Relato: Una alumna � una esclava sexual - parte 2



Relato: Una alumna � una esclava sexual - parte 2

El viaje transcurr�a tranquilo. Las bragas a�n h�medas de Cecilia abultaban el bolsillo derecho de mi chaqueta y los Rolling Stones aportaban el marco musical adecuado, pero sent�a que hac�a falta algo. Record� que hab�a un Sex Shop en la zona y decid� hacer una parada para abastecerme de preservativos. Al ser un lugar no apto para menores, le orden� a Cecilia que me esperara en el auto mientras yo hac�a mis compras. En el local vi un juguete que me interes�. Era un estimulador para cl�toris que consist�a en una especie de capuch�n que se ajustaba al cl�toris cubri�ndolo y atrap�ndolo, y que mediante un cablecito iba conectado a un control que ofrec�a siete velocidades o intensidades de vibraci�n. Lo compr�, as� como un pack de bater�as y una caja de preservativos.

Tan pronto sub� al auto le anunci� que ten�a una sorpresa para ella y le orden� que se levantara la falda. Todos los vidrios de mi coche eran polarizados, de modo que no dud� ni se sinti� inc�moda. Como sus pantis las ten�a yo, tan pronto la tela que cubr�a sus piernas fue alzada, su vagina qued� expuesta. Al dirigir mis manos directo al punto que me interesaba y viendo el objeto que le acercaba, sin que yo le dijera nada, ella abri� sus piernas para dejarme hacer. Eso era buena se�al. Se prestaba a lo que yo quisiera. Le instal� el dispositivo, puse las bater�as en el control y lo at� a la palanca de cambios. Lo encend� en el nivel uno y comenc� a manejar.

Cada seis o siete calles aumentaba un nivel de intensidad y a medida que lo hac�a, el placer crec�a para ella. Como la m�sica estaba medianamente fuerte no le prohib� gemir, pero s� le orden� que mantuviera su falda en alto. En el tercer nivel la humedad de aquella concha era notoria. Cuando alg�n sem�foro en rojo me deten�a, aprovechaba para meterle mano y le masajeaba los labios vaginales. Luego sacaba mis dedos h�medos y se los met�a en la boca para que me los chupara. En el cuarto nivel tuvo un orgasmo y detuve el auto y lo estacion�, para intensificarlo penetr�ndola con mi dedo medio buscando su punto G.

Su camisa blanca por dem�s traspirada, se trasluc�a dejando ver su sost�n, tambi�n blanco, que parec�a cobrar vida para contener vigorosamente aquellos senos voluptuosos, que por el impulso de su agitada respiraci�n, danzaban alocadamente al ritmo de sus hormonas calientes. A esa altura del camino, mis manos sobre el volante estaban de m�s. Podr�a haber manejado el auto con mi verga. Segu� aumentando la intensidad del vibrador y para cuando llegamos a casa, hac�a rato que estaba en el s�ptimo nivel y Cecilia estaba en el s�ptimo para�so. Me detuve frente al portal de mi jard�n y le orden� que permaneciera en el veh�culo hasta que estuviera dentro del garaje y con la puerta cerrada. Una vez dentro de la protecci�n de mis muros, desat� el control del vibrador y lo apagu�. Cecilia experiment� una sensaci�n de alivi�. Le quit� el capuch�n que cubr�a su cl�toris y estaba rojo y toda su vagina empapada hasta la entrepierna. Tambi�n el asiento qued� bien mojado de sus jugos.

La gui� dentro de la casa y fuimos directo al dormitorio. Ella inspeccionaba el desconocido lugar. Yo la mir� fijo y con firmeza le dije:

- Si realmente fueses agradecida, ya estar�as completamente desnuda.

R�pidamente se quit� la corbata de un tir�n y comenz� a desabrocharse la camisa. A m� tampoco me daban las manos para deshacerme de mis ropas. Tan pronto ambos quedamos con el traje del Ed�n la arroj� sobre mi cama, a�n sin hacer desde la ma�ana, y me lanc� encima de ella con un preservativo en mi mano, de los que hab�a comprado en el Sex Shop. Comenzamos a besarnos con locura y luego baj� hasta sus deliciosos pechos, que podr�a jurar, emanaban miel. Segu� mi descenso por su vientre, pero despu�s pens�: �para qu� chuparle la concha, despu�s de tanto vibrador?�. De modo que saqu� el cond�n de su envoltorio, me lo calc� y estando de rodillas sobre la cama, la levant� de las piernas hasta que su raja qued� justo debajo de mi falo, duro como nunca antes y lo frotaba bien en medio de sus labios, anunciando la inminente penetraci�n. Su respiraci�n se agitaba, producto del nerviosismo del momento. Le dije:

- Dime la verdad, porque lo sabr� de cualquier manera... Cu�ntas de estas te conocen por dentro?
- Ninguna, se�or...
- Est�s segura, Cecilia?... Mira que si mientes....
- Segura, se�or... a�n soy virgen... hasta hoy... hasta que usted quiera... lo juro!
- Lo quieres con delicadeza y suavidad, o prefieres que te parta al medio?

