Relato: Mi profesora de gimnasia (1)





Relato: Mi profesora de gimnasia (1)

Mi profesora de gimnasia


Cap. I


Me estoy lavando las manos, frente al espejo de los ba�os del
vestuario de chicas. Miro si mi estado f�sico ha mejorado, pero lo veo igual,
pese a los esfuerzos de mi profesora por ponerme en forma, la pobre infeliz.
Observo que mi cuello est� rojo, a�n me cuesta respirar.


Encima del m�rmol tengo sus bragas, empapadas. Las huelo
profundamente� hummmmm exquisitas, tienen todo su aroma. Es un perfecto bot�n de
guerra. Ahora toca "interrogar a la prisionera", como se dir�a en argot militar,
aunque dudo que pueda decirme nada, ���jajaja!!!


No hac�a m�s de 2 horas que hab�a vuelto a dejarme en
rid�culo delante de la clase, para var�ar. Hab�a sido incapaz de hacer las 150
abdominales que nos exig�a m�s las 50 extras que siempre me cargaba a mi, por un
motivo u otro, daba igual.


Yo me hab�a apuntado al gimnasio por obligaci�n, me lo exig�a
el m�dico y muchas ganas de sudar y perder all� la tarde no ten�a, pero deb�a
hacerlo. Ya empec� con mal pie cuando intent� lig�rmela en los pasillos,
pensando que era una alumna cuando en realidad era la profesar. Creo que all� ya
me cogi� man�a y empez� su particular persecuci�n en mi contra.


Mientras huelo de nuevo sus bragas me toco la polla que est�
bien dura y pienso en el fest�n que tengo preparado en el vestuario. Asomo la
cabeza y la veo all�, "esper�ndome". El vestuario no es muy grande y,
evidentemente, esta desierto. Mi venganza hab�a empezado cuando terminamos la
clase. Me fui a duchar y esper� en una sala del gimnasio donde nunca comprueban
si queda alguien. Como Nika, la profesora, es una enferma del deporte, despu�s
de nuestra hora de gimnasia se queda una rato m�s para machacarse a gusto. El
portero de la instalaci�n le deja las llaves para que cierre ella, ya que todo
el mundo se marcha a su casa.


En cuanto la vi entrar me esper� un tiempo prudencial y, tras
asegurarme que estaba en la ducha, entr� y me escond� en los aseos. No pude
resistirme a mirarla en la distancia, mientras se soltaba la toalla y la colgaba
justo en la entrada de la ducha. Era una prepotente y una engre�da, pero ten�a
un cuerpo por el que suspiraban todos los chicos del gimnasio: Rubia, unos
pechos impresionantes, unas abdominales marcas, 1,70, unas piernas bien
formadas, fuertes. La tia se cuidaba, y mucho; lo que pasa es que tanto deporte
se le hab�a subido a la cabeza� y por eso deb�a darle su merecido.


Mientras se enjabonaba el cuerpo no pod�a dejar de mirarla�
si todo sal�a bien ese cuerpo ser�a m�o, estar�a a mi disposici�n para lo que yo
quisiera. A pesar de mi "odio" al deporte, yo hab�a jugado al f�tbol de peque�o,
hasta los 20. Posteriormente segu� con el Tenis y el Futbol-Sala, as� como
alguna que otra sesi�n de gimnasio. Al no tener tiempo fui dej�ndolo y me volv�
muy vago. Con esto quiero decir que no estaba mal f�sicamente, un poco de
barriga pero la disimulaba sin problemas. 1,80, moreno y de complexi�n normal,
ten�a �xito con las mujeres, y me imagino que el hecho de que �sta me rechazara
el primer d�a, me clav� una espina que ahora iba a sacarme.


