Relato: Moldeando a Silvia (23)





Relato: Moldeando a Silvia (23)

ADVERTENCIA


Esta obra contiene escenas de sexo no consensuado, sadismo,
humillaci�n, dominio y est� orientada a lectores adultos. Si este tipo de
cosas no son de su agrado o de alg�n modo hieren su sensibilidad deje de leer
AHORA, despu�s podr�a ser tarde. Por supuesto todas las escenas aqu� narradas
son de absoluta ficci�n y es voluntad del autor que nunca lleguen a ser
reales. Cualquier comentario ser� bienvenido. (Abst�nganse de mandarme
ficheros adjuntos porque NUNCA los abro)




POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO



Quiso hacer algo, interrumpir aquello de alg�n modo, pero
el desconcierto hab�a anulado su capacidad de reacci�n y no hab�a nada que
pudiera hacerse. Mir� impotente como se tambaleaba Silvia, la manera en que
tuvo que apoyarse en la pared tras las palabras de Jorge. �C�mo era posible
que hubiera llegado a sentir hacia esa pobre mujer lo que hab�a sentido? �C�mo
era posible que hac�a s�lo un momento le hubiera dicho que la quer�a? Y lo que
era a�n peor �C�mo pod�a ser que hubiera tocado, acariciado ese cuerpo
salpicado de esperma? Hab�an quedado algunas manchas muy delatoras en su
propia ropa. Era hermosa, s�, pero no hasta ese extremo, no pudo evitar
sentirse casi violado. Era admisible, incluso sano que sintiera compasi�n de
aquella chica, que deseara ayudarla, pero no que se implicara hasta ese punto.



Intent� pasar revista a sus emociones. Jorge era amigo suyo
desde hac�a a�os, lo apreciaba, de no ser por �l sus oportunidades con Silvia
habr�an sido nulas, pero al Jorge que estaba viendo ahora no lo conoc�a.
Segu�a siendo inteligente, conservaba el autocontrol, pero todos sus recursos
parec�an canalizados hacia el mal, hacia da�ar a la chica. No, Jorge ya no era
su amigo, hab�a dejado de serlo casi sin que se diera cuenta; lo estaba
traicionando porque �l se hab�a traicionado a s� mismo, hab�a sucumbido a la
satisfacci�n de sus deseos inmediatos, sin reparar en las consecuencias.
�Jorge no era su amigo! Esa situaci�n era tan nueva que lo golpe� como un
mazazo �En qu� iba a acabar todo? �La existencia de Silvia, de un juguete
sexual compartido, estaba cambiando las relaciones entre todos ellos! Pero una
vez m�s la escena cobr� vida: Silvia se apart� de la pared, los mir� a todos
con cara de animalillo asustado, y la realidad arroll� sus reflexiones.



� �Salir Ahora?
� Pregunt� con incredulidad, entendiendo lo que
significaba la orden.



� Pues s�, ahora �Cu�ndo si no?
� Respondi� Jorge�
.Ma�ana ya no los encontrar�as y eso querr�a decir que tendr�a que ponerme a
imaginar alg�n castigo peor del previsto �Est�s segura de que eso lo que
quieres? Sabes que tengo mucha inventiva.



Cre�a estar hecha a todo, pero el coraz�n pareci�
par�rsele. Conservaba fresco en la memoria el paseo a trav�s de la sala, lo
mal que lo hab�a pasado. Tener que deshacer ahora el recorrido, sin m�scara,
que volver a salir cubierta de esperma, era mucho m�s de lo que pod�a aceptar,
ir mucho m�s lejos de lo que hab�a temido que le ordenaran. Aunque en realidad
daba lo mismo, el propio presidente del club la hab�a masturbado, era m�s que
probable que la hubiera reconocido, que a esas alturas el da�o estuviera
hecho.



� �Dios m�o! �As�?
� Dijo, a la vez que hac�a un gesto con la mano,
se�al�ndose a s� misma de arriba abajo.



Jorge la observ� un momento con expresi�n entre jocosa y
dubitativa, con la mano puesta en la barbilla.



