Violando a Cristina Torralbo.
La vida segu�a afuera, como si nada hubiera pasado. A trav�s
del cristal de la ventana, se ve�an circular los coches y caminar a las gentes,
igual que siempre. Pero no todo era igual. No para m�, al menos. Pegu� la nariz
a la ventana cerrada y el vaho ti�� de niebla un c�rculo casi perfecto. No hac�a
fr�o, pero si cierto fresco. Menos mal que los cristales eran opacos, de esos
que no permit�an ver desde fuera para adentro. Una verdadera suerte. Porque yo
estaba desnudo. Y detr�s de m�, desnuda y atada boca abajo a una mesa, estaba
Cristina Torralbo. Ten�a las piernas separadas, firmemente apresadas por fuertes
nudos a cada pata de la mesa, y las manos, atadas entre s�, estaban a la
espalda. Y, como no quer�a que gimiese muy fuerte, le hab�a metido sus propias
bragas en la boca. A�n as�, gem�a. Ten�a los ojos llorosos y algunos hilillos de
saliva corr�an por la comisura de sus labios. Las bragas, convertidas en una
gran bola de tela, ocupaban toda su boca, oblig�ndola a extender los labios al
m�ximo�
No le hab�a pegado. Pr�cticamente, ni siquiera la hab�a
tocado a�n. Mi objetivo, naturalmente, era violarla, pero sin hacerle el m�s
m�nimo da�o f�sico. Y en cuanto al da�o mental, esperaba sinceramente que fuera
el menor posible. Me hab�a limitado a atraerla a aquella casa con la excusa de
unos documentos que deb�a revisar por ella misma y, luego, una vez dentro, la
amenac� con un cuchillo y le dije que se desnudara. Mientras se lo pensaba, pude
admirar la belleza de aquella treinta�era, delgada, pero no flaca, no muy alta,
con un pelo corto te�ido de color caoba. Y entonces lo hizo-creo que
aterrada-con sus bellos y grandes ojos brillantes y llorosos. Se quit� la
chaqueta y acto seguido la blusa. Sus pechos se bambolearon ligeramente bajo el
sujetador cu�ndo se baj� los pantalones y se quit� los zapatos. Una vez en
bragas y sujetador, se qued� quieta, como esperando que me conformase con verla
en ropa interior. Le dije que se diera la vuelta, para poder verla por detr�s.
Obedeci�. Llevaba unas bragas normales, nada de tangas. Ten�a, como ya hab�a
adivinado las veces que la hab�a visto por la calle, un culo bonito, no muy
grande, pero tampoco peque�o, jugoso, en definitiva. Sus piernas eran perfectas,
deliciosamente bien dibujadas, con todos los contornos maravillosamente
definidos. Eran, sin lugar a dudas, las m�s bellas piernas que hab�a visto
jam�s. Le dije que se volviera de frente de nuevo. Ella as� lo hizo y pude
fijarme en sus delicados y bellos pies, con u�as pintadas de blanco perla y
deditos regulares y finos. Entonces, le ped� que terminara de desnudarse. Tras
un comprensible titubeo, se quit� el sujetador y se qued� unos segundos con las
manos tap�ndose los pechos desnudos. Luego, apart� las manos y las deposit�
sobre el borde superior de las bragas. Mi pene sinti� un rel�mpago de pasi�n al
contemplar sus tetas desnudas, no muy grandes, en realidad tirando a peque�as,
ca�das hacia abajo, pero igualmente bellas, coronadas por un buen par de pezones
que no estaban en erecci�n, sonrosados y jugosos.
