COSTA CALIENTE
Por un descuido, me embarac� joven y mi novio y yo tuvimos
que casarnos, debido a la presi�n social. No nos llev�bamos muy bien, sin
embargo llegamos a tener dos hijos.
Mauro, mi esposo, ten�a ya 26 a�os y yo ten�a 23. Ten�amos
dos hijos (el mayor de 6 a�os y la peque�a, de unos cuantos meses). Nuestra vida
sexual no era gran cosa, ya que Mauro no gustaba de hacerlo m�s de unas dos
veces por semana, el acto no tardaba m�s de unos diez minutos y, apenas
eyaculaba, se quedaba dormido.
Corr�a la primavera del a�o pasado, cuando en la compa��a
donde Mauro trabajaba, lo enviaron a inspeccionar una planta agroindustrial,
ubicada en una ciudad provinciana, de una apartada regi�n de la costa.
Me sent�a cansada y aburrida de la rutinaria vida que
llevaba, as� que para cambiar de ambiente, decid� acompa�arlo, llevando a la
peque�a, a quien daba de mamar. Mis hijos mayores se quedron con mi suegra. Al
fin y al cabo, estar�a de vuelta en un par de semanas.
Nos hospedamos en un hotelito modesto, no por falta de
dinero, sino por falta de alojamiento adecuado. Era un sitio sin lujos ni
mayores comodidades, atendido por un administrador, que desde el primer momento
me disgust�. Era un hombre bastante obeso, velludo, calvo y maloliente, con
aspecto sucio. Tendr�a unos 55 a�os y me daba asco nada m�s verlo. Siempre
vest�a casi igual, en camiseta sin mangas o con una camisa que no se sab�a si
era gris o beige, abierta a la altura del ombligo, porque ya no le cerraba. En
su pecho mostraba una mata de vello canoso, que me repugnaba. Los pantalones
estaban remendados y sucios y por detr�s de la cintura le asomaban sus
calzoncillos, que en su d�a habr�an sido blancos. Usaba siempre unas sandalias y
su calva estaba provista de alg�n poco pelo, canoamarillento. Era un individuo
repelente y descuidado, que desde el primer momento, me miraba con insistencia,
sin importarle si mi marido estaba presente.
Lo que cre� ser�a interesante, se fue transformando en un
per�odo de mortal aburrimiento. Mi esposo me dejaba sola durante largas horas y
no hab�a en aquel pueblo lugar alguno donde entretenerme.
Como dije, era primavera y mi cuerpo estaba lleno de
sensaciones y deseos, que yo solo pod�a satisfacer, a medias, mediante la
masturbaci�n. Mauro sal�a muy temprano y regresaba hasta altas horas de la
noche, muy cansado. Por tanto, el sexo entre nosotros era casi imposible.
Una tarde, despu�s de comer, regres� a mi habitaci�n. La ni�a
se hab�a dormido y yo, abrumada por el infernal calor de la costa, abr� la
ventana para respirar un poco de aire. Me acost� en la cama y poco a poco,
comenc� a frotarme el cl�toris. En pocos momentos, estaba ya embarcada en una
furiosa masturbaci�n. Mis dedos se frotaban contra mi cl�toris y la excitaci�n
crec�a en m�. Me met�a los dedos entre la vagina y hubiera deseado tener un
consolador conmigo. Tras un rato de aquellas caricias, el orgasmo arrib�.
Al aplacarse mi agitada respiraci�n, volv� a ver hacia la
ventana y, horrorizada, descubr� que el administgrador del hotel, aquel viejo
que me repugnaba, me estaba observando desde la ventana de enfrente.
Me levant� r�pidamente a correr la cortina, mientras el viejo
me miraba fijamente con una sonrisa maliciosa. Abrumada por la verg�enza,
permanec� varias horas encerrada, hasta que finalmente, decid� bajar al comedor
a tomar algo fr�o.
Baj� los escalones hacia el primer piso y, para mi sorpresa,
me top� con el portero, que inmediatamente me sonri� con lascivia. No se hizo a
un lado y se qued� ocupando toda la escalera, para que, al pasar yo, a fuerza le
rozara al bajar. �l me pregunt� por mi marido y le dije que llegar�a muy pronto.
Al pasar, le di la espalda y sent� asco al percibir el roce
de sus partes sobre mis nalgas. Not� que su cuerpo se apretaba contra mi culo y,
para mi sorpresa, sent� unos dedos gordos y torpes sobarme por encima del
vestido. Me qued� sin respiraci�n y llena de ira. �C�mo hab�a osado hacer una
cosa as� aquel vejete?
