Relato: Imperfecta (1)





Relato: Imperfecta (1)

En Francia el aire siempre huele m�s rico. El romance viaja
sin que nadie pueda verlo y seduce a todas las personas sin preguntar. Pero no
todas las historias son el t�pico cuento de la dama y el vagabundo, y s� con
exactitud que esta es una de ellas.


Francoise estaba en su jard�n juntando algunas flores, que se
mostraban sonrientes y grandes gracias a la llegada de la primavera. Era una
bella mujer de cabellos oscuros y lacios, ojos claros de un color casi verde,
nariz peque�a afinada, labios marcados y piel sumamente blanca. Revelar su edad
ser�a s�lo de mal gusto aunque no estar�a de m�s decir que era el fiel retrato
de una mujer que, sin rozar lo rid�culo, pose�a una belleza impresionante. A�n
as� no se encontraba en una pasarela o en las portadas de las revistas de moda,
s�lo era alguien que disfrutaba una vida simple.


Y as� pasaba casi todos los d�as, regocij�ndose por las
flores que adornaban su hogar, porque eso era lo que verdaderamente la hac�a
feliz por sobre todas las cosas. Francoise continu� con su labor moderado,
cuando a la distancia se escuch� el ruido de la puerta principal que anunciaba
la llegada de su compa�ero, el �nico hombre que quedaba en su vida, su hijo
Philippe.


-Hola madre- salud�


-Hola �c�mo te fue con los estudios hoy?-


-Bien, como siempre-


-Esc�chame hijo, ahora me voy a recostar unos minutos a
descansar y luego preparo el almuerzo �est� bien?-


-Est� bien-


Francoise y su hijo ten�an una gran relaci�n de confianza y
compa�erismo. Se acostumbraron desde siempre a depender del otro y eso hab�a
fortalecido los lazos que los un�an. Ella siempre estuvo orgullosa de su hijo,
hab�a renunciado a mucho para que tuviese una vida feliz y plena y eso hab�a
valido la pena.


Francoise termin� de recoger las flores m�s bonitas que
encontr�, las coloc� en un florero viejo que ten�a y se recost� en el sof�,
decidida a dormir al menos unos minutos. Cerr� sus ojos y se dej� llevar por el
cansancio. Recostada all� comenz� a so�ar, quiz�s un sue�o demasiado real.
Divag� que unas manos tocaban su cuerpo, haci�ndole sentir cosquillas y
hormigueo, unas manos inquietas que iban por sus piernas, por sus senos y
volv�an a sus piernas. Las sensaciones extra�as fueron en aumento y provocaron
que despertara bruscamente. Cuando lo hizo se percat� entredormida que su hijo
la estaba observando mientras descansaba, aunque no alcanz� a ver si la estaba
tocando.


-�Pasa algo, hijo?- pregunt� Francoise.


-Ehmm... te quer�a preguntar algo- respondi� nervioso
Philippe.


-�Qu� cosa?-


-�Sabes donde est�n las revistas que hab�a dejado arriba de
la mesa?-


-Las guard� en un caj�n en tu pieza-


-Ah, gracias- dijo Philippe mientras casi corr�a para su
dormitorio.


Las excusas eran cada vez m�s tontas y menos elaboradas. No
crean que era la primera vez que suced�a, por supuesto que hay una primera vez
para todo pero temo que esta situaci�n era repetida. Francoise muchas veces lo
hab�a pillado mir�ndola con cierto gusto en sus ojos, eso la hac�a sentir un
tanto inc�moda pero lo tomaba como un capricho pasajero que iba a pasar tarde o
temprano. Y as� pensaba cada vez que suced�a, minimizando el problema sin saber
que eso lo hac�a crecer.


Pasaron despreocupadamente unos d�as de la estaci�n m�s
bonita del a�o. Era una ma�ana algo fr�a cuando el cartero toc� la puerta del
hogar de Francoise, con un saludo le entreg� un telegrama y luego se retir�.
Francoise tom� el sobre y supo por el remitente que era su hermana Anne, aunque
le result� raro ya que no era habitual que le escribiese.


-Espero que no sean malas noticias- dijo mientras lo abr�a.


