Relato: Ibiza me convenci� IBIZA ME CONVENCIO
Mientras esperaba me dediqu� a adujar todos los cabos, a
dejar impoluta la cubierta, a disponer todo el barco para que la traves�a fuese
del m�ximo agrado de todos; aquel viernes el cielo estaba despejado y la suave
brisa del sur nos llevar�a r�pidamente a nuestro destino, Ibiza, donde
pasar�amos el fin de semana a bordo de mi velero, una embarcaci�n de 9 metros
que dispon�a de un amplio confort para los tripulantes. Era una traves�a
especial; aunque sab�a de sobra que mi novia, Ana, ten�a un amante con el que
compart�a la vida en Madrid, no lograba hacerme a la idea.
Nuestra relaci�n era algo extra�a, ya que yo resid�a en un
peque�o pueblo de la costa alicantina y Ana viv�a en Madrid, mientras terminaba
los estudios; nos ve�amos poco, y ella, ardiente y fogosa como era, no encontr�
impedimento alguno para recibir las dosis de sexo que necesitaba. Yo al
principio lo hab�a tomado como un juego, pero al final ca� en la cuenta de que
su relaci�n era una realidad a la que yo me hab�a acomodado. La quer�a demasiado
como para dejarla, as� que consent� en su devaneo sexual, a cambio de que no me
dejara nunca. Pero aquella iba a ser la primera ocasi�n en que me encontrar�a
cara a cara con mi rival y la verdad, estaba nervioso como un colegial; todo
hab�a sido una idea de Ana, a fin de calmar un poco su remordimiento para
conmigo y a la vez escudri�ar una posibilidad morbosa de emparejarnos los tres.
Pasaban dos minutos de las doce de la ma�ana cuando apareci�
mi coche en el aparcamiento del puerto, conducido por un hombre que pens� que
era �l, y efectivamente no me equivoqu�; era un tipo espigado, moreno y
atractivo, ataviado con un traje de ejecutivo que baj� del coche apresuradamente
para abrirle la puerta a Ana, que sali� sonriente. Se cogieron de la mano y
caminaron hasta el barco como dos enamorados; una punzada de celos atac� mi
coraz�n, pero no era nada comparado con lo que tendr�a que soportar a lo largo
de los tres d�as que estar�amos juntos. Subieron a bordo y Ana nos present�, nos
dimos la mano con bastante frialdad por mi parte y nos dispusimos a zarpar;
mientras hac�a la maniobra para salir Ana acompa�� a Jaime, que as� se llamaba
nuestro "partenier", al camarote principal para que se cambiase de ropa y
pudiese estar m�s c�modo durante la traves�a.
Ya estaba saliendo del puerto, izando las velas y poniendo
rumbo hacia la isla cuando aparecieron los dos por la escotilla, sonrientes;
pens� que hab�an tardado demasiado, pero trat� de desechar la idea de mi cabeza,
puesto que nos quedaban unos d�as por delante y de lo que se trataba era de que
Ana estuviese feliz. Tras preguntarme si hac�a falta que me ayudase con algo de
forma amistosa, le dije que no hac�a falta, ya que est�bamos de camino a nuestro
destino, con un toque ir�nico en mi voz, lo que provoc� que mi novia me lanzase
una mirada de reproche, lo que me doli� m�s que nada hasta ese momento; trat� de
relajarme y tras ajustar todos los par�metros de nuestra ruta, nos sentamos los
tres a disfrutar del sol y el viento, camino de Ibiza.
Fue entonces, en la inmensidad del mar, en la soledad de
nuestro barco, cuando se plante� el tema crucial de aquel viaje; me relat� Ana,
a lo que Jaime asent�a, que su relaci�n se basaba en la amistad y la carencia de
afecto efectivo al estar yo a muchos kil�metros de ella durante gran parte del
tiempo. Jaime sab�a de mi existencia y aceptaba aquella relaci�n a tres bandas y
Ana sentenci� que para ella los dos �ramos sus novios. No ten�a nada que
objetar, si quer�a seguir con Ana ten�a que aceptar aquella singular relaci�n.
