Relato: Moldeando a Silvia (22)





Relato: Moldeando a Silvia (22)

ADVERTENCIA


Esta obra contiene escenas de sexo no consensuado, sadismo,
humillaci�n, dominio y est� orientada a lectores adultos. Si este tipo de
cosas no son de su agrado o de alg�n modo hieren su sensibilidad deje de leer
AHORA, despu�s podr�a ser tarde. Por supuesto todas las escenas aqu� narradas
son de absoluta ficci�n y es voluntad del autor que nunca lleguen a ser
reales. Cualquier comentario ser� bienvenido. (Abst�nganse de mandarme
ficheros adjuntos porque NUNCA los abro)




POR CUESTIONES DE PRIVACIDAD ESTE EMAIL FUE REMOVIDO




Fue el primero en pasar al reservado y se llev� la sorpresa
de que era mucho m�s espacioso de lo que hab�a imaginado. Una hilera de sof�s
rodeaba las paredes, y s�lo se deten�a en el espacio de la puerta. En el
centro hab�a una mesa de cristal, acariciada por luces tenues y cambiantes.
Eso fue lo que motiv� el que tardara en darse cuenta de que dentro hab�a una
camarera, extendiendo el traje de Silvia en uno de los butacones. Hizo lo que
pudo: se apart�, esper� a ver d�nde se sentaba Alberto e intent� que pareciera
casualidad el que se colocara a su lado. Para mayor felicidad, hab�a
conseguido ubicarse en el sill�n contiguo al del vestido.



Hablar con �l ser�a imposible, hab�a demasiados cuchicheos,
risas, conversaciones cruzadas por todas partes. Pero merec�a la pena estar
cerca, era la �nica ayuda que pod�a remotamente aspirar a conseguir. Una
extra�a pregunta se le precipit� en la mente: �Estaban venciendo a Silvia o lo
estaban venciendo a �l? �Estar�an Alberto y Jorge aliados en su contra? �Le
estar�an gastando el m�s cruel de los bromazos? Una cosa estaba clara: Aunque
no de la manera que habr�a querido, a Silvia iba a tener que foll�rsela esa
misma noche, all�, delante de todos.



Le daba miedo, se lo daba, pero era imprescindible. Si no
le echaba un polvo, todos iban a desconfiar de �l, y Jorge m�s que ninguno. No
hubiera querido que fuese de esa forma, no; habr�a preferido que fuera en
casa, de una manera m�s normal, m�s amistosa, pero as� era como iba a tener
que ser y no las ten�a todas consigo. Lo adecuado era retrasar, no cab�a duda,
pero ignoraba qu� pod�a esperar de �l. �Se correr�a nada m�s entrara Silvia o
la sinfon�a alcanzara los primeros compases? O por el contrario la proximidad
de la humillaci�n ser�a tanta que ni siquiera iba a levant�rsele. No lo sab�a,
pero esperar al final era lo que m�s oportunidades pod�a darle a Silvia y
deb�a estar armado, y adem�s controlarse.



Quique entr� en el reservado casi flotando. �Habr�a
aprovechado para masturbarse en los servicios? Una camarera hab�a entrado con
�l, y en cuanto tom� asiento, les sirvi� a todos una ronda. A pesar de ser muy
guapa y de su escas�simo uniforme, tan s�lo las braguitas y las medias rojas
hasta medio muslo, ni Pablo ni Quique le prestaron demasiada atenci�n. Era
evidente que hab�a llegado el momento de hablar y aunque las cosas parecieran
bien encaminadas se jugaban mucho, se jugaban la cantidad de poder que iban a
tener sobre Silvia en los pr�ximos meses. En un principio, varias
conversaciones cruzadas discurrieron por la habitaci�n, pero pronto Alberto se
precipit� a poner orden. No necesit� ni levantarse, con s�lo alzar la mano
atrajo todas las miradas y se hizo el silencio.



� Queridos amigos: Nuestra
alumna debe estar a punto de llegar, a ver si podemos guardar la compostura y
hacer las cosas con orden.



�Alumna? Quique y Pablo se miraron asombrados el uno al
otro.



� S�, alumna, pero disculpad que
no os lo explique, ya lo entender�is sobre la marcha. Precisamente hay que
hablar con vosotros y no quiero dar rodeos: �Estar�ais conformes con los
domingos?



Tomados por sorpresa, ninguno de los dos supo qu�
responderle y Alberto aclar� su oferta.



� S�, todos los domingos, es
vuestra para hacerle lo que quer�is, de la ma�ana a la noche.



Pablo, que s�lo parec�a haber o�do "lo que quer�is", se
lanz� a responder afirmativamente, y lo hubiera hecho, a no ser porque Quique
lo detuvo con un codazo. Admiraba a Alberto, y hasta ten�a la sensaci�n de
haberle ca�do en gracia, pero desde luego no estaba dispuesto a dejarse
escamotear la cartera, a salir de all� con un acuerdo que no fuera el mejor
que pudiera conseguir.



� No �
Contest� con una cordialidad no exenta de firmeza�
. Hemos trabajado, corrido riesgos, por poder chantajear a Silvia, nos
merecemos algo m�s que un simple rato los domingos.



