Alfonso, ense�ado por Enriqueta, busca el amor de su hermana Juanita
- �Ayaiay! - exclam� Mar�a - y yo que pens� que t� eras
persona m�s interesada y que querr�as saber m�s de los amantes.
Estaba desnuda y descansando, mientras fumaba un
cigarrillo, satisfecha y orgullosa de haber encontrado puntos d�biles en mi
coraza vieja y sabia. Advirti� en mis ojos renovada curiosidad.
- �No pensaste acaso que Juanita no tardar�a en descubrir
a su hermano y madre, sol�a recorrer la casa y los gritos de los amantes
descuidados, la dejaron contemplar parte del batallar de sus desenfrenados
amores, Alfonso ten�a sus labios en el pubis de su madre y la hac�a retorcer
de gozo con la lengua, ella elevaba las caderas una y otra vez, acompa�ando
esos movimientos con la cabeza hacia los costados, extraviada la mirada y
respirando con dificultad, abiertos los brazos con las manos digitando la
llegada del orgasmo. No la vieron, no pod�an verla, nunca los hab�a visto
tan expuestos y desnudos, m�s a la madre que al hermano al que le espi� esa
herramienta que tan bien aprendi� a usar, ve�a que le mov�a, fuerte,
colorada y grande en su entrepierna mientas mamaba a Enriqueta. El coraz�n
le salt� en el pecho pues siempre la hab�a deseado una verga as� sin verla.
-�Pero qu� edad tiene Juanita? � pregunt� yo � cuando
comprend� que no era meramente colegiala inocente.
- Tiene tres a�os menos que Alfonso, pero ya es se�orita,
lo es desde los ocho. Sabe y tiene muchos deseos insatisfechos porque ama a
Alfonso. La contemplaci�n transform� los sentimientos de la ni�a � agreg�
Mar�a - detestaba que su madre le hubiese ganado al hermano, pero pensaba
que la visi�n del secreto le daba buenas oportunidades a ella, la volv�a m�s
fuerte. Muy triste se fue a su cuarto, ten�a la calentura propia de quien le
hubiese gustado estar en lugar de la madre, se fue a llorar a solas y a
urdir alg�n plan que le diese provecho.
- Esa noche Juanita no baj� a comer. Enriqueta la llam�
varias veces, pero no respondi�.
- Sentimientos de adolescente, pens� Enriqueta. El
hermano que la quer�a mucho, llam� a la puerta antes de irse a dormir, pero
Juanita tampoco respondi�.
- Muy entrada la noche, cuando Enriqueta dorm�a como una
santa, se despert� Alfonso porque oy� correr el agua de una de las duchas de
la casa. Se levant� para ver qu� suced�a, la luz en un ba�o ulterior le hizo
comprender que Juanita se estaba ba�ando. Golpe� suavemente la puerta.
-�Qui�n es? � pregunt� Juanita.
- Yo, Alfonso.
- �Qu� quieres?
- �Me dejas pasar?
- �No comprendes que me estoy duchando? � dijo Juanita en
voz baja, c�mplice y haci�ndose rogar.
- Vamos, d�jame � dijo Alfonso, que despu�s de tener a la
madre cogi� mucho coraje.
Juanita, cuando sinti� la voz autoritaria sonri�, ten�a
al hermano esperando por ella para verla desnuda dijo:
- Entra pero no mires.
Alfonso entr� al ba�o y no mir� directamente a la
cabina, en realidad no cre�a que le saliera tan f�cil, aquello en que ya
antes hab�a pensado.
- No te quedes ah� entra, cierra la puerta y alc�nzame la
toalla � dijo Juanita.
- �Me dejas ba�arme contigo como cuando �ramos peque�os?
� pidi� Alfonso.
-�No te he dicho que me alcances la toalla, que yo salgo?
� explic� Juanita mordi�ndose el labio pues sab�a que perdi� oportunidad.
-�Te seco entonces?
- Bueno, dijo Juanita saliendo de espalda y mostrando su
hermoso culito de p�ber adolescente. Temblaba, no de fr�o, sino por su
temerario arrojo. El rubor cubri� su cara.
Alfonso extendi� la toalla y la envolvi� desde atr�s,
aprovechando el momento para apoyarla con su verga dura. En el cruce de sus
brazos por delante toc� los pechitos de su hermana.
-�Vaya qu� duros est�n!- le dijo - Los siento igual que
cuando te llevo en moto.
Juanita no sab�a qu� decir, ante su vista estaba aquella
verga dura que le vio cuando chupaba a su madre y ahora le lat�a por detr�s.