En cuanto al sexo, ella quer�a disfrutar de los dos y esperaba que lleg�semos a
un buen entendimiento, algo con lo cual yo era un tanto receloso, ya que nunca
se me hab�a pasado por la cabeza estar con un hombre, aunque a decir verdad,
tampoco era muy l�gico estar all� con ellos dos, as� que esper� la evoluci�n de
los acontecimientos. Se notaba que la situaci�n pon�a cachonda a Ana, as� que
propuso comenzar a conocer nuestros cuerpos en ese mismo momento, y sin decir
m�s se quit� la camiseta que llevaba, dejando al descubierto sus dos
maravillosos pechos; azorado y pudoroso, apart� la mirada de ella, fingiendo
controlar alguna parte del barco.
Ella se dio cuenta de mi nerviosismo. - " Vaya, parece que te
va a costar un poco, �no?. Est� bien, cuando est�s preparado ya me lo dir�s.
Vamos, Jaime, hag�moslo abajo, en el camarote", y sin mediar palabra con �l, lo
tom� de la mano y se lo llev� abajo. Jaime me mir� de soslayo con una mirada de
disculpa pero la sigui�; yo me qued� clavado en mi asiento verlos desaparecer y
sin saber que actitud adoptar, centr� mi mente en el horizonte; me preciaba de
ser un buen navegante, as� que tom� los mandos de mi barco y me puse a navegar
de forma t�cnica, pasando las olas con solvencia y controlando la escora y
velocidad, concentrado en los d�gitos de la pantalla que me daba los datos. Poco
a poco esa concentraci�n qued� hecha a�icos cuando unos gemidos de placer
llegaron n�tidos hasta mis o�dos procedentes del camarote principal; al
principio trat� de no hacerles caso, de apartar esa llamada al placer de mi
mente, pero parec�a que el viento los empujaba hasta lo m�s rec�ndito de mi
cerebro.
O me volv�a loco o me un�a a aquel perverso placer que ten�a
en mi Ana a su diva fogosa; mi miembro, oculto bajo un ba�ador amarillo, me
lanz� unas bengalas de socorro que impactaron contra mi coraz�n. Una parte de m�
quer�a unirse a todo lo que la situaci�n representaba, pero otra era reacia a
seguir con aquella indolencia maquiav�lica inventada por Ana. Record� que una
escotilla daba justo encima el camarote donde se encontraban los amantes, y
luchando contra mi punzada de rencor, me levant� y gui� mis pasos, cautelosos y
con sigilo hasta la escotilla; pero, ah canalla, la cortina opaca sujeta a la
parte interna del vidrio se hallaba cerrada, por lo que no pude ver nada.
Regres� a mi puesto de mando y me sorprend� a m� mismo acarici�ndome por encima
del ba�ador, embriagado por el dulce gemido de mi novia, y me pregunt� que deb�a
hacer. - "Cari�o, te puedes acercar, por favor". La voz de Ana me sac� del
ensimismamiento, me sobresalt� e involuntariamente apart� mi mano de mis zonas
�ntimas, casi caigo al suelo; asom� la cabeza por la entrada y vi la puerta del
camarote entornada; los efectos de la luminosidad exterior me impidieron enfocar
la imagen de Ana. - "Podr�as traernos un poco de hielo, por favor". "Encima
recochineo", pens�, pero conectando el piloto autom�tico dej� el barco solo y me
dirig� al congelador, llenando una cubitera para ellos; me acerqu� a la puerta
de donde no sal�a ning�n sonido y por un momento pens� en entrar sin avisar y
encontrarme de una vez con lo que hab�a sido una imagen fija en mi cabeza.
