Relato: Ramona, mi obsesi�n Mi historia sexual, comenz� desde temprana edad. Ya no
recuerdo exactamente cu�ndo ni c�mo, sin embargo a�n tengo grabadas en mi mente,
las centenares de veces que, a partir de la edad de 6 o 7 a�os, me regocij�
espiando a cuanta dama estaba a mi alcance.
Hoy sonr�o al rememorar aquellas peripecias atrevidas e
ingeniosas que creaba para cada ocasi�n, a fin de descubrir esos encantos
escondidos y disimulados entre sus ropas, y que dichas mujeres, misteriosamente
se obstinaban por mantener ocultos y guardados, como si se tratasen de secretos
arcanos de los cuales dependieran sus propias vidas.
En esa �poca no me importaba la edad, ni la condici�n f�sica
o mi relaci�n social o familiar respecto de mis v�ctimas femeninas.
Todas despertaban en m�, una insistente e insaciable
curiosidad.
S�... reconozco que de chico era un "vouyer" desenfrenado.
Esa pasi�n morbosa por espiar me condicionaba incluso a
observar a mis hermanas mientras se ba�aban, o cuando realizaban cualquier acto
que me permit�a visualizar sus partes �ntimas, las que... antes de aquella
�poca, tal vez me hab�an sido indiferentes.
A la edad de nueve a�os, creo que descubr� la
autosatisfacci�n, como �nico medio posible durante esa etapa, para aliviar mi
alocada y urgente explosi�n hormonal.
A los 13 a�os ya me consideraba todo un experto en el arte de
la masturbaci�n, y paralelamente, tambi�n en la habilidad de curiosear
morbosamente al sexo opuesto.
Una facultad que hab�a elaborado delicadamente y en la que me
perfeccionada d�a a d�a. Planificaba con detalle cada uno de los pasos a seguir,
y aunque dispon�a de escasos recursos t�cnicos, sin embargo... lograba
resultados asombrosos.
Era mi primer a�o de secundaria, y compart�amos las clases;
mitad alumnos varones y otra mitad de mujeres, las que me ten�an casi todas, en
un estado permanente de alteraci�n er�tica.
Con una de ellas, hab�a llegado a disfrutar de algunas breves
caricias sobre su uniforme escolar, y tambi�n sobre ciertas partes "permitidas"
de su piel.
Adem�s, hab�amos compartido muchos besos, aunque no muy
apasionados
En fin... esa era mi escasa experiencia sexual con contacto
real, acumulada hasta aquel momento.
Ese verano... me fui de vacaciones a la casa de mi hermana
mayor (ya casada y madre de dos beb�s), para aprovechar con ellos, la pileta de
nataci�n que hab�an inaugurado en su lujoso jard�n.
La familia de mi hermana, estaba compuesta por ella y su
marido, su primer hijo de casi dos a�os, la bebita de apenas treinta d�as, y
durante esos tres meses veraniegos... yo.
Debido al gran trabajo que les ocasionaban, tanto el cuidado
de la inmensa residencia como los ni�os peque�os, recientemente hab�an
contratado a una empleada dom�stica ("cama adentro"... es decir que,
pr�cticamente conviv�a con ellos, todos los d�as, salvo los domingos que era su
jornada de franco)
Se llamaba Ramona y ten�a 17 a�os reci�n cumplidos.
Alta, morena, de cabello ondulado casi renegrido. Sus ojos
inmensos, de color miel y ligeramente rasgados.
Delgada, con senos menudos y delicados; sus formas finas y
esbeltas, quiz�s no fuesen las apropiadas para ser una modelo espectacular, sin
embargo a m� me fascinaron desde el primer segundo que la observ�.
El d�a que la conoc�, casi me caigo de espaldas.
Estaba sentada al borde de la piscina, ten�a a mi sobrino en
su regazo, y para distraer al peque�o, agitaba el agua con su mano libre. El
ni�o, estaba molesto e irritado, probablemente sent�a celos por la hermanita
reci�n nacida. Y en un arrebato col�rico, con sus manotazos, arranc� de su
lugar, el sost�n de la joven.
Ambos senos, liberados de la prenda, se mostraban erguidos y
marcados por un color blanquecino que diferenciaba notablemente a esa piel
sensible del resto, obviamente m�s curtida por el sol.
Con mucha paciencia y sin desesperarse, la muchacha, sujet� a
la criatura con ambas manos, lo sent� en un sill�n de reposo vecino, y luego
atendi� y corrigi� la postura de su corpi�o.
Toda la acci�n no se extendi� m�s all� del medio minuto, pero
fue lo suficiente como para que, tanto mi cu�ado como yo, pos�ramos nuestra
vista con gran inter�s en los atributos accidentalmente expuestos de Ramona.
Ella se sonri� con gracia, mostrando unos dientes casi
perfectos. Parec�a no haberle dado ninguna importancia al hecho, y actuaba con
total sencillez.
El ni�o ya es un "precoz" seductor- coment�, ri�ndose.-
jejee-
S�... Ramona, deber�s tener cuidado de �l...
jjajaaajjjaa... y de los otros dos "precoces" tambi�n- contest� mi hermana
mirando alternadamente a su esposo y a m�.
En fin... conclu� que era una preciosura, una hermosa joven,
atractiva, simp�tica y muy vivaracha.
No pod�a apartar mi mirada de sus piernas, las que me
parec�an un regalo de los dioses. Las ten�a cubiertas por una fina vellosidad
aterciopelada, muy tenue y que brillaba majestuosamente con rayos de color
dorado frente la exposici�n del sol. Era como una ofrenda carnal e irreal
afortunadamente dispuesta ante mis ojos.
Una ilusi�n.
El frecuente uso de la pileta de nataci�n por toda la
familia, me posibilitaba verla portando ese diminuto bikini que realzaba sus
formas. Y ya despu�s de haber observado en detalle sus suaves curvas y su
excitante piel cobriza, pues no hac�a otra cosa, que masturbarme varias veces al
d�a, elaborando rebuscadas fantas�as con ella, e imagin�ndome el poco resto
escondido de sus pliegues de piel m�s �ntimos y que a�n desconoc�a.
A la tercera noche de mi estad�a en la casa, me dirig� a la
pileta, para refrescarme.
Inocentemente hab�a pensado, que quiz�s el agua fr�a pod�a
calmar mi constante sensaci�n de acaloramiento.
Pero... �qu� equivocaci�n la m�a!
Esa noche, estaba por convertirse en una de las m�s
sofocantes de toda mi vida.
Al volver de la piscina, mojado y tembloroso por el fr�o del
agua, me acerqu� al cuarto donde se colgaba la ropa a ventilar, buscando una
toalla que hab�a dejado all� durante la tarde. Necesitaba secarme o envolverme
con ropa seca, porque me sent�a congelado. Casualmente, esa habitaci�n era la
contigua al dormitorio de Ramona.
Desde donde estaba, pude observar, que la ventana de la joven
estaba iluminada, aunque la persiana interna (que estaba cerrada), no permit�a
una visi�n total del interior desde donde yo me encontraba. Era mi oportunidad.
Enseguida me olvid� del fr�o. Y lo �nico que me importaba,
era verla.
As� que, acerc�ndome y buscando entre las celos�as un hueco
mayor, logr� al fin dar con el objetivo ansiado.
