Relato: Iniciando a Alita





Relato: Iniciando a Alita

INICIANDO A ALITA


(Continuaci�n de "Preparando a Alita").


Les dec�a, mis amigos, que yo conoc�a a Pepe, el cantinero,
gracias a mi militancia pol�tica, pues siendo dirigente de las juventudes de
cierta organizaci�n de ultraizquierda en mi ciudad, sol�a ver con relativa
frecuencia a los "rojos de la ENAH (Escuela Nacional de Antropolog�a e Historia,
aclaro).


Pepe, que es un gordo prieto de unos 35 a�os (no muy gordo,
pero si muy prieto), nos puso una jarra de oscura. Yo rozaba la rodilla de Alita
con la m�a mientras sus amigas apuraban demasiado r�pido sus cervezas. Viendo
c�mo bajaba la cerveza, Pepe, sirvi� otra jarra, cerr� la puerta y poniendo el
sagrado licor en la mitad de la mesa, dijo "la casa invita". Yo lo invit� a
sentarse con nosotros, present�ndolo a las chicas, y �l jal� un taburete,
coloc�ndose entre Malu y Mili.


Platicando de esto y aquello se acab� la segunda jarra y
Malu, que estaba bebiendo demasiado r�pido (ella sola ha de haberse tomado una
jarra) empez� a sentirse mal. Pepe le dijo que hab�a una colchoneta a mano y la
acompa�� a vomitar la cerveza y a recostarse, mientras yo rellenaba la jarra.
Observ� en mi relox que no hab�an pasado quince minutos.


Cuando volv� a sentarme a la mesa, poniendo en el centro la
jarra, Mili pregunt�: "Bueno, ustedes son novios o qu�", y Alita, toda roja,
luego de unos segundos, dijo que s�. "Y entonces por qu� no se dan un beso?" Yo,
entonces, la bes� otra vez. La besaba cuando alcanc� a ver, con el rabillo del
ojo, que Pepe deslizaba su ancha mano por la espalda de Mili y se deten�a
deleitosamente en su hombro, carnoso y redondeado.


Yo me volv� a medias y, sin dejar de mirar a Mili y a Pepe,
deslic� mi mano derecha entre los muslos de Alita, por la ruta que, aunque
apenas hab�a conocido unas horas antes, ya hab�a transitado suficientemente.
Avanc� suavemente, acariciando la tersa piel de mi chica hasta llegar otra vez a
su pubis. Como antes, en los carritos, busqu� su cl�toris por sobre sus
braguitas y lo acarici� con la u�a del pulgar, mientras observaba c�mo la mano
de Pepe pasaba del hombro a la cara de Mili, acarici�ndole las mejillas y
rasc�ndole el cuero cabelludo, mientras su otra mano se posaba en el muslo de la
chica, sobre la falda escocesa. Mili s�lo ri� con fuerza y apur� un largo trago
de cerveza.


Con la u�a del pulgar todav�a sobre el cl�toris de Alita, los
otros dedos buscaron el inicio de su braga y la removieron. Sent� c�mo se pon�a
en tensi�n, pero segu� acarici�ndola, bes�ndola, sinti�ndola. Fue cuando mis
dedos �ndice y medio se posaron en sus labios, buscando su vagina, cuando ella
se levant� de golpe, azorada y roja... pero, al levantarse, golpe� la mesa con
sus rodillas y derram� la jarra de cerveza, que estaba casi llena, con tan buena
punter�a (ese d�a, amigos, Eros estaba de mi parte) que el helado n�ctar fue a
dar a la blusa y la falda de Mili, quien peg� un salto de dos metros hacia
atr�s.


Se le olvid� que Pepe la estaba pensando y casi lloraba:
"�c�mo van a verme todos con la ropa empapada?, �c�mo voy a llegar oliendo a
cerveza? �Preguntaba-. Mis padres me van a matar", y pon�a un hermoso puchero.


La verdad es que sus tetas se ve�an lindas, muy lindas,
transparent�ndose bajo la camiseta. Alita tambi�n casi lloraba, pero Pepe se
acerc� y le dijo: "Mili: a tres casas hay una lavander�a y el due�o es mi amigo.
Si le llevo tus ropas y le ruego que se apure, en no m�s de hora y media estar�n
listas... �qu� dices?"