Lentamente entro en la zona del vestuario donde est�n los
bancos y me siento frente a ella. Los bancos tienen una parte para sentarse a
cada lado y un list�n superior con perchas. La tengo all�, inmovilizada y
expuesta a mis ojos. Le he atado las mu�ecas a la barra superior, los brazos
bien separados. He atado sus tobillos justo al otro lado del list�n superior,
opuestos a las mu�ecas, de forma que est� colgada de la madera superior, con la
piernas bien abiertas y mostr�ndome su co�o reluciente. Me acomodo para verla
mejor. Con las manos hace fuerza para no lastimarse las mu�ecas (que le sirvan
de algo sus m�sculos). Las gotas de sudor se deslizan desde lo alto de sus manos
y pies hasta los gl�teos de su culo y al interior de su co�o. Mueve la cabeza
hacia delante y hacia atr�s, buscando relajarse o escuchar alg�n ruido que le de
una pista de lo que va a pasar seguidamente. La he amordazado y le he tapado los
ojos�. No debe saber nunca quien soy.


El objetivo est� claro: ponerla cachona, muy cachonda,
hacerla sufrir hasta llegar al l�mite, hasta que me suplique que la folle, que
me ruegue que la desate. Quiero tener su voluntad en la palma de mi mano o,
mejor a�n, en la punta de mi polla. Me levanto para observarla de cerca. Tiene
unos pies preciosos (la cuerda que los inmoviliza acent�an su belleza); inicio
un suave masaje sobre ellos. Niki se exalta, nota que alguien la est� tocando,
pero no sabe quien es. Mi masaje la debe relajar, porque deja caer su cabeza
hacia atr�s, quedando su pelo rubio colgando, precioso. Mientras sigo tocando
sus pies, mi lengua inicia un sube y baja por sus pantorrillas, primero una y
luego otra, sintiendo sus duros m�sculos tensados por el esfuerzo. El sabor
salado me vuelve loco.


Ligeros gemidos salen de su boca, no se si por el esfuerzo
que est� haciendo o por el placer que recibe con mis caricias. Esa sensaci�n se
acent�a cuando mi lengua juega con la parte de atr�s de sus rodillas, uno de los
puntos er�genos m�s sensibles de las mujeres. Mi respiraci�n tambi�n empieza a
acelerarse, cuando mis manos cambian sus pies por sus fuertes muslos� mi polla
crece por momentos y no se ni como no me dejo de tonter�as y se la meto hasta el
fondo de su co�o�. Pero no, debo hacerla sufrir, que suplique, que llore de
placer.


El sudor sigue resbalando por su suave piel, acentuado por el
placer que siente. Su co�o desprende olor de hembra cachonda� mis caricias
surten efecto, a pesar de lo inc�modo de su posici�n. Le regalar� un momento de
placer, solo un segundo: sin apenar rozarla, mi lengua recorre su h�medo co�o,
desde la parte m�s baja hasta justo donde el cl�toris palpita cada vez que la
sangre recorre su cuerpo. En ese momento ella se estremece y arquea su espalda,
subiendo el pubis buscando un mayor contacto con mi lengua. Inmediatamente la
retiro, no puedo ser tan generoso con mi v�ctima, no estamos aqu� para que ella
lo pase bien. Vuelvo a sentarme en el banco para seguir observ�ndola, como
respira agitadamente buscando con su cabeza donde est� su verdugo y torturador
para que siga con su tarea. La oigo gritar tras su mordaza, sollozos
desesperados que no me ablandar�n el coraz�n.


Mientras la observo recuerdo como ha llegado a este estado de
indefensi�n. Mientras sal�a de la ducha yo me escond�a en lavabos, y dej� que se
fuera secando tranquilamente. En el momento que puso su toalla en la cabeza vi
mi oportunidad y no la desaprovech�. Con un pasamonta�as en la cabeza para
evitar ser reconocido me hab�a abalanzado sobre ella en el momento que no pod�a
ver nada. Era muy fuerte pero descalza como estaba y priv�ndola de los sentidos
m�s b�sicos yo ten�a todas las de ganar.