Un reducido agujero pero bastante apto para mis intenciones,
producto de un tabl�n mal deslizado, me otorg� la visi�n m�s er�tica que yo
recuerde haya tenido, en mi ya afiebrada adolescencia.
Ella se encontraba all� dentro, parcialmente desnuda,
prob�ndose frente al espejo, una ropa que mi hermana le hab�a regalado horas
antes.
La tan atractiva muchacha realiz� ese acto voluptuoso casi
frente a mis narices, una y otra vez.
Lentamente se despojaba de los vestidos, y se quedaba en ropa
interior. Luego... se miraba al espejo, pasaba delicadamente sus manos por su
vientre plano mientras quedaba de perfil al cristal, tambi�n se agachaba o se
tocaba las nalgas o sus pechos, y acto seguido, se probaba otra prenda nueva.
Giraba graciosamente sobre sus delicados pies, tanto con la vestimenta
seleccionada o bien semidesnuda, y as� me fue ofreciendo un espect�culo mucho
m�s perfecto del que yo hab�a esperado.
Sus prendas interiores transparentes, admit�an apreciar muy
sutilmente, la sensual oscuridad triangular del vello abundante de su pubis y
tambi�n los diminutos pezones que coronaban sus modestos y turgentes pechos. La
visi�n fue sensacional y en ese momento me pareci� incre�blemente fant�stica.
Evidentemente, estaba sinti�ndose muy satisfecha con su
cuerpo, y gozaba con la preciosa imagen reflejada de su parcial desnudez.
Su sonrisa casi inalterable, me demostr� que as� era.
Me sent�a preso de un ardor y deseo nunca antes alcanzado
A pesar de que ya la hab�a contemplado en bikini (que
curiosamente era m�s reducido que la ropa interior que ten�a puesta), y tambi�n
hab�a observado sus senos, gracias a mi sobrino... lo que seguramente m�s me
excitaba en ese momento, era el hecho que ella actuaba ingenuamente, con esa
total inocencia y espont�nea naturalidad, que tan s�lo aflora plenamente, en la
absoluta intimidad, sin la presencia de ning�n testigo extra�o o molesto.
Realizaba c�micos mohines con su cara, quiz� exageradamente,
cuando alguno de los vestidos le quedaba muy holgado o era demasiado inadecuado
para ella.
Esas morisquetas, a�n las recuerdo perfectamente, a pesar de
tener ahora... algo desdibujado o confuso, su rostro en mi memoria. Han
transcurrido 36 a�os desde aquel entonces, y hace 32 a�os que no nos vemos,
seguramente si nos encontr�semos en la calle, no nos reconocer�amos
inmediatamente.
En algunas ocasiones, sus caricias se deten�an sobre su
mont�culo p�lvico y hasta pude mirar cuando introdujo sus dedos en su orificio
m�s secreto, con un aparente agradable placer.
Esos sesenta minutos de libre y morbosa observaci�n, me
produjeron una excitaci�n tan feroz, que me vi obligado a masturbarme en dos
ocasiones all� mismo, frente a esa maravillosa ventana, y tambi�n despu�s, en la
soledad de mi habitaci�n, otras tres veces m�s, hasta saciar por completo mi
vehemente necesidad.
Bien... ya hab�a encontrado una actividad placentera aunque
fatigante, para mis noches febriles.
Aquello se transform� en una rutina, una obsesi�n fija e
invariable. Esperaba el momento en que todos se dorm�an, y subrepticiamente,
llegaba sigiloso hasta esa fascinante abertura, para intentar espiarla. Era como
un ritual, al cual esperaba deseoso durante todo el d�a.
Recuerdo haber estado horas enteras en el mismo lugar,
aguardando en absoluta inmovilidad, alguna actividad, luz o sonido. Y la mayor�a
de las veces, sin resultado alguno.
Creo que jam�s, como esas noches... he escuchado tan
detenidamente, el ritmo palpitante de mi propio coraz�n, como �nico y fiel
acompa�ante nocturno.
Y en las pocas oportunidades que se repitieron esas dulces
im�genes, parecidas a las que me fueron ofrecidas aquella dichosa primera vez,
mis latidos se aceleraban al doble.
Y por supuesto, mis eyaculaciones al aire tambi�n.
Durante el horario diurno, mi relaci�n con Ramona se
afianzaba cada vez m�s.
Comenc� a ayudarle desinteresadamente con sus quehaceres
dom�sticos, y le explicaba algunos temas que ella desconoc�a y que yo ya hab�a
aprendido recientemente en la ense�anza secundaria. Ramona no pudo acceder a
dicha instrucci�n, porque seg�n me coment�, se vio obligada a trabajar desde muy
peque�a debido a la pobreza absoluta de su familia.
Sin embargo era muy curiosa, y se preocupaba por aprender.
Cosa que hac�a muy r�pida y eficazmente. Ten�a una avidez extraordinaria por los
conocimientos human�sticos, y si hubiese estudiado, con toda certeza hoy ser�a,
tal vez historiadora, soci�loga o antrop�loga.
Era muy inteligente, y me produc�a mucha pena su falta de
estudios. Lo cre�a injusto y remediable, por eso mis ense�anzas se fueron
incrementando notablemente, a medida que mi alumna lo iba asimilando. Por otro
lado, cualquier pretexto que me acercara a ella era bueno, y ense�arle o
ayudarle, me causaba el mismo alegre entusiasmo. Lo �nico importante para m�,
era estar a su lado. Respirar el aire que ella exhalaba, emborracharme con su
aroma, y sentir el placentero deleite de un fugaz y no tan ocasional roce con su
cuerpo.
Eramos amigos casi inseparables. Claro... ella no pod�a
imaginarse lo que ocurr�a durante las noches, y muy pocas veces not� o se
preocup� por mi evidente estado de cansancio (debido a la falta de sue�o y
tambi�n a los innumerables trances de placer sexual solitario que gozaba en su
nombre). Generalmente yo dorm�a un par de horas durante el mediod�a, y de esa
forma, recuperaba en parte, mi gran gasto energ�tico nocturno.
So�aba con Ramona tanto de d�a como de noche, despierto o
dormido. Se estaba transformando para m�... en una man�a. Padec�a los s�ntomas
de una b�rbara pero exquisita magia de enamoramiento.
Buen d�a Micky... �C�mo van los �nimos?... �Y tu gripe
de verano? -
Mal, pero contigo se me olvida todo, Ramona querida -
Jajaaaaaa... reci�n te levantas, y... �Ya empiezas a
seducir?-
A�n no me dijiste como te sientes.-
�Y c�mo?... Como un preso �
A ver... cu�ntame acerca de eso...-
Pues me siento enloquecido, ilusionado, imagin�ndome un
mundo de fantas�as-
�Quieres hablarme de ellas?...-
No s� si deba.-
�Pero... est�s fantaseando con chicas?... �Qu�? - su
pregunta era directa, frontal y oportuna.
�Le�ste el poema que te escrib� anoche? � fue toda mi
respuesta. � Te lo dej� en tu mesa para que lo leyeras. -
A�n no, prefer� esperarte para que lo ley�ramos juntos.
�
Escribes bonito acerca de lo que te ocurre. � dijo
despu�s de leer la poes�a.