-Por favor�las bragas no�- me suplic�, mir�ndome con sus
hermosos ojos. Pero yo no pod�a echarme atr�s. Con un gesto, le indiqu� que
deb�a continuar. Y ella, lentamente, se baj� las bragas, hasta dejarlas
arremolinadas en torno a sus perfectos tobillos. En un primer momento, Cristina
se tap� la entrepierna pudorosamente con ambas manos, de tal modo que no pude
verle nada, s�lo un atisbo de un oscuro matorral en el momento fugaz de bajarse
las bragas. Pero luego, metido en mi papel, bland� el cuchillo amenazadoramente
y Cristina apart� las manos. Pude verle la entrepierna, tapizada por una capa de
vello p�bico negro y espeso, un poco enmara�ado. Despu�s de contemplarle a
placer los pelos de la entrepierna, alc� la vista hacia su rostro. Ten�a los
bellos ojos llorosos y algunas l�grimas hab�an hecho acto de presencia. No me
gustaba verla llorar, no era mi intenci�n, pero no pod�a hacer nada. Despu�s de
todo, la estaba amenazando con un cuchillo y era evidente que mi intenci�n era
violarla. Lo l�gico era que llorase.
-Date la vuelta � le dije y ella obedeci�. Cuando lo hizo,
pude admirar su hermoso culo desnudo, con aquellas dos maravillosas y blancas
nalgas, jugosas y presumiblemente m�s blanditas que un flan.
-Vete hacia la mesa, si, esa mesa que est� delante de ti.-
ella, tras un primer titubeo, se dirigi� hacia la mesa que yo le hab�a indicado.
-Ahora, ponte de pie junto a la mesa, pegada a ella, siempre
de espaldas a m�- Cristina volvi� a obedecerme y se situ� como yo le dec�a, con
su bajo vientre pegado por completo a la mesa, de espaldas a m�.
-Y, ahora, d�blate hacia delante, aplasta tus pechos contra
la mesa y pon las manos a tu espalda.- le dije. Y cuando me obedeci�, cog� unas
cuerdas que ten�a a mano, preparadas para este momento y me puse a atarla.
Primero le at� las manos, que ten�a a la espalda.
-No�no me ates, por favor�- dec�a ella, pero sin mucha
convicci�n.
-Separa las piernas- le orden�.
-No�no�- gimi� Cristina.
-Por favor � le repet� � Separa las piernas.
Y entonces si que me obedeci�. Separ� las piernas por
completo y acto seguido yo se las at� fuertemente a las patas de la mesa. Cada
pierna, a la altura de los tobillos, y tambi�n a la altura de las rodillas,
estaba atada firmemente a la pata de la mesa. De este modo, ten�a a Cristina a
mi merced, con su raja y su agujerito anal a la vista. Mientras ataba sus
piernas, disfrut� con la visi�n de sus pies desnudos, oli�ndolos a placer
durante excelsos minutos, regode�ndome con su olor. Me gustaban mucho sus pies,
eran bellos y perfectos, alargados y delicados, bien cuidados. Ol�an ligeramente
a pies sucios, pero muy poco y eso me agradaba a�n m�s. Completamente extasiado
ante la belleza y el perfume que exhalaban sus pies, no perd� el tiempo y me
puse a lamerlos. Sab�an muy bien, sab�an a pies, a pies un poco sudorosos pero
eran los pies de Cristina y me excitaba lam�rselos. Mi pene estaba palpitante y
decid� terminar con esa sesi�n de adoraci�n de pies. As� pues, fui a lo que
hab�a ido al fin, y los at� a la altura de los tobillos. Luego, la at� tambi�n a
la altura de las rodillas. Antes de separarme de sus piernas, las acarici�
largamente y las bes� en varias partes, dejando constancia de mi admiraci�n por
ellas.
-Tienes las piernas m�s bellas del mundo � le dije, pero
ella, evidentemente, no apreci� mis palabras.
-D�jame ir, por favor�- me dijo. Y entonces, cog� sus bragas
del suelo, hice una bola con ellas y se las met� en la boca , cuidando, por
supuesto, que pudiera respirar.