Pero mi cobard�a llev� a retirar mi mano del picaporte y a
golpear con mi pu�o en la hoja cerrada. La cara de Ana apareci� sonriente y le
pas� el cubo: me pude fijar que de las comisuras de sus labios resbalaba una
sustancia blanquecina que asoci� al semen, pero antes de que pudiese decir nada
la puerta se me cerr� en las narices. Volv� a mi puesto, un tanto enfurecido, y
me centr� de nuevo en la navegaci�n; durante las siguientes horas a solas no
par� de darle vueltas al tema, ten�a que decidirme por afrontar la situaci�n o
terminar con Ana. Fue una dura lucha conmigo mismo, pero al final decid� que si
hab�a soportado que me lo contase, que conociese a su amante y que encima
hubiese presenciado, aunque solo fuese de o�das, uno de sus t�rridos encuentros,
podr�a pasar por el hecho de compartirla en la cama tambi�n. Resolv� que se lo
dir�a en cuanto la viese aparecer en cubierta. Eso no ocurri� hasta un rato
despu�s; ya llev�bamos siete horas de traves�a en las que ellos hab�an estado
cinco en el camarote, pero pensaba que no todo el rato hab�an estado haciendo el
amor, puesto que si fuese as� yo no dar�a la talla ni de lejos.
A lo lejos se divisaba Ibiza ya, cada vez m�s cerca, y no nos
faltar�an m�s de tres horas para llegar cuando salieron; para mi desasosiego,
ambos salieron a cubierta totalmente desnudos, lo que volvi� a provocar el rubor
en mis mejillas. Sal�an con cara de fatiga pero de satisfacci�n al tiempo que
una sonrisa se dibujaba en sus labios; el pudor deb�a haberse quedado en el
puerto, ya que actuaron con toda naturalidad. Ana se me qued� mirando fijamente,
tratando de averiguar lo que me pasaba pro la cabeza; en eso era especialista y
enseguida supo que me hab�a decidido a aceptar el asalto. Sonri� y fue como la
se�al; me puse en pie y decididamente me solt� el cord�n del ba�ador y me lo
baj� hasta los pies, apart�ndolo a un lado con el pie izquierdo, pero con tan
mala suerte que cay� por la borda y se perdi� en el agua, lo que provoc� las
risas de los dos.
Me qued� plantado all� en la cubierta, de pie, mientras ellos
se re�an, y fue cuando me fij� en el tama�o del miembro de Jaime; era bastante
m�s grande que el m�o, largo y grueso. La piel de su prepucio apenas abarcaba su
grosor y la punta sal�a desvergonzada, en una mueca que simulaba a una sonrisa
de satisfacci�n por s� misma. Me relaj� un poco y me sent� de nuevo a los mandos
del barco; Ana se tendi� sobre cubierta para disfrutar de los �ltimos rayos de
sol mientras su amante le acariciaba el torso. No cambiamos m�s palabras hasta
llegar al puerto de Ibiza.
Tras vestirnos, atracar el barco y resolver el papeleo en las
oficinas, nos dispusimos a cenar algo en un bar del puerto; parec�amos tres
amigos de toda la vida, yo mas relajado, intercambiando chistes y an�cdotas.
Tomamos una copa relajados y pude contemplar como bailaban pegados, fundidos en
un abrazo, cuerpo con cuerpo, recorri�ndose con las manos y al final, agotados
por la traves�a, nos fuimos al barco para descansar; yo le susurr� a Ana al o�do
que ya estaba preparado, pero me dijo que hoy no, que dado el numerito que hab�a
montado al principio del d�a, tendr�a que esperar.
Una vez m�s vi como se cerraba la puerta y desaparec�an los
dos en el camarote. Me qued� solo en mi cama, m�s peque�a que la suya, y no pude
pegar ojo hasta que los gemidos cesaron; me entregu� a los brazos de Morfeo
pensando en el d�a siguiente, donde todo se arreglar�a. La ma�ana amaneci�
luminosa y llena de vida; me despert� pronto y sal� a cubierta a empaparme de la
fragancia del viento y la sal del mar, acompa�ados de la fren�tica actividad que
en el puerto se desarrollaba. Estaba decidido a contentar a mi novia, a hacer
realidad sus deseos y me fui hasta una panader�a a buscar algo para desayunar.
