Sin dudas, fue una artima�a obscena y execrable la que us�
Alberto para arrancarme aqu�l orgasmo. En los d�as subsiguientes lo odi� tanto
como lo deseaba. Maldito seas, Alberto era un latiguillo permanente en mis
pensamientos.
Y a pesar que muchas veces mi marido y yo nos contamos
nuestros deslices como forma de mantener el caldero encendido en nuestra pareja,
esta vez no pude hacerlo. Supo que lo hice con Alberto, pero nada m�s. Y para
peor, cada vez que me cruzaba con mi madre - cada dos o tres d�as por medio, ya
que muchas veces viene a ayudarme con las tareas hogare�as y a conversar - me
sub�an los colores.
Ten�a verg�enza, s�, much�sima verg�enza. Me lapidaba a mi
misma y me esforzaba por no pensar y por borrar de mi mente esa imagen cruda y
cruel de Alberto con mi madre. Pero, a pesar de la verg�enza, en la soledad del
atardecer no pod�a controlar el deseo que me provocaba esa imagen.
Por supuesto que racionalmente lo negaba, pero en mis pajas
una y otra vez la imagen se repet�a hasta desfallecer rendida. En dos semanas
baj� de peso y profundas ojeras enmarcaron mis ojos. Mam� intuy� que algo malo
estaba ocurriendo y pregunt�, pensando que la causa era alguna rencilla
dom�stica con mi marido, lo cual negu� rotundamente. Pero no pod�a decirle la
verdad.
Busqu� a Alberto, lo enfrent� y me negu� a hacer lo que hab�a
prometido. Con su sonrisa complaciente me calm� y me entregu�. Error, grueso
error. Justo cuando estaba al borde de mi primer orgasmo, en ese mism�simo
instante en que una mujer necesita correrse, el degenerado se retir� de m�, se
levant� y con iron�a sin par me desafi�: "ya sabes, si quieres, ya sabes lo que
yo quiero". Y dicho lo cual dio media vuelta, se visti� y sali� de la
habitaci�n.
Tendr�a que haberlo ara�ado, golpeado, violado; sin embargo,
en el estado en que me encontraba, cr�anlo o no, lo �nico que pude hacer en ese
momento fue... masturbarme, odi�ndolo. Decididamente, tendr�a que haber dado
vuelta la p�gina y olvidarme para siempre de �l. Sin embargo, al otro d�a, me...
rend�.
Indagu� en mam� tratando de saber de sus �xitos y sus
fracasos en su vida sexual, buscando claves que no encontr�. Mam� es a�n una
mujer deseable, alta y de formas cuidadas y esbeltas. Es dicharachera y
juguetona y afectuosa aunque reservada en esos temas. Supe que hab�a tenido
oportunidades de ser infiel pero que las hab�a dejado pasar. Supe que, en parte
por su educaci�n y en parte por verg�enza, nunca se atrevi� a m�s.
Ella indag� en m� y vi una peque�a oportunidad: de a poco,
fui cont�ndole de mis aventuras y de mis escapadas y de mis deseos y, sobre
todo, de mis libertades. Con cada comentario observaba atentamente sus rubores y
sus asombros. Me atrev� a m�s y un d�a dej� ex profeso una revista condicionada
al alcance de su vista en mi dormitorio y, luego, al regresar, le pregunt� con
una sonrisa trasparente qu� le hab�a parecido "el material de lectura", a lo que
me respondi� con otra sonrisa y un "muy interesante" y las mejillas encendidas.
D�as despu�s esper� su llegada sentada en el bidet, mi falda
subida, mis dedillos en acci�n acariciando mi botoncillo, la puerta del toilette
casi cerrada pero dejando una rendija suficiente como para no pasar inadvertida.
Por supuesto que la escuch� abrir la puerta y entrar, por supuesto que la o�
llamarme y por supuesto hice o�dos sordos a ello mostr�ndome con la cabeza hacia
atr�s y los ojos entrecerrados, concentrada en m�; sorpresivamente me vino un
orgasmo y abr�, como siempre me ocurre en esas circunstancias, abr� desmesurada
y espont�neamente los ojos. Mientras mis manos se encharcaban vi por un momento
su sombra tras la puerta. Haci�ndome la desentendida me sequ�, me levant� y sal�
del ba�o, poniendo en juego mis dotes de actriz para lanzar una exclamaci�n de
sorpresa cuando la vi en medio de la cocina, esper�ndome.