� Lo comprendo, aunque no es un
simple rato � asinti� Alberto, sin perder la
sonrisa � , pero comprended vosotros tambi�n que
aqu� somos varios y que hay que enc...



� �Un momento!
� Interrumpi� Jorge, que se hab�a levantado de su
asiento y miraba hacia el sal�n a trav�s de un ventanuco que hab�a en la
puerta� Nuestra nena acaba de llegar �No ser�a m�s
divertido que la dej�ramos entrar y presenciara este peque�o intercambio de
impresiones?



Quique se levant� como impulsado por un resorte y se acerc�
a la mirilla. Enseguida hubo tanta gente junto a �l que se felicit� de haber
conquistado un sitio ventajoso. Lo que vio le hizo arrepentirse de no haber
aprovechado para hacerse una paja en los servicios. Silvia, sin antifaz y tan
roja como el min�sculo uniforme de camarera que llevaba puesto, paseaba arriba
y abajo nerviosamente. Ten�a la respiraci�n agitada, los pezones reventando,
h�medos y de un rosado intenso, como si le hubieran estrujado sobre ellos dos
cerezas maduras; miraba con el rostro desencajado a los dos hombres que la
hab�an acosado durante la actuaci�n y que en ese momento se acercaban hacia
ella.



� La dejamos que pase �no?
� dijo Alberto, moviendo la mano hacia el
interruptor que apagaba el piloto de fuera.



Jorge lo agarr� por la manga.



� No �Qu� prisa tenemos? Mejor
esperamos un poco, a ver como se desenvuelve con esos caballeros.



Silvia temblaba como una gacela acorralada, con los ojos
bajos, sin atreverse siquiera a mirar hacia el sal�n. El tipo alto fue el
primero en llegar a su altura.



� No, por favor, aqu� no
� dijo ella en voz baja, pero audible.


� �No qu�? �
Pregunt� burlonamente el m�s bajo, que acababa de sumarse a ellos�
Si ni siquiera te hemos tocado.



Lo que sucedi� a continuaci�n, hizo que Quique volviera a
tener severos problemas con la bragueta. Los dos hombres se quedaron quietos,
est�ticos y mir�ndola desde muy cerca. Para sorpresa de todos, ella titube�,
pareci� tambalearse, con tan mala fortuna que fue a caer sobre Lu�s Berm�dez.
�l, la recibi� con una sonrisa y ni se molest� en sujetarla; con los brazos
pegados a los costados, permiti� que se agarrara a �l y se enzarzara en un
largo beso con lengua.



� Desde luego, chica, que no hay
quien te entienda � musit� con tono jocoso�
. Dices que te dejemos mientras te me echas encima y casi me cortas la
respiraci�n. �En qu� quedamos?



Silvia, pese al coloc�n, era casi consciente de lo
contradictorio de sus actitudes, pero desde luego no estaba para
razonamientos. No quer�a, lo que estaba pasando le daba una verg�enza de
muerte, pero ello no le hab�a impedido empapar las bragas ni abalanzarse sobre
Berm�dez. El otro, el alto, la agarr� desde atr�s y le meti� las manos bajo
las braguitas toc�ndole directamente el co�o. Ella gimi� y levant� la cabeza,
con lo que dej� al asesor el camino expedito hacia su cuello que este bes� y
succion� con regodeo. Mientras, el otro hab�a tomado posesi�n de sus labios y
la besaba desde detr�s, a la vez que con la mano libre le apretaba las tetas.



� �Ufff, bueno, bueno!
� Exclam� Alberto en el reservado�
Mejor la dejamos pasar, si no van a acabar foll�ndosela contra la pared, a la
vista de todo el mundo.



La gente remolone� en apartarse de la mirilla, pero a
rega�adientes fueron volviendo a los sof�s; cuando por fin se hubieron
sentado, Alberto hizo se�as a Jorge para que apagara la luz de fuera.



� �
�



Silvia, a punto de correrse, con el rabillo del ojo vio
apagarse el piloto y se dio cuenta de que ten�a que hacer un esfuerzo supremo
por apartarse de los dos hombres. Cuando se retir�, sorprendentemente no
hicieron nada por retenerla, y ni siquiera la mujer puso ninguna objeci�n a
que girara el pomo de la puerta y entrara dando tumbos en el reservado. Lo que
vio all�, el coro de carcajadas que salud� su llegada, le result� tan
abrumador como lo que acababa de abandonar, no era m�s que otra galer�a del
infierno.



Entr� como si descendiera a un nivel m�s bajo que el del
sal�n, pero no hab�a pelda�o alguno. Era lo que esperaba, all� estaban todos
los instructores, todos m�s Pablo y Quique, con Jorge y Alberto al frente.
Mir� con codicia el vestido, desplegado sobre un sill�n, junto al que estaba
Pedro, casi anhelante de ofrecerle el premio.



�Hola, querida, qu� sorpresa de verte �Le sali� al paso
Jorge, con tono ir�nico� Has venido a prostituirte por el traje �no?



Ella se qued� mir�ndolo confusa, sin acertar a responder.
A�n las manos de los dos hombres le hormigueaban por la piel, a�n notaba su
calor, su contacto por el cuerpo. A pesar de su estado, capt� el insulto.