Prepar� caf� caliente y dispuse la mesa con los croissant
reci�n hechos y una rosa a modo de decoraci�n rom�ntica; el aroma que emanaba el
caf� debi� causar su efecto, ya que al poco tiempo escuch� sus voces y sus
risas. La voz de Ana me llam�, me acerqu� a la puerta y esper�. - "Pasa, no
tengas verg�enza", me susurr� sibilina. Ya estaba armado de valor para
enfrentarme con aquella situaci�n, as� que gir� el pomo de la puerta y abr�;
all� estaban los dos tumbados en el confortable colch�n tapados �nicamente con
una sabana, abrazados. Delante de mis narices se dieron los buenos d�as con un
beso en la boca, breve pero intenso; mi novia retir� la s�bana que los cubr�a y
me permitieron contemplar sus cuerpos desnudos. Una pierna suya estaba por
encima del est�mago de Jaime y con la mano izquierda acariciaba el miembro
erecto de su amante; me mir� desafiante. - "�No me vas a dar un beso de buenos
d�as?", me dijo. Me acerqu� a su lado un tanto receloso y deposit� un breve beso
sobre sus labios, con cierta prudencia al recordar el semen que debi� ba�arlos
la noche anterior. - "�Qu� me dec�as ayer que hab�as decidido?", sonri�. "Si era
cierto lo que dec�as, �por qu� no empiezas por acariciar esta polla tan
maravillosa?".
Y lo dec�a con toda la naturalidad del mundo; no pod�a
echarme atr�s, ahora no, ya que me hab�a decidido. Tartamude� la excusa de que
el caf� se enfriar�a, pero ella dijo que eso pod�a esperar; me invit� a quitarme
el ba�ador que llevaba puesto y unirme a ellos en la cama. Ya no lo dud�, me
quit� lo que me hab�a dicho y me tumb� al lado de mi novia, quedando ella entre
los dos; Ana me cogi� de la mano y me llev� hasta la polla de Jaime, me ense�� a
moverla con suavidad, a recorrer todo el tronco sin apretar demasiado, a
presionar donde m�s placer daba, aunque yo ya lo sab�a, puesto que no era la
primera vez que me hab�a masturbado. El contacto con aquel miembro viril al
principio me sobresalt�, pero su candidez y textura me hicieron ganar confianza;
palpitaba en mi mano como un ser con vida propia y acostumbrado a tener mi
miembro en la mano, aquel me parec�a mucho m�s grande.
Estaba nervioso, pero la angustia hab�a dejado paso la
relajaci�n, como si me hubiese desprovisto de un tab� que me atenazaba desde
hac�a tiempo; ellos comenzaron a besarse mientras yo segu�a concentrado en la
masturbaci�n que le prodigaba a mi rival y mi novia, agarrando mi cabello, me
hizo descender hacia la parte de los pies de la cama, hasta que mi cabeza estuvo
a la altura de su vientre. Abri� las piernas y permiti� que mi cara se alojara
entre sus muslos; mi boca se peg� a su sexo y mi lengua lo explor�. Sab�a que
hac�a muy poco tiempo la polla que ten�a en la mano, masturb�ndola, hab�a estado
alojada en el lugar que yo ahora ten�a la lengua, pero ya nada me importaba,
mientras ellos segu�an bes�ndose; una de las manos de Jaime apretaba soezmente
el pecho derecho de Ana, lo que a ella no parec�a importarle a pesar de que a m�
siempre me hab�a dicho que tuviese cuidado con apretarlos, ya que eran muy
sensibles, pero parec�a que todo el cuadro que estaba viviendo la hubiese hecho
cambiar. - "�Por qu� no traes el desayuno aqu�, que realmente necesitamos coger
fuerzas?", me dijo Ana despegando sus labios de los de Jaime y abriendo los
muslos para que pudiese o�rla.
