Ten�a una hija a la que ni siquiera conoc�a. Bueno, la conoc�
pero a los dos meses de vida desapareci� de la m�a, porque su madre pens� que no
le conven�a seguir viviendo al lado de un tipo que no amaba y que no la amaba.
En realidad, Alicia y yo no ten�amos nada en com�n, solo que nuestras familias
hab�an decidido que por posici�n, conveniencia y negocios, hab�amos de casarnos.
Duramos apenas un a�o, lo justo para darnos cuenta de que no
nos am�bamos y adem�s no nos soport�bamos, as� que dos meses de nacer la ni�a,
Alicia me dej� y se march� a la otra punta de Espa�a con ella, dejando a las dos
familias con dos palmos de narices. Yo lo agradec�, cambi� de ciudad y de
trabajo, y perd� todo contacto con ellas, no me interesaba saber nada de aquella
mujer, y as� pasaron once deliciosos a�os de libertad en los que me establec�
como m�dico y consegu� una buen�sima posici�n. Ten�a una gran casa ,un excelente
trabajo, mucho dinero para gastar y una vida perfecta, en la que las mujeres
eran para mi un entretenimiento para una noche.
Ten�a yo ya 35 a�os cuando la vida se me cambi�, pues me
lleg� una orden judicial indic�ndome que mi ex mujer hab�a fallecido en un
accidente de coche junto a sus padres, y yo era la �nica familia que le quedaba
a la ni�a, por lo que me la daban en custodia legal, una ni�a a la que no
conoc�a de nada y que no me apetec�a nada.
La trajeron en mayo. Ten�a once a�os, se llamaba Carla
(aunque la hab�amos bautizado con mi nombre, Manuela, pues yo me llamo Manuel,
pero al parecer mi ex la hab�a cambiado de nombre, seguramente por despecho a
mi), y lleg� a mi casa con varias maletas, cara de susto y mir�ndome como al
extra�o que realmente era para ella.
Carla era una ni�a preciosa, desde luego, alta para su edad,
espigada, con una larga melena rubia oscura y unos enormes ojos azules, la piel
muy blanca y un cuerpecito delgado y bien formado. No hablaba mucho, era seria y
bien educada, hab�a estado interna en los mejores colegios mientras su madre se
desentend�a de ella y viajaba por medio mundo, as� que no parec�a echar mucho en
falta a su madre, afortunadamente.
No nos cost� demasiado acostumbrarnos el uno al otro. Debido
al "trauma" de haber perdido a su madre, y como est�bamos casi en verano, pens�
que no la apuntar�a a ning�n colegio hasta septiembre, y estos meses mejor que
estuviese en casa, mientras yo trabajaba la cuidaba una mujer que me limpiaba la
casa y por las tardes estaba yo con ella. Carla era una ni�a s�per tranquila: se
entreten�a sola dibujando, leyendo o viendo la tele, se notaba que estaba
acostumbrada a estar sola y a que le hiciesen poco caso,, y apenas la o�a por la
casa, aunque cuando habl�bamos o ve�amos la tele juntos era encantadoramente
simp�tica y ten�a una sonrisa cautivadora.
En resumen, Carlita era la hija perfecta: no daba
preocupaciones en absoluto. Adem�s, seg�n pasaban las semanas, me di cuenta de
que en esos internados en los que hab�a estado la hab�an ense�ado algo m�s que
Historia o Dibujo, porque una noche que pas� por la puerta de su habitaci�n para
ir a la m�a, escuch� ruidos tras la puerta y al entrar la hall� muy sofocada
encima de la cama, estaba en camis�n y con el pelo revuelto, sobresaltada de
verme all�.
�Qu� haces Carla? Me pareci� o�rte llorar.
No pap�, era la tele....
�Seguro? �No es tarde para ver la tele? Anda ap�gala y a
dormir.
Desde aquella noche me qued� pensando, no era la tele lo que
hab�a o�do, estaba seguro, y dos noches m�s tarde lo comprob�, escuch� los
mismos ruidos en su cuarto y esta vez en lugar de entrar abr� lentamente la
puerta de su alcoba sin hacer ruido de forma que no se enter� de que estaba
all�. Me qued� alucinado al ver a mi hija de once a�os echada en su camita con
la colcha de ositos, con su camis�n rosa subido hasta el ombligo, las braguitas
blancas enrolladas en sus tobillos y entre sus muslos sonrosados un osito de
peluche mediano que apretaba fuertemente para procurarse en placer de una
masturbaci�n incre�blemente sensual que me hizo poner de golpe un litro de semen
en la punta de mi pene, s�lo ver a aquella ni�a tan tierna apretar una y otra
vez las piernas para frotarse con el juguete entre los muslos, me caus� una
erecci�n inmediata. All� estaba yo, agazapado tras la puerta, viendo a Carlita
jadeando con los ojos cerrados, las mejillas rojas como tomates y el pelo
alborotado de sudor mientras retorc�a las piernas para que el osito de peluche
le acariciase la vulvita.
