chuminos y penes de
distintas tonalidades y dimensiones.
El gran espect�culo de la monja violada por los dos animales
prosegu�a, Ors�n el Chimpac� al sentir su zurriagazo era aplastado por algo raro
que all� suced�a y viendo la cabeza del gran dogo por encima de la espalda de la
hermana, se enfureci� y se revolv�a mientras el dogo intentaba no perder el
equilibrio, ahora que ten�a hasta la cebolleta metida en el culo de la monja,
todas esas sensaciones y circunstancias entraron en conflicto y cada cual quer�a
salirse de aquella macabra situaci�n, la lucha por sacar ambos animales sus
oblongos vergajos de los estuches de la hermana, hac�an que �sta fuera
salvajemente desgarrada echando espumajearos de placer y co�gulos de sangre de
su doble desgarramiento.
Aldaya que ten�a a su vez encalomado con su artificial pr�apo
a un hermano, se re�a y llamaba su querido Priap�n para que forcejeara a�n m�s y
fuera al instante a lamer su oscuro chocho. Cuesti�n que no tard� en producirse,
dejando desgarrada y entre estertores a la monja.
Landaya tambi�n en pleno delirio sexual llam� al orangut�n
para que este fuera introduciendo alternativamente su fino y largo pene en los
estuches de la Abadesa, mientras el hermano enculado por el palo �bano de la
monja daba grios de placer pues a cada pistonada del hom�nido m�s se le clavaba
el pr�apo de la abadesa .
El Prior ya con el l�tigo en la mano daba zurriagazos aun
grupo de folladores; un orondo padre que se follaba a una joven hermana y que a
su vez �ste era follado por un campesino mugriento y su espectacular pirula , El
Prior Ignacio Valentini, fuera de s� daba zurriagazos mientras era orde�ado a
base de lenguadazos por Priap�n que esperaba con ansiedad su premio, el semen
del Prior.
El resto de los invitados iban alternado posturas e
introducciones seg�n fuesen quedando agujeros libre y ganas de fornicar.
El espect�culo que desde nuestro escondite se ve�a era
impresionante y pronto tuvo sus efectos entre nosotros, pues ya mi querida
Sandrina buscaba con �vida pasi�n , darse un fest�n con mi herramienta, aunque
yo prefer�a contemplar otros escenarios, para as� completar mi detallado
informe.
Arrastr� pues a la Hermana Sandrina pasillo adelante,
intentando convencerme de que volvi�ramos hasta mi casita en el huerto, a lo que
me opuse pues sab�a que por aquellos pasillos pod�a asistir a m�s de un
espect�culo y quer�a volver a Roma, con algunas nociones y conceptos amorosos
nuevos
En la siguiente celda, hab�a varias hermanas que ten�an atado
a una especie de mendigo a un banco, sin apenas ropa y la cabeza metida en su
saco negro, la hermanas lo hab�an puesto de espaldas sobre el estrecho banco y
se ensartaban por turnos encima del vergajo del mendigo d�ndole fustazos para
que este se moviera, luego la que ejerc�a de mandam�s se ensart� vilmente por el
culo aquel peque�o pirulo, pero de un grosor extraordinario casi diez
cent�metros y a una orden suya le metieron al mendigo un extra�o animal en el
saco, el mendigo al encontrar aquello en la bolsa comenz� a revolverse de forma
incre�ble y mientras lo hac�a llevaba a la l�brica hermana al sumun del placer
que concluy� con el �ltimo estertor de la victima y una impresionante erecci�n
que fue aprovechada por casi todas las hermanas, mientras la victima dejaba
escapar sus �ltimas fuerzas.
Lo cierto es que �ste �ltimo escenario, me dej� un tanto
anhelado y con pocas ganas de m�s juergas, por lo cual busqu� la salida de
aquellos s�tanos de pasi�n y desenfreno, cuando ya iba camino del aire fresco,
me llam� la atenci�n de un soniquete de voz muy conocido, me acerqu� con cautela
y all� en una amplia sala y muy bien acondicionada a Monse�or Ciardi y la Sra.
Hel�a que ten�an atado de espaldas al marido de �sta sobre una especie de altar
con las piernas en alto y atadas a su garganta a trav�s de poleas y grilletes.
Ciardi oficiaba tocado de una gran capa de fieltro rojo y largas botas cuero
hasta la pantorrilla y la cara medio enmascarada
Hel�a estaba a su vez atada a una especie de rueda en plan
ruleta en vertical y seg�n en que posici�n quedara una cohorte de fen�menos
sexuales: tullidos con un enormes rabos en longitud y grosor, mendigos con
dobles pollas, y eran azotados para que le fueran introduciendo a la filipina
sus prepotentes �rganos.