Me es dif�cil detallar mis emociones. Debe ser por
dem�s de dif�cil para cualquiera. -
No es tan dif�cil para ti. Eres muy h�bil para
explorarte y hablar de ello. -
Pues no s�, �ltimamente, se han incorporado muchos
elementos a esta reciente sensaci�n... �Se puede decir que es una
sensaci�n?... La verdad, ni lo s�. -
Ahhh... los bellos juegos er�ticos de la adolescencia.
Todo esto ocurri� sin novedades importantes, hasta finalizado
el primer mes.
El verano ya comenzaba a castigarnos con sus particulares
cualidades incluso mucho despu�s de la retirada del sol.
Una noche, ya calurosa por dem�s, era insoportable la alta
temperatura, casi nadie pod�a dormir y tuve que demorar mi programa de
observaci�n, porque encerrado en mi cuarto y a la expectativa, a�n escuchaba
sonidos y movimientos en la casa.
Reci�n cuando el hogar se sumi� en una completa calma y
quietud... entonces sal�...
Me acerqu� a esa adorada ventana, como quien se arrodilla
entregado frente a un altar. Con una sensaci�n de plena idolatr�a y hechizo por
el nuevo culto que me ten�a atrapado y completamente encandilado.
Como siempre... conservando el mayor de los silencios, y
descalzo para evitar ruidos inoportunos.
Esta vez, hab�a una peque�a luz encendida. Por supuesto, yo
me conformaba contemplando cualquier cosa, y aunque no lograse una imagen n�tida
de la rec�mara, lo mismo pegaba mi ojo expectante al agujerito en la persiana,
que ya era mi amigo y mi dispositivo ocular privado, como si se tratase de una
vieja c�mara fotogr�fica conocida.
Su cama parec�a en desorden, revuelta, pero estaba
abandonada... vac�a.
El velador de su mesa proyectaba gigantescas sombras sobre
las paredes y me esforc� desesperadamente por encontrarla a ella entre esas
formas indeterminadas y confusas, pero no aparec�a por ning�n lado.
Ingenuamente supuse que estar�a en el peque�o ba�o para su
uso privado.
Decid� esperarla, porque pens� que seguramente saldr�a del
ba�o casi desnuda, y no deseaba perderme ese manjar visual, que tan morbosamente
ansiaba.
�Qu� perdiste, Micky?- dijo una voz a mis espaldas.
Era Ramona, y por lo empapada que estaba, deduje que ven�a de
darse una zambullida en la pileta. El agua resbalaba sensualmente por su piel, y
ya hab�a formado un gran charco en el piso, alrededor de sus gr�ciles pies
desnudos. Eso me indicaba, que ya hac�a un buen rato que estaba detr�s de m�.
Con mi cabeza casi gacha le mir� at�nito, porque aunque
vest�a el bikini acostumbrado, ocultaba los menudos senos con sus brazos
cruzados sobre su pecho.
Yo tartamudeaba, no pod�a contestarle algo coherente. No
hab�a previsto la posibilidad de ser descubierto, y carec�a de una excusa
cre�ble.
No sab�a que inventar, la adrenalina inund� vertiginosamente
mi torrente sangu�neo en escasos microsegundos, y las sensaciones mezcladas de
p�nico, verg�enza y culpa, eran tan evidentes que hablaban por m�.
Seguramente mi cara estaba carente de alg�n color normal, y
quiz� un gesto infantil de terror dominaba y adornaba esa blancura sobrenatural.
Hab�a sido sorprendido con "las manos en la masa", de manera
sorpresiva y sin ninguna otra posibilidad de interpretaci�n m�s, que la de estar
espiando de forma intencional.
Ya... vete a tu habitaci�n. �
Es que... yo. Bueno, lo que ocurre es que... �
S�... Bien, no me expliques.- dijo, mir�ndome como
amenazadora.
D�jame que te aclare... mira... yo estaba all�... y...
No dir� nada a tu familia, pero vuelve a tu cama.-
Esa noche, no pude conciliar el sue�o. Imaginaba la siguiente
ma�ana que me aguardar�a, y no pod�a idear la manera de presentarme ante ella la
pr�xima vez.
Tambi�n pensaba que a pesar de haberme dicho todo lo
contrario... mi familia se enterar�a... y enfrentarlos ser�a un bochorno, una
tortura humillante.
Pero ninguna cosa ocurri�. Ella se comport� conmigo como si
nada hubiese sucedido.
Nuestras actividades se mantuvieron id�nticamente, sin cambio
o modificaci�n aparente. Sin embargo, yo sab�a que no era as�. Ramona, estaba
enterada que la hab�a espiado. Y en alg�n momento ese conflicto surgir�a.
Un mediod�a de s�bado, nos encontr�bamos solos, porque el
resto de la familia hab�an ido a visitar a la madre de mi cu�ado, que viv�a en
su pueblo natal, a 400 Km. de distancia.
Esta noche empieza mi d�a franco. � me dijo -�Y t�...
que har�s?-
�Yo?... Me quedar� aqu�. Alguien tiene que darle de
comer a los perros, y regar el jard�n.- respond� � Aparte, en casa de
mam�, me aburro. �
Est�s loco. �C�mo te vas a quedar solo? �
�Por qu�?... �Qu� tiene de malo?. Ramona... �ya soy
grande! - afirm�.
Para algunas cosas s�, y para otras no. S�lo tienes 13
a�os, y tu hermana me encarg� que te env�e a la casa de tu madre. As�
que... te ir�s.-
Pronto cumplir� 14... �Y dime... para cu�les cosas a�n
no soy grande?-
Jajajaaa... � ri� � la otra noche, me demostraste que
est�s en una etapa de crecimiento, pero todav�a no eres tan maduro como t�
crees. Y a�n te falta muuuucho camino por recorrer-
Eso de la otra noche, Ramona. Mira... te lo quise
explicar, pero no me dejaste... lo que pas� fue lo siguiente... -
balbuce�.
Te dije que no me expliques. Ya pas�, y no me molest�.
Lo que s� me molesta de verdad... es que me mientas.-
Nooooooo Ramona... te juro que no es como piensas... �
�Ahhhh no? �Acaso te crees que no te vi... todas las
otras noches anteriores, espi�ndome?-
De haber sido posible, hubiera pedido que me enterraran all�
y en ese mismo momento, para no sentir la verg�enza atroz, que me golpe� mil
veces m�s fuerte, que la vez en la que fui descubierto "in fraganti" frente a su
ventana.
Al final de la conversaci�n, tuve que confesarle con gran
dolor y una profunda turbaci�n, que s� hab�a ocurrido, tal como ella tan
h�bilmente deduc�a.
Que efectivamente, la vigilaba por las noches, y lo hac�a por
los motivos ocultos que ella ya hab�a sospechado.
Me aclar� que hab�a entendido la situaci�n, y que no
necesitaba sentirme tan pudoroso, y que era un acto com�n y normal para un chico
de mi edad.
S�lo me hab�a "pescado" un par de veces... as� que me
tranquilic�.
Me calmaron sus palabras como un b�lsamo animador.
Fue un gran alivio para m�, y despu�s de esa conversaci�n,
creo que termin� por enamorarme perdidamente de esa adorable mujer.
Permanecimos hablando durante toda la tarde, y casi hasta el
anochecer. Abordamos varios temas distintos, y dentro de esos temas, no faltaron
los er�ticos, que terminamos por tratar con una total naturalidad y sinceridad.