Me levant� de la cama y Ana se dio cuenta de que mi polla
estaba erecta. - "Ya sab�a yo que te acostumbrar�as y los disfrutar�as", me dijo
d�ndome una palmada en las nalgas. El caf� estaba todav�a caliente y los
croissant manten�an el aroma de hac�a unos minutos; lo puse todo en una bandeja
y los deposit� en la cama, aprovechando un momento en que se hab�an separado del
abrazo para hacer sitio, y coloqu� la bandeja entre sus dos cuerpos, a modo de
venganza.
Pero el plan se me vino en contra. - "�Por qu� no aprovechas
que desayunamos para familiarizarte con la polla de Jaime?", me dijo Ana
haciendo un gesto con la mano que me hizo entender que le gustar�a verme
lamerla. Ya me daba igual, as� que me fui hacia el lado donde �l estaba y me
tend� en el colch�n entre sus piernas; cog� de nuevo su miembro con una mano y
mir� c�mo Ana asent�a mientras mojaba un trozo de croissant en el caf�. Jaime me
observaba paciente cuando cerr� los ojos y agach� la cabeza lentamente hacia el
capullo sonrosado que me esperaba anhelante; mis labios rozaron el glande que ya
hab�a replegado la piel, pero sin despegarse, mi boca fue abri�ndose lentamente,
permitiendo que la polla penetrara, resbalando por mis labios secos, hasta
quedar la mitad del tronco alojada dentro. En ese punto de la situaci�n ya no
hab�a necesidad de andarse con remilgos, por lo que comenc� a menear mi lengua
sobre el duro tronco mientras mi labios se iban mojando y resbalaban con m�s
ritmo sobre toda la extensi�n; no deb�a hacerlo tan mal, ya que Jaime comenz� a
gemir despacio, derramando el caf� sobre la s�bana mientras Ana no dejaba de
desayunar, divertida ante el espect�culo que le estaba brindando.
En ese momento surgi� la frase temida. - "Me voy a correr".
Ana dej� la taza apresuradamente sobre la bandeja, derramando lo poco que
quedaba de caf�, y se acerc� a mi boca; me la saqu� de la m�a, sabiendo lo que
se me ven�a encima, pero repasando con mis labios el tronco por un lado mientras
mi novia hac�a lo mismo por el otro y acariciaba los test�culos de su amante,
cuando de repente una erupci�n blanca salpic� nuestros rostros, empapando mis
mejillas y la nariz de Ana, quien, pasado el primer golpe de semen, se meti� la
polla en la boca golosamente, succionando con pasi�n hasta que no dej� una sola
gota. Con restos de semen en la boca a�n, me bes� profundamente, haci�ndome
part�cipe del sabor �cido del placer de nuestro compa�ero.
Un tanto avergonzado por lo que acababa de hacer, pero feliz
al ver el resplandor de gratitud en los ojos de Ana, me levant� y me dispuse a
recoger los restos del desayuno y mientras ellos se aseaban y vest�an. Pasamos
todo el d�a del s�bado de visita por la isla, comimos un rico caldero de
langosta que me sali� por un ojo de la cara (y es que quer�a hacerme el machito
invitando yo), recorrimos la ciudad de Ibiza, como unos turistas m�s,
curioseando en las tiendas, los tres abrazados por las calles, aunque pod�a ver
c�mo las manos de Jaime se iban una y otra vez a posarse sobre las nalgas de
Ana. Tras unas compras, antes de cenar, resolvimos ir a descansar en el barco un
ratito; Ana se hab�a comprado unos modelitos bastante escandalosos, unos zapatos
de un tac�n incre�blemente altos y me prometi� hacerme un pase especial.
Llegamos al barco y enseguida se despelotaron, invit�ndome a imitarlos; cuando
me qued� desnudo ellos ya estaban en la cama; Ana estaba de costado y Jaime del
mismo modo abraz�ndola por la espalda y yo me recost� a su lado, de cara a mi
novia.