� S�. En realidad creo que hay
algo que falla, que no est�s del todo elegante �
dijo conduci�ndola hacia un espejo enorme que colgaba de la pared.



Ella, apenas pudo resistir contemplarse m�s all� de unos
segundos. El semen hab�a empezado a secarse dejando grumos, islotes blancuzcos
y cremosos desperdigados por su piel, que en su mayor parte quedaba cubierta
por una especie de pel�cula pringosa.



� No est� del todo presentable
�Verdad? � Dijo mientras la giraba, ofreci�ndola a
los ojos de todo el grupo� �Qu� opin�is vosotros?



El profesorado se deshizo en chistes y murmullos, pero
nadie hizo ninguna sugerencia.



� Bueno, pues veamos qu� tal
queda � Prosigui� Jorge, con gesto p�caro, mientras
alargaba la mano y le tiraba de las bragas hasta dej�rselas en las rodillas.



� �No, no, eso s� que no!
� Exclam�, impremeditadamente, a la vez que se
contra�a juntando las piernas.



� �No, Silvia? �Le dices que no
al responsable del �rea de disciplina? Voy a interpretar que se trata de una
negativa ret�rica, un intento de ocultarte a ti misma lo que eres, aqu� ya no
enga�as a nadie.



Se qued� callado un momento, mir�ndola con jactancia,
observando el efecto de sus palabras. Disfrut� viendo c�mo, aunque intentaba
contenerlas, las l�grimas se le iban escapando y al final volv�a a caer,
recurr�a a suplicarle.



� Por favor, Jorge, por favor,
no puedo salir desnuda, y mucho menos as� de pringada. �Me van a ver! Har�
cualquier cosa, pero no esto � Dijo temblando,
acorralada por el miedo� ; por favor, d�jame el
traje.



�l se qued� mir�ndola con fingida sorpresa. Por un momento
pareci� que iba a abofetearla, pero encontr� un medio mucho m�s eficaz que la
violencia f�sica para espolearla a cumplir sus exigencias.



� Querida, querida, me pides
favores, remoloneas en cumplir una orden �Por qui�n me has tomado? �por un
amigo? �Es que quieres que te castigue de veras? �Quieres algo permanente en
lugar de este breve paseo? Voy a ser muy magn�nimo, voy a tratar de ignorar
esos gimoteos y t� te vas a largar ahora mismo a buscar a tus clientes; ya es
hora de que te vayas acostumbrando a ejercer de lo que eres. Vas a salir por
tu propio pie �Y sabes por qu� vas a hacerlo? Porque no tienes nada que
perder, porque si no lo haces, vas a encontrarte el estriptease de hoy y todo
el material que tenemos publicado en internet, vas a encontrarlo hasta en
televisi�n. Entonces s� que se enterar�a todo el mundo. As� que hala, a
trabajar � dijo d�ndole una sonora palmada en el
trasero� . Claro que har�s cualquier cosa, har�s lo
que queramos cuando te lo ordenemos, despu�s de hacer esto.



Agarr� a Silvia del antebrazo y con gesto burl�n la condujo
hacia la puerta. Ella camin� a trompicones, trab�ndose por las bragas, hasta
que en alg�n momento se le salieron por los tobillos. Jorge no dej� espacio a
titubeos la ech� fuera de un suave empuj�n y se despidi� dici�ndole:



� Si vuelves sin acompa�antes,
me va a encantar dise�arte nuevas obligaciones.



La puerta se cerr� tras ella con un chasquido irrevocable.



� �
�



Sin apenas saber c�mo, se vio sola en el pasillo,
desorientada como si acabara de nacer en un mundo nuevo, un mundo que no iba a
poder evitar descubrir. Despu�s de las cosas que le hab�an sucedido en el
reservado, le result� incre�ble que estuviera deseando ser admitida de nuevo
en el interior. Aquello era una pesadilla; lo de estriptease se le hab�a hecho
muy cuesta arriba, pero despu�s las cosas hab�an discurrido por unos
derroteros que hab�an rebasado sus peores pron�sticos; jam�s habr�a imaginado
el nivel hasta el que la estaban degradando.



