Todo comenz� un d�a de primavera. Mi novio se traslado all�
por el mes de septiembre al sur por motivos de trabajo, lo que hac�a que nos
vi�ramos muy poco al cabo del mes.
Y aunque est�bamos acostumbrados a no vernos por semana,
porque viv�amos en ciudades distintas, la distancia de mil kil�metros era
diferente. Pese a todo si algo fue a mejor era el sexo, porque acumul�bamos el
deseo y cuando nos ve�amos era la leche. Inventamos nuevas maneras para
satisfacernos en la distancia. Alberto me regalo una c�mara digital e
intercambi�bamos fotos a trav�s de Internet. Tambi�n practic�bamos sexo por
tel�fono, en fin poco a poco y si darnos cuenta nuestra relaci�n se basaba m�s
en el sexo que en el amor.

Aquel d�a se cumpl�a ya el mes desde su �ltima visita. Yo me
sent�a euf�rica, necesitaba ya el contacto de piel a piel. Yo sabia que a el le
ocurr�a lo mismo sobre todo desde mi �ltima foto el d�a anterior, con un camis�n
rojo y sobre todo accediendo a su deseo de que me rasurara mis partes intimas.
Todo muy bien hasta aqu�, pero mi historia no es toda de
color de rosa. Con el paso del tiempo yo note como entraba en una espiral muy
peligrosa, en la que no estaba segura de si echaba de menos a mi novio o el
sexo. Pero aquella duda enseguida se disipo.
Como otros fines de semana hab�amos quedado con nuestros
amigos del puerto, que aprovechaban tambi�n sus cortas visitas para verle. Pero
aquel d�a se torci� para m�. La llamada a �ltima hora del viernes de Alberto me
advirti� de que no podr�a venir tampoco ese fin de semana. Y me ocurri� algo que
nunca hab�a sentido, una rabia interior que me hizo romper algunos platos.
Decid� que al d�a siguiente me marchar�a para casa despu�s de avisar a nuestros
amigos.
Tras esa noche, que se torno muy larga sin la presencia de mi
novio, el timbre de la puerta me despert�. Mire el reloj de mi mesita eran las
nueve de la ma�ana. Seguramente era Juan su amigo que como siempre lo ven�a a
recoger para ir a pasear por el monte. Me puse una bata, porque a�n llevaba
puesto el camis�n rojo, y baje a abrir la puerta. Estaba en lo cierto, era su
amigo. Le hice pasar a la vez que le explicaba lo que me hab�a dicho por
tel�fono Alberto. Juan puso cara de contrariado, mientras le ofrec�a un caf�. Al
levantarme mi bata se abri� y una r�pida mirada de Juan le hizo ver mi camis�n.
Al acercarme a la cocina para calentar el caf�, note como aquella mirada hab�a
reproducido en m� la excitaci�n del d�a anterior. Mientras preparaba los caf�s
solo pod�a pensar en una cosa, en el sexo. Por mi cabeza pasaban r�pidamente
ideas muy oscuras, en la cuales subyac�a el tirarme a Juan .Era un chico moreno
de pelo liso delgado pero fibroso y con un trasero que siempre me hab�a gustado.
Mientras yo med�a los pros y contras, pero enseguida me preguntaba en que estaba
pensando. Pero era tarde notaba como mis fluidos humedec�an mi rajita.
Volv� a la mesa, mi cara estaba totalmente sonrojada y tem�a
que se diera cuenta. Y creo que as� fue. Juan decidi� marcharse. Pero cuando iba
a salir por la puerta lo imped� cerr�ndola con mi mano. Ya no hab�a marcha
atr�s. Juan me observo dubitativo pero en pocos segundos se acerco a m� y me
beso. Yo le segu�, enseguida sus manos estaban en mi trasero. Me elevo en el
aire y yo coloque mis piernas alrededor de su cintura. Se dirigi� a las
escaleras y subimos a la habitaci�n si dejar por un momento de darnos aquel
h�medo beso.
Al legar arriba me separe de el y deje caer mi bata al suelo.
Me observo atentamente mientras retroced�a y se apoyaba en el sinfonier. Giro su
mirada y vio mi c�mara encima. La recogi� y la encendi�. Yo le deje hacer y eso
hizo cambiar por completo su actitud, creo que se dio cuenta de que me dejar�a
hacer lo que fuese. La primera foto me paralizo, pero r�pidamente me met� en el
papel y pose para el. Primero y sin quitarme el picard�as baje mis braguitas,
mientras el con la mano libre de la c�mara saco su pene y comenz� a masturbarse.
Por un momento me pare a ver su miembro erecto. Luego deje caer primero un
tirante y luego el otro desliz�ndose mi camis�n al suelo quedando totalmente
desnuda delante de el. Al ver mi pubis rasurado fijo el objetivo en ese sitio e
hizo por lo menos diez fotos.
Se acerco a m� y me empujo a la cama, lo que me hizo quedarme
sentada. Acerco su pene a mi cara y yo casi al instante comenc� a succionar cada
cent�metro de aquel suculento manjar. El continuaba haciendo fotos mientras yo
pasaba mi lengua por su glande. Su cara lo dec�a todo.