Sent� un asco horroroso y escap� de all�. Fui hasta el
comedor y rogu� a Dios no volver a encontrarme con �l, a la vez que ped�a que mi
marido volviera pronto. Pero no fue as�. Por el contrario, recib� un telefonema
de Mauro, dici�ndome que hab�a problemas y tendr�a que quedarse toda la noche.
Di de comer a la ni�a, que afortunadamente se qued�
dormidita, me coloqu� algo muy liviano por el calor y me dispuse a acostarme.
Entonces, escuch� que llamaban a la puerta. Era el administrador del hotel. Ol�a
a vino y me pregunt� por mi marido.
No supe que responderle y �l me sonri�, a la vez que no
quitaba los ojos de mi cuerpo, especialmente de las formas que se adivinaban de
mis pezones, a trav�s de la delgada tela.
- Ese hombre es un est�pido -dijo con la voz cargada de
lujuria, refiri�ndose a mi esposo-. Si yo tuviera una mujer como usted, no la
dejar�a ni a sol, ni a sombra.
Nerviosa quise deshacerme de �l, pero no se mov�a y no me
permit�a cerrar la puerta. Avanz� y, sin que yo pudiera evitarlo, me tom� en sus
brazos. El hombre ol�a a demonio, algo asqueroso, mezcla de licor y sudor.
Apoy� las manos sobre los vellos de su pecho, haciendo fuerza
para tratar de separarme, en tanto �l hac�a fuerza para atraerme hacia s�. Ten�a
m�s fuerza que yo y �l gan�.
Me acerc� sus labios y trat� de besarme. Volv� la cara para
otro lado y sus labios se predieron de mi cuello. Comenz� a lamer mi piel y, con
una mano, me toc� una teta, por encima de la tela, mientras posaba la otra en mi
nalga.
Aquello era demasiado. Un tipo de lo peor, me estaba metiendo
mano y pellizcaba mis pezones, al tiempo que, al apretarse m�s contra m�, me
hac�a sentir un bulto enorme, cada vez m�s gordo, en mi entrepierna.
Me sent� llena de angustia y de miedo pero, para mi sorpresa,
una excitaci�n para m� desconocida, comenzaba a apoderarse de mi cuerpo.
Ya no pod�a m�s. El hombre restregaba su bulto contra mi
pelvis y ello me hac�a sentir m�s y m�s cachonda. Era s�lo cuesti�n de tiempo
para que yo cediera y el muy desgraciado, lo sab�a. Despues de todo, me hab�a
visto masturbarme.
Me mir� con lujuria y con su voz aguardentosa, me dijo:
- Se nota que tu marido te tiene muy abandonada y que est�s
urgida. Deja de resistirte y yo te dar� todo lo que necesitas.
Se abalanz� contra m�, apoy�ndome contra una de las paredes,
me meti� la lengua en la boca y habr�a vomitado si no hubiese sentido sus dedos
traste�ndome la vulva y el cl�toris palpitante. En vez de ello, comenc� a jadear
como una puta cualquiera y comenc� a entregarme a sus sucias caricias.
Estaba babeando, jadeando y rojo de la excitaci�n.
R�pidamente cerr� la puerta de la habitaci�n y volvi� a besarme y toquetearme
las tetas. Sudaba como un pollo y gem�a como un cerdo, intentando ponerme su
verga entre las piernas, pero no pod�a, a causa de la barriga. Se detuvo y casi
me arrastr� hasta la cama. Se sac� el pene y me lo mostr� con un gesto de
orgullo.
Era una verga gorda, larga y muy dura. Tendr�a unos 6 cm de
grueso y unos 24 cm de largo. �Nada comparado con los 15 cm de mi marido!
El espect�culo era asqueroso, pero no pod�a quitarle la vista
de encima.
- �Tocala! -orden�.
Con mucha vacilaci�n, alargu� mi mano y, obedeciendo, la
toqu� y sent� aquella verga inmensa, al rojo vivo. Una extra�a sensaci�n, mezcla
de miedo, asco y excitaci�n, se apoder� de m�.
Sin soltarme, sigui� toc�ndome y bes�ndome, con una lengua
llena de babas, repugnante. Me chupaba las tetas por encima de la tela y, de
pronto, de un mordisco, rasg� con sus dientes la prenda, dejando mis senos al
aire.
