Relato: Mis amores con un cura





Relato: Mis amores con un cura


Mis amores con un cura




Cuando comenc� a colaborar en la parroquia del padre Hans, en
aquellas largas vacaciones del Seminario, sab�a que yo era un peque�o impostor.
Hab�a entrado a la carrera religiosa con el enorme benepl�cito de mis padres,
pero en realidad era una forma de huir de mi mismo. Mas que dar curso a mi
vocaci�n sacerdotal, buscaba tapar mis "inclinaciones" me gustaban los hombres.
Y esas "inclinaciones" eran en mis ojos adolescentes y pueblerinos una
aberraci�n. La culpa me golpeaba. La verg�enza me inundaba los brazos y las
piernas flacas. El terror empa�aba mis anteojos de fuerte aumento. Estaba
aterrado que mi padre se enterara. Su �nico hijo var�n hab�a resultado puto. Mi
viejo, estoy seguro, hubiera preferido que le saliera un hijo ladr�n a un hijo
marica.



Mis diarios rezos hab�an sido insuficientes. El Se�or no me
hab�a escuchado: ay mi Dios no quiero ser como esos dos muchachos de la vuelta,
tan afeminados y exclu�dos en sus gestos amanerados y desafiantes. No quiero
quedarme solo en la vida, quiero conocer el amor, formar una familia, ay Dios
haceme normal��Dios te prometo lo que tu me pidas si me haces normal, si dejas
que me incline por las mujeres, esas criaturas suaves y piadosas, que no me
mueven un pelo. Dios haceme hombre, macho, heterosexual y masculino. Haceme
novio, marido, padre�. No quiero ser puto. Quiero pensar en alianzas, reglas,
dolores premenstruales, tama�o del corpi�o que regalar. Quiero ser padre. Ay
Dios, que te cuesta: prometo nunca mas usar la trusa de mi hermana mayor, el
polvo para el rostro Flor de Durazno, la crema depilatoria Emile Damian. Nunca
mas mirar� a otro muchacho, ni me masturbar� pensando en uno. Te lo juro .Lo
prometo. Besar� vulvas femeninas, tetas, ombligos de hembras. Y si tienen olor a
besugo, apretar� la nariz y lo har� igual.



Pero nada, nada de nada � Que he hecho mi Se�or para terminar
gustando de la carne de cerdo?



Me faltaban cojones para aceptar mi condici�n de gay. No
ten�a huevos, valor ni coraje. Era un as en el arte del disimulo: si no te das
cuenta te miro el culo�. Y disimulando, disimulando me convert� en el chico
piadoso que quer�a ser sacerdote. Un tesoro mi hijo, ser� hombre de la Iglesia,
y viera que inteligente y dulce es��.



La visi�n de los otros seminaristas en las duchas, con sus
cuerpos masculinos en plena juventud, aquellas pijas movi�ndose pendularmente,
aquella sexualidad reprimida que llenaba de ansiedad y de leche agria aquellos
huevos juveniles, toda esa situaci�n de encierro y represi�n, esa inquietud
encerrada de tantos hombres desnudos juntos simulando una castidad casi
imposible, me resultaba insoportable. Yo solo ve�a un desfile interminable de
pijas, pelotas, garchas, huevos, bolas, vergas, gambas culos, piernas nalgas,
garchas, test�culos. Ay papi que lindo estas, dame ese palo enjabonado que te lo
dejo limpito�..Que culito hermoso y que feo es de cara ��



Y entre tantos hombres en pelotas, tantos seminaristas
esbeltos y atl�ticos, aquel osito, aquel gordito peludo unos a�os mayor que yo,
que me deslumbraba con la amplitud de pecho y sus espaldas, su vello repartido
por todas partes, aquella panza soberbia, redonda y contundente, desafiando las
reglas de la belleza cl�sica, aquellas piernas fuertes, aquel enorme culo,
redondo y saliente, aquellos huevos, aquella sexualidad a flor de piel. El
muchacho me atra�a , y yo no sab�a porqu�. Si est� bien, yo sab�a porqu� pero
lo negaba. Como deseaba acostarme sobre ese cuerpo fuerte, velludo, fornido e
inmensamente varonil, y recostar mi cabeza casi rapada en ese pecho amplio esas
tetas rosadas y regordetas. Su panza tan masculina y elevada , cubierta de pelos
suaves me volv�a loco. Nos mir�bamos mucho y estoy casi convencido que habia una
fuerza de atracci�n que nos hac�a estremecer pero nunca hicimos nada, mas que
mirarnos con lujuria. Mi oso del Seminario, tan hermoso y extraordinario.