Nos confesamos ciertas intimidades que ni siquiera a nuestras sombras les
hab�amos confiado. Me cont� que, hasta hac�a muy poco tiempo, hab�a tenido un
novio estable durante dos a�os, y que con �l hab�a aprendido los placeres de la
carne. Yo le coment� mis breves experiencias con mi amiga y compa�era de
estudios, pero exagerando un poco los alcances a los que hab�amos llegado
realmente; como para darme una mayor importancia.
Le manifest� que no amaba a esa chica.
�C�mo son los besos de alguien que no amas?... �
pregunt� curiosa.
Un beso de quien no amo, es como un halago de quien no
me quiere- dije despu�s de pensarlo unos segundos, y agregu�:
El halago, no necesita provenir de una persona
"calificada", para halagar. El beso que emociona, quiz�s tampoco precise
nacer �nicamente de la persona amada.-
Una extra�a complicidad se hab�a generado entre los dos. Me
sent�a extremadamente feliz, y por su apariencia, parec�a que ella tambi�n.
Todas las ilusiones del mundo, acudieron a darse cita en mi ingenua mentalidad,
y hasta llegu� a pensar en declararle mi amor en ese instante.
Al terminar la charla, despu�s de mucho discutir, le convenc�
que me permitiera quedarme solo en la casa, durante el d�a domingo. As� lo hizo,
y antes de la hora 20:00 se dirigi� a la casa de sus padres, sin antes
detallarme cientos de recomendaciones de toda �ndole.
Ese domingo... me levant� temprano, acomod� todo el desorden,
tom� mucho sol, nad� un par de horas. Y como si fuera poco, regu� el jard�n y
hasta realic� torpemente algunas tareas de mantenimiento en la pileta, imitando
las que hab�a visto hacer a mi cu�ado. Al mediod�a ya estaba rendido, sin
embargo a�n me quedaron energ�as como para pensar en Ramona, y masturbarme
fren�ticamente.
Al las 2 de la tarde, sent� el cl�sico ruido de llaves en la
puerta principal y pens� que mi familia regresaba antes de lo indicado.
Pero, me hab�a equivocado... era Ramona.
Estaba m�s hermosa que nunca. Se hab�a vestido y arreglado de
forma muy especial.
�Qu� l�stima! � pens� - Est� m�s linda que
nunca... Tal vez, ya est� saliendo con alg�n nuevo novio-
Hola Micky... �C�mo te fue?... �Tuviste alg�n problema?
Hola preciosa.- le respond� mientras la besaba
tiernamente en la mejilla.
No, no, no tuve ning�n problema- tartamude�.
�Te ocurre algo Micky?-
No Ramona, es que te veo tan linda, que me
impresionas.-
Jajaajjaa... T� siempre tan exagerado.-
Y t�... �Para qu� volviste hoy, acaso te olvidaste de
algo?- a�ad�.
No Micky, lo que pasa, es que estaba preocupada por ti,
y decid� regresar ahora.-
�Pero... Ramona!, ya te dije... soy grande, y no
preciso de cuidados como un chico.-
Jejejejeeee, parece que nunca llegaremos a un acuerdo
con ese tema.- respondi�.
Mira, estaba cocinando una tonter�a para m�... si
quieres almorzamos juntos y luego te acompa�o nuevamente a tu casa o
ad�nde quieras.-
No... muchas gracias. Ya no deseo volver a mi casa.
Aparte, queda muy lejos, y tampoco me sentir�a tranquila sabiendo que
retornar�as solo.-
Juntos nos dispusimos a comer los repugnantes tallarines al
ajo, que de manera inepta, yo hab�a preparado. Pero luego de dos o tres bocados,
Ramona cruz� los cubiertos sobre el plato, y disimuladamente lo alej� hacia el
centro de la mesa.
�Te preparo otra cosa?... �Qu� tal un sandwich?...
Reconozco que me quedaron un poco picantes.-
Jajaaaaa... �S�lo un poco?...- me dijo sonriendo,
mientras hizo el adem�n de dirigir aire a su boca con la mano.
Nos re�amos por cualquier motivo, y aunque no pudimos
terminar siquiera nuestro primer plato, debe haber sido el almuerzo m�s
espl�ndido de mi juventud.
�Qu� te parece si abrimos una de las botellas de vino
que est�n guardadas en la bodega?-
�Estas loco?... �Qu� me dir�a tu hermana si se entera?-
No se enterar�... ser� un secreto entre nosotros.-
No... no me parece bien.-
Ramona... el agua no nos calmar� esta sed. Y s� que te
gusta ese vino, te vi c�mo lo disfrutaste el otro d�a, durante la reuni�n
que hicieron el viernes pasado.-
S�... es verdad, me gusta, pero insisto... no creo que
sea una buena idea.-
Al final, descorchamos el sabroso vino en cuesti�n, y tras
beber dos vasos cada uno, quedamos bastante alterados y bajo los efectos l�gicos
del noble alcohol.
La confidencialidad, volvi� a emerger en nuestra
conversaci�n, las risas eran m�s frecuentes, y un brillo delator en nuestros
ojos, acusaba una borrachera incipiente que ya compart�amos con placer
desbocado.
Nuestras lenguas se soltaron, y cuando llegamos al tema de
"aquella" noche
Entonces, me anim� a confesarle el profundo deseo que sent�a
por ella.
No pareci� asombrarse, su reacci�n fue incre�ble. Parec�a
como que esperaba esa declaraci�n.
Acto seguido, se incorpor� de su silla, se acerc� a mi lado y
tom�ndome por sorpresa, estamp� sobre mis labios, el beso m�s sensual que hasta
ese momento de mi vida, me hab�an ofrecido. Envolv� su cintura con mis brazos y
la atraje hacia m�. Con mucha delicadeza la sent� sobre mis piernas, y torci� su
t�rax para quedar frente a frente, a�n unidos por nuestras bocas.
Casi sin palabras mediante, iniciamos un juego de caricias y
besuqueos que estaban a punto de llevarme al paroxismo infinito. Un mundo de
sensaciones taladraba mi cerebro, con r�tmicos estallidos de deliciosa
voluptuosidad. Jam�s me hab�a imaginado que mis fantas�as podr�an concretarse.
Al fin ten�a a mi amada entre mis brazos, tan �vida y ansiosa como yo. Los
susurros que emit�a, su respiraci�n agitada, su lengua enloquecida, sus manos
explorando mi cuerpo, tan anhelantemente como yo hac�a con el suyo, me
confirmaban que su �mpetu ardiente era similar al m�o.
Nuestra excitaci�n fue creciendo hasta l�mites
insospechables. Al fin alcanc� a rozar sus pechos por sobre la suavidad de su
fina blusa, y comprobando que no rechazaba mis amorosos mimos cargados de
inflamaci�n y deseo, intent� avanzar a�n m�s dicha incursi�n. Con una gran carga
de timidez, desabroch� los botones de su blusa, que me permitieron observar y
frotar suavemente el nacimiento de esos senos tan so�ados en mis noches de
pasi�n solitaria.
Sent�a el relieve de sus pezones en la palma de mi mano,
abarqu� tambi�n el esplendor de cada pecho con una ambiciosa impaciencia.
Necesitaba besarlos, lamerlos, sentir esa especial tersura en mis labios. No me
alcanzaban ambas manos para satisfacer mi necesidad de incorporar inmediatamente
su piel a la m�a. Quer�a fundirme en ella, unir cada poro m�o con los suyos. Ya
no eran caricias, eran como expresiones incansables del fuego interior que, una
vez nacido en mis entra�as, requer�a una fuga inmediata en ese juego
incontrolable que mis manos y mi lengua ya no pod�an complacer.