La tumb� sobre el banco y le at� las manos a la espalda con
su propia camiseta. Ella segu�a con la toalla liada en la cabeza intentando
entender que le estaba pasando. Con las inmovilizadas, me sent� sobre su espalda
y pude operar con tranquilidad. No llevaba nada preparado, por lo que tuve que
improvisar: Cog� su cinta del pelo y se la puse a modo de venda para los ojos,
ya que era el�stica y se le ajustaba perfectamente.


- �Maldito hijo de puta! �Si tienes cojones des�tame y da la
cara, cabr�n! � no para de decirme movi�ndose sin parar. Por suerte, mis 82
kilos de peso bastaban para que no se moviera la muy guarra, pero a pesar de eso
me costaba mi trabajo. Hab�a puesto una pierna a cada lado del banco, ya que
entre los dos bancos hab�a espacio suficiente para que mi pierna cupiera. No
quer�a seguir escuch�ndola, por lo que ten�a que encontrar algo para hacerla
callar� y que mejor que su propia ropa.


Cog� uno de sus calcetines reci�n "usados" y se lo puse en la
boca. Me cost� lo m�o, pero al final, amarr�ndola del pelo desisti� de su
resistencia y abri� la boca. R�pidamente le amordac� con sus shorts
completamente empapados en sudor para que no lo escupiera. Se lo at� bien fuerte
y qued� totalmente privada de la vista y del habla. Ahora ser�a m�s f�cil
dominarla. Me levant� un poco y le di la vuelta. La visi�n era impresionante: su
cara pr�cticamente no se ve�a, entre el pelo alborotado, la cinta que la cegaba
y la mordaza que le hab�a puesto, pero su pecho sub�a y bajaba a un ritmo
trepidante para recuperar la respiraci�n. Esos pechos incre�blemente bien
formados me volv�an loco� y casi me cuesta muy caro.


En mi momento de distracci�n, ella provecho para levantar las
piernas y cruzarlas por delante de mi cuello, de forma que autom�ticamente te
tumb� sobre el banco. Ten�a sus tobillas cruzados apret�ndome el cuello y
quit�ndome la respiraci�n. La verdad es que mis manos hac�an toda la fuerza
posible pero no consegu�a separar sus piernas de mi cuerpo ni un mil�metro. Cada
vez apretaba m�s hacia abajo, ahog�ndome contra el bando. Evidentemente empec� a
mover mis piernas en todas direcciones sin parar, con la suerte que en uno de
los movimientos le pegu� justo en la boca del est�mago, lo que aligero la
presi�n sobre mi cuello y pude levantarme y librarme de sus garras. Ella tos�a y
se retorc�a sobre el banco por el dolor, mientras yo recuperaba el aliento a
marchas forzadas. Hab�a ido de un pelo pero deb�a espabilarme si quer�a
inmovilizarla definitivamente.


La cog� y la solt� de las mu�ecas, at�ndola r�pidamente con
sus calentadores a la barra superior del banco, quedando medio colgada mientras
tos�a a trav�s de su mordaza. Se aguantaba como pod�a sobre el banco mientras la
ataba a conciencia. Yo no dec�a nada, para que no me reconociera la voz, aunque
si que me quit� el pasamonta�as porque ten�a mucho calor, con el esfuerzo. Una
vez la tuve bien sujeta, hice lo mismo con sus piernas, at�ndolas a la misma
altura que sus tobillos pero justo al otro lado. Su cabeza ca�da hacia atr�s me
dec�a que estaba derrotada, que hab�a perdido su �ltima oportunidad para
escapar� ya era toda m�a. Luego me fui al ba�o a recuperar el aliento y me llev�
sus bragas, a modo de trofeo.


Despu�s del descanso me levanto para seguir con mi trabajo.
Me despojo de toda mi ropa y me quedo desnudo. Nunca hab�a visto mi polla con
semejante tama�o, creo que me va a explotar. Me enrollo sus bragas en mi mu�eca
y me acerco a ella de nuevo. Su cuerpo brilla m�s que nunca y me est� esperando,
temblando pero seguro que deseando que vuelva a tocarla.


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