Mis pesones estaban duros y erectos. Me mamaba los senos y
comenz� a succionar la leche que le daba a mi hija. El deseo se estaba
apoderando de m� y �l lo not�.
- Tambi�n t� tienes ganas, �verdad? -me dijo, al tiempo que
me ensalivaba los pechos.
No sab�a c�mo reaccionar. El hombre me daba asco, pero a la
vez, deseaba sentirme amada, acariciada, mamada... �cogida!
Con movimientos r�pidos y torpes, me quit� toda la ropa,
dej�ndome desnuda. Se quit� la camisa, los pantalones y los sucios calzoncillos,
que a la legua se ve�an que ten�an mucho tiempo de no lavarse.
Comenz� a acarciar todo mi cuerpo, especialmente mi cl�toris.
Yo estaba ya desnuda, en sus brazos, pero realmente no deseaba resistirme m�s y
comenc� a dejarlo hacer. De pronto, pens� que era una entregada, una ofrecida y
muy puta. Quise resistirme de nuevo, pero �l no me lo permiti� y, agarr�ndome
por la cabeza, me oblig� a mamarle la verga.
Lo que sent�, no puedo ni relatarlo. Esa verga ol�a mal y,
tenerla en mi boca, me daba n�usea. Pero, aunque me solt� la cabeza, no trat� de
sacar ese miembro de mi boca. Su verga era tan grande y gruesa, que se me
dificultaba mucho tragarla. Sin embargo, lam�, chup� y mam�. Nunca hab�a tenido
algo tan grande en mi boca.
�l gem�a y bombeaba dentro de mi garganta, como un �mbolo. De
pronto, empez� a jadear y, agarr�ndome firmemente de la cabeza para que no
pudiera retirarme, eyacul�, llen�ndome la boca con su esperma.
Me pareci� algo asqueroso, pero tragu�. Me hizo seguir
lamiendo y, en muy poco tiempo, not� que se le pon�a dura de nuevo. Tir� de mis
piernas y me las sub�o a la altura de sus hombros, se subi� la barriga y me roz�
la vulva con el glande. Me daba asco, pero al sentirlo, no pude m�s y me corr�.
Me mir� con lascivia y sonriendo, me dijo:
- Ahora s�, mi rica. Te voy a meter la verga y vas a sentir
el mayor placer que has tenido en tu vida.
Volvi� a acariciarme con el glande y volv� a sentirme mojada
del gusto. De pronto, lo sent�. Su enorme verga estaba penetrando en m�.
- �Noooo! -grit� horrorizada, pero presa del deseo.
Entonces, �l puso la cabezota de su pene en mi sexo y, de un
solo empujon, me la meti� hasta la mitad. Sent� que me estaba partiendo, pues
era demasiado gruesa. Empuj� otro poco y, de un golpe, sus enormes test�culos
peludos golpearon mis nalgas. Una sensaci�n de ahogo me invadi� y, entonces, sin
miramientos, sus �speras manos agarraron mis tetas.
�l me susurr� que me tranquilizara y comenz� un metesaca que
me hizo perder toda voluntad de resistirme. Su pene entraba y sal�a cada vez m�s
r�pido y fuerte, sus huevos hac�an ruido contra mi culo en cada embestida. Jam�s
hab�a sentido tanto gusto en mi cuerpo. Mauro nunca me hab�a cogido as�.
Comenz� �l a sacar y meter su pene, arrac�ndome gritos de
placer al sentir las paredes de mi vagina rozadas por ese trozo de carne. Para
colmo, hizo que mis piernas se juntaran, haciendo que su miembro se sintiera a�n
m�s inmenso.
Yo temblaba, gem�a y abr�a m�s las piernas, quer�a sentir
toda su verga dentro de m�. Los orgasmos se suced�an en mi cuerpo, uno tras otro
y, muy pronto, me sorprend� a m� misma grit�ndole:
- Dame m�s, papito... �Dame m�s!
Y era cierto. Yo quer�a m�s. Cada bombeo me daba mucho gusto
y mi cuerpo estaba rebosante de placer. Un orgasmo arrollador, el m�s grande de
mi vida, me sobrevino en aquel momento y grit� como pose�da por el demonio.
Vi entonces que mi nenita ten�a los ojos muy abiertos y, con
sorpresa e inter�s, estaba viendo mi posesi�n. Ya no me importaba nada, mucho
menos el olor a sudor, y el tufo a vino de aquel hombre. �l se mov�a tan
exquisitamente, que me hac�a sentir un enorme placer con su penetraci�n.