Muchos a�os despu�s lo vi en una disco gay, segu�a siendo
sacerdote pero de vez en cuando se soltaba las trenzas . Que sensaci�n de
tristeza me dio verlo ahora cuando ambos acept�bamos nuestra condici�n, muchos
a�os despues. Se llamaba Marcial, y si a�n lo recuerdo con tanta ternura , es
porque lo nuestro nunca existi�. Fue solo un intercambio de miradas, un brillo
de los ojos que emerg�a de aquellos claustros opacos, de aquella vida gris y
marr�n, del encierro que yo hab�a buscado.



Huyendo de la atracci�n por Marcial y por tantos otros
hombres j�venes, en esas vacaciones, me acerqu� a aqulla parroquia de un pueblo
suburbano donde el padre Hans manejaba un comedor escolar. El trabajo era arduo
y el cansancio consegu�a borrar al menos temporariamente esa necesidad imperiosa
de otros machos, de otras pieles, ese desgraciado plano inclinado del sexo. Me
calentaba con cualquier cosa y con cualquiera y necesitaba exhorcizar esa
necesidad imperiosa de la carne, pero no sab�a como.



Cuando lleg� el padre Rudolph (Rudy) me senti menos solo y
mas acompa�ado. Los otros muchachos no me prestaban atenci�n, y el trabajo en
esas condiciones era rutinario. El padre Rudy hab�a llegado a la Argentina por
primera vez, no hablaba espa�ol a�n y respond�a a la misma forma f�sica de
Marcial: era un oso rubio, gordito y fuerte, de 1,78 m de estatura, cabellos
color trigo maduro, ojos verdes claros y una piel no muy expuesta a los rayos
del sol. Rudy era un oso hermoso, demasiado bello para ser cura, demasiado
atractivo para aquel pueblo perdido, demasiado sexy para tomar clases de espa�ol
conmigo.



El padre Hans me hab�a seleccionado para darle clases de
nuestro idioma y todos los dias iba a la peque�a biblioteca anexa a su cuarto, a
ense�arle espa�ol aprovechando mis conociemientos de ingl�s, idioma que el
hablaba con fluidez.



Al principio me cost� que aprendiera algunas palabas, pero
luego una vez entrados en confianza, el di�logo se hizo mas fluido y el aprendi�
un vocabulario cada vez mas amplio.



Le ense�� algunos insultos propios del habla popular
argentina y el los aprendi� muy pronto y rotas las barreras en el trato, comenz�
una amistad muy c�lida que en mi caso era calentura, deseo, ganas de hacer algo
con aquel oso clerical.



En la primera quincena de enero me iba de vacaciones con mi
familia y por eso le coment� que por ese tiempo no le dar�a clases. El demostr�
que sentir�a mi ausencia y asi me lo hizo saber. No me das un beso me dijo, a
modo de despedida. Mi coraz�n de mariquita inocente ah� salt� y le dije "no uno
sino diez". Pero fue un solo beso, un beso en la mejilla sonrojada de Rudy, un
beso casi casto, h�medo y tierno. El gir� la cara luego y not� sus ojos
emocionados. Eramos dos solitarios: el un cura alem�n en un pa�s lejano, gay y
reprimido , un osito excepcionalmente sexy y dulce y yo un adolescente
confundido , mas adulto que lo que indicaba mi edad, pero tan solo y sufriente
como el. Ambos teniendo que esconder nuestros sentimientos. Dos machos calientes
sin salida�.



Esas dos semanas de separaci�n fueron de dolor. Ay Dios
dec�a, me condenas a ser puto, a depender del amor que la sociedad desprecia, me
ciegas con esta tentaci�n de la pija de los otros, ese terror de entregar mi
alma al diablo, este temor de morirme sin conocer el amor y encima me traes a un
oso germ�nico que necesita de mis besos para no sentirse mas solo. Y yo tambien
necesito esos besos mi Se�or, Y yo aqu� camino por estas calles que huelen a mar
y a sal y mi carne se estremece por este deseo absurdo e imposible de un hombre,
al que el sexo le est� vedado.



Ay Dios, elijo esta carrera para que mi sexo enmudezca y se
vaya muriendo de a poco y resulta que me haces crecer el deseo, incrementas mi
necesidad del cuerpo de los otros. Que cruel es eso mi Dios�.



En la segunda semana, invent� la necesidad de volver a mi
pueblo por un requerimiento del padre Hans, y mis botines viejos llegaron hasta
la parroquia, y sin tocar la puerta , me introduje en la noche, y saltando los
charcos de la lluvia reciente, asustando a unas pocas palomas que emprendieron
vuelo al percibirme, fui corriendo hacia el cuarto de Rudy, mi oso dulce con
sotana, y, sin permiso, como un intruso, como un virus desbocado, como un p�jaro
nocturno me llegu� hasta su cama, hasta el rinc�n triste donde su cuerpo
regordete roncaba el sue�o de cerveza de aquel s�bado de enero.