�S�, peque�a, no hay nada que desees m�s que el traje
�verdad? que poder esconder ese hermoso cuerpo tuyo a las miradas de guarros
como nosotros �no es cierto? �Insisti� Jorge con paciente condescendencia�



No hab�a otra respuesta posible, estaba all� para conseguir
el traje, esa promesa de ansiada seguridad que ve�a extendida sobre un sof�. Y
adem�s era verdad que hab�a ido a dispuesta a pagarlo con sexo. No faltaban
motivos para hacerlo de buena gana, era sexo repetitivo lo que requer�an de
ella, y por si fuera poco estaba terriblemente caliente, adem�s, para eso
tomaba la p�ldora. Pedro era la �nica diferencia, el �nico "nuevo".



�S�, dispuesta �C�mo iba a pagarlo si no? �Respondi�, con
balbuceos que se le antojaron rid�culos.



�Comprendo �dijo Jorge�, no puedes pagar nada sin no es
follando. Disc�lpanos si no te cobramos la factura ahora mismo. Lo que
ten�amos pensado para hoy era leerte las normas del Centro, el reglamento que
tendr�s que cumplir; pero han surgido algunos imprevistos que van a hacer que
no tengamos tiempo para eso, as� que ya te explicaremos las reglas sobre la
marcha. Ahora permite que estos amigos y yo continuemos charlando poco sobre
lo que debat�amos cuando llegaste, sobre los imprevistos, sobre tu futuro. Si
te portas bien, acabar� por ofrecerte lo que ya antes tuviste: ese traje que
tanto quieres.



�Joder, iba en serio, me van a putear �susurr�, casi
pensando en voz alta.



S�, iban a llevarla un poco m�s all�. En realidad, no
estaba sorprendida, hac�a d�as que sab�a hasta qu� punto eran destructivas las
intenciones de sus torturadores; era s�lo que segu�a sintiendo como una
se�orita, que en ning�n momento lo hab�a asumido, ni hab�a aceptado que alguna
vez habr�a de llegar el momento de empezar, hab�a pasado demasiado poco tiempo
como para que se hiciera a la idea. No era tanto problema el sexo inmediato
como las abrumadoras intenciones que parec�an tener. Era duro, y peor a�n lo
era el ver como se le borraba en la mente el influjo consolador de las
consignas, como eso de que la obediencia era rebeld�a, o fingir rendirse,
hasta lo de que se sumergiera en el sexo hab�a perdido importancia. Si el
problema era ese, que no acabara de llegar nunca el sexo.



Jorge, pareci� molestarse por su involuntaria interrupci�n.



� No, perdona, pero no; t� ya te
prostitu�as mucho antes de que empez�ramos con este peque�o juego
� dijo con indiferencia�
. Te prostituiste para conseguir el reportaje de Cuba, para continuar como
directora de la empresa, y estoy seguro de que no fueron las primeras veces,
en absoluto eres novata en el oficio. Nosotros, s�lo vamos a obligarte a que
lo practiques con un m�nimo de eficacia, y a que te vendas por tu verdadero
valor, no por los precios abusivos que antes cobrabas.



Dios, �l se hab�a quedado callado, como esperando alg�n
argumento contrario, alguna respuesta, y no ten�a ninguna; lo que hab�a dicho
era atrozmente cierto y ten�a que pasar por la ignominia de trag�rselo, de
aceptar en presencia de Pedro, sintiendo su preocupaci�n, el gesto de
impotencia con que apenas se atrev�a a mirarla.



� �Mi vestido!
� Gimi� confusa�
D�dmelo. Dejad que me vaya.



Jorge hizo como si barriera sus s�plicas con un gesto de la
mano e ignor� su petici�n.



� Bueno, pues como veo que est�s
de acuerdo, entraremos sin m�s en materia �
Prosigui� desenfadadamente� . Seguimos teniendo
pendiente el asunto de nuestros amigos, y antes de entrar en el meollo, quiz�s
ser�a bueno que dej�ramos zanjada esa cuesti�n. Dec�ais que no estabais de
acuerdo con qued�rosla los Domingos �verdad? � dijo
mirando a Pablo y Quique.



� No, es demasiado poco tiempo
� respondi� Pablo, precipitadamente.



� Tendr�an que ser dos d�as a la
semana � aclar� Quique�
, nos conformar�amos con uno, pero ese ser�a un acuerdo de m�nimos y se supone
que todos tenemos que sentirnos a gusto; adem�s, admitimos que ten�is sobre
ella m�s autoridad que nosotros, pero al fin y al cabo podemos demostrar lo
puta que es, inundar Madrid con v�deos y fotos, y es seguro que eso os
averiar�a algunos juegos. No llegaremos a eso, somos personas inteligentes y
la compartiremos con generosidad, nos divertiremos todos.