Su verga me entr� hasta el fondo y luego sali� hasta la
cabeza. Nunca me habia sentido tan profundamente penetrada. Las paredes de mi
vagina, se contrajeron como quieriendo atrapar ese pedazo de carne. Entonces, me
pregunt�:
- �Tu marido te coge as�?
Confundida, pero muy caliente, le respond�:
- No papito. T� si eres un hombre de verdad... un verdadero
macho. - �Te gusta? - �S�iiiiii! �Dame m�s, papito! �Dame m�aas!
Los orgasmos me asaltaban uno tras otro en forma despiadada.
Eran tan intensos y cont�nuos, que me volv�an loca.
- �Dale papito rico! �P�rteme en dos!
�l sigui� con el bombeo atroz, por m�s de diez minutos. Sent�
su verga salir completamente de m� y, al entrar con fuerza de nuevo, percib� que
se hinchaba y un chorro caliente , un mar de leche me inund� muy adentro,
haciendo que me corriera nuevamente con �l. Sus chorros eran interminables; mis
manos dejaron de sujetarse del colch�n y me abrac� a �l. Mi boca busc� la suya y
lo bes� ardientemente.
Se tir� encima de m�, a�n jadeando y con los ojos en blanco.
Babeaba y ten�a la boca entreabierta. Me lami� toda pero yo, lejos de sentir
asco, ya era suya del todo.
Me sac� la verga y yo me apresur� a limpiarla con mi lengua.
Nos quedamos tendidos, juntos en la cama y apoy� mi cabeza sobre su pecho. Su
mal olor ya no me ca�a mal. Despu�s de todo, yo hab�a retozado como una puta
entre sus brazos y ol�a tan mal como �l. Mi cuerpo era totalmente suyo.
Entonces le confes� que nadie me hab�a hecho gozar nunca como
�l. Me dijo que se llamaba Est�ban y que era divorciado dos veces, porque sus
mujeres no hab�an podido seguirle el paso en la cama.
Conversamos un rato y volvimos a hacer el amor. Luego, me
qued� dormida entre sus brazos. Cuando despert� por la ma�ana, Est�ban ya no
estaba a mi lado.
Pens� entonces en lo sucedido y sent� mucha verg�enza, por
haber enga�ado a mi marido en los brazos de un viejo sucio y maloliente. Me
levant� a tomar una ducha y, al sentir el cosquilleo del agua escurriendo por mi
piel, no pude menos que masturbarme, recordando lo vivido la noche anterior.
Ya limpia y seca, di de mamar a mi ni�a, que se hab�a portado
muy bien no interrumpiendo a su madre en sus puter�as y baj� a desayunar. Desde
lejos, vi a Est�ban y sent� un cosquilleo en mi entrepierna. Sab�a que si Mauro
no regresaba pronto, volver�a a ser de aquel hombre.
M�s tarde, en mi habitaci�n, recordaba el revolc�n con
Est�ban y, de tan solo recordarlo, mi rajita se mojaba. �Qu� me estaba pasando?
Luego de pensarlo, llegu� a la conclusi�n: Aquel hombre me hab�a dado lo que yo
siempre hab�a deseado. No pude dejar de pensar en el episodio anterior sin que
me mojara toda. La situaci�n era asquerosa, pero no me pod�a resistir.
Reflexion� largamente y me di cuenta de que Mauro ya no me
apetec�a. No quer�a regresar a su lado, no quer�a regresar a casa. Lo �nico que
me importaba, en realidad, era revolcarme con Est�ban y coger con �l a todas
horas. Pas� largo rato pensando en �l y deseando que viniera a verme.
A media ma�ana, aprovechando que mi hija se hab�a quedado
dormida despu�s de mamar y no hab�a nada que me detuviera, decid� bajar a la
habitaci�n de Est�ban, que viv�a en un apartamentito anexo. Llam� a la puerta y
vino a abrirme. Estaba sobrio, pero ol�a tan mal como de costumbre. Me hizo
pasar con una sonrisa de satisfacci�n. La casa estaba muy desordenada, llena de
ropa sucia por el suelo y ol�a a pocilga pero a m� me daba ya igual.
Apenas cerr� la puerta, me acerqu� a �l y me ech� en sus
brazos. Comenc� a besarlo y me llev� al dormitorio. La cama estaba desecha y las
s�banas, amarillentas, pero a m� nada me importaba. Se me hab�a ido la cabeza la
calentura. Poco a poco nos fuimos desnudando. Ol�a mal, pero comenc� a lamerle
todo el cuerpo, no dejando un cent�metro de su piel sin acariciar con mi lengua.