El mensaje no parec�a ser muy extenso, s�lo tres l�neas.
Francoise las ley� y supo que era todo lo contrario �su hermana la estaba
invitando a su boda!. Fue una sorpresa que no se esperaba, una gran noticia que
ten�a que festejarse. Ese mismo d�a a la tarde Francoise y Philippe estaban de
viaje rumbo a la casa de Anne, recorriendo el largo tramo que separaba a las dos
hermanas. Luego de un par de horas (que pareci� un d�a entero) llegaron a
destino. Cuando Francoise vio a su hermana se emocion� much�simo, hac�a tanto
tiempo no se ve�an que no pudieron evitar llorar entre abrazos y gritos. Un poco
m�s calmada Anne salud� a su sobrino, haciendo un comentario de lo grande y
apuesto que lo encontraba, Philippe se sonroj�. Anne invit� a su hermana y
sobrino a quedarse en su hogar, ten�an tantas cosas de que hablar que no quer�a
tiempo. Francoise acept� encantada.


Y pasaron unos d�as en otra �poca, casi volando lleg� la
fecha tan esperada y planificada. El d�a los sorprendi� con unas nubes que
anunciaban lluvia, pero eso no le quit� la alegr�a a nadie. La boda se celebr�
cuando ca�a el sol al atardecer, en la iglesia hab�a muchos invitados,
familiares y amigos, algunas viejos, otros nuevos. Para la ocasi�n Francoise se
present� con un vestido de color negro, ya que no quer�a opacar el blanco
vestido que llevaba su hermana ese d�a. El ambiente era lindo y Francoise se
sinti� muy bien por su hermana, pero de repente sucedi�. Dicen que la envidia es
algo muy feo pero hasta el d�a de hoy nadie ha descubierto como evitarla, y
Francoise no escapaba a ello. Ver como Anne iniciaba su vida le hizo recordar
que ella no estaba ni cerca de tener algo remotamente parecido, y que el tiempo
cada vez le jugaba m�s en contra. La �ltima vez que intent� algo semejante fue
un total fracaso que la oblig� a desistir a la idea. Pero afortunadamente
todav�a ten�a la compa��a de su hijo, por supuesto que no pod�a demandarle
ciertas cosas de pareja pero al menos hab�a un hombre que la acompa�aba en tal
hermosa conmemoraci�n. Y ten�a que admitir que su hijo la hac�a sentir
orgullosa.


La ceremonia fue corta y sencilla, cuando finaliz� todos se
dirigieron a la recepci�n, incluyendo al Cura que era amigo de la familia. A la
salida comenzaron a caer algunas gotas del cielo pero por suerte el lugar
previsto no quedaba muy lejos y con algo deprisa pudieron llegar antes de que la
lluvia se desatara en todo su esplendor. Tragos, m�sica, comida, nada faltaba
para cerrar una noche de lujo, los invitados se divirtieron en grande incluyendo
por supuesto a los novios.


Entre tantos agasajos Francoise aprovech� la distracci�n y se
escabull� ante la mirada de nadie para aprovechar y fumar un cigarrillo. Afuera
llov�a bastante as� que corri� hasta esconderse debajo de un techo, sobre un
banquillo justo detr�s de unos arbustos. Tom� asiento y algo mojada y con fr�o
dej� escapar esa tristeza que ten�a. Unas l�grimas cayeron por sus rojas
mejillas mientras que la m�sica y las risas, casi burlonas, sonaban a lo lejos.
La lluvia no era tan mala compa��a, pero luego de un rato Francoise not� que ya
no se encontraba acompa�ada s�lo por ella, unos pasos traicioneros delataron al
invitado no deseado.


-�Qui�n est� all�?- pregunt� Francoise.


-Soy yo mam�- respondi� Philippe -te estaba buscando-


Francoise trat� de cambiar su rostro y sec� las l�grimas de
sus ojos, aunque el rimel corrido no ayud� para nada. Philippe se sent� a su
lado, sabiendo que estaba llorando.


-�Est�s bien mam�?- pregunt�.