Pude notar una de las manos de Jaime cogiendo uno de los
pechos de Ana, as� que yo me apropi� del que quedaba libre. Los tres quedamos
dormidos en poco tiempo; no se cuanto tiempo estuve dormido, pero no supe si en
sue�os o no, los gemidos de mi novia segu�an metidos en mi cabeza, incluso un
movimiento casi imperceptible me meci� en mi sue�o; me despert� lentamente, abr�
un ojo y observ� la cara de Ana, con una sonrisa dibujada en sus labios y la
lengua relami�ndose. Algo estaba pasando.....
Mi novia abri� los ojos, me sonri� y peg� sus labios a los
m�os y acto seguido presion� mi cabeza para bajarme por su cuerpo hasta la
altura de sus pechos; para entonces ya sab�a que Jaime la estaba penetrando.
Hab�a temido ese momento desde que embarcamos, pero ya no hab�a vuelta atr�s;
lam� sus pezones duros, uno a uno, repas� con mi lengua el contorno de sus
pechos, y sin que ella siguiese presionando mi cabeza, baj� por su vientre, lam�
su ombligo y al final llegu� a su entrepierna. El falo de Jaime estaba enterrado
en su co�o, hasta el fondo, y se mov�a despacio, casi ni se notaba, pero hac�a
que el cuerpo de Ana vibrara; acerqu� la lengua al caliente volc�n y lam� sus
labios abiertos, profundic� un poco y luch� por hacerme un hueco en su tesoro.
Pero la mano de Ana sac� la polla de su co�o y la llev� hacia
su culo; al principio no me di cuenta, cuando logr� meter toda la lengua dentro,
pero al poco ca� en la cuenta. Ella nunca me hab�a dejado que la poseyera por
detr�s, y ahora estaba lami�ndola y a pocos cent�metros una polla estaba
posey�ndola analmente; pod�a sentir el miembro en mi lengua, a trav�s de las
finas paredes de su interior, esta vez penetrando con ritmo, con fuerza. No pude
soportarlo m�s, me incorpor�, poni�ndome a la altura de Ana y abraz�ndola,
enterr� mi polla tremendamente cura en su co�o, con violencia; los bombeos no
duraron mucho tiempo, ya que estaba muy excitado y al un�sono Jaime se corri�
conmigo, llenando a mi novia por sus dos agujeros.
Ca�mos rendidos los tres sobre el colch�n, ella nos abrazaba
con fuerza, y entonces lo solt�. - " Podr�as ser nuestro juguete, cari�o". Al
principio me cogi� por sorpresa, me qued� a cuadros, pero Jaime, que ya sab�a de
mis gustos, apoy� la propuesta; no sab�a que decir, pero era lo que quer�a en el
fondo; me mandaron a comprar algo de cena, ya que esta vez nos quedar�amos en el
barco, lo prepar� todo y esper� a que aparecieran. - "Ya sabes cual es tu sitio,
cari�o, no te hagas el remol�n", me dijo Ana. Me met� debajo de la mesa y me
sent� en el suelo, poniendo la cabeza en la parte del asiento; enseguida observ�
c�mo Ana iba a ocupar su sitio, o sea, sobre mi cara, avanz� por el banco
corrido alrededor de la mesa y se coloc� sobre m�. Fue descendiendo poco a poco,
levant�ndose la corta falda que luc�a y dejando rozar sus braguitas en mi cara,
hasta que descans� todo su peso sobre mis mejillas, acomodando mi nariz entre
sus labios vaginales; entonces comenzaron a degustar la cena y durante todo el
tiempo estuve en la gloria bajo el culo de mi novia.