Gem�a con su voz ronca y aguardentosa, al tiempo que me pregunt�:
- �Te gusto, verdad nenita? - S�, papito. - �Me deseas? - S�,
papito rico.
Aquella lengua gorda y viscosa jugueteaba con mis pechos y
con mi propia lengua, sin ningun tipo de pudor. Le ofrec� mi vulva, con las
piernas bien abiertas, y �l se agach� a mamarme, lamerme, chuparme el cl�toris.
Su lengua gorda y babosa se abr�a paso entre las paredes de mi vagina, en tanto
yo me retorc�a de placer y gem�a con fuerza. Estaba al borde de correrme cuando
de pronto par�.
Busqu� con mis propias manos aquella verga que tanto ansiaba
y la tuve tiesa, desafiante, toda para m� y sin dilaci�n me la met� en la boca y
mam� de forma golosa. Los dedos del hombre buscaban mi cl�toris hambriento y yo
me abr� a�n m�s de piernas. En ese momento, supe que, irremediablemente, era su
mujer.
Se tumb� en la cama y me hizo ponerle mi vulva en la boca, de
esta forma yo podr�a comerle la verga cuanto me diese la gana. Me encantaba
sentir aquel bocado tan magn�fico dentro de mi boca. El me dec�a que me la
tragara entera pero, como no me cab�a en la boca, me costaba mucho ensalivarla
por todo lo largo y ancho. Mientras tanto, mi vulva estaba abierta
completamente, y su lengua entraba y sal�a de mi vagina, como si me estuviera
cogiendo.
Yo estaba en las nubes y me corr� en su boca varias veces
pero, cuando not� que jadeaba fuertemnte y su verga comenzaba a palpitar, le
supliqu� que me la metiera. Est�ban me levant� de encima suyo y me coloc�
bocarriba, abri�ndome bien las piernas que yo, a mi vez, levantaba para
facilitar m�s el contacto. Levant� su barriga y su verga hirviendo hizo contacto
con mi vulva, haci�ndome vibrar de emoci�n y gusto. Lentamente, me fue
penetrando, haci�ndome gritar de placer y me corr� otra vez. Qu� gusto sent�a al
tener aquel trozo de carne que me llenaba entera.
Llor� de felicidad. Los orgasmos me suced�an uno tras otro.
No quer�a que ese momento se acabara jam�s, y grit�:
- �Oh, qu� riiiico!
Entonces comenz� el vaiv�n en forma poderosa y casi
sobrehumana. Est�ban no paraba de cogerme y yo, entre jadeos, gritaba:
- �M�s, m�s, dame m�aaas! �No pares, por favor, papiiito!
�Dame m�s!
Su verga iba y ven�a mas duro y fuerte. Nunca pens� que esa
sensaci�n exisitiera, eso era lo que siempre hab�a deseado y so�ado, y ahora fu�
mucho mejor que la primera vez, porque ahora no me resist�a y me dedicaba a
gozar.
Perd� la cuenta de mis orgasmos. No s� cu�nto tiempo pas�,
pero me sent� vac�a cuando, de pronto, me la sac�. Me di� media vuelta y me puso
en cuatro patas en el borde de la cama. Mis tetas colgaban como campanas y �l,
desde atr�s, me las pellizcaba muy fuerte, casi haci�ndome da�o. Se situ� tras
de m�, de pie en el suelo y volv� a notar su verga en la puerta de mi raja,
llena de flujos vaginales.
Me agarr� a la almohada cuando me meti� la verga y de nuevo,
me sent� plena. Me estuvo cogiendo durante un buen rato, al tiempo que su dedo
medio, lubricado en mis propios jugos, se abr�a paso en mi culo.
Mauro nunca hab�a intentado nada en ese agujero, y aquello me
hizo sentir m�s excitada. De pronto, me sac� la verga de la vagina y not� el
glande en mi culito, al tiempo que sus dedos me abrian la vulva y me segu�an
masturbando sin parar.
Su verga enorme se abri� paso de un solo golpe en mi culo.
�Grit�! Me doli� much�simo y lloraba de dolor, aunque el ser salvajemente
masturbada, mitigaba gran parte de la tortura.
- �Tranquila! -me dijo-. Ya ver�s que el placer ser�
maravilloso.
