Ana�s, una lesbiana que se admira a si misma.
Ana�s tiene cuerpo joven, despertaba su propia admiraci�n. Se
cuidaba, y esperaba encontrar a alguien que la hiciera sentir una sensaci�n
superior a la de admirarse y quererse a si misma. Sus ojos y sus yemas no pod�an
evitar acariciar sus aureolas, rosadas y levantadas como si fueran los sobreros
de dos setas. Se levantaban, sobre la superficie de sus copas.
Y si pudiera se los lamer�a ella misma. Sus pezones,
habitualmente estaban reposados, apenas sobresal�an de la superficie de la
aureola peri circundante. Sus labios vaginales, tambi�n eran rosados y se le
separaban en inflamaban de excitaci�n vi�ndose a s� misma y toc�ndose ante un
espejo. Tambi�n se tocaba a solas, en la oscuridad de su cuarto y bajo las
duchas.
Se sab�a deseada por los chicos, y por algunas chicas. Se
dejaba mirar y hasta sal�a con unos y con otras, se dejaba invitar y se
entreten�a con ellos. Pero no les permit�a nada superior a unos besos o a alg�n
abrazo de amigos. Si tuviera que puntuarlas, en su escala de valores, le
gustaban los chicos justo para darles un aprobado. Las chicas, especialmente
algunas merec�an un bien o incluso un notable (escaso). Pero, ella misma se
excitaba vi�ndose.
Cuando llegaba de clases, se met�a en su cuarto. Se sacaba la
ropa que hab�a llevado y permanec�a sola en su cuarto. Se desvest�a, como tantas
veces mir�ndose a ella misma. Sin prisas, se miraba de espaldas, de lado y de
frente. Su cara ovalada, su cintura de 38 cm., 178 cm. de altura, 95b de pecho.
Y su sujetador, del mismo modo que sus bragas o tangas, le
dejaban unas marquitas, que gustaba de poder acariciarse y calmar con sus dedos.
A veces, iba al lavabo, se levantaba el jersey o desabrochaba la blusa y se
alzaba la falda o bajaba los pantalones, para estar a solas con ella misma y
tener un rato para acariciarse sus marquitas Eso deb�a de ser en un sitio de
confianza, un bar de cierto estilo. No un sitio donde alg�n mir�n o una
entrometida pudieran espiar como se tocaba.
Estaba acostumbrada a ser mirada y deseada, desde hace
algunos a�os. Ahora con algunos m�s tiene que hacerse valer, para que no la
atosigaran tanto. Y si se empe�aban en invitarla, y darle cosas bien. Pero eso,
no les da derecho absolutamente a nada. Bueno, a mirarla de cerca s�, y como
mucho un para de besos y un abrazo de despedida y de bien venida. Nada m�s�
Sus pechos y su vientre, sus muslos y su pubis. Su vulva, era
algo especial. Es como una conchita, mitad flor y mitad libro de p�ginas, que
pod�a ser pasada entre sus dedos. Sus yemas, gustaban de acariciarse, sostener
los p�talos entre sus dedos. A veces, se llevaba los dedos desde ah� a su nariz
y luego a sus labios, para darse beso y acariciarse un rato.
Otras ocasiones, el camino distinto: sus dedos iban a sus
labios, para ser lamidos y ah� reciben un poco de saliva, para ser puesta en sus
aureolas o sobre las l�minas labiales, de sus sonrosados pliegues vaginales.
Su prestecita, le crec�a entre sus dedos. Y a solas en su
cuarto, se pod�a acariciar sin prisas, para relajarse y para darse gusto. Nadie
nunca la sabr�a tocar como ella misma.
Su hermana la envidiaba, le ped�a su ropa. Y ella, le ped�a
la de ella, que le lleva dos a�os. Y resulta, que sus prendas no le caen tan
bien a su hermana. Fina su hermana, se sent�a atra�da por ella, desde hac�a
a�os. Tanto que le ped�a poder, est�n junto a ella y tocarse mir�ndola, a cambi�
realizaba alguna de las asignaciones de Ana�s. Y ella, en fin acced�a, aunque no
todas las veces, para que Fina no se acostumbrara demasiado a querer algo de
ella y a tenerla.
Ahora hacia, dos semanas, que no la dejaba entrar a tocarse.
Y Fina, estaba de los nervios; pero, se guardaba mucho de discutir con su
hermana. Si se enfadaban, se pod�a quedar sin verlas por meses, como la otra
vez, que paso eso.
A su hermana, le permit�a hacerse dedos y tomar sus
braguitas, por toda una noche. Fina, ha dejado de salir con chicos y est�
pendiente de hacer lo que Ana�s le pide. Le gusta llevar ropa de su hermana,
especialmente porque se excita sentir sus prendas. Las bragas y tangas que le
deja, las toca, las huele y las lame. Y acaba frot�ndoselas, y luego se las
pone, para dormir con ellas. Y as� es feliz, complaciendo a su hermana menor�
Ana�s, es muy popular. Y su hermana tiene pocas amigas. Pero
Fina, se dedea mucho pensando en su hermana. Est� muy pillada, con estar junto a
ella. Pero Ana�s no siempre la deja estar con ella. Y a veces, cierra la puerta
de su cuarto aunque ella le pide entrar. Antes lloraba, para ver si la
convenc�a, eso la hab�a funcionado por un tiempo. Luego, dejo de dar resultado y
tiene que limitarse a hacer lo que Ana�s le diga, y esperar que la deje entrar
otra vez.
Fina, no experimenta mejores orgasmos que los que sean
mirando a su hermana (ni chicos, ni chicas le hacen sentir algo remotamente
parecido). Y eso que Ana�s no la toca� Pero, le deja cosas de ella y sus
braguitas, reci�n quitadas. Prefiere usar braguitas de las que llev� su hermana,
limpias. Porque las puestas del d�a, su hermana se las controla; desde que la
pillo cogi�ndoselas. Eso, la cort� pero le da morbo saber que Ana�s lo sabe y a
veces se lo consiente