El hermano comenz� a secarla frotando con sus manos el cuerpo, como si
quisiera secarla, cuando en realidad deseaba tocarla toda. La levant� y le
dijo:
- Ven, te secar� sentado en el banquito. Y as� lo hizo,
se sent� y sobre su falda sent� a su hermana. Ella le volv�a la cara y
Alfonso le dio un beso en el cuello. �No hab�a sido ella quien le pidi� que
cerrara la puerta? Le introdujo su mano izquierda en el pecho y jug� con
duros pezones rosados. Juanita lo mir� y se dej� besar, mientras abandonaba
la toalla y su cuerpo, luciendo hermosa y desnuda. Alfonso busc� la almeja
que le toc� sobresalt�ndola. Se recuper� cuando pens� en lo que Alfonso le
hac�a a su madre y ella quer�a lo mismo. Alfonso compresivo la desliz� hacia
el fresco piso, le abri� las piernas y comenz� a besarla y chuparla. La
ni�a-mujer ten�a el pubis y la vulva muy blanco y rosado donde deb�a. El
vello rubio poco cubr�a la delicada zona, parec�a un campo de trigo
deslizado por la brisa. Juanita ante los mimos y la novedad, se
convulsionaba y tend�a a incorporarse o se re�a calladamente. Alfonso que
mucho aprendi� del uso de la lengua, la lam�a con cuidado, excit�ndola.
Luego comenz� a besarla traspasando el cerco de dientes, mientras le avivaba
con la mano el cl�toris que se endureci� tent�ndolo. Juanita estaba decidida
a dejarle hacer lo que �l quisiera, porque hac�a mucho que deseaba aquello y
se cumpl�a como un sue�o. De pronto, como si se acordara de algo, volvi� en
s� y busc� al �dolo que Alfonso a�n guardaba en su trusa, tante� y rode� con
su mano, lo sinti� muy ardiente. Alfonso, subitamente, se sac� la trusa y
exhibi� su instrumento al desnudo. Juanita se acerc� y lo toc� con
curiosidad, lo hac�a encabritar en cada movimiento y con los ojos muy
brillantes mir� al hermano, lo tom� con una mano y lo bes�. Lo introdujo en
su boca sin que Alfonso se lo pidiera, como algo natural, lo sac� y lo
volvi� a mirar sonriendo. Es lindo, es suave, le dec�a en voz muy baja. Y es
tuyo le dijo Alfonso. Juanita comenz� a chuparlo con ganas introduci�ndolo
todo en la boca. Alfonso estimulado, movi� sus dedos en la vulva de su
hermana. Hab�a notado el crecimiento de los pechos y pezones rosados y ahora
la vulva se hab�a vuelto flor, sexo ardiente y oloroso. Como �l, ella estaba
muy excitada, no tuvo que hacer ninguna pirueta para que Juanita estuviera
sobre de �l, buscando la penetraci�n que instintivamente buscaban. No se
dijeron palabras, se o�an tan s�lo los sonidos del amor, los latidos del
coraz�n. Alfonso hab�a introducido dos dedos en la bien lubricada vulva.
Girando naturalmente estuvieron en posici�n inversa, chupando y lamiendo sus
sexos. Alfonso, m�s sabio que ella, la levant� de las caderas y la coloc�
sobre su pene. Juanita sinti� el escozor nervioso, palpit� que su hermano la
penetrar�a, nada dijo, solamente ech� la cabeza hacia atr�s, su torso y con
los ojos cerrados dijo el s�, s�, de consentimiento y deseo. Sab�a qu�
pasar�a, no le import�, era el momento y Alfonso la penetr� arrebat�ndole la
virginidad. La mov�a con cuidado de los gl�teos y caderas, ella lo tom� del
cuello y descans� la cabeza en el hombro, llorando de placer y felicidad. Su
hermano la convert�a definitivamente en hembra y mujer. Y qu� placer sent�a,
no pod�a dejar de moverse de subir y bajar por el tronco de su hermano. El
espejo le dejaba ver como entraba y sal�a aquel monstruo jabonoso de su
organismo, la visi�n provoc� el primer orgasmo en la vida de Juanita, la
asalt� repentinamente, sin aviso, produciendo las contracciones nuevas de su
cuerpo, tan placenteras. Le parec�a un sue�o. Alfonso que horas antes hab�a
tenido lo suyo, pudo resistir y no la llen�, por el contrario cuando su
hermana se recuper�, le pregunt� si se cuidaba. Juanita le dijo que s� que
tomaba la p�ldora para regular sus periodos, que no se preocupara y libre de
temor la sigui� penetrando, hasta que ella comenz� a dar muestras de otro
orgasmo, �l duplic� sus movimientos y la posey� como loco, la sent�a tan
estrecha, la vagina le lat�a, d�ndole sensaciones nuevas para �l, como sin
control y con mucha fuerza, cuando not� que ella se corr�a �l, esta vez s�,
la llen� de sus jugos abundantes, haci�ndola gozar el placer de sentirse
inundada y satisfecha a un tiempo.