Y as� fu�. Primero despacio, suave, moviendo su verga con
dulzura, luego mas aprisa. Sus dedos segu�an masturbando mi cl�toris y mi culo
se mor�a de gusto con los apretones de su pene, con movimientos cada vez m�s
r�pidos y salvajes.
En una embestida brutal, sent� que el viejo me llenaba el
culo de leche, me bombeaba como si me taladrara, entre jadeos, tembloroso, me
pellizcaba las tetas y el culo intermitentemente y me corr� casi a la vez con
�l.
Me sac� la verga del culo y ca� de bruces contra la cama,
cansada y dolorida, pero feliz, saciada y plena. Pero �l no acab� ah�, me meti�
la verga en la boca y pude comprobar que a�n la ten�a dura como el acero. Se
tumb� en la cama y me oblig� a sentarme encima de aquel falo inmenso, siendo yo
ahora la que lo cabalgar�a. Su incansable virilidad me puso excitad�sima y mov�
el culo buscando mi propio placer, buscando aquella verga que me entraba toda y
casi pod�a sentir que me saldr�a por la boca.
Lo cabalgu� durante un buen rato y cuando estaba a punto de
correrme otra vez, me sent� llena de leche de nuevo. Ca� sobre �l que no paraba
de besarme y me pregunt�:
- �Te gust�, mi nena? - �Me encant�, papito! �No me niegues
tu verga nunca! -y de esta manera, me qued� dulcemente dormida entre los brazos
de mi gara��n.
A media tarde, Mauro regres�. No pod�a verlo a los ojos. Me
sent�a mal, pensaba que lo hab�a traicionado, a �l y a mis hijos pero, por otra
parte, mi cuerpo me ped�a m�s de aquel placer.
Casi no quer�a hablar con mi marido y me limitaba a
responderle con monos�labos. Como �l tampoco era muy comunicativo, creo que no
sospech� nada.
Ten�a que pensar mucho. Ten�a que decidir lo que ser�a mi
vida de ahora en adelante y estaba convencida, de que apenas regres�ramos a
casa, me separar�a de Mauro, sin importar las consecuencias.
En la noche, bajamos a cenar al restaurante del hotel. En un
rinc�n, estaba Est�ban. Yo me sent�a nerviosa y trataba de rehuir la mirada de
ambos. De reojo miraba a Est�ban y vi que estaba tomando licor en grandes
cantidades.
Mauro y yo terminamos de cenar (yo casi no cen�, pues no
ten�a apetito), y regresamos a nuestro cuarto. A eso de las diez de la noche,
nos sobresalt� un grito en el patio, abajo de la ventana de nuestra habitaci�n:
- �Chancle est�pido! �Baj� aqu� si sos hombre!
Era la voz ronca y aguardentosa de Est�ban. Inmediatamente
supe que la persona a la que injuriaba, el "chancle" (apelativo despectivo que
dan las personas de baja condici�n a los que ven mejor vestidos y educados), era
mi esposo.
- �Chancle hijo de puta! �Baj� aqu� que te voy a matar!
Mauro se asom� a la ventana para ver qu� suced�a y vio a
Est�ban, borracho como una cuba, vestido solo con zandalias y unos grandes
calzoncillos sucios, desnudo de la cintura para arriba, que le hac�a se�as de
bajar con la mano izquierda, mientras en la derecha sosten�a un machete.
- �Ven� a pelear por tu mujer! �Te voy a matar y ahora ella
ser� s�lo m�a! �Ven�!
Mauro se qued� de una pieza al o�r aquellas palabras. Me
mir�, perplejo, y pregunt�:
- �Qu� le pasar� a este hombre? �De qu� habla? - No le hagas
caso -dije cambiando de colores y esquivando su mirada-, est� borracho. - �Tu
mujer ser� m�a! -gritaba Est�ban en el patio-. �Ven� a pelear por ella, hijo de
puta! �Cobarde! �Poco hombre!
Mauro se ve�a atemorizado y cerr� r�pidamente las ventanas,
al tiempo que me dec�a:
- �Qu� le pasar� a ese imb�cil? Probablemente te vio y le
gustaste, y ahora que est� borracho, viene a desafiarme. �Pon el cerrojo en la
puerta! -me orden�.
Abajo segu�an oy�ndose los gritos de Est�ban:
- �Hijo de puta! �Falto de huevos!
Mauro apag� las luces y se sent� en la cama, muy nervioso.
-Tal vez as� se vaya -explic�.