Mam� !!, no te o� entrar, me disculp�. Lo que sigui� fue una
comedia de enredos y frases con doble intenci�n, con una final invitaci�n m�a
hacia mi madre para que probara algunos de los chiches de autosatisfacci�n que
guardaba en un cajoncillo oculto en el neceser del ba�o. Risa contenida,
respiraci�n agitada y mejillas encendidas fue lo que de momento consegu�. Y
tambi�n, preguntas que marcaban su inter�s.
En las oportunidades siguientes no me atrev� a avanzar m�s,
ten�a temor de que se asustara y echara todo a perder. Hasta que - sin doble
intenci�n y con sincera inocencia de mi parte - me fui a duchar prepar�ndome a
salir de casa mientras mam� preparaba caf� en la cocina. Desnuda y expuesta v�
c�mo mam� entraba al ba�o, levantaba su falda, deslizaba su bombacha hacia sus
pies y se sentaba en el bidet para hacer pis.
Por largo momento no pude quitar mis ojos de su centro, mis
pezones se irguieron, y para cuando levant� la vista supe que ella tambi�n
miraba mi centro. No hicieron falta palabras, me d� cuarto de vuelta avergonzada
y ba�� mi rostro en la ducha, tratando de no pensar. Disculpame hija, no quer�a
molestarte, me dijo con voz tr�mula mientras se secaba y se levantaba. Ay mam�,
no seas tonta, arremet�, ya somos grandecitas �no? (y complet�, lanz�ndome a la
pileta) adem�s, vos podr�as coger frente a m� que a m� me va a dar gusto, no
verg�enza, mientras cerraba el grifo y tomaba la toalla. Por el momento, el
incidente all� termin�.
Una semana despu�s supe que mi madre hab�a debutado. En su
inexperiencia, el sabor y el perfume agridulce de sus secreciones fueron
notorios para m� en ese aparatito. Me re� y me alegr�, por m� y por ella. No me
atrev� a decirle que la hab�a descubierto, pero le compr� unas bragas de sat�n y
encaje muy atrevidas - para lo que ella acostumbraba a usar - con una abertura
en la entrepierna y se la regal� primorosamente envuelta junto al chiche que
ella ya hab�a usado.
Silvi, est�s cada vez m�s atrevida vos, me dijo al verlo,
ret�ndome sin retarme, de mentirillas. La abrac�, jugu� como un gatito a su
alrededor, le cubr� las mejillas de besos, una y otra vez, expres�ndole mi
alegr�a sin par. No sab�s cu�nto gusto me d� sentirte tan mujer y tan caliente,
ma, le dije, entre otras cosas. Me d� verg�enza todav�a, me dijo entre otras
cosas. Y con pap�, c�mo est�n las cosas?, pregunt� mientras compart�amos un caf�
ya m�s relajadas. Como siempre, hija, bien, normal, o qu� se yo, desgran�. Ya
hemos perdido la costumbre del sexo, pero, a lo mejor, qui�n te dice, con un
poco que ponga de mi parte a lo mejor puedo recuperar aunque sea un polvito
mensual, termin� entre risas.
Dos d�as despu�s me conmovi� y mor� de risa mientras me
confiaba su "accidente" con el vibrador, el el�ctrico, que no supo como parar.
Antes de salir - iba a encontrarme con Alberto - me volv� a duchar y esa vez lo
hice con la secreta esperanza que ella tomara alguna iniciativa. Nada. Sal� de
la ducha y me sequ�. Nada. Le ofrec� mi desnudez tomando el caf� frente a ella.
Nada. Me vest� y antes de salir remoloni�, esperando algo, alguna pregunta que
me diera pi� para decirle que me iba a comer el mejor tallo que hab�a conocido
en toda mi vida. Nada. Voy a hacer pis antes de irme, m�, le dije, encamin�ndome
al toilette. Yo tambi�n tengo que hacer, dijo, siguiendo mis pasos. Baj� mi
tanga, sub� mi peque�a falda y me sent� en el bidet; ella hizo lo mismo, casi al
mismo tiempo que yo, sent�ndose en el wc. Hizo, hice. Ay mam�, estoy que hiervo,
necesito pajearme antes de verlo a Alberto, dije recostando mi cuerpo hacia
atr�s y llevando mi mano a mi entrepierna. Yo tambi�n, hija, me devolvi� con un
hilo de voz copiando mis movimientos. La corrida de ambas fue.., bueno, ustedes
saben, terrible.
Creo que en ese momento mam� tambi�n comenz� a comprender el
significado de esa peque�a palabra. Lujuria.