Yo mir� a los ojos a Mar�a y le pregunt� si hab�a visto
todo eso. Ella me dijo que fue as� que pod�a jurarlo.
Solamente la madre durmi� esa noche � dije yo con sorna.
Mar�a dijo que todos estaban esperando ese momento.
Alfonso era muy buen mozo y cualquiera hubiese gustada estar el lugar de
Juanita. Vigilaban a los hermanos.
Pens� que Mar�a me ment�a, pero lo hac�a de coraz�n pues
le gustaba relatar y ser escuchada.
�Y qu� pas� despu�s con la ni�a? � pregunt� yo para
conocer el grado de observaci�n e imaginaci�n que pod�a alcanzar Mar�a.
�Pues no creer� usted que los hermanitos quisieron
descansar? No, no, no. Juanita volvi� a ducharse y Alfonso la sigui�. Se
enjabonaron y besaron, se disfrutaban el uno al otro sin miedo, el gran paso
ya lo hab�an dado. Alfonso la levant�, por la pared, ella es muy liviana,
para chuparla y se atrevi� a meterle la lengua en el ano que quiso preparar
para un segundo ataque. Juanita le dijo que no arruinara lo que tan bien
hab�an hecho hasta el momento y tom�ndole el rabo lo dirigi� hacia su
cuevita indic�ndole que lo quer�a otra vez por all�, lo frotaba contra su
raja y Alfonso comenz� a machacar, la alz� un poco y en un tris se la volvi�
a enterrar hasta la ra�z, sin arrancarle ni un gritito de dolor, as� de
lubricada estaba la ni�a. Se la com�a toda y si hubiese m�s, m�s se hubiese
hundido. En este asalto, con mucha confianza, los dos hermanos se esmeraron.
Juanita, se baj� y cumpliendo seg�n sus fantas�as, se asi� con ambas manos
al lavatorio, ofreciendo al hermano su cola, mientras lo miraba por encima
del hombro con gran sonrisa, ahora Alfonso desech� en darle por el culo y
prefiri� continuar por la vagina que tan estrecha la hab�a encontrado y
tantas satisfacciones le seguir�a dando, antes de recurrir al trasero que
ella retract�ndose le ofrec�a. Con una mano dirigi� su miembro y frot� la
urraquita para lubricarla bien desde atr�s, lo hizo despacio, la introduc�a
un poco, se la pon�a otro, hasta que la tuvo toda dentro y comenz� el juego
de las caderas, Juanita retroced�a mientras �l avanzaba. La hermanita
comenz� a retorcerse nuevamente de gozo y Alfonso con una mano la sosten�a
del hombro, la cabeza apoyada en la espalda y con el dedo mayor de la otra,
le estimulaba el cl�toris. Cuando se acerc� el momento, ella solt� el
lavatorio y Alfonso prefiri� sentarse en el banquito e invitar a Juanita
para que lo siguieran haciendo de frente, ella pas� una de sus muy bien
torneadas y largas piernas por encima de Alfonso y con una mano se meti� al
�dolo en su vagina, pudiendo cabalgar a su hermano seg�n su gusto, Alfonso
la mov�a desde la cadera o los gl�teos y la besaba con much�sima pasi�n. En
determinado momento Juanita crey� que se volv�a loca, pas� sus brazos por el
cuello de Alfonso, uni� sus labios fieramente con los de �l, jugando con la
lengua ardiente y sola busc� el orgasmo de su vida, que lo obtuvo fuerte,
muy c�lido, confundiendo los gozos de Alfonso con los suyos.
- Mar�a - le dije yo - sabes qu� es lo que m�s me gusta
de tus relatos, que no haces ruido con la boca reproduciendo lo que
escuchas, y que no dices palabras feas.
En ese momento sentimos un grito descomunal al que
siguieron gemidos y soplidos que no nos dejaron dudar proven�an del
dormitorio de Leonora, quien ahora se llevaba a sus dos hombres con ella.