-Si hijo, solamente estoy... un poquito triste, eso es todo-


-�Pas� algo malo?-


-No lo entender�as, son cosas de mujeres-


-No te preocupes, yo voy a cuidarte-


Al terminar de pronunciar esas palabras Philippe rodeo con un
brazo a su madre y la acerc� a su cuerpo. �C�mo se sinti� ella? basta con decir
que se sinti� protegida y querida.


Por azares del destino siempre juguet�n Francoise record� las
miradas de su hijo en aquellas ocasiones, las manos que tocaron su cuerpo
mientras dorm�a y m�s que pensar sinti�. Sinti� correr por sus venas las ansias,
el calor, y en un abrir y cerrar de ojos el deseo de su hijo se salpic� y se
transform� en el suyo. Algo desenfrenado y libidinoso, algo prohibido pero m�s
que eso, algo necesitado. Philippe se hab�a presentado en el momento justo, si
hubiese sido otro hombre seguramente hubiese sucedido lo mismo, pero en esta
ocasi�n era nada m�s ni nada menos que el fruto de su vientre.


Francoise acerc� los labios al cuello de su hijo y el calor
que desped�an estos junto a su respiraci�n, lo alert�. Aquella mujer bes� a su
hijo cari�osamente sin tener suficientes razones, lo beso y se prendi� a su
cuello como una vampiresa, sin calmar su apetito. Philippe se dej� hacer porque
era lo que en secreto deseaba, no sab�a muy bien si era amor o s�lo el deseo de
la carne, m�s no le import�. Movi� un poco su rostro previstamente y sus labios
se encontraron por primera vez (salvo aquella vez cuando �l era peque�o y su
madre lo bes� para mostrarle cuanto lo quer�a). Comenzaron a besarse con los
ojos abiertos, observando, esperando a que el otro detuviese la penosa situaci�n
� tomara cruel ventaja de ella. La vehemencia fue en aumento y el beso se
convirti� en algo que no ten�a nombre, se podr�a decir que fue el g�nesis del
incesto. Francoise movi� su mano e instintivamente la puso sobre la entrepierna
de su hijo en donde apret� con fuerza.


Philippe no pudo esconder la hinchaz�n debajo de su pantal�n,
el bulto que se formaba, tampoco pudo esconder el gusto que le daba aquella
mano. Y siguieron con su diversi�n que m�s que eso era una depravaci�n entre el
hombre y la mujer. Francoise ayud� a su hijo a levantar su propio vestido, lo
suficiente como para dejar a la vista sus bragas de color blanco. La impaciencia
estaba tan al l�mite que faltaba poco para que rompieran sus propias trajes.
Philippe meti� una mano por dentro de la ropa �ntima de su madre y Francoise
not� como los dedos de su hijo se adue�aban de su entrada, de sus labios y de
ese regalo que Dios le obsequi�. Su flujo transpiraba, se pegaba a la mano de
Philippe y humedec�a cada vez m�s la situaci�n. Tan s�lo un poco de tela los
separaba de cometer la locura m�s apetecible, tan s�lo un poco de sensatez. De
improviso como nunca escucharon unas malditas voces y el susto hizo que
recobraran su cordura, Francoise y Philippe, madre e hijo, la m�re et le fils,
se separaron violentamente. Unas risas chillonas delataron a los intrusos que
eran s�lo unos ni�os entrometidos jugando por all�. Aquello no dur� mucho pero
fue suficiente para Francoise, quien dio gracias a la intromisi�n de los
chiquillos. Terriblemente apenada por lo sucedido se puso de pie arreglando un
poco su vestido y su peinado, dispuesta a retirarse.


-Mam�, espera...- exclam� Philippe a�n con una erecci�n
imposible de esconder.


-Philippe, voy a volver a la fiesta. Espera que baje eso y
regresa, es de mal gusto escabullirse as� en una ocasi�n como esta- clam�
Francoise fr�a y cortante.


-Pero...-


-Sin peros-


Y as� como si nada termin� la magia. Philippe observ� como su
madre se alejaba bajo la lluvia dej�ndolo solo y despojado. El calor en su
cuerpo se fue apagando poco a poco y por primera vez sinti� una gran confusi�n.


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