Separo su pene y me dijo que me tumbara en la cama. Se coloco
encima de m� de rodillas y fue caminando en esa posici�n hasta acercar de nuevo
su miembro a mi boca. Esta vez acompa�o su movimiento con una frase "chupamela
zorra" que en un principio no me gusto nada, pero la tuve que admitir. �Qu� iba
a hacer levantarme y marcharme?
Aprovecho su posici�n para acompa�ar mi movimiento con su
pelvis haciendo que su pene se introdujera casi por completo en mi garganta.

Se separo de nuevo, y se coloco al bode de la cama. Su mano
recorri� mi cuerpo desde mi cuello, acariciando levemente mis pechos y pezones,
que al instante se pusieron duros. Sigui� bajando lentamente su mano hasta
llegar a mi rajita, lo que produjo un suspiro. Acariciaba lentamente mi cl�toris
y miraba hacia m� para observar mis reacciones. Yo apenas pod�a mantener la boca
cerrada y los ojos abiertos. El segu�a haciendo su trabajo con gran maestr�a. Mi
excitaci�n era tal, que notaba el olor de mi sexo h�medo por las circunstancias.
Lo mejor era que no ten�a ning�n tipo de remordimiento, solo deseo por desatar
mis instintos.
En un determinado momento Juan paro su movimiento y separo
mis labios vaginales, colabore con mi mano derecha, penando en que me dar�a
placer con su lengua. Lo siguiente que note, pese a mantenerme con los ojos
cerrados, fue el flash de la c�mara.

