Caperucita se le levant� de la cama m�s tarde que de
costumbre, tras haberle dicho a su madre que no ir�a al colegio pues se
encontraba mal, y que si se mejoraba, al final de la ma�ana acudir�a a ver a su
abuelita al bosque y le llevar�a algunas cositas. La madre asinti� complacida y
dej� a la ni�a sola en casa, metidita en la cama.
Pero Caperucita ten�a otros, planes, estaba muy cachonda aquella ma�ana y quer�a
vivir alguna experiencia que le saciara su picor en la entrepierna; se entretuvo
algunos minutos masturb�ndose bajo la s�bana, acariciando su cl�toris,
meti�ndose dos deditos hasta el fondo, pero decidi� que el orgasmo se lo ten�a
que proporcionar alguna otra cosa. Se levant� y se visti�, se puso su faldita
corta, sin bragas, sus medias de rejilla y sus zapatos de tac�n, y por encima se
puso su famosa capa roja con caperuza.
Sali� de casa con una cestita en la que iban las viandas para su abuelita, y
tras mostrar el dedo a unos cuantos automovilistas que le soltaron piropos
obscenos, se intern� en el bosque, camino de la apartada casa de la madre de su
madre; caminaba entre �rboles y flores, en un paisaje id�lico. Las ardillas y
dem�s animalitos del bosque sal�an a su encuentro y la saludaban, pero se daban
cuenta de los regueros de placer que recorr�an los muslos de la ni�a. Algunas
ardillitas atrevidas se encaramaron por sus piernas y lamieron sus muslos
mientras la ni�a segu�a andando, pero lleg� un momento en el que las piernas le
fallaron, y temblando, se tuvo que sentar bajo un enorme �rbol.
Los animalitos siguieron atendi�ndola, lamiendo donde ella indicaba, juguetones
y revoltosos, pero llevando a Caperucita a cotas de placer extremo; pero de
repente se oy� un rugido entre los frondosos �rboles, las ramas se agitaron y
los animalitos salieron corriendo. Caperucita se qued� inm�vil, sin mover un
solo m�sculo de su cuerpo.
De detr�s de unas ramas apareci� el Lobo; llevaba un pa�uelo al cuello y un
sombrero de g�ngster, unido todo a un cintur�n de pinchos en su cintura y
fumando un cigarrillo. Se acerc� a la ni�a y comprob� su estado de excitaci�n,
la tranquiliz� y le dijo que �l le ayudar�a con su problema. Se puso entre sus
piernas y con su viperina lengua comenz� a lamer todos los recovecos del sexo de
Caperucita, que se sinti� transportada al Para�so.
Los bigotes del se�or Lobo le hac�an cosquillitas en los muslos, pero su lengua
la derret�a; Caperucita estaba rendida y solo suplicaba que la follara, que le
quitara ese picor del sexo, pero el Lobo le dec�a que le dejara unos minutos m�s
para degustar ese sabroso co�ito.
Pero entonces, cuando m�s estaba disfrutando Caperucita, el Lobo se incorpor� y
le dijo que le mamara la polla; era un instrumento gigantesco, en el que la ni�a
ya hab�a reparado, y pens� que si le hac�a una buena mamada el Lobo le
corresponder�a con una magn�fica cabalgada. As� que abarc� con ambas manos el
duro cipote y se lo meti� en la boca a duras penas, utilizando su lengua por
todo el capullo brillante.
Ya estaba que no pod�a m�s la ni�a, y cuando quiso retirarse del sexo del Lobo
�ste la agarr� por la nuca y no le permiti� que se sacara de la boca la polla,
bombeando m�s r�pido hasta que se corri� en la garganta de Caperucita entre
aullidos, llen�ndola tanto de semen que de la comisura de sus labios brot� el
viscoso elemento, manchando su capa.
Caperucita se enfad� mucho, pero el Lobo, de un empuj�n, la apart� de su lado,
cogi� la cesta de la ni�a y sali� corriendo por el bosque. Se qued� un rato casi
llorando, porque la excitaci�n era insostenible, y ni siquiera los animalitos
del bosque acudieron en su ayuda. Sin orgasmo y sin cestita para su abuelita,
Caperucita pens� en volver a su casa, pero su madre no se creer�a la historia
del Lobo, as� que sigui� el camino a casa de su abuelita y ya se le ocurrir�a
algo.