Dud� un instante... se mord�a los labios... Su sonrisa se tornaba libidinosa... Le clav� las u�as en las caderas como para arrancarle trozos de carne y le dije en tono firme y seguro:

- Te estoy dando la oportunidad de elegir, pero no tengo todo el d�a, preciosa... ya te dije que no soy uno de tus compa�eros de clase.

Tom� aire y me respondi�:

- P�rtame al medio!

Puse el glande justo en la entrada, apenas asom�ndose entre los calientes labios de aquella vagina ansiosa por hacer a�icos su virginidad. La volv� a tomar firmemente por sus caderas y de un tir�n bien fuerte la atraje hacia m�, hasta chocar cuerpo con cuerpo. Cecilia cerr� sus ojos, dej� ir su cabeza hacia atr�s sobre la almohada. Su cuello ofrecido parec�a estirarse mientras un trago de su propia saliva bajaba lentamente. Sus manos rasgu�aban las s�banas y una fuerte contorsi�n le hizo arquear todo su torso, que qued� apoyado sobre la cama tan solo por sus hombros. Intent� contener el grito. Luch� por ello... se retorci� como queriendo ahogarlo. Quiso... pero no pudo. El dolor la venci�, el alarido desgarr� su garganta tal como mi pene desgarr� sus deliciosas carnes �ntimas. La ni�a se hundi� en sus propias entra�as y las l�grimas de la nueva mujer emergieron. Mi mayor fantas�a desde mi primer d�a de docente se cristalizaba gloriosamente.

Estaba tan caliente que pens� que si segu�a cogi�ndola as� de duro iba a eyacular muy r�pido y no quer�a eso. Si quer�a seguir siendo el due�o de aquella deliciosa hembra, deb�a darle una primera vez memorable. As� que la mantuve levantada y le dije que conservara esa posici�n arqueada, pues favorec�a el recorrido de mi pene por su punto G. Lo llevaba suavemente y tratando de hacer el recorrido m�s completo posible. Muy pronto el dolor de Cecilia se fue tornando en placer. Sus gemidos la delataban y sus apenas entreabiertos ojitos marrones me miraban fijamente, como dici�ndome que estaba disfrutando tanto como yo, si es que eso era posible.

La tom� de sus mu�ecas y la atraje hacia m� para hacerla cabalgar. Ella rode� mi cuello con sus brazos y yo me prend� de su cintura, gui�ndola en el sube y baja lento y armonioso, de un placer por dem�s intenso. El roce de sus pechos suaves y bien formados contra mi cuerpo, eran un deleite aparte. Sus pezones erguidos, el calor de sus mamas, la sedosa sensaci�n de su piel... qu� puede ser mejor que una adolescente bien desarrollada?...

Cuando su respiraci�n comenz� a a agitarse notoriamente, comprend� que se dirig�a hacia su orgasmo y quise intentar llegar junto con ella. La abrac� y y�ndome hacia delante, la acost�. Estando encima de ella, tom� sus mu�ecas y extend� sus brazos sobre la cama. Me apoy� firmemente y en posici�n de flexiones comenc� a acelerar el ritmo y la fuerza de mis embates contra su cuerpo, que se entregaba a mi vehemencia. Sus gemidos se transformaron en gritos y su cuerpo era un terremoto hormonal. Sent� su orgasmo e inmediatamente lleg� el m�o... intenso... incre�ble... retir� mi pene, me saqu� el preservativo bien cargado de leche. Sin sentarme sobre ella, me puse de rodillas dejando que mi pene, a�n pose�do por el placer, descansara entre sus tetas y le orden� que abriera la boca. Le di vuelta el preservativo y lo vaci� dentro de ella y se lo hice chupar hasta que extrajera hasta la �ltima gota y le orden� que lo tragara. Luego le hice chupar mi verga hasta dejarla reluciente.

Despu�s me acost� sobre ella. Cada cent�metro de mi cuerpo estaba en contacto con el suyo. Sent�a su respiraci�n que lentamente se calmaba, igual que la m�a. Me qued� algo m�s de media hora sobre ella, disfrutando del calor y la suavidad de aquel colch�n humano. Fue una experiencia exquisita que repet� en innumerables ocasiones. Pero esa jornada no terminar�a ah�. Siempre me hab�a fascinado su culo y no estaba dispuesto a esperar m�s que unos pocos minutos para poseerlo. Lo necesario para mi recarga sexual y nada m�s.