-��MMMppppffff�fff!!- gimi�, llorosa. Y sin mirarla siquiera
volv� a situarme a su espalda. Sent� que ten�a el pene a punto. En efecto,
estaba erecto y palpitante. Necesitaba penetrarla. Y su raja y su culo estaban
ante m�, indefensos, a mi entera disposici�n. Me pertenec�an�
Si�hace cierto fresco, cierta brisa fr�a. Pero mi pene est�
duro y tieso, y yo estoy caliente. Miro hacia atr�s y casi no puedo creerlo.
Cristina Torralbo est� desnuda, y atada, a mi merced. Y voy a violarla. No hay
vuelta atr�s. Doy media vuelta y, tras disfrutar durante unos segundos de la
contemplaci�n de su hermoso rostro y sobre todo, de sus grandes ojos, me sit�o
detr�s de ella .
Me inclino sobre Cristina, acaricio sus hombros desnudos,
acaricio sus brazos tensados hacia la espalda, beso ampliamente sus manos
atadas, beso su culo, cubriendo de besos sus nalgas. Y cu�ndo termino de besar
su hermoso trasero, me incorporo y empiezo a violarla. Sin prisas. Sin
aspavientos, sin insultos. Simplemente, le introduzco mi pene lentamente en el
co�o, forzando la entrada de sus pliegues internos, sintiendo como las paredes
de su vagina se aplastan contra mi miembro viril. Se lo meto todo adentro.
Algunos gemidos escapan de la tapada boca de Cristina. No creo que sean gemidos
de placer. Me gustar�a, pero no lo creo. Afirmo mis manos en torno a sus nalgas
y hundo por completo mi pene en su co�o indefenso, que, por cierto, es bastante
estrecho. Cristina no es virgen, pero intuyo que no folla con demasiada
frecuencia. Mientras pienso en ello, retrocedo con mi pene casi hasta sacarlo
del todo y luego se lo meto otra vez adentro, hasta el fondo. La estoy follando.
La estoy violando. Me aplasto contra su espalda y huelo su piel, perfumada y
maravillosa. Mantengo mi verga dentro de su vagina un par de minutos y luego la
saco casi del todo, para volver a meterla. Repito la operaci�n una y otra vez,
cada vez m�s r�pido. Gemidos ahogados surgen de la amordazada boca de Cristina.
Su co�o no est� mojado, es evidente que no est� cachonda. Pero yo si lo estoy.
Siento como el placer domina mi cuerpo, siento como el maravilloso placer de la
penetraci�n se adue�a de mi pene, mientras el roce con las paredes vaginales de
Cristina me excita m�s y m�s.
-��Aaahhh�!!- gimo, sin poder evitarlo, temblando de placer.
Se que no est� bien lo que estoy haciendo, pero sucumbo al deseo y contin�o
violando a aquella bella mujer. Se la meto y se la saco, se la meto y se la
saco, se la meto y se la saco, se la meto�
Y a duras penas, se la saco. Intento contenerme, pero es
in�til. Con un profundo gemido de placer, me corro sobre las nalgas de Cristina
Torralbo, derramando mi semen sobre su delicada y blanca piel.
-�Ahh�ahhh�ahhh!!- jadeo, mientras contin�o corri�ndome,
ahora con menos potencia. Mi pene sigue eyaculando, borbotones de semen salen de
su punta, dibujando en el culo de Cristina una tupida red de l�neas blancuzcas,
cremosas y brillantes. Al fin, termino de correrme. Sacudo las �ltimas gotas
sobre las nalgas de la bella y me retiro unos pasos, hasta sentarme en un
sill�n. Desde el mismo puedo contemplar la hermosa estampa que compone Cristina,
desnuda, con las piernas muy separadas- tan separadas que puedo verle la raja y
el agujero del culo- atada e indefensa.