El ambiente hab�a cambiado. Desde donde ella estaba, s�lo
ve�a mesas desocupadas y alguna que otra chica recogiendo vasos. Se o�an
ruidos de gente mezclados con una m�sica suave, pero el bullicio parec�a
haberse disuelto. Con un poco de suerte no habr�a nadie que la conociera.
Apenas pod�a creerse que ella estuviera all�, sin m�s indumentaria que
aquellas medias rojas, a punto de volver al sal�n. Ahora ya no se la pod�a
confundir con una camarera, la ausencia de bragas atraer�a la atenci�n con m�s
eficacia que un reflector, y cuando la observaran... El hediondo pijama de
esperma que llevaba puesto la dejar�a a la altura de la m�s degenerada de las
mujerzuelas. Era mejor no pensarlo, de hecho apenas si pod�a pensar, dio
varios pasos al frente y la sala se abri� ante ella. Quedaba muy poco p�blico
y las luces eran tenues. De un r�pido vistazo no consigui� encontrar ninguna
cara conocida. En apariencia, nadie le prest� atenci�n, y eso la alivi�, pero
por ninguna parte vio rastro de los dos hombres que buscaba.



Se qued� quieta, dud� de qu� hacer al llegar al pasillo
central, pero por su mente pasaron muy pocas opciones. La amenaza de ser
expuesta en p�blico como una cualquiera era tremenda, pero quiz�s, con mucho
dolor podr�a manejarla; la otra, la de ser implicada en la muerte de su padre,
era algo mucho m�s serio, algo que ata��a a la justicia, a su hermana, al
pueblo; algo que no pod�a ni so�ar con resistir.



Se le pas� por la mente la idea de desobedecer, de llamar a
la polic�a y contarle toda la verdad, pero se dio cuenta de que no era capaz
de hacerlo. De s�lo pensarlo, la sangre se le hel� por las venas. El que la
cinta llegara al juzgado significar�a que la meter�an en la c�rcel
inmediatamente. Adem�s, su caso era de la clase que gusta a los medios de
comunicaci�n, se divulgar�a por todas partes y el da�o estar�a hecho aunque
saliera absuelta, cosa que se le antojaba muy poco probable. Por unos
instantes intent� imaginarse a s� misma en esas circunstancias y no lo logr�,
pero a pesar de ello, si era imprescindible, estaba dispuesta a afrontarlas.
Hab�a algo peor que todo eso y era Alicia; si llegaba a sus o�dos el contenido
de la cinta, si llegaba a enterarse de que ella hab�a tenido algo que ver en
la muerte de su padre, ser�a mucho m�s implacable que cualquier juzgado.
Alicia, en muchos sentidos, hab�a sido durante a�os el hombre de la casa; si
llegaba a enterarse, sencillamente meter�a dos cartuchos en la escopeta, se
presentar�a en Madrid, y le disparar�a los dos ca�ones a bocajarro; era as� de
simple y quiz�s, extra�amente, fuera lo menos malo que pod�a pasarle.



En cada momento intentaba elegir la opci�n menos da�ina,
pero la hab�an metido en una especie de t�nel que, ineluctablemente, conduc�a
a su destrucci�n. Por d�nde quiera que lo mirara, no ten�a otra esperanza de
salvarse que el que Jorge o Alberto se delataran ante la c�mara que Pedro
hab�a instalado. S�lo se atrev�a a vivir los d�as precisos para ver si eso
suced�a. Pedro... si es que todav�a segu�a de su lado, si no lo hab�a
decepcionado hasta el punto de que la abandonara. �Qu� extra�o lo que hab�a
pasado con �l! y c�mo lo echaba de menos. Mientras tuvo una cara amiga a la
que mirar hab�a algo a lo que asirse, pero ahora...



Los acontecimientos hab�an vuelto a precipitarse y no hab�a
tenido ocasi�n de poner orden en sus pensamientos. Salir a buscar a aquellos
dos tipos se le hac�a insoportable; era evidente que la estaban empujando
hacia un nuevo nivel, la estaban enviando por primera vez a ofrecerse, a
comportarse en p�blico como una aut�ntica puta. Un escalofr�o le recorri� la
columna vertebral; estaba mareada y ten�a empapada la entrepierna. Qu� horror,
c�mo le gustaba aquello. �Qu� pasar�a si Berm�dez y el grandull�n se hab�an
largado? Ante ella se abr�a un �nico camino y a cada segundo se hac�a m�s
tortuoso.



