7:37 a.m.
-Oh! mierda- farfullaba Scully mientras intentaba
quitarse la ropa empapada y llena de barro. -No me lo puedo creer, de veras
que no. Como vuelva a llamarme a las tres de la mañana para ir en busca
de sus marcianitos verdes... le cojo y le estampo contra la pared.
Se fue quitando poco a poco la ropa, levantando
su ceja cada vez que encontraba más y más barro en lugares que
hacia mucho tiempo que no llegaba nadie. Eran las siete y media de la mañana
de un frío sábado invernal y estaba calada hasta los huesos. Una
vez que estuvo desnuda se metió en la bañera y empezó a
ducharse con el agua tan caliente que su piel empezaba a enrojecerse. Protestó
de nuevo cuando encontró más barro en su pelo.
Ya sabía que no sería buena idea
perseguir a una nave extraterrestre en pleno invierno y a las cinco de la mañana,
pero como Mulder se lo había pedido, pues tenía que ir. No es
que en realidad la molestase, en el fondo le gustaba, pero aquel día
estaba realmente cansada. Justo una hora antes de que le llamase su querido
compañero, había estado vomitando la cena, el estómago
seguía doliéndole a rabiar, y la pastilla parecía no querer
hacer efecto sobre ella. Sus buenos modales y las horas semanales de yoga no
parecían hacerle efecto en días malos como ese. Se exaltaba con
todo, y la pagaba con quien no debía.
Acabó de ducharse y se envolvió
en su caliente albornoz. Fue a la cocina para tomarse un zumo de naranja. Por
la ventana ya entraban los primeros rayos de luz. Había estado más
de media hora bajo la ducha. Estaba realmente cansada, así que después
de lavar el vaso que acababa de utilizar, y acordarse por milésima vez
de Mulder, al pensar que él dejaría el vaso a merced de todo bicho
viviente; se fue a la habitación.
-¡Dios! Ahora no tengo sueño-
Se oyó decir a sí misma en cuanto vio la cama. Entristecida, se
acabó de quitar el albornoz y se puso una camiseta ancha. Por unos minutos
se agradeció a sí misma el haber rechazado la oferta de su madre
de irse a vivir con ella para que no se sintiera tan sola; pues entonces no
podría estar así como estaba ahora. Con una camiseta. Solo eso.
A pesar de saber que no iba a pegar ojo en
todo el día, se tumbó sobre la cama y dejó caer sus párpados.
Se sentía extraña. Bueno, no exactamente extraña, más
bien excitada. El estar corriendo toda la noche, el cansarse y sentir la respiración
agitada, no sólo la enfurecía como se podía apreciar, sino
que extrañamente la excitaba. Encima aquel día Mulder había
prestado su lado más caballeroso quitándose su cazadora de cuero
y dándosela a ella para que no cogiese frío. Aún recordaba
su olor característico y su tacto...
Una de sus manos se introdujo discretamente
bajo su camiseta, acariciando su estómago, y deseando secretamente que
fuesen las manos de Mulder las que le acariciasen. Alargó la mano que
le quedaba libre y abriendo un cajón de su mesita de noche, sacó
una foto de Mulder. Aún recordaba cuando él se la dio. Un día
estando en su casa, la vio tumbada en la estantería. Él le contó
una rara historia de su última borrachera y de una sesión de fotos...
el caso es que salía guapísimo, y él se la regaló.
Se quedó mirando la foto por más
de un minuto, mientras se seguía acariciando lenta pero habilidosamente
por todo el cuerpo. Volvió a cerrar los ojos y pensó en él.
En cómo le gustaría acariciar todo su cuerpo, besar aquellos labios
hechos para el deseo y quedarse abrazada a él cuando hubiese terminado
de hacerle el amor... tres o cuatro veces. Sonrió ante tal pensamiento.
Ya se habían acercado más en
dos ocasiones; la primera en el pasillo del apartamento de Mulder, cuando ella
fue trasladada a Salt Lake City. Sólo una abeja la separó de lo
que había deseado en mucho tiempo. Y la segunda en año nuevo,
no hacía mucho en realidad. Aún podía notar los carnosos
labios de Mulder sobre los suyos. No es que hubiese sido un gran beso, pero
para ella había significado mucho. Había sido dulce, un beso lleno
de amor. Pudo ver el miedo en los ojos de Mulder esperando la reacción
que ella tendría, pero al ver la sonrisa de tonta enamorada que no pudo
evitar Scully, se tranquilizó.