Mientras hablaba, Quique not� que Alberto lo miraba con una
simpat�a casi paternal, pero eso no fue lo que m�s le impresion�, lo que lo
impresion� fue ver la cara de Silvia cambiando de color, desde el
enrojecimiento hasta la palidez, para otra vez volver a enrojecerse. Era
evidente de que se daba cuenta de lo que pasaba, de que se la estaban
repartiendo y eso la indignaba, pero la hac�a temblar, respirar hinchando sus
hermosos pechos desnudos, derramar los r�os que le empapaban la entrepierna.
No dud�, supo que, aunque atrevida, la idea era buena y sin m�s la puso en
pr�ctica:



� Disculpen los se�ores, espero
que no les importe demasiado, se trata de una emergencia �
dijo mientras miraba con sorna a la muchacha y, ostentosamente, se sacaba la
polla.



� Por supuesto, hijo, te
comprendemos �concedi� Jorge�. Y t�, chochete �a qu� esperas? �No ves que la
comida est� puesta?



Silvia estaba confusa hasta el extremo
de no ser capaz ni siquiera de dudar. Era una orden directa y ella sab�a por
experiencia lo in�til que era intentar rehuirlas. Hac�a tiempo que las
obedec�a sin plante�rselo, casi por costumbre. Pero no era �nicamente cuesti�n
de obediencia, era que llevaba desde por la tarde deseando un polvo, y ese
deseo se hab�a visto acrecentado por la visita a su casa de los dos muchachos,
el estriptease, y la breve masturbaci�n de don Jos� no hab�a sido sino una
gota de agua ofrecida a su insaciable sed de sexo. Moralmente aquello la
repugnaba, pero hasta para ella era evidente lo que a gritos ped�a su cuerpo.
Y ahora... ahora daba igual lo que pasara, la sola visi�n del pene de Quique
la escandalizaba y a la vez la pon�a cachonda. Era una polla, era casi seguro
que esta vez s� que por fin la follaban.



El golpe de Jorge fue genial, reconoci� Quique, vio el
impacto que hizo en la cara de ella, y c�mo la puso en marcha, la hizo avanzar
hacia �l nerviosa, estremeci�ndose casi. Fue maravilloso notar la humillaci�n
con que se agachaba, con que le com�a el nabo, en presencia de todos y,
fren�ticamente, empezaba a succionarlo. Sinti� deseos de vaciarse, de explotar
en sus labios, pero no, no iba a hacerlo, iba a devolverle la faenita del
club, cuando eyacul� antes de tiempo, iba a alargar el juego y hasta
endurecerlo, con la mano derecha la agarr� de los cabellos y le marc� el
ritmo, mientras con la otra sosten�a su vaso y de cuando en cuando, iba
d�ndole sorbos al g�isqui.



Jorge, desde muy cerca, observ� con atenci�n, sin perderse
ni uno s�lo de los gestos de la muchacha. Tal y como era su costumbre,
aprovech� la ocasi�n para remachar el clavo.



� �Ves, querida? El problema es
tu orgullo. Verdad es que vas aprendiendo a trag�rtelo junto con las pollas,
pero a�n lo conservas y es lo que te hace sufrir. No te preocupes, vamos a
ayudarte, dentro de unas semanas habr� desaparecido sin dejar rastro.



Quique se convulsion� al o�rlo y estuvo a punto de irse,
pero con un esfuerzo supremo logr� dar marcha atr�s, abstraerse; despu�s de
todo �l ten�a algo muy importante que manifestar, la negociaci�n no pod�a
pararse por una felaci�n, por muy agradable que fuera.



� Bueno, aclarando
� dijo en voz muy alta�
, lo de los domingos nos sirve, pero la queremos treinta y dos horas
semanales, diecis�is los domingos, y otras diecis�is distribuibles como nos
apetezca, y la queremos para tratarla bien, para hacerle esto y muchas otras
cosas parecidas.



� No s�, es demasiado tiempo
� opin� Alberto� , una
cosa as� tendr�amos que someterla a votaci�n.



Un coro de comentarios recorri� la habitaci�n; en general,
la proposici�n de Quique hab�a tenido buena acogida "S�, son j�venes,
permit�moslo", o "es natural, tienen que divertirse, nosotros la tenemos todos
los d�as", decenas de frases de apoyo se dejaron o�r durante algo m�s de un
minuto.



� Bien, �
Acept� Alberto, mirando a Jorge para que le permitiera asumir el control�
, aprobado por aclamaci�n. Pero dado que vamos a hacer esto de una manera
amistosa, y que vais a salir tan bien parados, permitid que os imponga unas
peque�as restricciones, nada que deba preocuparos, simples normas de
urbanidad: La mayor parte de las semanas, tendr�is el tiempo que ped�s, pero
si alguien tiene planes, si alguno de los aqu� presentes la necesita de vez en
cuando, vosotros promet�is ser tambi�n generosos, conformaros con las
diecis�is horas del domingo y no protestar.



� De acuerdo
�
dijo Pablo con una sonrisa de oreja a oreja, a la vez que acercaba su
polla a la boca Silvia� , aceptamos encantados.



� A�n hay otra cosa
� Continu� Alberto� .
Supongo que, con la novedad, a�n no ten�is demasiado claro qu� dese�is hacerle
y qu� no. Tambi�n os compromet�is a no exponerla ante gente que la conozca, a
no compartirla de manera estable, y en el caso de que a pesar de todo lo
hag�is, tened presente que compart�s lo que es vuestro: las treinta y dos
horas semanales; ni se os ocurra so�ar con que pod�is incrementar ese horario.



