Desde aquella vez, hac�a ya semanas, no hab�a vuelto a
degustar las mieles del sexo y ya lo iba echando de menos, sin embargo, Anita, a
la que con 12 a�os, le arrebat� la frescura de su virginidad, no le era ya
suficiente para su satisfacci�n, se la hab�a follado ya tantas veces, que su
polla no sent�a ya la opresi�n de aquel co�o que la abrazara, l�stima que a las
nenas, en cuanto se las folla bien, se les agrande el co�o, con lo deliciosa que
la encontraba hac�a tan poco tiempo, ahora era una zorra caliente en busca de
macho, ofreci�ndosele cada dos por tres pero no le hac�a asco, con gusto se la
met�a para calmar tales ardores juveniles y, claro est�, a nadie le amarga un
dulce, sin embargo, le apetec�a sentir en su piel, la inocencia de un cuerpo sin
estrenar, ese temblar de miedo ante el desconocimiento de lo que ocurrir�a.
Aquella tarde, a la hora de la clase, Anita, sali� de casa
cerrando la puerta tras de s�. Apenas hizo esto, se sac� las bragas y las guard�
en la mochila. Se sent�a mal, solo ten�a ganas de follar con aquella mole gorda
y pestosa que era el vecino, se hab�a pasado el d�a meti�ndose el dedo,
masturb�ndose a cada rato, tan bajo hab�a ca�do�
Subi� a toda prisa, su respiraci�n era agitada por la
calentura y apenas, Juan cerrara la puerta tras de s�, la chiquilla se despoj�
de toda ropa, mostrando su delgado y casi infantil cuerpo ante los ojos saltones
del sesent�n.
El hombre se le acerc� y le pellizc� un pez�n al tiempo que
con la otra mano rozaba levemente la rajita ya h�meda de la adolescente, que,
apenas sinti� el contacto se deshizo en una corrida sobre aquel gordo dedo al
tiempo que jadeaba como una gatita en celo.
"Ya sabes lo que tienes que hacer"(le dijo �l) y ella,
obediente, le desabroch� los pantalones que cayeron al suelo, baj� los
calzoncillos, que, en su tiempo, debieron ser blancos y le comi� la polla como
la m�s experta de las mujeres, aquella boquita la abarcaba toda, se la tragaba
entera, procurando al hombre un placer incalculable, mientras tanto, �l se iba
despojando de sus zapatos y sac�ndose los pantalones pero la ni�a, no se la
sacaba de la boca, la embadurnaba bien con su saliva, la llenaba de babas, la
tragaba y lam�a sin que los movimientos del hombre, supusieran un problema para
ello.
Se sent� sobre los pies de Juan y este, con los calcetines
a�n puestos, mov�a los dedos procurando caricias en el cl�toris de Ana, que se
retorc�a de gusto y hac�a la mamada m�s rica a�n, si cabe. S�, realmente lo
hac�a bien, pero no por gusto, si no porque sab�a que si era buena, le dar�a lo
que hab�a venido buscando con tanto af�n.
Al maduro, se le puso bastante gorda por las chupadas, pero
cuando Anita, le lam�a el capullo, se sinti� que no iba a aguatar mucho m�s y la
apart�.
La levant� y la llev� a su sucia cama, con s�banas sin
cambiar desde hac�a tiempo, abri�ndole mucho las piernas. Era incre�ble la
elasticidad que ten�an las chicas a tan tempranas edades. Ella, ten�a los ojos
cerrados, no pod�a tenerlos abiertos y mirar a la cara de aquel t�o pero s� que
le gustaba las caricias que le propiciaba.
Cuidadosamente, lam�a sus pechitos, sus pezones, les daba
peque�os mordiscos que hac�an que se retorciera del gusto, arranc�ndole peque�os
gemidos de placer. Baj� por su cuerpo, pasando la lengua por la suave piel hasta
llegar a su co�ito, dulce y con los peque�os vellos asom�ndole apenas. Juan con
los labios atrap� el cl�toris de la chiquilla para a continuaci�n meterle la
lengua. Aquello a ella la volv�a loca, pero justo, cuando se iba a correr, �l
apart� su boca y le encaj� la polla hasta el infinito.
Comenz� el mete-saca y la joven, bajo aquel cuerpo
monstruoso, se promet�a a s� misma que no lo har�a m�s, aquello era demasiado
sucio, estaba fatal, si se enterasen sus padres de lo que hac�an en sus ratos de
clase, la matar�an, pero se sent�a confusa, ya que aquello, que tan asqueroso le
parec�a, a la vez, le daba mucho gustito porque las arremetidas eran cada vez
m�s fuerte y sin remediarlo, se corri� varias veces sin descanso.
Juan la ten�a bien agarrada bajo su obeso cuerpo.
En un determinado momento, h�bilmente, dio media vuelta
poni�ndose debajo, dejando a la ni�a ahora encima de s�.
No sab�a cabalgar a�n, pero �l la ayudaba movi�ndola a su
antojo. Le pellizcaba las tetitas, la besaba meti�ndole la lengua hasta la
garganta, llen�ndola de babas, cosa que a ella, le asqueaba sobremanera, pero
como lo que ten�a dentro de su cuerpo, le sab�a tan riqu�simo, se dejaba hacer,
se dejaba besar, chupar, pellizcar, sin oponer resistencia alguna.
Cuando el sexagenario se hubo hartado a bombear, se la sac� y
la meti� de nuevo en la boca y, esta vez, no tuvo problemas en derramarle toda
la espesa leche para que ella bebiese, viendo como se le derramaba por las
comisuras de los labios, ya que no daba abasto a tragar todo aquello de golpe.
All� qued� �l como un animal saciado, con la respiraci�n de
un cerdo.
Anita, se levant� como pudo y, con el temblor aun en sus
delgadas piernas, se ase�, se visti� y baj� a su casa, donde en la intimidad de
su habitaci�n llor� de rabia por sentir aquellos impulsos, odiando su cuerpo que
le hacia aquellas "malas pasadas" y jur�ndose a s� misma no volver a caer en sus
bajos instintos nunca m�s.