Me tomo mi tiempo. Descanso, pues necesito recuperarme y que
mi pene se ponga tieso y duro de nuevo. Mientras lo hago, mientras contemplo a
Cristina desnuda y atada frente a m�, siento que las ganas se me van, que estoy
a punto de desatarla y dejarla ir en ese mismo momento. Para evitarlo, me
levanto, me voy a la cocina y como algo. Vuelvo a la habitaci�n, voy a la
ventana y paso un rato contemplando el paisaje. Cuando deposito de nuevo mi
vista sobre el cuerpo de la desnuda e indefensa Cristina, siento que mi pene
reacciona. Lo he conseguido. Para acelerar el proceso, me masturbo durante unos
minutos delante de Cristina, para que se me ponga dura m�s r�pido. Ella intenta
no mirar, cierra los ojos, pero yo le digo que los abra y que me mire. Lo hace y
sigo frot�ndome la polla delante de ella un poco m�s. Cuando la tengo a punto,
le digo, suavemente:
Ahora, quiero que me la chupes. As� que te voy a quitar las
bragas de la boca. Cuando lo haga, mant�n la boca abierta para que pueda
met�rtela��entendido?-
Ella se queda con la mirada fija, llorosa, all�, quieta, con
la boca abierta y llena con sus propias bragas apelotonadas. Yo, simplemente, le
quito las bragas de la boca.
-No�por favor�eso nooo�- me pide, mir�ndome fijamente a los
ojos. Yo , sin embargo, avanzo hacia ella y mi pene se queda a un escaso
cent�metro de sus labios maravillosos.
-Ch�pamela , por favor � le digo, suave, pero firmemente.
Ella hace un gesto de infinito asco y mueve la cabeza en direcci�n contraria a
mi pene en erecci�n , cerrando obstinadamente los labios.
-Por favor�- le digo � No me obligues�- y dejo la frase en
suspenso. De �ste modo, pretendo conseguir un efecto de amenaza que la obligue a
claudicar. Y, en efecto, Cristina se rinde. Tras volver a componer en su cara
una m�scara del m�s puro asco, abre lentamente la boca, separa sus dulces labios
y , suavemente, toma mi pene entre ellos.
- Ahh�- jadeo, en �xtasis, al sentir el contacto de sus
labios contra mi glande primero y contra el tronco de mi polla despu�s. Porque
Cristina contin�a avanzando, engullendo mi miembro cent�metro a cent�metro,
hasta met�rselo todo bien adentro, hasta el fondo.
-Ahh�usa �.usa la lengua, por favor�ahhh�- le digo.
Y Cristina me obedece. Lentamente, como con miedo, su lengua
comienza a menearse primero a un lado y luego a otro, mientras su saliva inunda
mi pene de gloriosa y mojada humedad. Sin yo decirle nada, retira la boca casi
del todo, para , acto seguido, volver a engullir mi enhiesto y mojado pene una
vez m�s. Ahora, su lengua act�a m�s r�pido que antes y mi polla palpita ,
henchida de deseo. Es evidente lo que quiere. Quiero terminar cuanto antes,
hacer que me corra y terminar de una vez. Est� claro. Pero yo no puedo evitarlo
y, lo que es m�s, me agrada que intente llevar mi excitaci�n al m�ximo. Como
antes, retira su boca y vuelve a engullir mi polla por tercera vez. En �sta
ocasi�n, su lengua dedica una atenci�n especial a mi glande, lami�ndomelo
suavemente, sobre todo por la punta, consiguiendo al fin Cristina su objetivo.
-�Ahh!- exclamo , corri�ndome explosivamente dentro de su
boca. Cristina expulsa inmediatamente mi pene de su boca, pero no puede evitar
que el primer chorro de semen le penetre hasta la garganta. Y luego, mientras
ella intenta escupir con asco el semen derramado en el interior de su boca, mi
polla lanza chorros y m�s chorros de esperma caliente que se estrellan en su
cara, moj�ndola por completo , a pesar de los intentos de Cristina por evitar
ser alcanzada.