Quique, incluso a pesar de estar muri�ndose de gusto, tuvo
la cordura suficiente para reflexionar sobre lo que o�a, y hasta para
distinguir en qu� no estaba de acuerdo. S�lo pasaba que era incapaz de hablar
con aquella putilla trag�ndosele el miembro viril. La mayor parte de la
tensi�n hab�a pasado, era evidente que se hallaban al borde de conseguir un
pacto extraordinariamente bueno. No hab�a ninguna prisa por disfrutar, le
sobrar�an oportunidades. Era mucho m�s urgente hacer algunas puntualizaciones
y formalizar el convenio. Despu�s de ello, podr�a entregarse a su propio
placer en cuerpo y alma.



Por unos segundos, disfrut� del espect�culo, le apart� la
melena y goz� de contemplar la cara de Silvia, sus labios cerr�ndose sobre su
polla. Era maravilloso, ten�a los ojos cerrados y estaba roja como un
cangrejo, casi dir�a que se estremec�a sobre su verga. Las luces violetas,
rosas, malva, de la habitaci�n, danzaban sobre su piel. No sin cierto esfuerzo
de voluntad, la agarr� por los cabellos y la arrastr� hacia el pene de Pablo.
Respir� hondo, acept� la dilaci�n a que se hab�a sometido, y en un instante
estuvo capacitado para argumentar l�cidamente.



� Un momento, un momento,
podemos hacerle lo que queramos o no podemos � dijo�
. Vosotros mismos acab�is de exhibirla ante gente que la conoce y sab�is que
es divertido; cre� que no era vuestra intenci�n el privarnos de nada que nos
gustara, y, lo puedo asegurar, magrearla en el club nos va a gustar y mucho.



Alberto se qued� callado, pensativo, y con aspecto
ligeramente contrariado. Por un instante, Quique temi� haberse equivocado,
haber ido demasiado lejos, pero Jorge intervino en su favor y recuper� la
confianza.



� Bueno, bueno, podemos llegar a
una soluci�n intermedia � Terci��
: Ten�is permiso para arriesgarla, que es lo que hemos hecho nosotros, para
hacer cosas cuyo resultado pueda ser el que sea descubierta, pero no para
exhibirla abiertamente donde la conozcan, con eso deber�a bastaros.



� S�, eso puede hacerse
� acept� Alberto, casi de mala gana�
. No os guardo rencor, casi os respeto por ello, pero nos hab�is apurado hasta
el m�ximo en la negociaci�n. Si al menos sirve para que cumpl�is lo pactado,
lo doy por bueno.



Silvia, volcada sobre Pablo, o�a retazos de la
conversaci�n. Se le escapaban detalles, pero en general se daba cuenta de lo
que pasaba, de que se estaban repartiendo sus horas, sin pedir para nada su
opini�n. Con la mano derecha se apoyaba en el sof�, tocaba su vestido de Gilda
y so�aba con la posibilidad de que se lo devolvieran, lo deseaba con toda el
alma. En ning�n momento titube�; Pablo le gustaba, hab�a perdido toda
posibilidad de resistencia y estaba decidida a ganarse el derecho a vestirse;
no hab�a otro camino a menos que quisiera volver a casa como su madre la trajo
al mundo.



� Pues entonces hay trato
� acord� Quique aliviado�
. No os arrepentir�is de haber cedido, cumpliremos nuestra parte. En cuanto
pasen los primeros d�as, ser� para nosotros un placer prestarla a cualquiera
que apetezca relajarse un rato, hab�is sido generosos con nosotros y lo
recordaremos. Esto hay que sellarlo con un apret�n de manos.



� Un placer
�
Contest� Alberto, al tiempo que se la estrechaba con recelosa
cordialidad� . He de reconocer que hab�is jugado
admirablemente vuestras cartas, ni yo mismo lo habr�a hecho mejor. Ahora
supongo que querr�is unos minutos para disfrutar del premio �no es as�?



Naturalmente, lo quisieron. Pedro, sentado al lado de
Alberto, era testigo de excepci�n. S�, le funcionaba la polla �C�mo no habr�a
de funcionarle si Silvia estaba junto a �l, turn�ndose en succionar los penes
de Quique y Pablo? Le dio un poco de asco pensar que quiz�s no fuera tan
distinto de ellos, reconoc�a que estaba deseando que siguiera con el suyo.
Pero no, �l era distinto, �l estaba deseando salvarla y ten�a la voluntad de
resistirse, de hecho se estaba resistiendo de sumarse a la fiesta, aunque le
costara un trabajo atroz. Esa dualidad placer verg�enza era tan confusa... Era
evidente que Silvia estaba totalmente entregada. Y eso a lo mejor no era tan
malo, mucho peor ser�a que razonara, que pensara que aquello estaba acabando.



Las penetraciones orales estaban adquiriendo verdadero
salvajismo cuando Benito entr� de en la habitaci�n, con expresi�n satisfecha.



� Ah, eso est� bien, no ha
cenado y le est�is dando un piscolabis �verdad? �
dijo el Negro al ver el estado de Silvia.