Al llegar a la choza en el centro del bosque y entrar en la casa, observ� su
cesta tirada en un rinc�n de la entrada, y pronto comprendi�; se dirigi� hacia
la habitaci�n de su abuelita y all� la encontr� en la cama, tapada hasta el
cuello, con su habitual gorro de dormir.
Se acerc� y le cont� lo que le hab�a pasado, pero pronto su abuelita se delat�
en forma de bulto exagerado bajo las s�banas. Caperucita comenz� a desenmascarar
al Lobo, que era quien estaba debajo de las s�banas.
"Abuelita, abuelita, que orejas tan grandes tienes", le dijo.
"Son para o�rte mejor", le respondi� el Lobo.
(Si, seguro, o para que te las llene de cera derretida), pens� la ni�a.
"Abuelita, abuelita, que ojos tan grandes tienes"
"Es para verte mejor".
(Cuando te ponga la capucha aislante ya me lo dir�s, ya).
"Abuelita, abuelita, que nariz tan grande tienes".
"Es para olerte mejor".
(Ya, cuando me siente en tu cara y me la meta en el co�o, ya veremos lo que
hueles).
"Abuelita, abuelita, qu boca tan grande tienes).
"���Es para comerte mejor!!!!".
Y entonces el Lobo sali� de su disfraz dispuesto a comerse a
la ni�a, pero �sta fue m�s r�pida, le esquiv� y logr� que el malvado cayese de
bruces sobre la cama; Caperucita aprovech� para saltar sobre �l y, de un golpe
en la nuca con la lamparita de noche, dejarlo inconsciente. La ni�a at� las
manos del Lobo en su espalda y anud� su boca y hocico con un pa�uelo, para que
no pudiera morder algo que no deb�a.
Encontr� a su abuelita en el suelo de la cocina, recuper�ndose del golpe que el
Lobo le hab�a dado para dejarla fuera de combate; la abuela no era tan abuela
como en el cuento, de hecho era una maciza mujer de unos 55 a�os, de
exhuberantes pechos y unas cuervas de locura, pero con un peque�o defecto: era
un travesti. Le explic� a la ni�a que el Lobo hab�a llegado para com�rsela, pero
que cuando descubri� lo que la abuelita ten�a entre las piernas, la rechaz� y la
golpe�, en espera de un bocado mejor, como era Caperucita.
Volvieron las dos juntas a la habitaci�n y comprobaron que el Lobo se estaba
despertando, y al verse atado e inm�vil, �ste se removi� y trat� de rugir, pero
el pa�uelo se lo impidi�. Caperucita se sent� sobre la almohada, abri� sus
piernas, coloc� la cabeza del Lobo entre las mismas, frente a su sexo, y se
meti� el hocico de un golpe en su co�o, masturb�ndose con �l; su abuelita, en
cambio, se coloc� tras el malo Lobo, le acarici� el culo, totalmente expuesto,
puso un poco de saliva en su entrada anal y sin m�s miramientos se la meti� de
un solo golpe hasta las entra�as.
Caperucita disfrutaba de los empujones de su abuelita, pues as� el hocico del
Lobo entraba m�s y m�s en su co�o, haciendo que la cantidad de fluidos que
manaban de aquel tesoro casi ahogaran al Lobo. La abuelita enterraba su
instrumento en el virgen culito del malvado, veng�ndose de esa manera del
desprecio original.
Cuando la abuela se corri� en las entra�as del capturador capturado, regando con
su semen todo su interior, dieron la vuelta al Lobo, poni�ndolo boca arriba, y
entonces Caperucita pudo por fin desahogarse en una cabalgada infernal que la
llev� al orgasmo, mientras su abuelita se sentaba tranquilamente en la cara del
Lobo, aplast�ndola con su enorme culo y asfixi�ndolo.
El Lobo no pod�a respirar y supo que iba a morir; resignado, (en el fondo no era
tan malo como lo pintan en los cuentos infantiles), dio todo lo bueno de s�,
bombeando a Caperucita, y cuando ya el aire le faltaba en los pulmones, con el
�ltimo suspiro de su vida, regal� a la ni�a un intenso orgasmo que hizo que
Caperucita tuviese el mejor polvo de su vida.
Y color�n colorado, este cuento se ha acabado.
Bueno, decir que ahora Caperucita y la abuelita se han hecho
socias, viven juntas y tienen una granja de lobos. ;))
Exclav