Mili lo pens� brevemente y dijo: "Vale, pepe, gracias... no
me queda de otra. Pero ustedes tambi�n deben quedar en ropa interior, para no
ser yo la �nica". Mientras Alita trataba de protestar, sin �xito, porque Mili le
record� que la culpa era suya, yo mir� mi relox: eran las 6:30, apenas
llev�bamos 25 minutos en la cervecer�a, y faltaba exactamente hora y media, la
hora y media pedida por Pepe, para la cita en el Sanborn�s en que cenar�amos...
Alita trataba de remolonear pero ya Mili se hab�a quitado su blusa y su falda.
Pepe hizo un ovillo con las prendas y sali� corriendo.


Alita y yo nos desnudamos mientras Mili llenaba otra vez la
jarra. Mili escond�a unas abundantes pero bien distribuidas carnes blancas,
demasiado blancas, pero apetecibles, aunque la ropa interior, que seguro le
escog�a su madre, no le hac�a ning�n favor. Sus tetas eran enormes, sonrosadas y
apetecibles y, erguidas como estaban, con la chica escanciando la cerveza,
hac�an una imagen espl�ndida.


Pero fue mucho mejor ver a Alita desnudarse. Mirar c�mo se
deslizaba la falda hasta los tobillos dejando al descubierto sus largas piernas,
sus caderas estrechas pero bien formadas, su breve cintura, sus peque�os pechos
cubiertos por un blanco bra de algod�n. Mi mirada se detuvo en la curva de sus
caderas, en su ombligo, en las l�neas de su cuello. Con sus largas calcetas
blancas y sus tennis rosas, sus braguitas y su bra, su pelo recogido en una cola
de caballo y sus mejillas rojas de la pena y la emoci�n, estaba como para tentar
a un santo.


Dej� su blusa y su falda bien dobladas en una mesa y se sent�
en su lugar. Mili empez� a llenar los tarros cuando se apareci� Pepe, al que
hicimos quedarse en calzones, como estaba yo. En calzones, calcetines, zapatos y
relox. Por cierto, mir� el relox: 6:37.


Nos sentamos a la mesa, ante una nueva ronda de cervezas y
Pepe cort� el hielo contando an�cdotas muy divertidas (tiene un abundante
repertorio) de los borrachos de la ENAH. Luego (el t�o es listo y sab�a a lo que
iba) las historias empezaron a decantarse hacia lo calientito, sin entrar al
sexo expl�cito, y su mano fue recuperando, muy discretamente, el terreno antes
conquistado sobre el cuerpo de Mili.


Yo lo imit�: mi mano izquierda volvi� a posarse en el
generoso muslo de Alita, a acariciar, a apropiar mientras re�amos de las
historias de Pepe. Esta vez, mi mano subi� lentamente por la cara opuesta del
muslo, hasta llegar a su nalguita, que explor� con cuidado y cari�o. Despacio
para evitar que volviera a protestar. Mi dedo me�ique se acercaba, mil�metro a
mil�metro, a la deliciosa l�nea raya entre sus nalgas. A punto de llegar ah�,
ella se gir� sobre la silla, me ech� los brazos al cuello y me dio un largo
beso.


Mi mano derecha se apropi� de su cintura. Adoro las cinturas
de mujer... duras, como la de Alita, o carnosas, como deben ser, suaves y
delicadas, fr�giles siempre, femeninas. Mi mano izquierda subi� desde su nalga y
tom�ndola de la cintura con mis dos manos, la atraje hacia m�, hacia mi
erecci�n, evidente y dolorosa. Nos abrazamos y sent� sus manos en mi espalda, su
aliento en mi hombro, eriz�ndome todos los vellos del cuerpo. Empezaba a perder
la cabeza cuando una voz femenina, la de Mili, dijo a mis espaldas, muy quedo,
demasiado... "no, no por favor".


Tuve que volver la cabeza y vi c�mo Pepe se separaba de Mili.
El t�o estaba rojo como un tomate y murmur� algo ininteligible, a lo que sigui�
un "cre� que tu quer�as". Mili no ten�a bra, sus pezones estaban enhiestos,
gruesas gotas de sudor bajaban por su frente y estaba tan roja como pepe. La
verga de Pepe formaba un promontorio notable en sus trusas "rimbros". Yo los
ve�a a ambos como preguntando de qu� iba la cosa. Mili, quien puso tensas las
cosas, fue quien las relaj�, cuando dijo:


-Bueno... s�... me gusta... pero... no quiero perder hoy la
virginidad �dijo, ruborosa y cortando la frase a cada palabra.