Cuando al fin termino de correrme, admiro mi obra. Gruesos
colgajos de semen penden de los labios de Cristina y su cara est� cruzada por
varios riachuelos de esperma que desgranan sus gotas por toda su cara. Uno de
mis chorros alcanz� su frente de lleno y ahora, un arroyo de semen viscoso se
desliza sobre sus p�rpados y sobre el puente de su peque�a y bella nariz. Otro
alcanz� su mejilla derecha y su colorete de manzana brillante y fresca ha sido
sustituido por una masa cremosa y lechosa que se desplaza hacia abajo. Un
tercero, travieso, se estrell� directamente contra su oreja izquierda y ahora le
cuelga , viscoso, de su l�bulo, como un pendiente natural y brillante.
-� Ya est�s contento � �Te la he chupado! � Qu� m�s quieres?
�D�jame ir!- me dice, con una l�grima saliendo de cada uno de sus grandes ojos.
A pesar de sus l�grimas, a pesar de tener los ojos enrojecidos por el llanto y
por alguna que otra gota de semen que le ha ca�do dentro, y a pesar de tener la
cara cubierta con abundantes restos de semen, Cristina Torralbo me sigue
pareciendo la mujer m�s bella del mundo. As�, mientras la excitaci�n se bate en
retirada de mi cuerpo, me digo que debo resistir la tentaci�n de terminar con
todo y dejarla ir ahora, puesto que todav�a no he terminado con ella. Todav�a
no. Y, consecuentemente, recojo del suelo las arrugadas bragas y se las vuelvo a
meter en la boca.
-��MMMPPPFFF!!- gime ella , mientras yo doy media vuelta y me
siento en un sill�n, m�s atr�s, a descansar y a recuperarme.
Pasa el tiempo. Tardo en recuperar la excitaci�n m�s de lo
que pensaba. Y mientras, mi imaginaci�n intenta inventar mil y un modos de
terminar apote�sicamente la violaci�n de Cristina. Sentado en aquel sill�n,
desnudo, con la bella y desnuda Cristina Torralbo delante de m�, atada a la
mesa, indefensa, con las nalgas y la cara manchadas de semen- de MI semen �
empiezo a mover las ruedecillas del cerebro. Y se me ocurre una idea. Si sal�a
bien, ser�a perfecto, la digna culminaci�n de la jornada. As�, pensando en
aquella jugada, noto que el pene se me pone duro por momentos. La cosa promet�a.
Si, ten�a que intentarlo. Pero antes�
Lo primero era lo primero. El agujero del culo de Cristina
permanec�a inviolado. Y eso no pod�a ser. Me acerco a ella por la espalda. Me
inclino sobre aquella bella mujer, beso sus hombros desnudos y huelo su espalda.
Acaricio sus brazos y sus manos , atadas juntas en la base de la espalda. Beso
sus largos y delgados dedos, de u�as bien cuidadas y pintadas de blanco perla. Y
contin�o hacia abajo. Su culo aparece cubierto por restos de semen, recuerdo de
mi asalto a su co�o. Me concentro en su agujero anal, peque�o y oscuro. Le meto
un dedo por el culo, lentamente, venciendo la resistencia del anillo el�stico
que protege su ano.
-��MMMPFFFGG!!�MMMPFF!!- gime y se agita Cristina, pero es
in�til. Mi dedo se introduce por completo en su culo y all� lo dejo unos
segundos, mene�ndolo suavemente a un lado y a otro. Luego, lo saco, tan
lentamente como lo he metido , para volver a meterlo, acto seguido, �sta vez m�s
r�pido. Cristina gime y se agita, mientras mi dedo la penetra analmente sin
complejos. No creo que la bella y desnuda dama est� disfrutando, pero en aquel
momento, la cuesti�n no me importa en absoluto, pues estoy cada vez m�s
excitado. Contin�o con aquella lujuriosa actividad durante varios minutos,
disfrutando de la vista que me proporciona el bello cuerpo de Cristina. Al fin,
saco mi dedo de su culo y sonr�o al comprobar que est� ligeramente manchado de
mierda por su parte superior. Eso me excita a�n m�s y , tras limpiar mi dedo en
uno de sus muslos, no demoro ni un segundo y , simplemente, le meto la polla por
el culo.