Mis manos jugaron con cada seno, incansables. Apret�
ligeramente las hermosas protuberancias peque�as y endurecidas; que se asomaban
rebeldes en el centro la convexidad de su sujetador. Sent�a mi pene embravecido
luchando contra su prisi�n de tela, y esforz�ndose in�tilmente por escapar.
Notaba una gran cantidad de l�quido preseminal fluyendo incontrolable dentro de
mis pantalones cortos, los cuales estaban a punto de estallar por la presi�n
ejercida desde adentro
Participaba completamente feliz de una lluvia de sensaciones
que, como corrientes contagiosas de placer, recorrieron todos mis sentidos y
cada part�cula de mi ser, sobre todo all�, en la ingle y tambi�n donde la mano
de mi amada se solazaba jugando con mi nuca.
Aut�nticas, incre�bles, extraordinarias sensaciones las que
descubr� esa noche y casi por primera vez.
Recuerdo tambi�n cuando mis manos palparon t�midamente la
piel de sus muslos; inquietante, dulce, y placenteramente fue mi mano izquierda
meti�ndose debajo de la falda hasta llegar a sus bragas. Estaba habituado a no
sobrepasar dicho l�mite, impuesto anteriormente por mi compa�era de clase. Y
dudaba si continuar o no, dicho avance. Tem�a una resistencia r�gida y feroz,
parecida a la que aquella otra chica me ten�a acostumbrado.
Mis dedos parec�an enloquecidos. Recorr�an sus muslos,
saltaban a su vientre y los laterales de sus nalgas, pero no me animaba siquiera
a rozar el sector hasta ahora "prohibido". Esperaba un gui�o de aceptaci�n de
parte de mi diosa.
Estos pensamientos no lograron frustrar ni entorpecer el goce
de sus besos y contestarlos con todo mi amor, y mi ser, con toda mi percepci�n
puesta en los labios que besaban y eran besados y en la danza enloquecida de
nuestras lenguas, que buscaban introducir todo su volumen en la cavidad del
otro, como serpientes furiosas y combativas. Ella, temblorosa encima de m�,
palpitante y tr�mula, nunca dej� de besarme, con modestia al principio, y de
manera salvaje al momento de sucederse las caricias. Nuestras bocas se lam�an,
se mord�an, se chupaban mucho... demasiado, los dientes se entrechocaban
accidentalmente y nuestras salivas con fuerte sabor a vino, pimienta y ajo, se
fusionaban, como un preludio que anticipaba un mayor intercambio de fluidos, que
no tardar�a en suceder.
Necesitaba respirar, me asfixiaba. El calor era
impresionante, not� como mi semen bull�a y la humedad de nuestra piel,
copiosamente flu�a como un arroyo de aguas cristalinas. Tambi�n quer�a hablarle,
decirle que la amaba. Aunque continuaba reprimiendo esa revelaci�n, por temor a
arruinarlo todo. La separ� cari�osamente, tom� su rostro con ambas manos y la
mir� detenidamente. La pintura tan detallada y armoniosamente dispuesta, que
hab�a lucido al llegar, ahora se encontraba como una mancha rid�cula, esparcida
por todo su semblante.
En sus mejillas, hab�a un abstracto collagge color negro proveniente de sus
pesta�as, mezclado con una tonalidad roja que seguramente hab�a estado cubriendo
sus labios; y ciertos azules o verdosos brillantes, a�n permanec�an
milagrosamente indemnes en sus p�rpados.
Acercando mi nariz a la suya, le pregunt� sin pensar:
�Te gustan mis besos, preciosa?.-
�Claro, tontito!... �O crees que si no me gustaran,
seguir�a bes�ndote?-
Su obvia respuesta me hizo sentir el idiota m�s idiota del
planeta. Pero tal vez por esa inseguridad propia de mi inferior condici�n,
debido a mi edad... segu� consult�ndole:
�Puedo acariciarte toda? �
Cari�o... mejor no hables. Y deja que nuestros cuerpos
se manifiesten por s� mismos.-
Ramona, es que estoy desesperado, ya no resisto m�s. Me
siento morir.
Su respuesta fue concluyente. Tom� mi mano izquierda con una
suya, y la gui� decididamente dirigi�ndola hacia su v�rtice m�s ardiente. Abri�
un poco sus piernas, corri� hacia un costado sus bragas e introdujo mi mano con
la palma hacia arriba, entre esas piernas adorables. Mi mano, inquieta,
jugueteaba en territorio desconocido.
All� mismo donde nac�a su sexo y donde yo, desde ese preciso
instante, pretend�a quedarme para toda mi la eternidad.
Era la primera vez en mi vida que tocaba los genitales de una
mujer.
Miles de veces lo hab�a imaginado, pero jam�s hab�a
sospechado que dicho lugar pudiese emitir tanto calor y humedad.
Estaba sorprendido, mareado y un poco confundido.
Mi turbaci�n ya era incre�ble, explor� con prisa aquella zona
de su cuerpo. Identifiqu� cada parte aprendida en teor�a. Reconoc� los labios
mayores, los menores y su cl�toris, y hasta logr� introducir mi dedo �ndice en
su abertura. Sent�a su flujo muy caliente, y la extra�a suavidad de las paredes
interiores, como as� tambi�n pude comprobar la hipersensibilidad que ella
acusaba en esa zona, tras el paso inexperto de mi dedo invasor. Era como
introducir el �ndice en un pote de mantequilla caliente. Una alucinaci�n quiz�.
No pod�a estar ocurri�ndome a m�.
Ella gem�a, retorc�a todo su cuerpo, y su boca seca estaba
ansiosa por la m�a, a�n m�s que antes. Mientras me besaba, jadeaba, suspiraba y
se retorc�a.
Mi goce ya era interminable. Hab�a logrado mi m�ximo deseo, y
pretend�a no separarme nunca m�s de ese �ngel que aprisionaba mi mano entre sus
dos templos de carne, con mi dedo en su vulva hirviente, sus labios,
mordisqueando mi lengua, y sus brazos aferr�ndome con fuerza y efusi�n. Casi
todo mi ser deseaba penetrarla, no solamente en su vagina o en su boca.
Pretend�a introducirme por completo en su organismo. Deliraba de placer, era
como una droga malsana, que deformaba mi realidad.
Sus movimientos r�tmicos y convulsivos me indicaban la manera
precisa como deb�a acariciar el interior de su sexo. Cuando lo requer�a, ella
mov�a acompasadamente su pelvis y frotaba su cl�toris contra mi pulgar. Mi dedo
m�s gordo no cesaba de encontrarse con esa diminuta protuberancia erecta que,
hasta ese momento, yo conoc�a s�lo por su nombre y por los mitos que se
escuchaban alrededor de su importancia.
Se abrieron sin aviso, las puertas de su gloria personal del
placer, inesperada, y casi sublimemente. Se sofocaba, murmuraba palabras que no
comprend�, se apret� a�n m�s contra mi pulgar y asfixiando mi pene con sus dedos
alargados por encima de mi ropa... explot� en una ola tormentosa de �xtasis
profundo.
Nunca antes hab�a presenciado un acto semejante.