No dije nada ni entr�, pero tuve que ir a mi cuarto a hacerme
una paja enorme porque aquella visi�n me hab�a puesto a cien por hora, y me
corr� como nunca lo hab�a hecho pensando en mi hija masturb�ndose de aquella
manera. Nunca hab�a sentido algo as�. Al d�a siguiente, vi�ndola tan modosita
con su vestido de cuadritos y su lazo en el pelo, no parec�a la misma ni�a de la
noche anterior, la que se masturbaba gimiendo en su cama infantil, y desde
aquella ma�ana empec� a fijarme m�s en ella, a notar que pese a sus once a�os
estaba muy desarrollada para su edad, ten�a bajo la camiseta unos pechitos
apenas despuntando, como del tama�o de dos mandarinas jugosas.
Me empez� a obsesionar su cuerpecito. Cuando se ba�aba en la
piscina de casa, s�lo con ver c�mo se le erizaban los pezoncitos bajo el ba�ador
con el agua fr�a se me pon�a la polla dura como una piedra, y al salir del agua
se le clavaba el ba�ador por abajo marcando una vulvita suave que me mor�a de
ganas por probar.
Una noche que no dejaba de pensar en ella, de imaginarme
fantas�as con su cuerpo adolescente, entr� sigilosamente en su alcoba; estaba
dormida sin tapar, porque hac�a mucho calor, y yo llevaba tan solo mis slips
como �nica vestimenta. Carlita dorm�a de lado, muy tranquila, con su camis�n
rosa perfectamente tap�ndole las largas y doradas piernas.
Me acost� a su lado, despacio, sin que se moviese la ni�a. El
olor de su pelo rubio era perfumado, y bes� su cabello muy despacio. Me atrev�
un poco m�s y bes� su nuca, c�lida y suave, y despu�s sus hombros y sus
bracitos, cubr� de besos suaves sus pies peque�os y al subir a besar su cuello
sent� que mi polla empezaba a pedir guerra otra vez. Con manos temerosas
acarici� su cintura, breve y estrecha, y de pronto volvi� su cabeza hacia m� con
los ojos muy abiertos. Una sonrisa me ilumin�.
Ah papito, eres t�, que susto.
Siento....ehhhh.... siento haberte
despertado....pens�.....pens� que dormias....
Mmmm mi papito, que bien que duermas conmigo, abr�zame
anda....
Para mi sorpresa, se apretuj� contra mi, su espalda se peg� a
mi pecho y al notar su culito resping�n rozando mi polla cre� que la poseer�a
all� mismo, pero pude frenarme y con mis brazos rode� su cuerpecito de once a�os
atray�ndola a�n m�s hacia mi.
Era una delicia poder acariciar su tripita, sus brazos, sus
hombros, se dejaba hacer como una ni�a peque�a, y me atrev� a ir m�s lejos: con
manos llenas de deseo, le sub� poco a poco el camis�n hasta poder acariciar sus
piernas largas y suaves, su vientre liso, sus muslos duros, y subir despacio
hasta coger con la palma de mis manos sus pechos peque�os como mandarinas, la
sent� estremecerse cuando apret� despacio aquellos jugosos senitos en mis manos
y not� que los pezoncitos se pon�an como piedras de duros.
- Carlita, que delicia de tetitas tienes mi amor, que cuerpo
tan divino.... da gusto acariciarlo....
Ella callaba, pero se dejaba hacer sin apenas moverse, la
notaba respirar un poco agitaba bajo mis manos, acarici� una y otra vez sus
pechitos de once a�os, apretando sus pezones, pellizc�ndolos muy suavemente
hasta notarlos erectos y excitados, estuve como media hora masajeando los pechos
de mi hija y frotando muy suave mi polla protegida por el slip contra su culito
protegido con el camis�n, era lo m�s delicioso que hab�a sentido nunca, notar a
una virgen de once a�os estremecerse contra mi cuerpo mientras sus tetas
peque�as se pon�an con la dureza del m�rmol bajo mis dedos, y su cuerpo peque�o
se pegaba al m�o.
Baj� mis manos hacia su tripita, y luego sobre sus bragas
blancas, peque�as, y not� por encima de ellas que estaba ya medio mojada, con mi
mano enorme en comparaci�n con su tama�o, acarici� su co�ito por encima de la
braga y not� como su cuerpo se pon�a tenso al contacto, y un gemido escapaba de
sus labios.
Mi ni�a que delicia, est�s ya toda mojadita.... que rico
debe estar este co�ito tierno....
Me incorpor� en la cama, y lleno de deseo la volte� de forma
que la puse boca arriba. Carlita me miraba con los ojos muy abiertos, las
mejillas coloradas y el pelo sudoroso, estaba casi tan excitada como yo y se
dejaba hacer como una mu�eca, mi mu�eca...
La despoj� del camis�n. Sus peque�os pechos aparecieron a mi
vista, perfectos, sonrosados, a�n erectos, y con boca hambrienta los introduje
en mi boca uno detr�s del otro, era una delicia chupar aquellos diminutos
pezones duritos y saborearlos, mordisquearlos, lamer sus aureolas rosadas y
apretarlos con mis manos despu�s.