Toda la concurrencia se desat� en un coro de risas y
felicitaciones. La actuaci�n hab�a quedado genial, muy profesional, y era
enteramente m�rito suyo el haberla hecho ensayar con tanto ah�nco, en tan poco
tiempo.



� Gracias, Gracias
� Respondi� quit�ndole importancia�
. Lo de los ensayos ha sido un placer y un privilegio. Pero ahora vamos a
darle a nuestra putita la racioncilla extra que merece. Estoy que me salgo y
ella debe estar hambrienta � a�adi� mientras se
sentaba al lado de Pablo.



Jorge, sin que Silvia lo notara, intervino. Hizo un gesto
negativo con la cabeza, se puso en pie, e imit� que se sacara la polla y
rociara algo situado en el suelo. No necesit� explicar lo que quer�a y las
risas que estallaron estuvieron a punto de lograr que ella levantara la
cabeza, pero estaba demasiado engolfada con el caramelo.



Deb�a ser verdad que el Negro ven�a en las �ltimas, pues
medio minuto de la atenci�n de Silvia bast� para que le lanzara sobre la cara
dos espesos chorreones de esperma. Ella se sorprendi�, pero ese tipo de cosas
empezaba ya a convertirse en parte de lo asumido; por debajo de la sensaci�n
de asco, lo que sent�a era extra�eza. Aquello era desagradable de aceptar,
pero ya hab�a pasado por ello antes. �Era posible que fuera a escapar de all�
s�lo con "atender" a aquellos tres, que nadie m�s fuera a usarla? No se
atrev�a a imaginar qu� iba a venir despu�s. No tuvo ocasi�n de hacer
previsiones, enseguida la acosaron problemas m�s inmediatos, y el problema fue
Quique, que le meti� la polla en la boca hasta los mism�simos huevos.



� Lo siento, cari�o, en la
garganta no se te puede poner vaselina �verdad que lo comprendes?



Casi todo el mundo ri� la ocurrencia, pero no era m�s que
una bravata, estaba literalmente corri�ndose. Hizo un �ltimo esfuerzo por
contenerse y durante algo m�s de un minuto estuvo foll�ndole la boca,
aplast�ndole los labios contra su bajovientre, hasta que por fin hubo de
sacarla con la misma brusquedad con que la hab�a metido. Eyacul� exhalando un
gru�ido, el grueso del chorre�n le dio en la mejilla, y descendi� goteando
abundantemente por su mand�bula y su cuello.



Silvia boque� en busca de aire, intent� recuperar el
aliento, pero enseguida tuvo ante ella el pene de Pablo. Titube�, quiso
limpiarse la cara, pero recibi� una sonora bofetada en el lado limpio y una
nube de gotitas de esperma se disemin� por todo su cuerpo. Segundos despu�s,
era el propio Pablo el que la agarraba por la nuca y la penetraba oralmente
del mismo modo salvaje en que Quique lo hab�a hecho. �Y pensar que Pablo era
el chico que le gustaba! A pesar de la humillaci�n, a pesar del dolor f�sico y
hasta de la asfixia, estaba excitad�sima. Deseaba que la follaran, lo deseaba
desde todos los puntos de vista, porque se mor�a de ganas de correrse, y
porque ser�a la se�al inequ�voca de que aquello estaba acabando, de que por
fin le dar�an el traje y podr�a irse a casa. Pablo resisti� mucho menos que su
amigo, pronto se tens�, se apart� de ella, y le lanz�, a modo de despedida,
una copiosa oleada de semen que le acert� en la nariz y que resbal� como una
cascada por los labios y la barbilla, hasta gotearle en las tetas.



Jade�. Se ech� hacia atr�s exhausta, y estuvo casi a punto
de caerse de espaldas. No era cansancio f�sico, era m�s bien cansancio moral,
estar harta, harta de ser llevada de una bajeza a otra, de ser tratada como un
trapo. A pesar de que en algunos momentos se hab�a tocado el cl�toris, no
hab�a llegado a correrse. Se qued� como pasmada, mirando a su alrededor las
caras bromistas,
maliciosas de los que todav�a, en ese momento, eran sus empleados. Baj� los
ojos e intent� cerrar los o�dos para no enterarse de lo que dec�an, de que
estaban comentando unos con otros pormenores de las mamadas que acababa de
hacer. Los zapatos de Jorge, aparecieron de pronto en su campo de visi�n.



� Bueno, pues el cap�tulo de tus
clases particulares podemos darlo por zanjado; era necesario precisar horarios
y condiciones para que no se produzcan interferencias con tus horas lectivas.
Como sin duda habr�s notado, en el claustro de profesores impera el di�logo.



Ella alz� la vista, pero la cara de Jorge no trasluc�a
ninguna emoci�n. Estaba tranquilo, se sent�a seguro, estaba inform�ndola.
Sinti� sobre su piel la viscosa humedad del semen, y enrojeci� de pensar que
la estaban viendo as�.



�Como te dec�a antes, hemos tenido que cambiar los planes
que ten�mos para ti. Se han presentado estos amigos tuyos, nos han mostrado
sus credenciales, y ha habido que buscar un acuerdo. Pero adem�s de eso, temo
que nos ha surgido otro peque�o contratiempo �Qu� hiciste don los dos se�ores
de fuera, Silvia? �Qu� les dijiste?



