En esta noche, previa a la posible experiencia con "Mariana",
me vino a la memoria un recuerdo que cre� oportuno compartir.
Hace un tiempo, hice junto a un par de amigos un largu�simo
viaje por Brasil, con miles de kil�metros por el interior entre sabana y selva.
Si bien por alg�n sitio he comentado de una de las recetas aprendidas, en este
caso quiero contar lo que me sucedi� en Bah�a.
Tras 2 meses internados por lugares inh�spitos, administrando
el agua potable y nuestras latas de conserva (hab�a llegado a pesar 47 kilos
sobre 65 normales). Llegamos a ese impactante lugar de S. S. de Bah�a, tras
haber hecho el trayecto desde Bel�n. Todo era diferente a los d�as anteriores de
lluvias interminables, clavadas en el lodo y mucha tensi�n. Nuestro coche que
para entonces era mas bajo de todo lo que llev�bamos en el techo, merced a la
gran cantidad de objetos provenientes de las aldeas que hab�amos conocido,
llamaba poderosamente la atenci�n, ad hoc de la publicidad que llev�bamos de los
distintos sponsors de esa aventura.
Nos apostamos en un sitio llamado Farol da barra, donde una
multitud de gente bailaba, cantaba y exhalaba alegr�a. Nosotros, solo
contemplando y descansando que no era poco. Pasado un rato, mis dos compa�eros
decidieron irse a caminar, yo, un entusiasta absoluto de la musica brasilera
disfrutaba contemplando la multitud al comp�s del Tr�o Electrico capitaneado
entonces por Caetano Veloso. Entre tanta gente mi mirada se centr� en un rostro
de esos que mandan se�ales, una chica de unos 25 a�os con una capelina y una
vestimenta de esas tipo mujer de Picapiedras, muy salvaje y entonando
arm�nicamente con una piel cobriza. Ella bailaba sola, inmersa en un estado de
plenitud que despu�s me entere que era su danza sobre el orgasmo. . . vaya que
poco pega la palabra orgasmo para esta ocasi�n. . yo cambiar�a por un lerei
lerei. . Mis ojos estaban clavados en su cuerpo y danza hasta que en un momento
me mira y sigue bailando sin desprenderme los ojos, con sonrisa suave y girando
en una elipse m�gica.
Yo con mis dos manos sosteniendo la perilla y lamentando no
tener dotes danzantes para acompa�ar su baile porque habr�a sido una buena
excusa para acercarme, pero por suerte fue ella quien bailando se fue acercando
hacia mi, tomo una de mis manos y me invito a acompa�arla en su danza, a�n con
toda mi torpeza trate de seguir sus movimientos. Sin palabras, solo bailando.
Tras un rato de baile me pregunto si yo era uno de los que iba en el coche de la
aventura, lo que asent�. Eso dio pie para entablar el di�logo y me dijo de ir a
tomar una caipirinha, me llevo hasta una terraza de bebidas y ah� comenz�
nuestro primer eslab�n de conocimiento mutuo. Cada tanto cantaba acompa�ando las
canciones que proven�an de la plaza, mov�a su cuerpo al tono y a la vez
prosegu�a con el dialogo sin perder el hilo del ambiente, como entregada a un
ritual de aldea compartida.
Al verla mas de cerca me di cuenta que ten�a unos ojos
incre�blemente llamativos de un color que viraba del bronce al verde claro y
para mi los ojos son la puerta del hechizo y para entonces me consideraba
totalmente embrujado dado que el cansancio que llevaba pareci� desaparecer de
golpe. Nuevamente me invit� a compartir un nuevo baile, ante mis torpezas, con
mucho gui�o me fue ense�ando los pasos y de hecho me fui soltando y entregando a
su ritmo. Algo tambi�n ayudo la caipirinha porque el cielo se me hab�a bajado a
la altura de las cejas o tal vez era yo que hab�a subido al cosmos.
Su cuerpo danzante se hab�a transformado en un embrujo total
que hab�a producido en mi un deseo devorador y no era algo familiar en mi, por
lo general recatado, paso a paso y muy entregado a la procesi�n de lo que la
seducci�n puede dar, pero en esta ocasi�n sent�a como si algo me llevara a hacer
sin mas, a dejarme llevar sin censuras de ning�n tipo.
En un momento le comente que me encantaba la m�sica de
Vinicius y recorde algunas canciones en las que mencionaba cosas de Bahia,
Itapoa, Lagoa Preta, etc. . fue mencionar Lagoa Preta y ella (Irene) me dijo que
era Lagoa Abaite y me cont� algunas leyendas de dicha laguna de aguas negras.