Y apoy� mi boca adolescente, sobre su flequillo iluminado por
algun rayo de luna, y bes� sus ojos, y el se despert� sobresaltado y yo lo
abrac� y el me apart� y luego me estrech� en sus brazos y sonri�. Me bes� en
ambas mejillas y mientras lo destapaba de sus cobijas grises , busqu� su boca y
el me dijo, "Asi vas bien�.



En ese beso estaba mi reclamo de una vida, ay Dios que bien
besaba Rudy, y que lindo pasaba su lengua por mi boca enloqueci�ndome. Le com�a
la boca a besos y el respond�a con sus labios , su lengua fuerte y h�meda, con
tus manos acariciando mi pelo adolescente , ese que hoy ya no tengo, y mi nuca y
mis hombros



Ay Rudy, mi amor�.Aquella noche solo hubieron besos y abrazos
y caricias y me qued� dormido en sus brazos fuertes, mi cara fr�a contra su
pecho peludo , contra sus vellos rubios y rizados y suaves.



Tras servir la cena de los ni�os, una noche me hizo un gesto
y no supe que quer�a hasta que me percat� que estaba invit�ndome a pasar a su
cuarto y cuando lo hice , lo esper� unos segundos y el entr� y me dijo "en que
lado de la luna vivis?" y comenz� a sacarme la ropa y yo a desnudarlo y el a
besar mi boca y yo a responder y en cada beso y abrazo hab�a muchas palabras no
dichas, un deseo inmenso que recorr�a mi piel juvenil y que en la suya se hac�a
piel de gallina, porque era una lucha desesperada contra la tentaci�n y que
siempre se perd�a, y el comenz� a besarme el pecho despacio y yo a sentir su
lengua recorrer mi torso, hundirse en mi ombligo, recorrer mis ingles y mis
huevos y el interior de mis piernas y por fin el tronco duro de mi pija erecta y
se la puso en la boca y sent� la fuerza de su succi�n que me hac�a doler y
retir� su boca de mi pija, y el me dijo "que no quer�s" y yo le dije que quer�a
que si queria pero que lo hiciera mas suavemente y moderando su pasi�n continu�
chup�ndomela hasta que mis gemidos casi se hicieron gritos y estalle en cuatro
chorros largos y blancos sobre su pecho peludo tan osuno com fuerte ay mi amor.
Me detuve un instante y apret� sus huevos gordos y calientes y luego chup� su
pia hasta que cas� grit� de la desesperaci�n y tras un rato que me pareci� muy
largo , ech� su leche sobre mi cuello y mi pelo y mis brazos.



Y casi todas las noches nos sorprend�a la luz del d�a
deslizandose por las cortinas, abrazados, con su cuerpo pegado al mio y mi boca
oliendo sus besos y mi piel oliendo a su piel y yo me preguntaba si eso era el
amor o solo una aventura y le pedia mas y mas pero hab�a obligaciones que
cumplir, tareas que realizar , compromisos. El padre Hans se percat� de nuestra
excesiva intimidad, de nuestro estar siempre juntos, de esa complicidad que nos
hac�a reir al mismo tiempo de ciertas cosas. Nos descubri� porque no hab�a
manera de esconder ese v�nculo inmombrable entre un hombre de la Iglesia y un
seminarista y por fin le dio a Rudy la opci�n de quedarse en el pa�s pero sin mi
, o de volver a su pa�s.



Ay primer amor , angel rubio que hoy peinas canas, rascas
barriga y bebes cerveza, perdona la ingenuidad de haber cre�do en el cari�o que
me expresabas. Perdona por ese amor inmenso que te tuve y que tanto llor� cuando
te fuiste. Acepta mis sinceras excusas por no haber podido comprender que no fui
nada para vos, y que yo pudiera haber sido otro adolescente confundido y
calent�n, que atrajiste para apaciguar tu nostalgia y tu soledad. O para
aprovechar tu sexualidad desatada y diab�lica. Disculpa mi clara ceguera de
pensar que me amabas y que dar�as tu vida por mi. Y por favor, si alguna vez
escuchas a Bach desnudo y osuno, velludo y feliz como aquellos domingos conmigo,
al menos recu�rdate de mi, aunque ya no te acuerdes de mi nombre, ni de mi piel
, ni de mis gemidos al hacer el amor. Aunque ya no tengas presente el color de
mis l�grimas, ni el verdor de mi aliento.



En alguna de esas ciudades de tu pa�s, llenas de tavernas con
olor al l�pulo desplaz�ndose por los pisos, recuerda por un segundo, aunque mas
no sea a aquel adolescente que te am�.



galansoy



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