Una legi�n de azotadoras y azotadores, hermanos de diferentes
congregaciones sen ensartaban o chupaban unos a otros mientras repart�an estopa,
Ciard� se dispon�a a clavarle su dardo al marido de la Hel�a
en presencia de ambos, que a su vez iban probando ahora aquel monstruoso pene de
p�stulas, cuando el inmenso consolador humano de un mendigo negro en los
distintos agujeros, Ciardi embolaba al Guardia suizo, mientras �ste juraba
venganza y matarle en cuanto tuviera ocasi�n.
La fina Sr.a Hel�a se negaba a dar entrada a un anormal
miembro de dos cabezas en su cuidada almeja, y gritaba y gritaba a su amigo:
Ciardi por el amor de Dios, ensarta a ese hijoputa afeminado de marido que Dios
me ha dado, pero no permitas que estos monstruos se acerquen a mi, se que en
estas semanas, no me he portado del todo bien contigo, que le contado parte de
tus andanzas, pero no permitas mi este suplicio, har� cuanto quieras, Ciar.... y
eso que a pesar de querer morder la inmensa polla que le acababan de introducir
era casi imposible por la abertura de su boca y porque el mendigo azuzado por
los latigazos meti� su barriga contra la cara de la filipina que �sta no pod�a
ni ver, ni respirar.
Y m�s cuando sinti� que le habr�an el culo con una especie de
tenaza de embudo y le met�an un inmenso poll�n, su desesperaci�n fue tal que
cuando se quisieron dar cuenta, la bella filipina se extingui� entre estertores
de placer y dolor.
La rabia de su marido fue a�n m�s terrible para deleite de
monse�or que mientras le ensartaba daba v�tores para que la alegr�a le subiera
a�n m�s su pr�apo, el sumun fue cuando Ciardi cogi� la pistola del Jefe de la
Guardia y le dispar� a la Hel�a, el placer de Ciardi era inmenso pues rasg� la
carne de su v�ctima del orgasmo que estaba teniendo.
El resto de la banda de s�tiros sigui� con sus faenas y
bebiendo la sangre de la filipina.
Mi dolor fue tanto que me desvanec� y aparec� en mi cama,
seg�n me contaron estuve dos d�as delirando y lleno de fiebres, y al cuidado de
mi querida Sandrina.
Pasadas las fiebres, Sandrina me cont� los siguientes
sucesos, en el Vaticano parece ser que se dio un grave incidente, pues
resultaron muertos Do�a Hel�a y su marido Jefe de la Guardia Suiza Vaticana por
disparos del joven Hans, cuando �ste descubri� en una habitaci�n que su Jefe
hab�a matado a su esposa al descubrir su infidelidad.
Lo cierto y seg�n me relat� mi querida Sor Ang�lica, que
hab�a llegado hasta el Monasterio para tomar posesi�n de �l y depurar toda la
maldad, que no el divertido y sano sexo, fue que al encontrarse Ciardi en su
loco disfrute con el cad�ver de la Hel�a , monse�or hab�a llevado el cuerpo de
la mujer y al drogado marido hasta sus estancias en Roma, y que all� le hab�a
contado al joven que su Jefe hab�a descubierto sus relaciones con Do�a Hel�a y
que la hab�a matado de un certero disparo, el joven Hans loco de ira y de pasi�n
lleg� pues a los citados aposentos y vio all� medio levantarse a su Jefe pistola
en mano, evidentemente estaba despertando del sedado que le hab�an puesto, y sin
mediar palabra all� se efectuaron disparos, y result� muerto el humillado marido
de Do�a Hel�a.
Ciardi, crey� resuelto el caso, pero me han llegado noticias-
contaba Sor Ang�lica- de que ha sido recluido en el Carmelo a pan y agua y aqu�
estoy yo para poner ord�n en este tugurio de monasterio, la Abadesa ha sido
enviada a Espa�a con las Clarisas Redomadas y esclarecidas y al Prior se le ha
enviado a Cracovia para que lo merendasen los comunistas.
Y ahora hay os dejo, si vos Padre Franchesco, nuevo Prior de
este monasterio me permit�s voy a visitar a mi querida amiga Aprile para que me
ponga al d�a y traerla como fiel cocinera.
Os dejo pues, querido y flamante Padre Prior, en las manos de
la Hermana Sandrina, que a buen seguro os repara de todas vuestras dolencias y
os dejar� exulto para la nueva empresa que no ha tocado lidiar.
Y aqu� ten�is mis queridos lectores la real historia que ha
sucedido en estos meses en la Curia Romana.
�
Abelardo de Leire