Yo hab�a tomado los votos de la orden cuando contaba 17 a�os
de edad.

A esa edad no hab�a tenido ninguna experiencia sexual, y
cuando digo ninguna quiero decir que, era totalmente virgen.

No puedo decir que no sintiese curiosidad por el sexo. Es
m�s, a partir del a�o de estar all�, no pod�a evitar mirar a mis compa�eras con
cierta lascivia.

Cuando pasaba por delante de las celdas de mis compa�eras,
m�s atractivas no pod�a evitar mirar por la min�scula ventana. Si en alguna
ocasi�n ve�a alguna semidesnuda, mi sexo se revelaba y me humedec�a toda la
entrepierna.

Yo en ese momento me sent�a s�per sucia y tenia que ir a
rezar un par de padres nuestros.

Esto no supon�a un gran problema, era controlable por el
momento.

El li� vino cuando el obispado nos asigno un sacerdote para
la misa del domingo.

Todas mis compa�eras y yo est�bamos inquietas por conocer al
sacerdote.

El d�a que vino por primera vez no pod�a disimular mi
excitaci�n.

Era un hombre alto, cabellos casta�os, ojos claros y unos
hombros y un torso demasiado firme para lo que se le presume a un cura.

Rondaba los 35 a�os, yo ya contaba con 21.

Durante su primera misa, yo no pude dejar de pensar en que
esconder�a debajo de aquella sotana.

El no se fijo especialmente en m� o eso creo.

A la semana siguiente yo era la encargada de preparar todo
para la misa y ayudarle en todo lo que necesitara.

Antes de empezar tuve que ayudarle a ponerse el h�bito, para
mi aquello fue todo una "tortura", no pod�a dejar de mirar su entrepierna y el
bulto que all� se adivinaba.

A el se le ve�a muy sereno. Sali� al pulpito y con una
precisi�n mec�nica dio misa.

Despu�s de la misa yo recog� todo lo que el hab�a utilizado
para la misa, y lo llev� a la sacrist�a y all� estaba el esper�ndome.

Me orden� que le quitara la sotana. Yo me dispuse a hacerlo.

Cuando le estaba levantando la sotana y a la altura de su
miembro el hizo un gesto, descarado, con la cintura para que mi mano tocara su
paquete.

Yo me hice la escandalizada retirando la mano y mir�ndole
fijamente. Me hab�a encantado notar su falo, pero yo no pod�a demostr�rselo.

El se ri� y con la sonrisa en la boca me dijo:

No supe que responder, pero el no se hizo esperar y alargando
un brazo me quito suavemente la capucha de mi h�bito y dejo al descubierto mi
melena negra y mi fino rostro.

No pod�a casi ni mirarle pero me estaba excitando. El levanto
mi cara asi�ndome de la barbilla.

No sabia como reaccionar pero no estaba incomoda.

Todas las hermanas se hab�an retirado ya a sus celdas a orar.

Y all� estaba yo temblando, aun no se si de miedo, de
verg�enza o de excitaci�n.

El se arrimaba cada vez m�s a m�. Pod�a sentir como su
reparaci�n se aceleraba cada vez m�s.

Acerc� su rostro al m�o y seguido me bes� las labios.

Sin yo darme apenas cuenta nuestras lenguas estaban
jugueteando dentro de nuestras bocas.

Aquello era algo nuevo para m�. Me sent�a la mujer m�s
especial de mudo y no ten�a ning�n tipo de reparo.

Note como sus fuertes manos levantaban la falda de mi h�bito.

Sub�an sus manos por mis muslos y mi sexo herv�a de placer.

Apret� fuertemente mis nalgas con sus manos a la vez que su
boca se deslizaba por mi cuello.

Los vellos de todo mi cuerpo estaban erizados.

Sus manos furtivas se fueron deslizando de mis nalgas hacia
mi entrepierna.

Viendo que aquella pasi�n era imparable e iba a derivar en lo
que tenia que derivar, me acerqu� a su o�do y susurrando le confes� que era
virgen.

El me tranquiliz� y me dio su palabra de no hacerme nada que
no quisiera.

Para entonces el tenia las manos en mi sexo y las deslizaba
por el con mucha facilidad, para algo tenia que servir aquella marea de flujos
que sal�an de el.

Yo no me quedaba atr�s y ten�a su pene entre mis manos.
Estaba totalmente duro y era todo lo grande que hab�a imaginado.

El meti� con bastante facilidad un dedo dentro de m�, la
cabeza me dio vueltas y por un momento cre� desfallecer.

No fue as� empez� a mover aquel dedo en c�rculos dentro de mi
concha mientras me besaba los pechos, ya al descubierto.

Yo por mi parte ya le hab�a desabrochado los botones del
pantal�n y su polla brotaba de su ropa interior, mirando al cielo, desafiante.

Me dio media vuelta y me insto a que apoyara las manos en el
peque�o escritorio.

Me subi� la falda y not� como hund�a su espada de fuego
dentro de m�.

Mi sexo quemaba. Casi no pod�a aguantar el dolor que su gran
polla me produc�a al hincarse en mi cuerpo, pero a la vez el placer era inmenso.

No se tomo mucho cuidado ni en la primera embestida ni en las
posteriores.

Mi co�o se dio de si y empec� a disfrutar. Los orgasmos se
iban sucediendo, por mi columna sub�an continuamente cientos de escalofr�os.
Todo era genial.

De repente el paro su vaiv�n. Me introdujo un dedo en la
boca, yo empec� a chap�rselo como si de un falo se tratara.

Acerco su boca a mi nuca y me dijo:

Yo me sorprend� pero sin darme tiempo a m�s me tapo la boca
con la mano y note como su polla percut�a en mi ano intentando perforarlo.

Yo me resist�, hasta que por fuerza, aquel demonio profano mi
culo.

No pod�a gritar, el dolor era inmenso, el no paraba, yo
notaba como disfrutaba con lo que hac�a.

No se cuanto tiempo estuvo entrando y saliendo de mi cuerpo
por la puerta de atr�s pero a mi se me hizo eterno.

Baj� la intensidad de las embestidas hasta que par�.

Me solt� y yo llorando ca� al suelo quedando de rodillas
enfrente de el.

En ese momento una lluvia de semen call� sobre mi tembloroso
cuerpo.

Sin decir nada se abroch� los pantalones y se march� de all�
con una expresi�n en la cara que bien pod�a ser la de satisfacci�n por el
trabajo bien hecho.

A m� sin embargo solo me quedaba llorar y lamentarme.

Aquel sue�o se hab�a convertido en una pesadilla.

All� estaba dolorida sucia, sabiendo que aquello hab�a sido
un error.

Nunca m�s he vuelto a sentir excitaci�n es m�s aun hoy tres
a�os despu�s de aquello tengo la sensaci�n de que mi cuerpo aun esta sucio de
aquella semilla del diablo.

Nunca m�s ser� la misma, eso si lo tengo claro.