El juego termin� justo como hab�a iniciado. Hab�an pasado 2
a�os desde el primer intercambio de miradas, n�meros de tel�fono celular, de
mensajes.
Ella quiso darle fin desde un inicio, pero le gust� saberse
observada. Por primera vez en su vida era objeto de asedio, y no por parte de
cualquiera. �l no era cualquiera: delgado, de porte fino, manos delicadas que
contrastaban con lo burdo de su barba y detr�s de sus gafas, asomaban unos ojos
de color verde musgo, sensuales y bellos que la hac�an sonre�r.
Por dos a�os se escribieron, algunas veces se hablaron, en
otra ocasi�n estuvieron juntos, tan cerca y tan pegados, que ambos se conocieron
el olor y la dimensi�n de sus cuerpos en medio del gent�o que se apretaba
bailando y sudando.
Ese aroma no le disgust�, aunque las palabras que sal�an de
esa boca de labios delgados y tentadores no lograban tocar ninguna fibra, ni de
su mente ni de su alma. Tampoco sus manos agitaron alguna fibra de su cuerpo.
Pero el aroma se le qued� pegado a la ropa, a la piel, en ese sudor dulce que
emanaba.
Entre mensaje y mensaje hab�a alguna invitaci�n, alg�n
intento de seducci�n. Ella nunca dijo que s�, pero tampoco dijo que no.
A sus propuestas respond�a con evasivas, evasivas que se
fueron convirtiendo en coqueter�a, ese ritual del cual ella nunca hab�a
participado.
Ya fuera por lo novedoso del juego o por lo secreto de esa
relaci�n, se dio cuenta que le estaba gustando.
Nunca pens� en �l como un hombre de verdad. �l era las
palabras tras la pantalla del tel�fono. Para hombre ten�a suficiente en casa, y
no pens� que tendr�a el tiempo o la energ�a para m�s, as� que el peligro no
exist�a.
Sin embargo, pas� de repente, sin haberlo pensado. El
lenguaje se volvi� directo, ya no hab�a sutilezas de por medio. Y en una larga
cadena de mensajes se hab�an contado fantas�as y secretos.
Algo hab�a cambiado y comenzaba a pesarle. A �l le urg�a un
s� y a ella le urg�a darle fin. Se estaba volviendo cansado, pesado y penoso.
Un d�a �l le pregunt�: "Me deseas?". Ella no supo que
responder. Buscando una evasiva respondi� que necesitaba verlo para poder
saberlo.
Se encontraron una noche. Ella queriendo terminar y �l sin
saber por donde empezar.
Hay muchas formas de terminar. Lo supo despu�s, cuando
decidi� probar a qu� sab�an sus labios y su lengua, y c�mo se sent�a su piel.
Se dej� besar labios, l�bulos, cuello. Se dej� acariciar
piernas, senos, deseos. Y decidi� ir hasta el final. Finalizar. Terminar.
Se encontr� en su cuarto, pidiendo apagar la luz. No era pena
lo que sent�a, sino risa. Nunca se imagin� estar con un hombre diferente al
suyo.
Quitarse la ropa fue m�s sencillo de lo que imagin�. Fue casi
un juego, un chiste, una broma, un sue�o alegre, una alucinaci�n.
Brincar en una cama ajena, con las luces apagadas, adivinando
un rostro que no se puede ver, jugar con el tacto a encontrar el cuerpo�
Buscas con mano curiosa y encuentras el sexo. Sonr�es. En tu
mente sabes el peso de otro miembro, el olor, el sabor� Recuerdas el otro,
fuerte, recio, oscuro, salvaje. Y sientes �ste, como un capullo rosado. Juegas a
tenerlo en tu boca mientras recuerdas el otro al que nunca puedes abarcar y
vuelves a sonreir.
Ahora recorres el cuerpo con la lengua y �l te detiene y
viene hacia ti. Tiene unos dedos finos y suaves y una lengua �spera, dura. Con
sus manos acaricia tu sexo y su lengua chupa tus pezones. Buenas manos y boca
pero recuerdas la otra boca, la que recorre tu vientre y llega hasta tu monte,
la que explora y lame tu boca peque�a.
Sabes que no hay mucho qu� esperar y t� ya quieres terminar.
Lo montas, lo besas, abres los ojos y sientes como te brota la risa, pero
quieres terminar.
Bajas a su miembro, todav�a peque�o y testarudo, y haces uso
de tu instinto y experiencia. Consigues que crezca un poco nada m�s. Lo montas
de nuevo� te penetra� o eso parece� no sientes nada aunque a �l lo escuches
resoplar. Te mueves, llevas sus manos a tus senos y a tus caderas. Te mueves
hasta que �l no puede aguantar y se viene �dentro? No sientes nada, s�lo la risa
y el deseo que emerge por el otro, tu hombre en casa.
Regres� a casa, todav�a h�meda del calor, pero seca debajo.
Recuerda que despu�s de estar con el otro, el suyo, siente todos los r�os
escurrirse fuera de su sexo.
Se acuesta, y el otro, el suyo yace a su lado y ella lo
abraza y besa. La espalda ancha, fuerte y suave. Y se duerme sin so�ar.
Termin�.
No hay mensajes al otro d�a en su celular. No ha podido
ba�arse pero no hay nada en ella que le recuerde lo sucedido. Ni sombra de duda
o de culpa.
Pero �l, el suyo, est� ah�. Ella se quita la ropa y se la
quita a �l. Tomo un poco de vino que vierte en su ombligo. Lo lame, ba�a su
cuerpo y lo exprime entre sus labios.
Se va a su boca ansiando los labios h�medos y la lengua
suave, mojada.
Ve su erecci�n. Portento. Lo monta al igual que a aqu�l,
horas antes. Su cuerpo sobre el de �l, comienza a girarlo hasta darle la
espalda, dejando a sus manos acariciar sus hombres. Se levanta y muy despacio se
deja penetrar, por el otro orificio, el que guarda s�lo para �l, el que le
encanta. Se traga todo el miembro y su hombre se excita a�n m�s, rasgu�a su
espalda, masajea sus senos� Ella tiene las piernas abiertas y desear�a tener a
otro que le chupara su cl�toris. Pero no hay nadie as� que usa sus manos.
�l la levanta, la pone frente a un sill�n y la penetra una y
otra vez. Ella se sigue acariciando hasta que se viene, h�meda y feliz.
�l se la lleva, la recuesta, la vuelve a penetrar donde a
ella le gusta y como a ella le gusta. Dos, tres veces m�s, ella se moja en su
miembro hasta que ella ve su rostro tensarse, saca su miembro de su sexo y
comienza a masturbarse frente a ella.
Eso la enloquece.
Lo ve acariciando hasta no aguantar m�s y venirse fuera de
ella, sintiendo el semen caliente resbalar por sus senos.
�l se recuesta en ella y entonces, s�lo entonces se da cuenta
que en el transcurso de las �ltimas horas ha tenido a dos hombres en su cuerpo.
Y se siente una puta.
Una puta feliz.