Cumplido el descanso la llev� al ba�o a que higienizara su vagina, pues algo hab�a sangrado. Le pregunt� si todo estaba ok a lo que asinti� con seguridad. Luego le apliqu� un enema fr�o. Le orden� que aguantara el agua durante cinco minutos antes de expulsarla. Su delicado rostro blanco se iba poniendo colorado, como si fuera a estallar. Finalmente una potente erupci�n acuosa irrumpi� en mi inodoro. La sensaci�n de alivio calm� a Cecilia, pero mientras volv�amos al cuarto t�midamente balbuce�:

- Se�or... he o�do que por el culo es doloroso...
- Rel�jate y lo disfrutar�s. Adem�s... no pensar�s dejarme insatisfecho ya en tu primera vez conmigo, no? Si hago una lista de los orgasmos que te hice sentir hoy, creo que me debes mucho....
- No, se�or... insatisfecho no... perd�neme. Mi culo le pertenece... yo soy suya... h�game lo que le plazca.

Qu� caliente me pon�a escucharla hablar as�. Ya en la cama la puse en posici�n de perra, pero como dije antes, me interesaba que su primera experiencia fuese inolvidable. Fui a uno de mis cajones y tom� un estimulador anal. Es b�sicamente un dildo largo y fino con dos niveles de vibraci�n. El primer nivel contribuye a relajarla y el segundo la deja rogando por algo m�s grande. Mientras se lo aplicaba, me puse ante ella y le orden� que me la chupara. Se notaba que nunca lo hab�a hecho, pero le fui ense�ando y pas� la prueba con honores. Cuando estuve pronto para explorar la puerta trasera de mi nuevo hogar sexual, le retir� el estimulador y frot� su esf�nter con un gel dilatador. Luego le fui metiendo los dedos... de a uno... de a dos... de a tres... hab�a que ver como se puede agrandar una entrada en principio tan peque�a.

Esta vez, la situaci�n requer�a una penetraci�n m�s lenta. Cada vez que un brusco gemido insinuaba dolor, me deten�a hasta que su cuerpo se acostumbrara al miembro intruso y se calmara. Luego segu�a avanzando. En menos de dos minutos, la ten�a toda adentro. Mi pene es de tama�o promedio en largo y grosor. Tiene a favor una buena curvatura, pero ahora eso era lo de menos. Comenc� el vaiv�n lentamente y a medida que el placer invad�a su cuerpo y el m�o, levant� una pierna sobre la de ella... luego la otra y la mont� como me gusta. Empec� a intensificar el ritmo y ella gem�a y se agitaba.

- Y, perrita?... duele mucho?... preferir�as que me detenga?...
- No, se�or... siga... deme m�s, por favor...

Sus jadeos eran cada vez m�s fuertes y mi pene era como de hierro debido a la excitaci�n que ella me produc�a. Sabedor de d�nde provienen los orgasmos femeninos, le dije que usara una mano para frotar su cl�toris y esto la encendi� a�n m�s. Despu�s de varios inolvidables minutos, empec� a arremeter con todas mis fuerzas contra aquel formidable culo en plena fiesta de inauguraci�n. No me hab�a puesto preservativo en esta ocasi�n. Me sab�a sano y no habiendo riesgo de embarazo, quer�a regarla de leche por dentro. De modo que la acabada la sent� gloriosa, incomparable. Tan pronto se la saqu�, la volte� y me fui de boca contra su vagina h�meda y de suaves lamidas, pas� a una vigorosa chupada hasta que sus jugos emanaron para mi deleite. El n�ctar de aquel enjambre hormonal que yo mismo supe provocar, me supo a delicia pura.

A todo esto ya eran casi las cinco de la tarde y pens� que a m�s tardar a las seis deber�amos partir rumbo a su casa, para que llegara con tiempo suficiente para tomar una ducha, ponerse ropas de entre casa que no hicieran sospechar que estuvo toda la tarde fuera, y esperara por el regreso de su madre. En ese tiempo prepar� una merienda ligera para ambos. Me dirig� a mi sill�n en la sala de estar. Puse mi bandeja en una mesa baja junto al sof� y la de ella en el suelo. Le expliqu� que como mi esclava sexual que era desde ese momento, deb�a arrodillarse junto a m� y comer en el suelo mientras yo lo hac�a sentado en el sill�n. No protest� ni puso mala cara para nada. Tan pronto terminamos, le mostr� la cocina y le dije que deb�a lavar las bandejas y las tazas, enjuagarlas y dejarlas en el escurridor. Cumpli� la tarea y me pidi� para pasar al ba�o. La gui� hasta �l y me qued� parado frente a ella. Le dije que quer�a verla orinar y se mand� la tal meada con una sonrisa de oreja a oreja.