Para ese momento, la encargada del comedor y el joven que
hac�a la limpieza, junto con una sirvienta, se hab�an acercado a Est�ban y
trataban de convencerlo para que depusiera su actitud. Poco a poco se fue
calmando y persuadido por ellos, fue bajando el tono. El licor lo estaba
venciendo y, finalmente, se dej� llevar hacia sus aposentos.
Mauro tard� mucho en tranquilizarse, pero cuando vio que
finalmente todo estaba ya calmado, se acost�, no sin antes decirme:
- �Ma�ana mismo nos iremos de aqu�!
Yo me acost� a su lado y me qued� con los ojos abiertos, en
la oscuridad, sin poder dormir. Cuando vi que Mauro estaba dormido, me puse de
pie y, tratando de no hacer ruido, sal� del cuarto,baj� las escaleras y me
dirig� al apartamento de Est�ban. Iba a llamar a la puerta, pero decid� probar
primero con la perilla de la cerradura. Gir�. Estaba sin llave. Abr� la puerta y
entr�.
El aposento estaba en penumbra y apestaba a sudor y a licor.
Me acerqu� a la cama y vi que all� estaba Est�ban, semi desnudo, con sus grandes
calzones sucios, durmiendo la borrachera. Me acerqu� m�s y me acost� en la cama,
junto a �l.
All� estaba yo, recostada al lado de ese hombre. Realmente
asi, en pelotas, parecia un animal, un oso peludo y roncaba como tal. No podia
creer que prefer�a a ese tipo, maloliente y feo, que me habia poseido a la
fuerza, en vez de mi marido.
Est�ban dormitaba y yo lo observaba, ese olor a sudor de su
cuerpo, ese olor a hombre, ese olor intenso de su sexo, me excitaba. Sus
calzoncillos sucios daban un espect�culo lamentable, pero ten�a reconocer que me
habia hecho gozar, como Mauro nunca lo habia hecho. Entend� que nunca con mi
marido, habia explotado de esa manera y no lo har�a jam�s.
Pensando todas esa cosas, me sorprendi acariciando el pecho
velludo de ese macho. Acarici� su panza y me fu� acomodando a su lado,
abraz�ndome a su cuerpo. Me quit� el vestido y, asi, completamente desnuda, alc�
una pierna y la puse sobre sus muslos. Lo observ�, pero esta vez, me d� el
placer de acariciar completamente su pecho, sus tetillas. Su piel estaba
pegajosa, pero no me importaba. Nuevamente, mi cuerpo comenz� a llenarse de
deseo. Mi sexo comenz� a frotarse contra su muslo, mientras mis mano recorria su
cuerpo.
Mi mano recorri� el interior de sus muslos y sus inmensos
test�culos. Luego, mientras besaba su pecho, mi mano �vida de tocar y acariciar,
tom� su miembro flaccido y comenzo a masturbarlo. Mientras lo hacia, lo besaba,
lo mordia. Fue tal la calentura que fu� adquiriendo, que mi lengua recorrio
imp�dicamente su axila, apestosa a sudor.
La frotaci�n de mi sexo contra su muslo se fue haciendo
constante y me fui humedeciendo, comenzado a reclamar lo que ahora era m�o. Bes�
su barbilla, su cuello, roc� un pezon de mis pechos, contra su t�rax. Me
encontraba excitada, mis pezones querian reventar, duros y gruesos hasta
causarme un delicioso dolor.
Mi mano pajeaba con mayor vehemencia su miembro, pero hacia
falta algo m�s. Entonces, mientras �l dormitaba, fu� bajando por su cuerpo,
besando, lamiendo, mordiendo. Cuando tuve su miembro a mi alcance, lo observe
detenidamente su cabezota. Lo bes�, y comenc� a chuparlo. Era incre�ble, me
abrac� a sus muslos y lo chup� con placer, como queriendo atrapar eternamente en
mi boca, ese pedazo de carne deliciosa. Mi mano, apretaba suavemente sus
test�culos, hasta que me d� cuenta de que comenzaba a despertar.
Sent� su mano en mi cabeza y sus gemidos de aprobaci�n. La
verga fue creciendo y se fue poniendo dura. Qu� manera de transformarse ese
pedazo de carne. En muy poco tiempo, era ya un m�stil duro y cabez�n, el cual yo
chupaba como el m�s delicioso de los dulces. Lo frotaba en mis mejillas y
termine frotandolo contra mis pechos y pezones.