-Ay !- Suspiró ella mientras seguía
tocándose y pensando en él. Recorrió con su mano la parte
interior de sus muslos, mientras no dejaba de repetir "Mulder, Mulder,
Muldeer..."
Soltó el cuadro, y se llevó esa
misma mano a la boca, se lamió los dedos y los condujo lenta pero segura,
a su sexo. Jugueteó con los dedos, introduciéndolos y esparciendo
sus líquidos por su vórtice del placer.
Ya se había acostumbrado a ese ritual.
Después de una noche de "cacería", llegaba a casa, se
daba una buena ducha, o un buen baño y se tumbaba en la cama pensando
en Mulder mientras se masturbaba...
- Muu..l..derrr...- Volvió a suspirar.
A veces pensaba en lo que haría su compañero.
Si quizás él también se masturbaba pensando en ella, o
por el contrario, solo fantaseaba con las mujeres de las películas que
tiene guardadas en el cajón... En cómo sería si estuviesen
juntos, en la cama, sacando el máximo placer posible de sus cuerpos...
Y el hecho era que ese simple pensamiento la hacía ruborizar. A veces
también se imaginaba que él la espiaba a oscuras, como aquella
vez, escondido en las sombras de su habitación...
Su mano subió hasta sus pechos, acariciando
sus pezones y mojándose los labios con la punta de su lengua. Deseaba
que fuesen las manos de Mulder y no las suyas las que estuviesen haciendo aquello,
pero por otra parte, no quería arriesgar lo que tenían. Y un pensamiento
no dejaba de repetirse en su cabeza. "¿Por qué debe ser todo
tan complicado? ¿Por que no simplemente me puedo acostar con él
sin ningún compromiso?" Sonrió. Las monjas de su escuela
dirían que ese era un pensamiento pecaminoso y carnal, predispuesto para
los hombres, y no para una señorita. Por una vez les dio la razón.
Por más que pensase en el sexo sin compromiso, sabía que sería
ella la primera en querer a tener a Mulder en su cama para siempre, y no por
capricho de una noche.
Poco a poco la respiración de Scully
fue más y más deprisa, al igual que sus manos, moviéndose
alocadamente por su sexo. Y en un momento ella estaba acabando, mientras gritaba
"Mulder" como una súplica. Le deseaba tanto...
Scully se lamió los dedos, y con una
sonrisa tonta en la cara se acercó a la ventana para tomar un poco el
aire. La abrió y sacó la cabeza por ella. La lluvia que había
cesado una hora antes, había empezado a caer con más fuerza. Le
daba igual. Era en esos momentos cuando se sentía realmente libre, cuando
dejaba su racionalidad, su escepticismo... dejaba volar su mente y se entregaba
por completo a ese cúmulo de sensaciones: después de tener un
orgasmo, con medio cuerpo fuera de la ventana, y la lluvia empapándola
por completo.
Al cabo de un rato, volvió a la calidez
de su cuarto. Se quitó la camiseta mojada, se pasó una toalla
por el pelo y se puso esta vez una camiseta de tirantes. No había conseguido
quitar todo la humedad del pelo, y algunas gotas caían incesantes sobre
sus hombros. La sensación de su ardiente cuerpo, con las frías
gotas... se reprochó a sí misma el estar excitándose de
nuevo.
-Por Dios Scully, controla esas hormonas- ¿Scully?
Rió. Ya ni siquiera ella misma se llamaba Dana. Ahora le parecía
mucho más cálido su apellido que su propio nombre. Había
cambiado tanto en ella aquel hombre... Y no se arrepentía de nada. Se
asombró de lo poderoso que puede llegar a ser el amor.
Al momento sacudió su cabeza. Necesitaba
descansar. Volvió a su cómoda cama, y tapándose un poco
con la manta, durmió plácidamente todo el resto del día.
Soñando.
FIN