Con los postres invit� a Jaime a que me probara como coj�n,
cosa que no me hizo mucha gracia, pero ya hab�a aceptado ser su perrito; pero �l
se quit� los pantalones y los calzoncillos para tomar asiento; sus nalgas eran
duras pero flexibles y se amoldaron bien a mi cara. Ana estaba muy excitada con
aquel numerito, as� que not� c�mo se met�a debajo de la mesa y le prodigaba a su
amante una buena mamada; �l deb�a estar en la gloria, ya que ten�a una lengua en
el capullo y otra en el culo. Sin m�s respiro que el de levantarse de mi cara,
me llevaron a la cama de su camarote y me lanzaron a �l de bruces; ya sab�a lo
que se me ven�a encima y no me resist�. Ana se subi� sobre mi cabeza, sent�ndose
sobre ella y aplast�ndome la cara en el colch�n mientras Jaime, levant�ndome la
grupa por las caderas, abr�a mis piernas y escup�a sobre la entrada de mi culo
virgen. A decir verdad no not� todo el dolor que tem�a; jaleado por mi novia, el
capullo se apoy� entre mis nalgas y mientras se fund�a en un beso con Ana, Jaime
fue presionando poco a poco, abriendo camino en mi estrecha galer�a hasta que de
un golpe final consigui� meterla hasta el fondo. El bombeo dentro de mi ano fue
violento, muy r�pido, sus dedos se clavaban en mis caderas y sent�a la humedad
del sexo de Ana en mi nuca, pero por fin estaba entregado por completo a mi
novia, lo que siempre hab�a querido.
El calor que inund� mis entra�as fue indescriptible, un
alivio que tir� por el suelo todos mis miedos y recelos, lo disfrut� tanto como
ellos. Me dieron la vuelta y Ana qued� sentada sobre mi cara, lamiendo yo todo
su sexo con pasi�n, con el culo roto y el miembro erecto, mientras ella hac�a lo
propio con su amante, ya que tambi�n quer�a su raci�n de placer; una vez puesto
en condiciones, Ana se recost� sobre mi pecho y Jaime se coloc� detr�s suyo, de
rodillas y sin previo aviso se la meti� de un solo golpe, hasta el fondo,
arranc�ndole aullidos de placer mientras me devoraba la polla como nunca antes
lo hab�a hecho. Lam� su co�o follado, el trozo de polla que sal�a y entraba e
incluso sus test�culos que bailaban al son de las embestidas, pero a la hora de
evacuar el placer retenido, Jaime se la sac� y la meti� en mi boca, apurando los
�ltimos bombeos y derramando su germen en mi garganta que esta vez s�, sabore� a
solas. Por la ma�ana nos despertamos los tres abrazados, hechos un ovillo, en un
enredo de piernas y brazos, con Ana bien estrechada por los dos.
- "Solo te queda el bautizo final, cari�o". Nos fuimos los
tres al estrecho ba�o del barco, que todo �l era una ducha, y me arrodill� bajo
ellos; mi novia tom� la polla de su amante con una mano y la apunt� hacia mi
cara; al instante un chorro de orina se proyect� ante mis ojos, ba��ndome la
cara y el pecho, mientras Ana, poniendo su entrepierna justo encima de mi
cabeza, hac�a lo propio, diciendo que deber�a tragar un poco en se�al de buena
voluntad, as� que abr� la boca y la orina de los dos, fundida en una sola,
inund� mi boca y reg� mis entra�as. Tras asearnos y vestirnos, zarpamos a las
once de la ma�ana rumbo a la pen�nsula, una traves�a que dur� siete horas, ya
que la hicimos a motor, puesto que ellos deb�an tomar un tren hacia Madrid a las
ocho de la tarde, pero en la que tuvimos tiempo de disfrutar de nuestros cuerpos
unas cuantas veces m�s. Los fui a despedir a la estaci�n, se fueron juntos,
abrazados y bes�ndose.
Cuando ella me llam� por la noche al m�vil me agradeci� la
dispensa que hab�a tenido con ella, prometi�ndome que me querr�a siempre y yo le
jur� que siempre estar�a con ella.... y con su amante.
FIN
exclav
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Relato: Ibiza me convenci�
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