Sinti� la tentaci�n de volverse, nada m�s lejano a sus
deseos que el atraer alguna mirada; pero no pod�a hacerlo, no se atrev�a a
imaginar lo que pasar�a si se ve�a obligada a regresar sola. Avanz� por el
pasillo principal. Una chica con la que se cruz� se la qued� mirando, con una
mezcla de asombro y l�stima; por fortuna, tuvo la prudencia de no decir nada.
Entonces los distingui�; en una de las �ltimas filas, muy cerca de la barra,
estaban el asesor y el gigant�n, meti�ndole mano a dos jovencitas. Se qued�
parada en seco y una vez m�s estuvo a punto de darse la vuelta. Quiz�s fuera
mejor regresar. �Estaban acompa�ados! Por muy duro que fuera lo que Jorge le
preparara �iba a ser peor que aquello? Aunque le resultara incre�ble, tuvo la
certeza de que as� ser�a. Mejor no despilfarrar la poca suerte que le quedaba,
quemar hasta el �ltimo cartucho por conseguir su compa��a. Se encamin� hacia
ellos, vacilante, sin tener ni idea de c�mo entrarles ni de qu� iba a
decirles. Justo entonces not� la existencia de varios se�ores, agrupados en
torno a una mesa apartada. Sin atreverse a fijar la vista, quiso distinguir
qui�nes eran, pero estaban en penumbra y las siluetas no le resultaron
conocidas. Repentinamente, uno se volvi�. Iba de Smoking y su camisa se volvi�
malva con la caricia de un reflector; no obstante, lo que sali� por sus labios
fue impropio de un caballero.



� �Joder, qu� t�a! Si no lleva
bragas y le chorrea la leche hasta el ombligo.



� Y menudas melenas inferiores
que gasta la muy zorra. Me prometisteis que este era un sitio con clase
� dijo otra voz, con tono recriminatorio.



� Y lo es, hombre, lo es
� Le respondi� alguien�
. Lo que sucede es que esta es la hora golfa.



Silvia no pod�a comprender c�mo se manten�a en pie. Fingi�
que no o�a y se acerc� a los sof�s en que estaban acomodadas las dos parejas.
Una ventaja tuvo la soez intervenci�n de los supuestos caballeros, y es que no
necesit� que hacer nada por atraer la atenci�n de aquellos a los que buscaba.
Lu�s Berm�dez, sac� la cabeza de entre los pechos de una asi�tica preciosa y
se la qued� mirando con expresi�n entre so�adora y divertida. El hombre alto,
en cambio, fue bastante m�s directo. Sin sacarle las manos de la entrepierna a
la muchacha que ten�a al lado, le dijo en voz bastante alta:



� Ya hemos encontrado compa��a
�Ahora qu� co�o quieres?



Silvia intent� pensar a toda prisa. Ten�a que decir algo,
ten�a que conseguir al menos que aquello fuera el principio de una
conversaci�n, abrir el camino para intentar enrollarlos. Dios, era terrible
que ahora tuviera que rebajarse para recuperar lo que s�lo hac�a un rato hab�a
despreciado.



� Bueno yo... Creo que antes
estuve un poco esquiva con vosotros y quer�a pediros disculpas.



� Vale, de acuerdo, est�s
perdonada � Respondi� Berm�dez�
. Ahora, si no te molesta, ve a distraerte a otra parte �
A�adi� mientras volv�a a sepultar la cara entre las tetas de la asi�tica.



Ella se qued� de una pieza. La conversaci�n parec�a haber
terminado incluso antes de empezar y eso era algo que no pod�a permitir. No le
iba a quedar m�s remedio que ir un poco m�s lejos y no ten�a tiempo para
pensar; se le encogi� el coraz�n de verse obligada a pronunciar la siguiente
frase.



� Es que yo... Bueno, hab�a
pensado que quiz�s pudi�ramos divertirnos un rato los tres juntos.