Yo no me contuve m�s y agarre su cabeza con mi mano y la
acerque a mi sexo. Por primera vez dejo la c�mara aun lado y se centro en m�. Su
lengua jugueteaba con mi cl�toris produciendo profundos suspiros de placer.
Ten�a un buen dominio de su lengua, de vez en cuando hac�a fuerza con la misma
en la entrada de mi rajita introduciendo su punta en mi sexo. Alargo su mano
recorriendo mi cuerpo hasta llegar a mi boca. Introdujo dos dedos en ella y por
un momento dejo sus trabajos orales para observar mi reacci�n. Esta no fue otra
que lamerlos lascivamente. Bajo de nuevo su cara y sigui� d�ndome placer con su
experta. Sus dedos h�medos se acercaron a la entrada de mi rajita y se
introdujeron por completo en ella. Fue entonces cuando acelero sus trabajos
bucales y manuales. Su lengua acariciaba mi cl�toris y sus dedos entraban y
sal�an de mi sexo y yo no pude m�s correrme y gemir. El sigui� hasta que mis
convulsiones se frenaron. Mi cara estaba totalmente sonrojada y mis pezones
totalmente erectos. D mi boca solo pudo salir una palabra, �m�temela! Aquel
termino soez t�rmino por responder a mis preguntas acerca de mi relaci�n con
Alberto y el sexo.
Me pidi� que me pusiera a cuatro patas. Lo hice r�pidamente
pues necesitaba imperiosamente sentir su miembro dentro de m�. Juan se acerco y
yo, que no pod�a esperar m�s acompa�e su glande hasta mi rajita. Fue entonces
cuando el con un empuj�n seco me introdujo su pene hasta lo m�s profundo de mi
sexo. Sin duda su miembro era mayor que el de Alberto pues me notaba m�s llena.
No pod�a parar de gemir. Su glande no hac�a m�s que rozar mi punto G. Mis pechos
se mov�a con un gran frenes�. Lo que hizo a Juan alargar su mano y apret�rmelos.
El segu�a penetr�ndome mientras su pecho reposaba en mi espalda. Sus manos en
mis pechos se entreten�an rozando mis pezones. Esto termino de colmar mis
sensaciones y produjo en m� un nuevo orgasmo. Al notarlo elevo de nuevo su
espalda y acentu� el ritmo de sus penetraciones. Por un momento me quede sin
fuerzas, mareada. Me temblaban las piernas de tal forma que apenas pod�a
mantenerme en aquella posici�n. Notaba tras de mi nuevos flashes, pero yo estaba
como en otro mundo.
Volv� en m� al notar como uno de sus dedos acariciaba mi ano.
En otro momento hubiera rechazado cualquier juego con mi parte trasera, pero el
buen hacer de Juan me hac�a confiar en el. Saco su pene y acerco su boca a mi
culo. Comenz� a lametear mi ano. Nunca me hab�an hecho eso lo que me produc�a
una doble sensaci�n, como de incertidumbre y gozo a la vez. Su trabajo con la
lengua lo acompa�o de sus dedos y note como su dedo �ndice sobrepasaba mi
esf�nter. Enseguida se fue animando y otro de sus dedos se introdujo en m�. Fue
entonces cuando comenzaron otra vez mis suspiros. No sab�a exactamente lo que me
estaba haciendo pero, a pesar de la sensaci�n de resquemor, me gustaba. Al ver
mi reacci�n se coloco pegado a m� y acerco su pene a mi culo. Comenz� a hacer
fuerza, pero le costaba trabajo traspasar mi esf�nter virgen a�n. Yo sent�a un
dolor enorme, como si te rajasen por dentro. Mis venas palpitaban en mi cuello e
incluso derrame alguno lagrima. Por fin aquel robusto miembro se introdujo por
completo en m�. Con dificultades comenz� a meterlo y sacarlo ante mis gemidos,
esta vez m�s de dolor que de placer. Poco a poco el dolor se fue mitigando, pero
aquel resquemor se manten�a. Su pene se introduc�a cada vez m�s r�pido. Notaba
sus test�culos golpearme entre medias de mi culo y mi rajita. Aquel golpeteo me
excitaba profundamente. Su ritmo era infernal, mi dolor hab�a vuelto pero esta
vez ven�a acompa�ado tambi�n de placer.

Su respiraci�n se entrecortaba lo que me hizo suponer que se
iba a correr. Yo tambi�n estaba a punto. Pero al notar su semen viscoso y
caliente fluir dentro de mi cuerpo hizo que yo tambi�n me corriera.
Los dos nos tumbamos en la cama totalmente deshecha, en la
que apenas se manten�a la s�bana interior. Gire mi cabeza, el reloj marcaba las
once y veinte, hab�a sido todo un marat�n pero a mi se me paso muy r�pido. Juan
se visti� y se fue. Yo recog� las sabanas, manchadas de sangre y semen y las
met� en la lavadora.
Tras recoger todo me pare a observar la c�mara y en un
principio decid� borrar las fotos, pero antes quise darles un vistazo. Tras
hacerlo prefer� guardarlas. Esa semana no se porque se las mande a Juan por
e-mail. quiz�s por agradecimiento .
Con respecto a Alberto me d.C. cuenta de dos cosas la primera
que no solo le echaba de menos por el sexo. Y la segunda que nunca m�s esperar�a
para satisfacer mis necesidades.