Sab�a que hacerse la distra�da no era una opci�n, pero no
logr� comprender a qu� se refer�a. �Qu� se�ores? �Cu�l de sus acciones
pretend�a cuestionar? En ning�n momento hab�a tenido el control, hab�a hecho
lo que le exig�an que hiciera, nada m�s. Se qued� de rodillas, con la vista
fija en el negro brillante de los zapatos de Jorge, y sin saber qu� responder.



� S�, querida, creo que no has
entendido absolutamente nada �Insisti� �l�. Hace d�as que conoces cierta norma
y ello no te ha impedido incumplirla hace un rato. Realmente, no s� si merece
la pena explicarte las otras si fracasas en obedecer la primera y m�s
sencilla. �Qu� tengo que hacer para que nos tomes en serio?



�Jorge, por favor, no cargues las tintas �Interrumpi�
Alberto, pero �l lo hizo callar con un gesto de la mano.



��Soy el responsable del �rea de disciplina o no lo soy?
Esta se�orita, s�lo tiene una regla que cumplir y la ha ignorado. Se le dijo
que ella no elige a sus clientes, es elegida, y que no tiene potestad para
rechazar a ninguno. Hace muy pocos d�as que dejamos muy claro ese particular,
y... �Con qu� nos encontramos? Lo siento, pero ha ca�do de lleno en mi esfera
de competencias.



�Jorge, por Dios, sabes perfectamente que hay
circunstancias atenuantes �Terci� Alberto, pero el otro simul� no haberlo
o�do.



Pedro contemplaba la escena con el coraz�n en un pu�o y la
polla a punto de estallarle. S�, parec�a que Alberto pod�a llegar a
convertirse en un valios�simo aliado, la estaba defendiendo, pero habr�a que
posponer para mejor ocasi�n cualquier cosa que pudiera ganarse; lo que era esa
noche, Silvia no ten�a salvaci�n. Sus palabras, en otro tiempo autoritarias,
hab�an sonado como d�biles objeciones, arrojadas contra el s�dico frenes� de
Jorge. Era el momento. Faltaban escasos segundos para que Jorge la obligara a
salir, era ahora cuando deb�a retrasar, a la vez que le daba a Silvia el �nico
respiro que iba a tener esa noche. Al menos, follar con �l, no iba a ser como
hacerlo con cualquiera de los otros Aunque... �Era eso? �O era que
sencillamente deseando tir�rsela? Lo deseaba con rabia, claro que lo deseaba,
pero por una vez en la vida le era posible servir a dos amos.



�Queridos amigos, y la puta esta... �No podr�a hacer algo
�til mientras cambi�is impresiones? �dijo sac�ndose la polla. Jorge cay� en la
trampa, y asinti� con una inclinaci�n de cabeza.



Silvia lo mir� espantada �Tambi�n �l? �Tambi�n Pedro? Pero
no, ya se lo hab�a avisado, le hab�a dicho que iba a tener que follarla, y
claro que iba a tener que hacerlo �Qu� pensar�an los otros si no lo hac�a?
Camin� hacia �l de rodillas y le roz� el glande con la lengua, la parte
inferior del pene a modo de saludo. Por una vez no hab�a agresividad, por una
vez no estaba al borde de una bofetada.



�Bueno, pues para tu informaci�n te dir� que lo primero que
habr�s de hacer, cuando te hayas negado a prestar un servicio, es buscar a
quienes te lo solicitaron y prest�rselo, eso es lo que har�s siempre.



Pedro no le tiraba del pelo, el contacto de sus dedos era
casi dulce, lo m�s parecido a una caricia que recib�a en mucho tiempo. Su
polla no era nada del otro jueves, pero por una vez no se sent�a demasiado
sucia mam�ndosela a alguien, al menos era un hombre. Hubiera querido descansar
en �l de la dureza con que la hab�an tratado, pero las palabras de Jorge
acapararon su atenci�n y la mantuvieron en el p�nico.



� Yo segu�a �rdenes, las segu�a
� protest�, en una breve interrupci�n de sus
actividades orales� . No pude hacer otra cosa.



� Querida, querida, d�jate de
estupideces. En nuestro �ltimo encuentro, te insistimos varias veces en que en
caso de duda deb�as preguntar, llamar por el m�vil.



� Es que no lo llevaba encima
� respondi� ella.



� S�, ya s�, no ten�as bolsillos
en las bragas. Eso no es m�s que una excusa infantil. Si hubieras tenido
presente esa regla, lo primero que hubieras hecho al entrar habr�a sido
preguntarme, en lugar de deshacerte en gimoteos sobre que te estamos
prostituyendo �Ahora te das cuenta? �Tan imb�cil eres?



Pedro, sin brusquedad, le tir� del pelo y la hizo subirse a
horcajadas sobre �l, ese era el �nico medio, el �nico momento en que iba a
poder protegerla. Silvia capt� el mensaje, se apret� contra �l, mientras se
echaba las bragas a un lado para que pudiera penetrarla. Despu�s de todo,
hab�a tenido que follar con tanto hijo de puta, con tanto imb�cil, que hacerlo
don Pedro era casi un descanso.