Aquello fue demasiado. La preciosa rubia que estaba con el
grandull�n le ech� una mirada asesina y casi estuvo a punto de levantarse del
sof� para encararse con ella.



� Escucha, zorr�n, si la noche
ha estado floja lo siento, pero nosotras tambi�n tenemos derecho a currar.
Vete a hacer la carrera a otra parte. Largo de aqu� o te arranco los pelos del
co�o.



Para colmo de males, Silvia empez� a o�r cuchicheos,
palabras sueltas en la mesa de los se�ores. Casi se desmay� de pensar que no
hab�a tenido ocasi�n de mirarlos con cuidado, que no sab�a quienes eran.



� Tranquilas, tranquilas, que
hay para todas � Terci� el grandull�n�
Veamos, putita �Acaso te crees m�s guapa que ellas? �Qu� ofreces t� que a
ellas les falte? Si te soy sincero, no me gustan las t�as tan guarras �Por qu�
deber�amos irnos contigo?



Tuvo que apoyarse en el respaldo de un sof� para no caerse.
Aquello era demasiado, las piernas le temblaban y los alt�simos tacones no la
ayudaban a mantenerse en pie. Era consciente de no ser m�s guapa que ellas,
quiz�s s� m�s rotunda, m�s metida en t�a buena, pero no m�s elegante ni m�s
hermosa; y menos todav�a pringada como estaba de arriba abajo. Se puso a
buscar respuestas a toda prisa, pero la �nica que se le ocurri� le pareci�
demasiado cierta, en exceso real como para atreverse a recurrir a ella. Su
situaci�n y el lugar le dificultaban concentrarse. Capt� una frase proveniente
de la otra mesa: "Escucha, es una bronca de putas" Y comprendi� que ya
no le quedaba ning�n resto de dignidad que defender.



� Es que yo... Yo soy m�s barata
� dijo en un susurro.



Lu�s Berm�dez, dej� por un momento de mordisquear golosinas
y la mir� con expresi�n p�cara.



� Disculpe, se�orita Seti�n,
temo que no la he o�do �Podr�a decirlo un poco m�s alto?



Silvia dio una patada al suelo y, perdido ya todo asomo de
compostura, respondi� con los ojos llenos de l�grimas.



� S�, soy barata, soy la m�s
barata de todas y estoy tan buena como la que m�s. Deb�is follarme
� dijo casi gritando en el ya silencioso ambiente
de la sala.



��Pero es que no te has enterado, puerca? �El caballero ya
te ha dicho que no le gustan las t�as tan guarras! �Le grit� la asi�tica,
mientras saltaba hacia ella, dispuesta a ara�arla.



Berm�dez la tuvo que agarrar para mantenerla sentada y que
no lo hiciera.



�Tranquilas, chicas, tranquilas �dijo�. Ya hemos o�do lo
que al caballero no le gusta, pero somos amantes del di�logo �por qu� no o�mos
lo que le gusta a ella?



Silvia no comprendi�. Se qued� callada, desorientada.
�Hab�a fracasado! No iba a conseguir llevarlos con ella. Estaba all�, en
pelotas y cubierta de leche, se hab�a rebajado cu�nto era posible hacerlo,
hasta con la imaginaci�n. Ya no ten�a nada que dar, sencillamente los hab�a
perdido.



�S�, Silvia.... Digo... Gilda �Prosigui� el asesor� �Qu� te
gusta a ti, qu� te pone como una moto?



Esta vez lo entendi� �Le estaba preguntando lo que le
gustaba en el sexo! Y no ten�a tiempo para inventar, ni siquiera para pensar
lo que dec�a....



�Me gusta follar �dijo casi en un medio susurro.



��Ah, s�? Te gusta follar �Qu� original! �Respondi�
Berm�dez ri�ndose�. Creo que vamos por mal camino si no consigues ser mucho,
pero mucho m�s expl�cita....



La verdad.. No ten�a ni tiempo de pens�rselo, de dilucidar
cu�l era la verdad. Empez� a hablar como si estuviera en trance, pausada y
francamente, con la convicci�n que da la veracidad.