Estaba embelesado por ser... no s�lo testigo, sino tambi�n
part�cipe. Es m�s, no lo cre�a. Pens� que era un sue�o, no pod�a ser real.
Suspir� largamente, me mir� a los ojos, se sonri� y cay� con
su cuerpo laxo sobre mi pecho. El placer la hab�a agotado. Pens� que eso era
todo, pero otra vez me equivocaba. En realidad, ignoraba las numerosas sorpresas
que esta muchacha casi perfecta, me ten�a reservadas.
Pronto, comenzaron otra vez los besos y caricias, aunque
hab�a retirado mi mano de su sexo cansado o irritado. No lo supe con certeza.
Al abrazarla, mis dedos de esa mano, se acercaron a mi cara
por detr�s de su espalda. Los ol�, curioso por la viscosidad que chorreaban y
que hab�a logrado arrebatar de sus profundidades, como un ladr�n improvisado.
Percib� un perfume salado, fuerte y picante; similar al que yo hab�a olfateado
en las bragas de mis hermanas, que a escondidas, y del cesto de la ropa sucia,
sol�a secuestrar en mi casa por escasos minutos.
Me embriagu� con ese aroma tan peculiar, que enardec�a a�n
m�s, mi deseo con potencia incre�ble. Saqu� mi lengua y prob� su sabor. Fue una
delicia salada, un licor o elixir celestial.
Absolutamente todo de esa mujer me ten�a atrapado. Ya no
ten�a escape posible, deseaba acompa�arla por el resto de mi vida.
Se acomod� de manera tal, que le posibilitaba acceder a mi
miembro inflamado y a�n angustiosamente encerrado dentro de mi traje de ba�o.
Abri� la cremallera pl�stica, y lo quit� de su encierro tan
cruel. Me dol�an los test�culos, y mi pene tan apretado pudo al fin ser liberado
Su mano derecha, la m�s investigadora, camin� sobre el tronco
de mi falo. Acarici� mis pocos pelos e introdujo sus dedos entre mis muslos como
buscando separarlos; entend� y los separ� con gusto, con una luminosa sonrisa de
feliz complacencia, precisamente esperando que sus dedos recorrieran la bolsa de
mis test�culos. As� lo hizo. Acarici� la zona mansamente y a pesar de estar
completamente mojado por mis l�quidos, luego se agach�, lami�, atrap� y bes� mi
glande, hasta que not� que mi urgencia era la soberana.
Pronto las ropas estuvieron de m�s. Casi con violencia, nos
las arrancamos uno al otro
Sin preguntarme siquiera, se sent� sobre m�, coloc� sus
piernas exageradamente abiertas a mis costados, y gui� mi �rgano viril, erecto
en su m�ximo esplendor, hacia la entrada de su vagina.
Con una presi�n imperceptible, el glande ingres� f�cilmente,
y todo el resto fue engullido por esa hambrienta boca vertical; resbalando en la
cremosa humedad caliente y exagerada, all� acumulada.
La sensaci�n era indescriptible. El calor, el roce con sus
paredes estrechas y untuosas, el ir y venir de sus movimientos p�lvicos, el
choque de nuestros pubis, entremezclando nuestra vellosidad y jugos. Me
extasiaba tambi�n, con la imagen de sus peque�os senos bailoteando al comp�s de
su ritmo veloz. Lo sublim� a tal punto que supuse ser�a el paso previo a la
muerte. Como lo m�s puro, sagrado y et�reo y a la vez animal.
No dur� mucho tiempo dentro de ella. El baile er�tico tan
�gil, me hab�a transportado hasta un nivel de excitaci�n m�s all� de lo
soportable. Mi inexperiencia, y la gran urgencia contenida, me hizo explotar en
una abundancia de rayos luminosos. Una tempestad el�ctrica recorri� mi columna,
depositando toda la fuerza del poderoso hurac�n en un solo punto.
Mis test�culos y mi pene estaban en ebullici�n, y
salvajemente eyacul� como un volc�n ingobernable. Ella continuaba su baile
enloquecido, y segundos despu�s, tambi�n se parti� en mil pedazos, gozando una
vez m�s la consagraci�n de su placer, con espasmos y contracciones que
presionaban firmemente mi miembro con sus m�sculos vaginales. Era una vagina
agradecida, que abrazaba y tambi�n abrasaba, a su amante usurpador.
Y el palpitar vaginal, cre�, era una demostraci�n asombrosa
de afecto y complacencia. Sent� un bienestar maravilloso.
Mi erecci�n mantuvo su firmeza durante breves segundos, y
luego fue mermando, hasta que una vez blando y escurridizo, se sali� de su tan
preciosa celda.
Lam� su rostro, su cuello, sus pezones y cada parte de su
piel a la que pod�a acceder con mis labios. Me mir� con sus enormes ojazos
seductores entrecerrados.
Ayyyy Micky. �No sabes cu�nto te necesitaba! �
�Y yo preciosa?... ni te lo imaginas.-
Cari�o... para ser virgen, te arreglaste bastante
bien.-
Gracias amor. Eres un encanto.-
En ese momento, desde su vulva brot� ruidoso, un espeso
chorro de esperma y flujo, cayendo sobre mis piernas. Tambi�n comenz� a
escaparse aire desde el rec�ndito t�nel, hecho que nos produjo gracia y una risa
incontenible, porque el sonido simulaba perfectamente a la flatulencia similar,
que normalmente se fuga por el ano.
Sin embargo nada de esto me produjo asco o repulsi�n. Creo
que mientras sostuvimos nuestra relaci�n amorosa, (que dur� cuatro a�os
posteriores) jam�s sent� rechazo por ninguna de sus excreciones, o sus olores,
ni siquiera en los casos considerados como repugnantes (seg�n el criterio de
quienes se lo he comentado).
Se dirigi� al ba�o, quer�a higienizarse, y yo hice lo mismo.
En la ducha, volvimos a acariciarnos. La sola imagen de su
desnudez, me provocaba un deseo permanente, imposible de ocultar.
Nos enjabonamos mutuamente, continuamos la sesi�n de besos
desenfrenados. Quer�a repetir la penetraci�n que tanto me hab�a agradado. Era mi
�nico objetivo. Lo intent�, acomodando su cuerpo contra los azulejos de la
pared, de forma que su entrepierna quedase expuesta a las embestidas
precipitadas de mi pene. Pero me tranquiliz�, y me solicit� que esperase, que ya
tendr�amos todo el tiempo del mundo.
Tu familia regresar� el mi�rcoles o jueves. � murmur� -
�Sabes las veces que podemos hacer el amor, durante ese tiempo? �
A�n no puedo creerlo. Te juro que te deseaba m�s que a
mi propia vida.-
Lo s�, cari�o. Lo s�. Pero debo ense�arte algunas
cositas, para mejorar a�n m�s nuestro placer. �
�Qu� cositas?-
Pues varias... no te dir� que no he gozado. Mentir�a si
dijera eso. Pero deber� mostrarte ciertos aspectos que satisfacen a las
mujeres, y con tanta rapidez, no pude ni siquiera mencion�rtelas.
�Comprendes? �
S�, claro preciosa. Soy todo o�dos. Dime... �Qu� debo
hacerte?-
No... no. As� no. Lo entender�s mucho mejor en la cama.