�l. apenas pod�a asumir lo que estaba pasando. Hac�a tiempo
que sab�a que iba a suceder, pero se le hac�a incre�ble que una t�a tan guapa
como Silvia Seti�n, que la propia Silvia Seti�n en persona, estuviera abierta
de patas sobre �l, dirigi�ndole la polla dentro de su co�o. Se mor�a de gusto,
pero hizo un esfuerzo desesperado por aguantar, se lo deb�a. Sin que ninguno
de los dos hubiera podido preverlo, algo extra�o sucedi�: all�, rodeados de
gente, practicando sexo casi por obligaci�n, se cre� un espacio de intimidad
entre ellos. Fue como si se quedaran solos, algo m�s all� del sexo, algo que
no ten�a demasiado que ver con el deseo, y s� con la confianza; ambos lo
experimentaron y se miraron sorprendidos, fueron conscientes por un segundo de
que el otro tambi�n lo sent�a.



Ella empez� a cabalgarlo, primero con movimientos suaves y
luego incrementando el ritmo, dej�ndose caer sinuosa sobre �l, para despu�s
volver a alzarse. Incre�blemente, Pedro sinti� la imperiosa necesidad de
ofrecer algo de ternura a aquella chica; Dios, qu� falta deb�a hacerle. Acerc�
los labios a su o�do y, sigilosamente, le dijo: "Estoy de tu lado, recuerda
que estoy de tu lado. Aguanta, cari�o, aguanta. D�jate llevar ahora, pasa por
todo lo que te hagan, voy a sacarte de esto, no s� c�mo voy a hacerlo pero te
juro que te sacar�".



Silvia se estremeci�, hizo intenci�n de apartarse, pero
despu�s se fundi� a�n m�s con �l. Lo bes�, lo uni� sus labios a los suyos y
envi� su lengua al encuentro de la de su amigo. Por una vez era un beso
limpio, por una vez no se degradaba al darlo. Volvi� a tener miedo. Cre�a
estar preparada para todo, poder resistir las peores vejaciones, los m�s
horrendos desprecios, pero aquella ternura la tomaba por sorpresa, la
desarmaba hasta hacerla sentirse a�n m�s vulnerable. Pedro tambi�n se llev�
una tremenda sorpresa consigo mismo, sin pens�rselo, pero tambi�n sin mentir,
la mir� a los ojos y le dijo "Te voy a ayudar, te quiero". Lamentablemente,
enseguida la voz de Jorge, vino a interrumpir el idilio.



-En fin, querida, mamando pollas has hecho maravillosos
progresos, l�stima que con lo de esos se�ores hayas tenido que fallar; tu
actitud respecto a ellos ha sido para un cero en conducta y, por desgracia, te
hace acreedora a un castigo.



Silvia lo escuch� junto al rumor de su coraz�n, ese momento
hab�a perdido conocimiento de todo, se desplomaba fren�ticamente sobre Pedro,
se empalaba en su polla, con la cabeza echada hacia atr�s, y las manos de �l
acarici�ndole los pechos. Comprend�a lo que le estaba diciendo, claro que lo
comprend�a, sab�a lo que significaba, la trascendencia que iba a tener sobre
su futuro inmediato, pero estaba muri�ndose de gusto y era incapaz de
atenderlo. Se corr�a, se corr�a viva mientras gem�a sonoramente. �l tambi�n
estaba al borde, era demasiado pedir que resistiera un poco m�s la cabalgada,
le dol�a el vientre de contraerlo para no correrse. Se impuls� hacia arriba y
penetr� a�n m�s a la muchacha. Se mantuvo as� hasta que sinti� como le
estallaba la polla dentro de ella. Los dos cayeron exhaustos, agotados por la
intensidad del orgasmo. Y ah� acab� todo, el afecto, el sexo, la complicidad;
la intimidad que los hab�a unido qued� hecho a�icos y esa peque�a isla de
comprensi�n que hab�an encontrado se desvaneci� en la nada.



Cuando Silvia se baj�, volv�an a ser dos amigos, casi un
hombre m�s de los que ten�a que follarse, y ella estaba pendiente de afrontar
un terrible castigo.



� Un momento, un momento, no
comprendo... � Dijo Silvia irreflexivamente,
sintiendo como todos los vellos del cuerpo se le pon�an de punta. �Qu�
castigo? Hice lo que Benito me mand�. Ten�a que llegar hasta aqu� y estaba
nerviosa; no se me ocurri� que deb�a dec�roslo, no me di cuenta, de veras que
no me di cuenta � Insisti� vacilante y casi
haciendo pucheros.



�No preguntaste al entrar, querida, recuerda que no pediste
instrucciones. Y ahora las instrucciones te las doy yo, sin que me las pidas y
con retraso: Vas a salir ah� fuera y vas a encontrar a los se�ores a los que
esquivaste, vas a regresar con ellos, y no vas a fracasar ni a poner ninguna
excusa, por que si lo haces, sabes de cierto que encontrar� algo mucho peor
que obligarte a hacer. As� que �Fuera!



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Relato: Moldeando a Silvia (22)
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