Ya no podia seguir esperando. Le saqu� completamente el
calzoncillo, hice que se sentara y abr� completamente sus muslos. Recorr� con mi
lengua desde el interior de sus rodillas , subiendo por el interior de sus
muslos hasta alcanzar esas bolas de hombre, no comparables con las peque�as de
Mauro y las chup�, para luego seguir subiendo por el tronco de su verga, hasta
la punta.
Me mont� con las piernas abiertas sobre �l. Tom� su verga con
una de mis manos y la gui� a mi vulva. Cuando la sent�, lanzando un gemido del
alma, me dej� caer sobre ella, despacio pero constante, hasta sentir que ya
habia m�s que meter.
Con los ojos entrecerrados por el placer de sentirme asi de
llena, tom� su cara y la conduje hacia mis pechos. Estaba all�, ensartada, sin
moverme, disfrutando como mi hombre me chupaba los senos, arranc�ndome gemidos
intensos, mientras mis manos acariciaban tiernamente su cabeza. Le rogu� que
succionara mis pezones que, al mirarlos hacia abajo, se veian inmensos y toda
una gama de sensaciones me envolvia, cuando su boca los atrapaba.
Mientras �l me chupaba de ese modo, apoye mis manos en sus
hombros y aun a pesar de su enorme panza, comenc� a mover r�tmicamente mis
caderas de adelante y hacia atr�s. Mis jugos, comenzaron a fluir de mi interior.
Era exqusita la sensaci�n de moverme de ese modo, mientras �l me chupaba
eternamente las tetas.
Gimiendo como perra en celo y moviendo mis caderas m�s
rapido, alcanc� un orgasmo de locura. Tembl� entera y mi cuerpo se puso rigido,
mientras mi vagina se contrajo de tal modo, que sus musculos apretaron ese
trozoo maravilloso que me poseia.
De mi entrepierna flu�an t�l cantidad de liquidos, que me dio
la impresi�n de que me habia orinado. Agradecida y caliente, me abrac� a �l y lo
bes� apasionadamente mientras sus manos agarraban mis nalgas. Continu�
moviendome, pero esta vez subia y bajaba y luego cambiaba el movimiento para
hacerlo circular. Me abrazaba a �l, lo mordia, lo besaba, le decia:
- Papito rico, tu verga me tiene loca... �Papito...! - �Te
gusta, mi amor? -me pregunt�. - �Ooohhhhh, s� papito! - �Sos mi hembra? - �S�!
S�, mi amor. Soy tuya. �S�lo tuya! - �Soy tu macho? - �S�, mi vida! Eres mi
hombre... �Mi macho! - �Y tu marido? - �Que se vaya a la mierda!
El me abraz� y humedeci� sus dedos con mi jugos y me penetr�
el culo con ellos. Me caus� dolor, pero no me importaba, lo sentia mi hombre y
me calentaba tanto, que estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de darle en el
gusto. Sus dedos se movian en mi interior y su verga en mi vagina. Me abrac� a
�l intensamente.
Se aferr� fuertemente de mis nalgas y comenz� a cogerme de
una manera bestial. Nunca me imagin� sentir tan profundamente el pene de un
hombre. Lo besaba y mordia como loca, parecia que los orgasmos venian uno tras
otro, me daba la impresi�n que me meaba sobre su pene. Despues, me hizo rodar en
la cama, poni�ndome de espaldas. Abri� bien mis piernas y me la clavo hasta el
tope. Me hacia sentir su verga entrando y saliendo de mi.
De pronto, comenz� a balbucear cosas:
- �Mamitaaa, me voy a correr!
Entonces, sac� su verga de mi vagina, justo en el momento en
que comenz� a eyacular. Me hizo sentir sus potentes chorros en el exterior de mi
cuerpo, lanz�ndolo hacia mi vientre, hacia mis pechos, hacia mi cara. Mientras
mis manos esparc�an su semen sobre mi piel, recib� una �ltima descarga, en mi
boca. Le chup� la verga para tragarme todo lo que quedaba.
Fu� maravilloso. Nos acostamos juntos, yo abrazada a �l, que
habia sido mi primer hombre verdadero, aqu�l que todas las mujeres so�amos,
aqu�l que me hab�a llevado al paroxismo como hembra.
Si me preguntan qu� pas� despues, la historia es simple.
Abandon� a Mauro y estoy conviviendo con Est�ban, ayud�ndole en la
administraci�n del hotel. Por otro lado, estoy peleando judicialmente, la
custodia legal de mis hijos.
Autora: ANASO
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