Ven, d�jame secarte y vamos a mi habitaci�n -
Su pelo mojado, la redondez de sus nalgas, a las que casi no
hab�a acariciado, el bamboleo de sus caderas. Sus piernas perfectas
sincronizadas en una marcha casi nupcial. Esta visi�n de su parte trasera me
llev� maniatado atr�s del lujurioso vaiv�n de sus pasos, como un ap�ndice m�s en
su cuerpo.
Llegu� casi hipnotizado hasta sus blancas s�banas.
Ning�n hecho, por m�s significativo o importante que hubiese
ocurrido, hubiera podido separarme de ella en ese momento.
Aunque la ciudad completa se hubiese incendiado, yo hubiera
permanecido all�, hasta que las llamas hubiesen quemado mi carne.
Estaba m�s excitado que antes. Al llegar, la tumb�
r�pidamente sobre la cama e intent� subirme encima de ella, con el fin de
penetrarla. Pero... otra vez me lo impidi�.
Est�s muy apurado, cari�o. Y las mujeres tenemos otros
tiempos �
�A qu� te refieres Ramona? Expl�came, por favor.-
Mira... yo tengo una particularidad especial. Me gusta
sentir varios orgasmos antes del coito. �Entiendes?... deber�s hacer un
peque�o esfuerzo conmigo.-
No, no entiendo. �Acaso no te hice justamente eso, con
mis dedos hace unos minutos? �
S�, cari�o. S�. Pero no es del todo suficiente para
m�.-
Esa noche, me ense�o sus maneras. No todas, porque con el
tiempo fueron apareciendo algunas otras nuevas.
Su mayor goce, lo obten�a mediante el sexo oral. La hab�a
visto gozar dos orgasmos maravillosos en la primera sesi�n apresurada que
tuvimos en el comedor. Pero no hab�an sido casi nada comparados con los que
experiment�, al ense�arme como deb�a estimularla con mi boca.
Sus convulsiones eran mucho m�s acentuadas, gritaba hasta
aullar, parec�a una enferma espasm�dica, y tampoco ten�a l�mites. Creo que perd�
la cuenta de la cantidad de veces que lleg� al cl�max mayor.
Al principio, me ense�� como deb�a provocar su piel, sin
atacar directamente su vulva. Con suaves caricias de mis labios y mi lengua,
comenzando por su cuello, rostro, labios, senos y vientre. Luego sus piernas,
culo, pies... absolutamente toda su epidermis, sin dejar un solo mil�metro sin
escudri�ar.
Al terminar esa agotadora tarea, reci�n comenzaba la m�s
importante, que era la acci�n sobre su vagina.
Muy sutilmente en el inicio, besaba las partes que me
indicaba. Como por ejemplo: su monte de venus superpoblado por caprichosos rulos
oscuros, o la sensible zona entre su ano y su canal vaginal, los muslos
internos. Su pubis era angelical, y sus pliegues m�s �ntimos me transportaban a
mundos extra�os, habitados por antiguos seres primitivos... millones de a�os
atr�s, donde quiz�s, gracias a dichos sabores y aromas, toda la humanidad
actual, basa su propia existencia.
En ese sector, pod�a quedarme horas enteras. Si me lo hubiese
pedido, hasta hubiera vivido eternamente lamiendo su entrepierna.
S�lo al final, me dedicaba a su cl�toris. Primero deb�a
aguardar a que �ste saliera de su capullo natural de piel, sin est�mulo directo.
Luego... una vez que se asomaba a mi encuentro... entonces s�, lam�a,
succionaba, besaba, chupaba y volv�a a lamer ese botoncito m�gico, con una
fruici�n espectacular, hasta que sus sacudidas me indicaban que estaba
aproxim�ndose a una nueva meseta de estallidos. Yo variaba el ritmo de mis
lamidas seg�n su voluntad.
All�... �s���������!... Ah�... Ah� mismo.-
Espera... espera... s���... m�s arriba... �Esooooooooo!
S����, amor.-
�Qu� lindo me lo haces!... Mmmmmmhhhhhhhhh... S������-
Ahora suave, suave, mi vida... suavecito.
Eso... mi vida... �esoooooooooooo!-
Bien... s�����... sigue as�... As�����-
No te detengas... �sigueeeeeeeee!... �sigueeeeeeeeeee
as�����!-
M�s r�pido Micky... m�s r�pido amor. �S������!...
�As�!...-
Ahhhhhhhhhgggggggggg... �Dios m�oooooo!-
Generalmente, para ese momento, mi excitaci�n ya no ten�a
nombre. Sin embargo soportaba pacientemente esos ejercicios sexuales, como un
b�falo atado a un pesado aparejo, resoplando agitada y furiosamente, mientras
ella repet�a sus orgasmos incontables, y con igual energ�a. Era incansable.
Verdaderamente, me costaba admitir que una persona pudiera sobrevivir luego de
tanto placer.
A su pedido, le introduc�a mis dedos en su vagina, en su ano
o en su boca, seg�n me lo solicitaba. Acarici� miles de veces sus senos con mis
manos o mi lengua, seg�n la ocasi�n.
Me adiestr� a localizar una zona muy er�gena (el ahora tan
famoso punto "G"), y ya no me costaba ning�n trabajo encontrarlo de inmediato.
Para ello met�a dos de mis dedos en su vagina, orientando las yemas hacia
arriba, y al llegar a la zona rugosa, buscaba y exploraba en ese reducido
sector, ella me se�alaba el sitio exacto donde rozar y estimular, para
provocarle unas sensaciones que fue incapaz de describirme.
Cuando ella observaba que ya casi no le quedaban m�s fuerzas,
ahorraba una �ltima para satisfacerme a m�. Cosa que yo le agradec�a de
inmediato, porque mi necesidad, com�nmente en esos momentos, era de extremada
exigencia.
Sin embargo, tambi�n me aleccion� en el arte de la
penetraci�n.
Cuando yo no pod�a controlar mis urgentes impulsos
eyaculatorios, se retiraba velozmente, presionaba y asfixiaba el glande de mi
miembro, y de esa forma, lograba detenerme como por arte de magia. Al cabo de
unos segundos, volv�amos a una violenta o bien delicada introducci�n de mi pene,
dependiendo ambas modalidades de ciertos aspectos, que yo a�n no entend�a
perfectamente.
Estaba confundido en casi todo, pero mi fascinaci�n era tal
que; sin pensarlo, hubiera dado mi vida por ella.
Estaba en un limbo desconocido. Saturado de sexo, amor y
lujuria. Asombro y admiraci�n. Dolor y placer. Espera y exuberancia.
Descubr� con esta mujer, los laberintos m�s complejos de la
l�bido. Recorr� caminos asombrosos, inusuales para un chico de 13 a�os en
aquellas �pocas.
Siempre hice todo cuanto me pidi�. Jam�s me opuse a nada. Al
contrario, con el tiempo aprend�, que mi �nico placer consist�a en darle placer,
y saturarla con ello.
Esa actitud me otorgaba un aparente y considerable poder
sobre Ramona, que me enorgullec�a, aunque era otra fantas�a m�s de mi parte.
La realidad era muy diferente... ella me ten�a completamente
a su merced.
Yo me sent�a plet�rico, multiplicado hasta el infinito, hab�a
superado de forma exagerada, cualquier expectativa.
En esos cuatro d�as de eminente felicidad, literalmente
vivimos en la cama. Casi no sal�amos de ella, salvo para los casos de extrema
obligaci�n.