-Si se trata de eso, preciosa, no temas: d�jame hacer y
saldr�s intacta �dijo Pepe, y los ojos le brillaron con mal brillo.


Ella no dijo nada y Pepe tom� su silencio por aquiescencia,
se fue hacia ella, la levant� en vilo, la sent� en la orilla de la mesa y de dos
zarpazos le baj� las nada sexis bragas. Era una pena que me diera la espalda,
as� que pod�a ver buena parte de sus rotundas nalgas, pero no su co�o. Meti� su
cabeza entre sus piernas, fuera de mi vista... y entonces Alita, que hab�a
estado viendo todo, con su mano en mi hombro, se acerc� a mi, me abraz�
estrechamente y me dio un besito en el cuello.


Su piel, por fin, junto a mi piel. Sus labios, su lengua en
mi cuello erizaron todos mis vellitos. No se donde hab�a aprendido, no se qu�
mensajes secretos tra�a su ADN, porque empez� a actuar con sabidur�a de siglos:
su boca fue de mi cuello a mi oreja, hundiendo su lengua, h�meda y c�lida, en
los laberintos privados de la misma. Luego, con igual sabidur�a, bajo despacito,
muy despacito, hasta mi cuello y mi hombro. Sus manos recorrieron mis brazos,
sin dejarme abrazarla. Sus manos bajaban por detr�s de sus brazos, de bajada con
sus u�as, de regreso, con las yemas de sus dedos me acariciaba.


Era una virgen ingenua, supuestamente, y me ten�a
completamente a su merced.


Cuando sus manos pasaron a mi cuello, rode�ndolo, haci�ndolo
suyo, la abrac� de la cintura y la atraje hacia m� mientras sus manos jalaban mi
nuca y fund�a otra vez sus labios con los m�os. Fuimos uno con el otro: no
parec�a posible que me tuviera as�. No pod�a ser que esa misma ma�ana s�lo
pensara en ella como una ni�ata m�s del grupo, una tontita como todas...


Como en los juegos, volvi� a buscar mi pene. Lo acarici�
sobre el calz�n y luego me hizo hacia atr�s. Con sus peque�as y suaves manos me
baj� los calzones y se qued� viendo mi verga. La mir� con atenci�n y luego la
toc�, sopesando, percibiendo texturas, mientras los gemidos de Mili empezaban a
ser notorios, sin que eso me hiciera mirar hacia ese lado. No dej� a Alita
explorar mi pene por m�s de tres minutos: le di vuelta sobre su propio eje, hice
a un lado sus braguitas y la hice recargar su torso en la mesa. Ella dijo:


-�Qu� vas a hacer, Pablo?- Como si no lo supiera.


-No te preocupes, coraz�n �le contest�-, prometo tener
cuidado y venirme fuera: no te embarazar�s.


Yo se, colegas, que eso no es del todo seguro... pero el
horno no estaba para bollos. Me ensaliv� la verga antes de insertarla. Estaba
muy h�meda y contra lo esperado, me deslic� sin problemas hasta topar con su
himen. Ella gem�a y dio un gritito cuando yo arremet� contra el virginal
obst�culo con un violento movimiento de caderas, mientras la ten�a buen prensada
de la cintura. Me mov� suavemente, en c�rculos y desliz�ndome hacia dentro y
hacia fuera. Entraba y sal�a hasta casi venirme, sintiendo su carne, la delicada
carne de su vagina rodear, acariciar mi pene. Y luego, a punto de turr�n, me
deten�a, con el pito metido hasta dentro, acarici�ndole las peque�as y duras
tetas y las bien formadas nalgas. Y dale otra vez hasta que ella se vino,
temblando y gimiendo. Sus piernas y sus caderas se estremecieron bajo mi cuerpo.
Entonces, ara�ando el cielo, arremet� con vigor creciente hasta que sent�
venirme, sac�ndoselo entonces y echando todo sobre sus nalgas.


Ella se dio vuelta y sin limpiarse ni nada, escurriendo
semen, me dio un abrazo largo.


-Ya soy mujer- dijo. �Me encant�.


S�lo entonces percib� que en el suelo, sobre un mantel, Pepe
estaba foll�ndose a Mili, cuyo prop�sito inicial quedaba as� hecho a�icos. No
quise fijarme, sino acariciar a Alita, besarla, sentirla m�a, saberla m�a. Mir�
el relox: 7:16.


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