Verde, all� donde miraba, ve�a el verde los prados, la ni�a
con dos coletas y un simple traje de lana corr�a locamente entre las matas.
Corr�a buscando la silueta de su padre trabajando en el campo y cuando le
encontrase, el soltar�a la azada y la levantar�a en brazos d�ndole la impresi�n
de que pod�a volar, remontar los cielos como una ave. La ni�a gritaba de alegr�a
y el rostro de su padre, marcado por el sol y los eternos d�as de labranza,
tambi�n sonre�a.
Una mano comenzaba a acariciarla, subiendo por los pies. Minu
se despert� del sue�o para darse cuenta que nuevamente le hab�an tapado los ojos
y recordar que estaba atada por las mu�ecas y tobillos. Concentro todos sus
sentidos en quien estaba ahora acariciando sus pechos al descubierto.
Eran unas manos enormes, y sab�an lo que hac�an, pues sus
pezones ya estaban erectos y una humedad incipiente comenzaba a invadirla. Ahora
sent�a su aliento sobre su vientre, unos labios comenzaron a besar su piel.
Los labios, comenzaron a subir por su piel hasta llegar a uno
de sus pezones. Minu se estremeci� al sentir como esos labios tomaban su pez�n y
una lujurienta boca lo succionaba.
Las manos bajaron por su vientre y de un furioso tiron le
arranco la �nica prenda que llevaba. Minu gimi� cuando aquellas enormes manos
comenzaron a acercarse a su pubis. Los besos continuaron por su cuello hasta
llegar a sus labios.
Minu respiro el aroma del hombre, cuando su aliento llego a
su rostro, ol�a a almizcle mezclado con olor de excitaci�n animal. Sus labios
intentaron resistir, pero era tal la suavidad del hombre que Minu se dejo llevar
por la pasi�n y acepto calurosamente el beso.
Sus bocas se abrieron y la lengua de el, la invadi� con
ferocidad. Minu nunca hab�a sentido nada igual. La lengua era enorme y casi no
pod�a albergarla en su boca. Durante unos instantes pens� que la lengua seguir�a
entrando hasta asfixiarla pero se detuvo para saborear su paladar.
Las manos separaron los labios del sexo de Minu, y comenzaron
a palpar su interior. Minu comenz� a temblar por el calor que crec�a en su
interior. La boca del hombre se alejo de su rostro y se dirigi� a su a donde
nacia su monte de venus.
Todo su cuerpo se estremeci� cuando esa lengua comenz� a
lamer su centro del placer. Los labios atraparon su cl�toris y su boca comenz� a
succionarlo ruidosamente. Minu se dejaba llevar por el placer.
Volvi� a sentir las manos del hombre en la entrada de su
sexo. Dos dedos humedecidos por sus abundantes efluvios entraron en ella hasta
toparse con su himen. La otra mano se dirigi� a su culo donde tras unos
instantes de b�squeda comenz� a acariciar su flor de loto y a introducir
lentamente un dedo en el.
Hombre inicio un lento vaiv�n, introduciendo y sacando sus
dedos de forma que Minu siempre ten�a alguno en su interior. Minu comenz� a
gemir cada vez m�s fuerte. En las puertas de un orgasmo. El hombre aumento el
ritmo cada vez m�s, como si siente la proximidad de su orgasmo. Tragando todo lo
que emanaba cada vez mas el co�o de Minu.
Minu comenz� a llorar de placer, cuando los m�sculos de su
vagina apresaron los dedos del hombre. Minu sinti� locamente su segundo orgasmo,
con m�s plenitud que el anterior. La sensaci�n de aquellas manos, tan grandes y
fuertes era muy diferente de las manos de las cortesanas que la hab�an lavado.
Adem�s su propio olor la excitaba y sus labios le parec�an el mejor manjar que
hab�a probado nunca.
Una vez que las convulsiones cesaron. El hombre se retiro, no
sin antes lamer las l�grimas que hab�a derramado Minu y cubrirla con una gran
manta. Ella escucho como el hombre recog�a sus ropas y con fuertes pisadas
abandonaba la habitaci�n. Minu comenz� a pensar en lo que hab�a pasado, en las
mujeres que la hab�an lavado y este desconocido que le hab�a propinado tanto
placer y ternura. No, este no pod�a ser Lord Alby. Razono Minu al recordar las
historias tan horribles que se contaban de el, encerrada en estas cavilaciones
se durmi�, sin tener la menor idea de lo que le esperaba en el d�a de ma�ana.