Mientras lo hac�a, la ni�a se retorc�a de placer, gem�a como
una mujer pero muy bajito, cerraba los ojos dej�ndose hacer por su pap�, lam�
toda su piel desde el cuello hasta la goma de sus bragas blancas, y se las saqu�
con los dientes tirando hacia abajo. Ten�a un co�ito suave y rosado, sin un solo
pelo en �l, y brillaba ya por los jugos que lo humedec�an desde hace rato.
Con mis dedos separ� sus labios vaginales, estaban
hinchaditos y rosados, pegajosos del flujo que segregaban, y empec� a
acariciarlo de arriba abajo, se abr�a a mis dedos como una flor inmaculada y
seg�n avanzaban mis dedos hacia su agujero Carlita gem�a m�s y m�s agitadamente,
mientras mi mano derecha jugaba en su sexo, la izquierda me ayudaba a bajarme mi
slip hasta deshacerme de �l y dejar libre una polla de 20 cm a punto de
explotar.
Entraron dos dedos en su co�ito, que estaba ardiendo y
chorreando, los dos dedos entraban y sal�an tan f�cilmente que prob� a meter
tres, y entraban igual de bien, despu�s separ� sus piernas y hund� mi boca en
�l, com� hambriento de aquel manjar que se me ofrec�a, sabore� su primer orgasmo
derram�ndose en mi boca, met� la lengua en su vagina virgen de once a�os hasta
que la not� correrse por segunda vez, y entrando y saliendo mi lengua de su
agujero dilataba su peque�o ano con dos dedos quie entraban y sal�an con igual
facilidad.
Cuando ya no pude m�s, y a la tercera vez que la sent�
correrse en mi boca, me incorpor� y me ech� sobre ella, su cuerpecito de once
a�os parec�a de juguete bajo el m�o, cuando con cuidado met� la punta de mi
polla ardiendo en su abertura y pareci� que me aprisionaba con su carne aquel
co�ito excitado y virgen.
Metela papito, metemela ya, la quiero toda, la quiero
toda dentro papito...
Te la dar� toda Carlita, la vas a tener toda, te voy a
follar hasta el fondo mi ni�a.... vas a ver como....te voy a llenar de leche
caliente....
La ensart� con mi polla de un solo golpe, apenas grit� al
sentirse desvirgada y me agarr� los brazos con fuerza, era delicioso sentirme
dentro de aquel cuerpecito tan deseado al f�n, mi polla lat�a ardiendo dentro de
su peque�o co�o chorreando flujo y un poco de sangre que escurr�a por sus
piernas, y cuando la sent� quieta, empec� a bombearla una y otra vez, met�a y
sacaba mi polla de su co�ito cada vez m�s r�pido, a cada embestida era una
explosi�n de placer lo que nos provocaba a los dos, ella gem�a como una mujer
arque�ndose hacia m�, moviendo su culito para que a cada follada que la hac�a me
sintiese m�s dentro, y yo cre� que iba a traspasarla de tanto que la penetraba y
tan fuerte que la met�a a cada empuj�n.
Estuvimos as� follando casi media hora, sin parar de
embestirla, a veces paraba de follarla para detenerme a comerle los pechos o
lamerle su vagina dilatada y ardiente para en seguida volver a penetrarla otra
vez.
Al final, cuando sent� que ya no podr�a aguantar m�s la
corrida, y despu�s de haber sentido cuatro orgasmos de mi ni�a bajo mi cuerpo,
la volte� de forma que con un almohad�n la puse a cuatro patas sobre la cama y
agarrando sus caderas la atraje hacia m�.
Carlita, ahora se buena ni�a y dejate hacer, porque ese
culito tiene que ser mio...
Empec� a lamer su ano, estaba dilatado y chorreado de sus
jugos vaginales, enseguida se abri� como pidiendo que lo poseyera, con las
caricias de mi lengua y mis dedos consegu� meter hasta dos dedos dentro de su
culo, y cuando ya lo cre� preparado, la ensart� de golpe, apenas dur� unos
minutos sus lagrimas y sus quejas, porque ensguida entraba y sal�a mi polla de
su culito como el cuchillo en la mantequilla, era un placer incre�ble follarme
el culo de Carlita porque ella misma se golpeaba con las nalgas contra mi cuerpo
para sentir m�s placer a cada empuj�n que yo le daba, y en unos minutos me corr�
dentro de ella inundando su culito de leche caliente que le escurr�a por los
muslos abajo.
Despu�s de aquello, los dos nos quedamos agotados, dormidos,
desnudos y abrazados. Desde aquel d�a, Carlita fue mi amante a diario, era
nuestro secreto, nadie pensar�a que eramos otra cosa que padre e hija, pero cada
noche la hac�a m�a en la cama que compartiamos.
Dos a�os despu�s, teniendo ella trece a�os, qued� embarazada,
y nos cambiamos de ciudad donde nadie nos conociese; hoy en d�a Carlita tiene
diecisesis a�os, vivimos los dos en el campo y tenemos dos hijos en com�n. Nadie
sabe que es mi hija y no mi mujer, pero para nosotros es los mismo las dos
cosas.