�Me gusta que me tiren del pelo y que me insulten. Me
encanta que me follen cuanto m�s t�os mejor, pero hay algo que me pone todav�a
m�s caliente. Me encanta, sobre todas las cosas que me humillen, que me hagan
comprobar que no soy la que manda. Qui�n me humilla, me tiene, me posee, me
usa, y quien me usa... Me humilla.



Durante un par de segundos en la sala se hubiera podido o�r
la ca�da de un alfiler. Al cabo de ellos estall� el gigant�n.



�Pues peor todav�a me lo pones �Si eres la t�a m�s guarra
que jam�s he conocido!



�Espera, hombre, espera �Intervino Berm�dez� Cada uno llega
hasta d�nde quiera �Y no te parece una experiencia probar algo as�?



�Otro d�a ser�, chicas �Exclam� el gigant�n, dirigi�ndose a
sus acompa�antes�. Temo que no acaba de surgir un compromiso urgent�simo.



Los dos hombres cruzaron una mirada de complicidad, se
levantaron y se dispusieron a acompa�arla.



� �
�




Jorge espiaba a Silvia a trav�s de la mirilla; esbozando
una sonrisa observ� sus titubeos, la manera de tambalearse y no se apart�
hasta que desapareci� encendida y temerosa entre las mesas.



� �Bien! �
Exclam�, dando una palmada en la pared� Se lo ha
tragado y no se ha roto. Vamos a llegar hasta el final, ya seguro que
llegamos.



Todos los monitores se deshicieron en risas y
felicitaciones. Se estaba confirmando que el juguete sexual estaba maduro y a
punto, perfectamente dispuesto para empezar a divertirse a fondo. Como sol�a
suceder, Alberto fue casi el �nico que no se dej� contagiar por el j�bilo
general.



� Tranquilo, hombre,
� dijo con tono apaciguador�
. No vendas la piel del oso antes de haberlo matado. Te recuerdo que la est�s
llevando hasta sus l�mites f�sicos, no hay momento en que no pueda
derrumbarse.



Jorge estuvo de acuerdo, en cualquier instante pod�a
sobrevenir un desmayo, un shock nervioso, e irse todo al traste. Pero a pesar
de todo estaba convencido de que el mayor de los riesgos, el del ataque de
histeria, hab�a sido soslayado y eso era tremendamente esperanzador. A partir
de ahora, ya apenas iba a ser precisa la colaboraci�n de Silvia, ni su
capacidad de decisi�n; era inminente que la metieran en la batidora y a partir
de ah� todo discurrir�a como la seda hasta el �ltimo orgasmo.



� No seas p�jaro de mal ag�ero
� respondi�� ; como bien
dices, el �nico peligro es el del derrumbamiento f�sico y ya no creo que se
produzca. El efecto de la pastilla, unido a su natural ansia de sexo la
mantienen salida como una perra y compensan la depresi�n; adem�s, posee una
extra�a clase de fortaleza; es psicolog�a b�sica. La vamos a estrujar como a
un tubo de pasta de dientes y le vamos a montar un fin de fiesta en toda
regla, ya lo ver�s. Se admiten apuestas.



Quique hab�a sido otro de los pocos que se hab�an mantenido
al margen del jolgorio. Alberto, que estaba a su lado, no pudo menos que
preguntarle el motivo y lo oblig� a salir de su mutismo.



� Ah, s�. Disfruto de nuestro
�xito igual que todos, incluso estoy content�simo: gozar de vuestro respaldo,
no tener que competir con vosotros por el control, me parece maravilloso, pero
hay algo que no deja de intrigarme.



� �Y es...?
�
Pregunt� Alberto con mirada curiosa.



� Hab�is hecho una demostraci�n
de poder que excede con creces mis previsiones. �Con qu� la amenaz�is para
poder obligarla a cosas as�? �Qu� monstruosidad ten�is contra ella que est�
dispuesta a arrastrarse tanto por evitar que la divulgu�is? Estoy convencido
de que su sumisi�n tiene una profundas ra�ces psicol�gicas, pero eso no basta
para explicar este grado de sometimiento. Hace semanas que me formulo esas
preguntas y en el �ltimo rato se me han hecho m�s presentes.