-��MMMPPPFFFGGG!!- gime Cristina, llorando. Es evidente que
no le gusta que la enculen sin su permiso pero yo estoy disfrutando, as� que
sigo jodi�ndola, sin piedad.
Le meto la verga hasta el fondo y luego, la saco casi del
todo. Siento como las paredes de su conducto rectal se estrechan en torno a mi
polla y siento como el placer que ello me proporciona me inunda sin remisi�n.
Vuelvo a met�rsela y vuelvo a sacarla. Repito la deliciosa operaci�n una y otra
vez, sin hacer caso de los gemidos de Cristina ni de la llorosa mirada de sus
bellos y desesperados ojos. Aumento la rapidez de mis embestidas. Ahora, la
estoy violando tan r�pido que siento como si mi pene fuera a arder. Cristina
gime sin cesar, y no son gemidos de placer, por desgracia.
-��MMMPPPFFFGGLL!!��NOOMMMPFFGG!!- gimotea ella, llorando
copiosamente. La conciencia de que estoy violando a Cristina Torralbo por el
culo es tan intensa que , combinada con el placer directo que siento al hacerlo,
provoca que pronto est� a punto para correrme. No obstante, intento resistir y
logro darle por el culo un par de veces m�s. Luego, la saco por completo y justo
en ese momento, me viene el orgasmo.
-��AAhhhh�ahhh�!!- exclamo, eyaculando, lanzando un poderoso
chorro de semen que se estrella directamente contra la cara de Cristina , que en
ese instante miraba hacia atr�s. Luego contin�o corri�ndome, ahora sobre la
espalda , los brazos , las manos y , sobre todo, sobre el maravilloso culo de mi
adorada y violada Cristina.
Los chorros se acaban. Mi pene se bate en retirada y
entonces, advierto que mi glande est� sucio , manchado de mierda en su parte
superior. Cristina tiene el culo m�s sucio de lo que hab�a imaginado en un
principio.
Me voy al ba�o y me lavo la polla, pensando que mi deseada
musa no se limpia muy bien el culo despu�s de defecar. Y saber eso , pensar en
eso, hace que mi pene empiece a recuperarse, muy lentamente.
Cu�ndo salgo del ba�o, han pasado ya varios minutos, no s�
exactamente cuantos. Cristina est� debati�ndose in�tilmente contra sus ataduras,
meneando er�ticamente todo su esbelto y desnudo cuerpo. Me acerco a ella y
empiezo a desatarla. Primero, las ataduras que aprietan sus bellos tobillos, lo
cual me permite oler de nuevo a fondo sus hermosos pies. Luego, las ataduras de
sus rodillas. Y, por fin, las cuerdas que ataban sus manos caen al suelo. Me
retiro un poco y Cristina se derrumba, casi sin fuerzas. Luego, se incorpora
torpemente, sin dejar de mirarme. Me acerco a ella y le quito las bragas de la
boca, lanz�ndolas al suelo , a mis pies.
-Si�ntate en el sof� � le digo. Ella , lentamente , obedece,
haciendo todo lo posible por ocultar a mi vista sus partes m�s �ntimas. Es
maravilloso verla as�, desnuda, pero cubri�ndose los pechos y la entrepierna con
las manos, tan p�dica, tan virtuosa.
- Ahora, �brete de piernas � le ordeno. Y ella abre los ojos
al m�ximo y se pone a suplicar.
- No�no�por favor�otra vez no�no me violes m�s�por favor�-
gime Cristina Torralbo , asustada, pensando que voy a violarla de nuevo. Pero no
es as�. Estoy ligeramente cachondo y lo que quiero es otra cosa, m�s�sutil.