Con estupor, llegu� a contabilizar 31 veces, en las que yo
hab�a eyaculado. Pero de verdad me fue imposible enumerar sus orgasmos. A�n
conservo esa rid�cula man�a de contabilizar o llevar registros num�ricos en mi
mente, de las cosas m�s ins�litas.
Rendidos y exhaustos, nos dorm�amos enlazados a pesar del
calor, por breves intervalos, para comenzar nuevamente ante la menor o m�s sutil
insinuaci�n de parte del otro. Fuimos dos m�quinas del amor. Sincronizamos
perfectamente nuestros �mpetus, y recuerdo un solo caso en el que me falt� el
vigor necesario para complacerla. Absolutamente todo estaba intr�nsecamente
dispuesto para deleitarnos mutuamente.
El d�a martes, me sorprendi� otra vez. En el instante en que
mi excitaci�n ya era arrolladora, se dio vuelta como lo hab�a hecho otras veces.
Apoy� manos y rodillas sobre el colch�n, y se acomod� como a m� tanto me
agradaba. Pero en vez de pedirme una penetraci�n normal; levantando bien en alto
su cola, me suplic� que le introdujera mi pene en su recto. Yo estaba
maravillado, absorto y cautivado por la imagen de sus dos aberturas a mi total
disposici�n. El aro rosado de su ano, rodeado de pliegues de color caf�, era un
secreto ya descubierto por mis dedos y mi lengua, pero esa iba a ser la primera
vez que lo intentar�a con mi �rgano sexual. Nos acomodamos, le unt� crema
humectante seg�n me indic�, y le hice los masajes previos conforme a su gu�a.
Cuando ya cre�amos que estaba bastante dilatado me incorpor�
detr�s, presion� la punta en la abertura y sent� como ese aro musculoso comenz�
a ceder, aunque no mucho.
Me cost� horadar el esf�nter, pero cuando mi glande atraves�
la primera barrera anillar, el resto lo hizo sin ninguna dificultad.
El vaiv�n del mete y saca, se fue haciendo mas acelerado. Y
comprob� que gracias a las pr�cticas anteriores, pod�a controlar mi eyaculaci�n
casi a voluntad.
Mientras yo me entreten�a con su conducto excretor, ella
estimulaba su cl�toris con una de sus manos, por debajo de su vientre. Sent�
cuando tuvo uno, dos, tres y m�s orgasmos seguidos.
Demor� a prop�sito mi final. Me ped�a a gritos que acabase.
Ella ya se encontraba al borde de la extenuaci�n f�sica y
mental, pero no me detuve, y al contrario, continu� impuls�ndome en dicho
apretado canal, que me proporcionaba sensaciones majestuosas.
Sus dedos, se mov�an furiosamente entre sus piernas, y lo
�nico que yo lamentaba, era no poder observar su expresi�n de gozo, que era como
un regalo para mi nueva condici�n de hombre. Con ella aprend� que lo �nico que
me interesaba del sexo, era proporcionarle a mi amada, el m�ximo deleite y
satisfacci�n posibles. Y que gracias a eso, mi placer tambi�n estaba asegurado.
Ramona estaba llegando a uno de los "grandes". As� los
llamaba.
Se estaba generando un orgasmo de tal magnitud, que incluso,
a veces hasta le daban temor, seg�n me hab�a manifestado.
Yo ya hab�a presenciado algunos grandes, pero �ste fue
brutal.
Desde su garganta comenzaron a surgir extra�os sonidos, como
guturales o animales. Su cabeza, se apoyaba sobre una y otra mejilla, con
movimientos intermitentes muy veloces; de verdad, los giros de su cuello eran
inusitados, violentos... casi peligrosos.
Todo su cuerpo estaba recibiendo andanadas el�ctricas, se
contorsionaba, presionaba su culo contra mi cadera y para aumentar el
enclavamiento aparecieron prontas sus manos, las que tomaron una nalga cada una,
y abrieron el canal al m�ximo posible.
Su esf�nter se cerraba cuando yo pretend�a extraer mi
miembro, hecho que me produc�a cierto dolor, y se relajaba permisivo ante una
nueva embestida.
Juntos, alcanzamos una aceleraci�n bestial, era lacerante,
punzante. En sus profundidades, mi cabeza se encontraba con un duro objeto, que
supuse ser�an excrementos dispuestos a ser expulsados prontamente.
Sus gemidos se transformaron en alaridos, escuch� su garganta
como asfixiada por burbujas de su propia saliva y al fin, se relaj�. Sent� de
golpe... una total distensi�n de todos sus m�sculos, y desde su vagina emergi�
un grueso chorro de l�quido caliente y espeso, que empap� mi escroto, mis
piernas y la cama.
Se ha orinado- pens�
Debe ser orina... �Qu� otra cosa podr�a ser?...
De pronto, sent� que se desplomaba. Como una mu�equita de
trapo sin vida, se dej� caer sobre la cama, arrastr�ndome atr�s de ella. Yo
estaba conectado a su vida, sus entra�as eran m�as, y no hab�a nada en el mundo
que pudiera detener mi avance.
Segu� movi�ndome en su interior, golpe� varias veces m�s mis
test�culos contra su vulva inflamada, hasta que sent� un chorro de esperma
ardiente que cre� brotar desde mi columna vertebral. Como un poseso... me hund�
a�n m�s en su interior, y descargu� mi asalto final.
Ya no era solamente placer. Algo m�s se hab�a incorporado en
mi persona.
Ella estaba casi desfallecida, y al retirarme, de su ano
surgi� un manantial de semen, crema, sangre y heces, unidas en una amalgama
indefinida de color marr�n, que salpic� mi vientre, y cay� sobre las s�banas.
Hab�amos llegado a cierto l�mite desconocido, y me asust�
reconocerlo.
A pesar del reducido tama�o de mi miembro er�ctil, hab�a
conseguido da�ar sin quererlo, alg�n tejido interno de su recto. Limpi� como
pude su cuerpo tan manchado, me higienic�, retir� todas las s�banas, que estaban
ya m�s que sucias, y le apliqu� en su vulva y su trasero, una crema que us�bamos
para la inflamaci�n d�rmica de la bebita. Temblaba todo mi
cuerpo, pero sobretodo, las piernas, las cuales casi no me respondieron con
total normalidad, hasta pasadas dos horas m�s.
Ella actuaba como entregada. Desde ese d�a, nos pertenecimos
uno al otro, regidos por un pacto m�rbido que todav�a ignor�bamos.
Al d�a siguiente, a�n se sent�a dolorida en ambos canales.
Pero ello no le obstaculiz� a satisfacer mis deseos con su boca. Hacia la tarde,
a�n le dol�a el ano, pero su ranura vaginal estaba recuperada, y logramos hacer
el amor, aunque muy apaciblemente.
Mi amor... algo te ocurre. Creo que te lastim� otra
vez. �
�Por qu� lo dices, Micky?... No me duele... en
absoluto. Es m�s, pensaba buscarte nuevamente dentro de unos minutos.-
Es que cuando fui al ba�o a orinar, me encontr� el pene
con restos de sangre. Y ya verifiqu� que no es m�a.-
�Ahhhhhhhh!... no tontuelo. Lo que ocurre, es que
empec� a menstruar. Pero no te preocupes, si te d
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Relato: Ramona, mi obsesi�n
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