� Pues siento no poder darte una
respuesta; de hecho, es poco probable incluso que pueda d�rtela en el futuro.



� Ya, ya, por supuesto
� Acept� Quique con tono cordial, casi afectuoso�
. Nos respald�is, jam�s me preguntar�a por el origen de una fortuna que
comparto sin haber ganado, pero a pesar de ello es inevitable que despierte mi
curiosidad. De veras no es necesaria una respuesta.



Durante varios minutos las conversaciones se cruzaron con
fluidez, y Jorge fue poco a poco qued�ndose al margen; la impaciencia lo
devoraba. Se levant� en varias ocasiones para acercarse a vigilar a trav�s de
la mirilla, cada vez m�s nervioso. Tan evidente fue su ansiedad que dio pie a
que Alberto se cobrara una peque�a venganza:



� Venga, hombre, si�ntate y ten
paciencia � Le dijo� �No
estabas seguro de que todo ir�a bien?



� Y sigo est�ndolo, no puede ir
mejor � Contest� �l con gesto de triunfo�
. Ah� viene, sostenida por sus dos clientes. Ahora s� que ya no se escapa.



En efecto, pocos segundos m�s tarde, una Silvia exhausta y
con expresi�n ausente entr� en el reservado; parec�a atontada, como si viniera
de otro mundo. Jorge no desperdici� un instante en traerla a la realidad.



� Escucha, zorra, baja de las
nubes y presta atenci�n. Lo que voy a decirte es asunto tuyo y te concierne
muy directamente.



Silvia, aunque s�lo fuera moment�neamente, prest� atenci�n
y las frases de nuevo se organizaron en sus o�dos formando estructuras
inteligibles.



� Rodrigo, es el encargado de
este local, y desde este momento un profesor m�s. En principio, vas a firmar
contrato para desnudarte aqu� cada noche, s�lo eso; pero si no cumples como
esperamos hay algo que ya sabes: no habr� nada de ti que no est� en venta. �Lo
has entendido?



Ella respondi� afirmativamente con la cabeza. Hab�a
comprendido lo que eso significaba, aunque a�n no pudiera calcular las
implicaciones. El propio contrato, rubricado por ella, ser�a en s� mismo una
formidable amenaza contra su ya fragil�sima imagen de ni�a bien.



Lu�s Berm�dez, que tambi�n deb�a asesorar al Siroco, dej�
sobre la mesita un mazo de papeles y un bol�grafo y ella ni siquiera intent�
resistirse �para qu� entablar batallas perdidas? Mejor acabar cuanto antes.
Firm� sin rechistar una vez y otra, hoja tras hoja.



� Pues ya est�
� dijo Jorge con una mueca despectiva�
; vas escalando posiciones, mira con qu� facilidad te has convertido en una
puta en n�mina. �Sabes ahora lo que tienes que hacer? Pues voy a dec�rtelo:
exactamente lo que le salga de las pelotas a Rodrigo. El esquivar clientes se
castiga con la prestaci�n de un "Completo", con tres horas de esclavitud en
favor de quien quisiste evitar. No te preocupes, no vas a tener que
preguntarle, lo hemos hablado antes; �l quiere que te pongas de pie y camines
hacia la puerta.



Titube�. �Salir? �Para qu� salir? �No hab�a llegado ya el
momento de que la follaran? �Qu� m�s pretend�an hacerle? Quiso ponerse en
marcha pero el cuerpo no le respondi�. Estaba desnuda, rodeada de amos por
todas partes, sin poder buscar otra cara amiga que la de Pedro, testigo
impotente de su destrucci�n. �Para qu� salir ahora? �Iban a mandarla a casa
as� como estaba, caliente como una perra en celo y sin echarle un mal polvo?
No, m�s bien lo contrario... De pronto perdieron sentido todas las preguntas
pues los hechos volvieron a rebasarla. Benito la tom� por las axilas y la
levant� como si fuera una pluma. Sin apenas saber c�mo, la puerta se abri� y
se vio otra vez en el pasillo.



Me gusta conocer las opiniones y preferencias de los
lectores. Acostumbro a contestar los e-mails, salvo que se me indique lo
contrario.



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