Nada fue mejor que su oferta para ir esa misma noche a la Lagoa. Deje un mensaje
en el coche y nos fuimos haciendo autostop hacia dicho sitio. Me llam�
agradablemente la atenci�n la facilidad con que la gente se presta a llevarte
con solo mover el pulgar y as� fue como de coche en coche yyo dej�ndome llevar
por las indicaciones de Irene, arribamos a la laguna, donde de d�a hay
lavanderas y de noche se lava el esp�ritu.
Nos tiramos boca arriba a contemplar el cielo estrellado,
Irene cantaba, susurraba y para no ser menos acud� a mi memoria para cantarle
Morena ojos de Agua de Chico Buarque.
Irene se desprendi� en un solo movimiento de su troglodita
vestimenta y aflor� un cuerpo totalmente desnudo, me desabroch� mi pobre y
gastada camisa para concluir quit�ndome las bermudas. Ella me llevo de la mano a
la laguna dirigi�ndonos a un sitio especial que era donde la luna se reflejaba
intensamente, lo que me dijo era el ba�o de plata. El efecto del resplandor hace
que las siluetas se insin�en de una forma muy especial. Se puso delante de mi,
de espaldas y danzaba r�tmicamente moviendo sus nalgas suavemente sobre mi pene,
como atrap�ndolo en giros perfectos.
Yo puse mis manos en sus pechos y me aferr� dej�ndome llevar
por el suave movimiento del agua que era el que a su vez guiaba la danza de
Irene quien segu�a de espaldas a mi susurrando una canci�n. Esa sed especial del
deseo de la piel llevo a que mis labios la recorrieran, desde su cuello hasta
donde nac�a el eje de sus nalgas. Sabor salado y tibio, como una transpiraci�n
de hechizo que emborrachaba mi alma. Levanto sus brazos como alas y respire sus
axilas como si fuera un elixir morboso y transgresor. Irene se dio vuelta y ese
beso que se hab�a hecho esperar lleg� como un viento de fuego y agua a la vez,
las lenguas se mov�an furiosas descargando toda la brujer�a del deseo mas
profundo. La piel de nuestros cuerpos se hab�a transformado en una ventosa
gigante que se amalgamaba por el contacto total.
El beso se extendi� por las rutas mas incitantes que marcaban
sus espigados pechos liderados por los endurecidos pezones que se hac�an
inevitables de succionar, como si fueran puertas liberadoras en el placer de
lamer y ser lamida. De la canci�n al susurro y del susurro al gemido feroz,
Irene expand�a su placer en el eco de la noche y yo en el increscendo febril que
quemaba cada vez mas. Ya en la orilla y viendo su cuerpo brillante a la luz de
la luna separe sus piernas para seguir la procesi�n de todos los sentidos, una
vulva peque�a comenz� a darme a trav�s de sus labios la gigantez de lo infinito,
el placer se expresaba en el cuerpo arqueado como si Irene buscara abrirse al
mismo cielo para dejar entrar al cosmos. Expandi� el orgasmo hacia las estrellas
y silencio su boca con mi pene, erguido en el limite de la detonaci�n.
Me succiono con la conjunci�n perfecta de sus labios y su
lengua, adivinando cada palmo de mis deseos. Una fuerte succi�n irrefrenable se
llevo con cada espasmo, el hilo grueso y viscoso del semen y tambi�n grite hasta
el infinito ese tr�nsito m�gico del l�quido quemante. Los ciclos de nuestros
instintos, a veces se repet�an y otras veces buscaban nuevos caminos, hasta que
los cuerpos se acomodaron solos para quedar fusionados desde adentro, sintiendo
el calor cobijador de una vagina que con sus pliegues abrazaba de tramo en tramo
el avanzar del glande. Desde nuestras lenguas nac�a un circulo que cerraba los
cuerpos, los cuales a pesar del fren�tico movimiento no daba lugar al desacople,
por el contrario, la sinton�a era total y absoluta. Interpuse con una mano
buscando su cl�toris, sumando el placer, tanto por percibir su excitaci�n, como
por el que recib�a Irene por la caricia en los giros de mis dedos, ella sumo una
mano abrazando mi pene para sentir la salida expansiva de mi nuevo orgasmo.
Nos dispusimos, acostados de espalda sobre la arena, a
contemplar el cielo el cual parec�a a�n mas poblado de estrellas, merced a las
pupilas que se hab�an adaptado a la magn�fica penumbra. Observe el esbelto
perfil de Irene y descubr� unas l�grimas rodando por sus mejillas, se las seque
con mis labios y sonri� dici�ndome que acababa de dibujar una estrella mas en el
cielo y me indic� donde estaba.
Al amanecer la acompa�e hasta su casa y acordamos no darnos,
ni direcciones, ni otras se�as, solo los nombres.
Es verdad que el amor y el deseo, aunque a veces cruelmente
ef�mero, puede crear una estrella, porque a veces hay noches de soledad que se
iluminan cuando hay luz en el recuerdo.
Vientosideral