Mar�a me dijo que Leonora comprendi� que su marido
Ramiro, se excitaba mirando como se la follaba su hijo Alberto. Desnudos en
esta �poca estival para mitigar el calor, se contemplaban los cuerpos y
tentaban las partes. Leonora hab�a rejuvenecido mil a�os, se despidi� de
abstenciones puritanas y con mucho jolgorio disfrutaba de las pollas como si
cada d�a fuese el �ltimo. A Rodrigo le comenz� a gustar follarla despu�s del
hijo, cuando su almeja rezumaba el semen de Alberto, el marido le met�a la
polla suavemente en el charco resbaladizo y Leonora lo disfrutaba como si
Alberto no se hubiese retirado. Luego se lavaba cuidadosamente y sus hombres
le com�an el cuerpo hasta enardecerla nuevamente. Muchas veces Alberto se
ubicaba por detr�s para follarla y ella lo mamaba a Rodrigo hasta que
llegara su turno. Ella repet�a en voz alta: �Qu� bien se porta mi chiquillo!
�Cu�nto le gusta su madre lozana! �Cu�nto lo aman sus padres que lo alejan
de los males de este mundo y lo apartan de las suciedades sexuales de la
tierra! Y el gandul le daba m�s fuerte cuando escuchaba tanto est�mulo por
parte de su bella progenitora que lo secaba, apunto tal de que no miraba
ninguna otra mujer de este mundo.
- Todo cuanto quieren mis hombres � dec�a palme�ndose el
pecho - se lo da esta mujer, que la tienen para rato y sin cansarse. Lo que
m�s me gusta en mi vida lo he descubierto en mi familia - agregaba -�Qui�n
puede ser m�s feliz que yo!
Y despu�s de este extra�o interludio, Mar�a sigui� su
relato con lo acaecido en casa de Enriqueta, quien a la ma�ana siguiente,
ignorando como jugaron sus ni�os, se dispuso para que desayunaran bien,
d�ndole huevos pasados por agua a Alfonso y chocolate en rama para los dos.
Mucho caf� y medialunas de manteca. Todos comieron pensando en lo que har�an
durante el d�a y la noche. A veces suspiraban como dese�ndolo ya.
La hermanita estaba radiante y sin que su madre la viera,
echaba muchas miradas de fuego a su hermano, pues cre�a con raz�n que sac�
fuerte ventaja.
Yo tendr�a que viajar a la casa esa misma ma�ana. Me
vest� con ropas frescas, y paraguas en mano me dispuse a caminar los diez
kil�metros que hab�a entre la finca y la posada.
Una moto, a mitad de camino zumb� a mi lado, la muy
comedida Mar�a, montaba detr�s del conductor, que no era otro que Alfonso, y
me saludaba con la mano. �Acaso esta chiquilla se sumar�a a los juegos
familiares? �Qu� ser�a de m� ante gente a la que no conoc�a, o mejor, de la
que sus aptitudes para el amor que eran muy simp�ticas pero no para lo que
yo iba a buscar? Mejor que me concentrara en los antiguos ejemplares
po�ticos de Camoens a quien pretend�a traducir al castellano. Mejor que
pensara en la dama ideal que comparti� con Garcilaso de la Vega o en las
notas que Herrera hizo para �ste. El soneto, divina forma no se pod�a
componer m�s, pues como todo en este mundo, se agota.
En tanto que de rosa y azucena
Se muestra la color en vuestro gesto
Y vuestro mirar ardiente, honesto,
Enciende el coraz�n y lo refrena
Recit� de memoria y camin� c�modamente por la gentil
senda, hasta que divis� la finca de Enriqueta, me detuve para componer mi
ropa y lentamente me acerqu� a la casa. Me hice anunciar. En sala espaciosa
y fresca esper� que llegara la due�a de casa, quien pidi� disculpas por
aparecer en pareo pues estaba tomando sol en la piscina con su bikini
amarilla, se le transparentaba debido a la sutil tela que la cubr�a.
Recogieron mi paraguas y mi jipijapa, y me ofreci� asiento a su lado. Le
ped� permiso para fumar un puro, accedi� dici�ndome que le agrada el aroma
del buen tabaco.
Yo miraba sus deliciosas piernas y su agraciado escote,
tratando de que no se diese cuenta, aunque lo aceptaba coqueta. No hab�a
escatimado halagos Mar�a, cuando describi� a Enriqueta. Madura, sensible,
saludable, hablaba sin parsimonia de los temas que m�s me gustaban. Y
escuchaba los versos que yo le dec�a con atenci�n.
De pronto, sin que Enriqueta los advirtiera, vi pasar
salud�ndome y con un dedo en los labios llam�ndome a silencio, nada menos
que a Mar�a y detr�s, muy cerca, a Alfonso. Comprend� que Mar�a estaba
haciendo de las suyas con el joven que todav�a no conoc�a personalmente. No
sab�a que ser�a de m�, esperaba que la suerte me fuera propicia en el futuro
no muy remoto.
Martel