-�brete de piernas, por favor�- le vuelvo a repetir. Cristina
me obedece, con l�grimas en los ojos. Se abre de piernas lentamente, con suma
resistencia, dej�ndome ver poco a poco su delicioso co�o indefenso.
-M�s � le digo � �brete m�s, las piernas m�s separadas�- y
ella me obedece. Se abre de piernas totalmente, permiti�ndome ver la totalidad
de su co�o, sonrosado y magn�fico.
-M�s�te quiero m�s abierta de piernas�totalmente abierta de
piernas�vamos- le digo.
-�M�m�s�todav�a�?- balbucea Cristina. Ante mi asentimiento,
se abre de piernas del todo, hasta el l�mite del descoyuntamiento. Ahora puedo
verle claramente los pliegues del co�o, el cl�toris peque�o y tambi�n el agujero
del culo. Est� tan abierta, tiene las piernas tan separadas, est� tan
despatarrada, que ya no parece una chica virtuosa y p�dica. Parece una puta.
Pero s�lo lo parece. Porque no lo es.
-Ahora, quiero que te masturbes.- le digo.
-�Masturbarme?...�No�ni pensarlo!...�No voy a �masturbarme
delante de ti!�Ni lo sue�es!- me chilla a la cara, con decisi�n.
- Y no s�lo vas a masturbarte � contin�o yo, como si no la
hubiera o�do.- Quiero que te corras y quiero ver como te corres�quiero ver como
derramas tus jugos�quiero o�rte gemir de placer.
-No�por favor�no- gime de nuevo, pero ya sin convicci�n. Sabe
que tiene que obedecerme.
-Vamos�vamos, puedes hacerlo�seguro que ya lo has hecho
muchas veces�no es dif�cil�.- le digo suavemente.
Y la hermosa y desnuda Cristina Torralbo , abierta de piernas
hasta el m�ximo, empieza a acariciarse el co�o lentamente, con delicados
movimientos circulares de su mano derecha. Sus ojos est�n llenos de l�grimas, lo
cual me apena, pero no puedo hacer nada por impedirlo. Me concentro en su mano,
en sus dedos, que describen sensuales c�rculos sobre la abertura de su conejo,
presionando d�bilmente sobre los labios vulvares.
-Por favor�.no puedo hacerlo�- me dice, casi llorando.
-Si que puedes�y lo har�s�vamos�adelante.
Contemplo como los labios exteriores de su rajita se hinchan
ostensiblemente, reaccionando a las caricias que ella misma se procura. Luego,
lentamente, como en un sue�o, veo como Cristina se mete un dedo en el co�o.
Hasta el fondo. Me esfuerzo en no perder detalle, en retener en mi memoria cada
mil�metro que avanza aquel maravilloso dedo, penetrando a trav�s de los labios
inferiores, rozando intencionadamente el cl�toris. El dedo se hunde en las
profundidades vaginales de Cristina, para luego volver a salir casi del todo y
volver a entrar, esta vez m�s r�pido. Cristina Torralbo, desnuda y con la cara y
el culo manchados con mi semen, se masturba delante de m�. �Qu� m�s pod�a pedir?
-No�por favor�- vuelve a suplicarme, pero ahora ya m�s como
una letan�a que como una verdadera petici�n. Su dedo, sin esperar mi respuesta,
se mueve veloz y penetra en el co�o de su propietaria una y otra vez. Noto que
el cl�toris se le est� poniendo duro. Y noto tambi�n, que sus pezones se est�n
hinchando.
Cristina se masturba ferozmente, meti�ndose y sac�ndose el
dedo del co�o una y otra vez, a velocidad de v�rtigo. Sus pezones son ahora dos
erectas piedras y su cl�toris est� tieso y listo. Veo que se muerde los labios
para no gemir de placer. A�n as�, se le escapan uno o dos deliciosos gemidos.