Volvimos a la sala de estar y le indiqu� la siguiente postura: Deb�a ponerse de rodillas y de espaldas al sof�, con la cola pegada a �l. Luego apoyar sus codos en el piso, dejando su espalda bien arqueada. Cumpli� la orden y yo me sent� en el sof� y descans� mis piernas sobre sus espaldas. Le expliqu� que no todo era sexo, o mejor dicho, que el sexo no era solo la relaci�n genital. Ella deb�a cumplir distintos roles, en este caso el de un mueble. Una extensi�n del sill�n que serv�a como posa piernas para mi descanso. De m�s est� decir que a�n est�bamos ambos desnudos. El placer de ver a semejante lolita desnuda y a mi disposici�n se transformar�a en una constante en nuestra relaci�n. C�modamente instalado empec� a hacerle algunas preguntas.

- Dime, Cecilia... que sabes del BDSM? -la pregunta no pareci� sorprenderla-
- Algunas cosas que le� en internet.
- Por ejemplo?
- Bueno... esto de ser sumisa... esclava sexual...
- Le�ste sobre esto y te interes�?
- S�... aunque nunca pens� que lo probar�a tan pronto.
- Y que te hizo probarlo?
- Usted, se�or... siempre me pareci� distinto. Me atrae. Usted me dijo vamos!... y yo fui.
- Muchos de tus compa�eros te miran con ganas...
- Ellos son inmaduros... no est�n aptos.

Mis talones descansaban sobre sus hombros y en un momento encog� un poco mis piernas para apoyar las plantas de mis pies sobre su espalda. De vez en cuando bajaba uno de ellos y le acariciaba un seno, luego le despeinaba el cabello frot�ndole el otro pie sobre su cabeza, pero nada la incomodaba. Ella permanec�a inmutable, como si hubiera nacido para ser m�a... como si yo hubiera nacido para dominarla. Todo esto me hac�a tan feliz que hasta me daba miedo. Ten�a que mantenerlo en el mayor secreto. Deb�a asegurarme que nadie se enterara, especialmente en su familia, sus amigos, el colegio... muy especialmente el colegio. La que se armar�a si se enteraran del giro que hab�a tomado la relaci�n entre uno de sus profesores y una de sus alumnas.

- Eres del tipo de las que escriben un diario?
- S�, se�or... lo hago.

Pasando tanto tiempo sola, no era extra�o que lo hiciera. A su edad, el diario �ntimo es algo as� como un confidente fiel. Pero no me gustaba la idea de que alguien se apoderara de ese cuaderno. Sus secretos deb�an ser solo para m�...

- Y has hecho en �l alguna menci�n a mi persona?
- No con su nombre. Solo escribo sobre un adulto que me gusta.
- Me entregar�s ese diario. Quiero leerlo y buscar la manera de cortar con eso. Escribir�s que ese adulto se fue de la ciudad o algo as�. Empezar�s otro diario para hablar de nuestra relaci�n. Lo har�s cuando vengas aqu� y de aqu� jam�s saldr�.
- S�, se�or.
- Debes entender que nuestra relaci�n debe quedar en el m�s herm�tico secreto.
- S�, se�or... as� lo har�.

Luego de aquel descanso para mis piernas, que de ser por m� habr�a prolongado por horas, mir� mi reloj y ya casi era hora de llevarla a su casa. Le indiqu� que se vistiera y yo hice lo mismo. En pocos minutos part�amos en mi auto. La dej� a una calle de su casa y le orden� que me trajera su diario. La esper� mientras fue y volvi�. Me entreg� su documento y se march�. Antes de arrancar me qued� unos instantes observ�ndola mientras se alejaba caminando. El vaiv�n de la parte trasera de su falda era tan seductor, que ya en ese momento la deseaba de nuevo. Pero nuestro siguiente encuentro tendr�a que esperar cuarenta y ocho horas. Yo iba a ese colegio todos los d�as, pero algo me hac�a pensar que era mejor ir llevando su entrenamiento poco a poco. As� que antes de despedirnos le dije que nos encontrar�amos d�a por medio. Eso s�... al leer su diario confirm� mi primera sospecha. Aquel d�a nada pas� por casualidad. Ella lo ten�a planeado. Mi segunda sospecha me dejaba dudas. Al principio pens� que mi plan era m�s pervertido que el suyo. Creo que la subestim�. Esa chica ya era puta en su mente. Solo le faltaba un mentor que le hiciera experimentar el sexo que ella buscaba. Justo ah� entr� yo.

Si les gust� esta segunda parte del relato solo h�ganmelo saber. Pronto se viene la tercera parte. Hasta aqu� todo fue muy vainilla, pero el BDSM pide m�s y yo ten�a m�s, pero muchas m�s ideas para educar a mi esclava. Pueden escribir a
Gracias y hasta pronto.

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Relato: Una alumna � una esclava sexual - parte 2
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