-Ahh�ahhh�- la oigo gemir. Ella , al comprender que la he
o�do gemir, se muerde los labios con fuerza , a riesgo de hacerse da�o. Su
respiraci�n es cada vez m�s entrecortada, sus tetas suben y bajan r�pidamente,
coronadas por aquellos bellos pezones en erecci�n. Su dedo entra y sale, entra y
sale, una vez y otra, de aquel co�o maravilloso. Veo que los jugos comienzan a
fluir, veo que tiene el co�o mojado. Su dedo est� ba�ado en los jugos del
placer. Cristina arrecia sus embates y , de pronto, exhala un profundo gemido,
inequ�vocamente de placer.
-�Aaahhhh!- y , extasiado, contemplo como la bella Cristina
Torralbo se corre. Sus jugos mojan su co�o y se vierten l�nguidamente hacia
abajo, mojando el agujero del culo y sus muslos. Cristina tiembla en medio del
orgasmo, durante unos magn�ficos instantes. Luego, nada.
Tengo la polla dura y a punto, pero no s� que hacer. Cristina
ha cerrado las piernas y se tapa la cara con ambas manos, sollozando.
La dejo descansar unos minutos, pero no muchos. Estoy
excitado y necesito correrme. Avanzo hacia ella, con la polla tiesa y se la
pongo delante de la cara. Ella me mira, con sus bellos ojos arrasados en
l�grimas�y sin necesidad de que le diga nada, se pone de rodillas delante de m�,
abre la boca y empieza a chuparme la polla. Me la chupa maravillosamente bien
,mejor que la primera vez. Sus labios presionan lo justo y su lengua se enrosca
como una serpiente libidinosa en mi glande . Su saliva inunda mi miembro , su
boca es un lago de placer en el que me pierdo f�cilmente. Pronto, le doy de
beber. Me corro sin gritos y en silencio, dentro de su boca , mientras tiro con
fuerza de su pelo. Ella no abre la boca , no expulsa mi pene de su deliciosa
prisi�n. Deja que me corra por completo y luego, simplemente, se lo traga todo.
Todo.
-Estar�s contento��no?- me dice, dedic�ndome una helada
mirada de odio.
Me retiro hacia atr�s. No le contesto, estoy muy satisfecho.
Cristina contin�a all�, de rodillas, con un hilillo de semen cay�ndole por la
comisura de los labios. Sin decir nada, le alcanzo toda su ropa, a excepci�n de
las bragas. Quiero quedarme sus bragas como recuerdo. Ella se incorpora, se pone
el sujetador y luego los pantalones. Mientras lo hace, me mira con desprecio, a
trav�s de sus llorosos ojos. Se detiene un momento para limpiarse la cara de los
restos de semen que la cubren. Lo hace con elegancia, con el dorso de una mano.
Luego, se pone la blusa . Busca los zapatos con la mirada. Yo los encuentro, los
huelo a placer unos segundos, incluso los lamo por dentro�qu� maravilla�huelen a
pies, a sus hermosos y deliciosos pies� Ella , al ver mi comportamiento con sus
zapatos, opta por ponerse la chaqueta y, descalza, se dirige hacia la puerta. No
est� cerrada con llave, as� que simplemente, la abre, me mira un instante y
luego, simplemente, se va.
Acudo al balc�n, y la veo salir por la puerta principal. Va
descalza, pero creo que eso no le importa. Sus bellos pies se ensuciar�n, pero
incluso as� estar�n apetecibles.
Bien, todo ha terminado. Ahora estoy lejos, muy lejos de
aquel lugar. Pero de cuando en cuando, recuerdo, y cu�ndo lo hago, cojo sus
zapatos, los huelo a fondo , los lamo y me masturbo, acariciando sus bragas
arrugadas. Cierro los ojos y vuelvo , en mi imaginaci�n, a violar a Cristina
Torralbo.