AQUELLA TARDE EN EL BA�O
Yo era un muchacho solitario y retra�do. Mis padres se hab�an
separado cuando yo era chico y con mi madre nos fuimos a vivir a la casa de mis
abuelos y mis tres t�as solteras, o viudas, o solas, de eso no se hablaba, en
una ciudad de provincia. La casa era grande, pero venida a menos, con un lindo
jard�n y vista a las monta�as. Yo sal�a todos los d�as a ese jard�n, a mirar los
aviones que a veces pasaban, esperando el regreso de mi padre.
Volver� en un avi�n color platino, afirmaba esperanzado. Y
miraba al cielo hasta que el sol me enceguec�a o hasta que empapado de lluvia o
sediento por el polvo de los vientos implacables, volv�a a la casa a llorar,
porque mi pap� no hab�a vuelto. Nunca regresar�a.
Mi padre se fue una noche a a los EE.UU, priv�ndome del �nico
cari�o masculino que yo necesitaba. Nunca m�s volvi�. Se convirti� en una
sombra, en un fantasma que aparec�a en mis sue�os, en un cheque por el que
enviaba un dinero cada mes y una voz que a veces hablaba por tel�fono. Ahora
tiene otra familia e hijos y yo qued� solo: soy aquel primog�nito que sobrevive
como puede, en alguna localidad perdida del interior de la Argentina. Soy quiz�s
para el, apenas un error de su juventud., la sangre y la semilla que dej� atr�s.
Me dijo una vez que recibi� puntualmente mis fotos. Pienso que en su memoria soy
apenas un retrato.apenas�. No tengo fotos suyas recientes: para mi sigue siendo
aquel tipo alocado que jugaba a tirarme por el aire. No recuerdo su cara. La
tengo como casi olvidada. Eso explica, de alg�n modo mi devoci�n por mi abuelo y
por mis t�os maternos. Tambi�n por mis primos varones: criado entre mujeres,
necesitaba el contacto con mis iguales, la imagen de un hombre mayor a quien
copiar e imitar, de otro var�n con quien identificarme. Alg�n macho que me
guiara y protegiera del mundo. Mi abuelo muri� cuando yo ten�a doce a�os y mis
tios siempre estuvieron demasiado dedicados a sus ocupaciones y familias
propias, como para tomarse el trabajo de prestarme atenci�n. Que el hijo de la
Mary se arregle solo�.
Con mi primo Marcos la cosa fue distinta, fuimos siempre muy
amigos. El era s�lo unos pocos a�os mayor que yo, pero me ense�� a cazar
mariposas , pajaritos, pescar en el rio, juntar hongos y frutillas en el
bosquecito de las cercan�as, armar cometas, jugar al basket, andar en bicicleta,
correr en autos karting y tambi�n, porqu� no, a masturbarme. Gracias a mi primo
me hice pajero, de paja diaria como diria un cura conocido, seguramente pajero
tambi�n.
Con mi primo, descubr� los secretos del sexo que mi madre
nunca me revel�, y el placer de las pajas furtivas a la hora de la siesta,
cuando el calor hac�a cantar a las chicharras, y los gorriones se escond�an en
los campanarios de la iglesia o en las copas de los �rboles, mientras que los
chicos jugaban y los adultos buscaban el frescor de sus cuartos ventilados. Era
la hora del reposo. Largas siestas provincianas de mi infancia.
Marcos era muy sensual y calent�n. Adoraba hacerse la paja, y
lo hac�a sin culpas ni remordimientos. Le gustaba acabar varias veces por d�a y
los amigos sol�an decirle que le crecer�an pelos en las palmas de las manos. Lo
�nico que me crece es la poronga, dec�a.
El primer dia que lo hicimos juntos, me asombr� el tama�o de
su pija, y de que ya tuviera tantos pelitos rode�ndola. La m�a era, todav�a, una
verga m�s chica, casi infantil y el ya era ya "un macho" en plena pubertad. Que
pijudo sos, le dije casi con verguenza y me puse colorado. No sab�a entonces si
ser pijudo significaba tener la pija grande o si era un sin�nimo de los c�lebres
insultos argentinos que hacen referencia a los test�culos para decir que alguien
es tonto: sos un pelotudo, che que boludo�.
Su risita nerviosa de esa tarde, me confirm� que pijudo era
un adjetivo halagador del tama�o de su pija. Esas tardes a la hora de la siesta,
en la que nos encerr�bamos en su cuarto, fueron oportunidades de exploraci�n y
coincidieron con el despertar de nuestra sexualidad. En los primeros tiempos nos
paje�bamos cada uno en su cama, yo acababa pero nada sal�a de mi pija. Un dia,
el cruz� a mi cama y me agarr� la chota con fuerza, y me dijo que hiciera lo
mismo con la suya. La sola idea de tocar su poronga grandota, erguida y
brillante, sentir con mi mano temblorosa, su pija de piel caliente y excitada, y
que a su vez, su mano c�lida mas grande y con pelitos rodeando su anillo de oro,
me acariciara la pistola, me volvi� loco. Comenc� a transpirar, a temblar, a
enrojecer y a sentir que el coraz�n golpeaba como un tambor en mi pecho
adolescente , y sin aviso previo ni pausa alguna., acab� un torrente de leche
hirviendo y con nata : era como un manantial imparable, que cay� pesadamente
sobre las almohadas y las s�banas.
Esa primera paja compartida fue como una explosi�n que me
asust�: me muero, me muero, estoy sangrando, decia. No boludo, me
dijo el con suficiencia, est�s echando guasca�
Ya era capaz de producir semen. Mi pija pordiosera y todavia
infantil casi, pod�a descargar leche como los caballos. Ya pod�s hacer
nenitos, me dijo ri�ndose.
El, por cierto, se alarm� por la cantidad que eyacul�, pero
contagiado de mi calentura, comenz� a acabar poco despu�s, y su pija en el
instante previo al final, empez� a crecer hasta alcanzar proporciones enormes
Ahhh Ahh acabo gritaba, voy a acabar y llover� leche sobre Maizales al
Este (nuestro pueblo).
Nuestras relaciones furtivas duraron mucho tiempo, hasta que
yo cumpl� los 17 a�os mas o menos y el los 20. Marcos hab�a entrado a trabajar
en la f�brica metal�rgica de las afueras del pueblo y un dia me dijo que le
gustaban las mujeres y que nuestros encuentros eran cosas infantiles que hab�a
que interrumpir y olvidar.
Loco, yo no quiero volverme puto, no lo soy ni lo ser�,
me dijo. A mi me van las minas (mujeres).
Pero c�mo olvidar sus espasmos, sus gemidos, sus peque�os
sollozos, su calentura cuando mi mano m�s peque�a que la suya, recorr�a el largo
de su garcha o cuando su mano huesuda y con vellos, su mano fuerte, apretaba mi
verga hasta hacerla saltar inundando de leche el cuarto, sus manos, las s�banas,
el piso. Como olvidar su voz caliente, deformada por el deseo, pidi�ndome que
siguiera paje�ndolo, con los ojos entrecerrados, su boca abierta y todo su
restro desfigurado por la pasi�n, insistiendo que su leche estaba a punto de
saltar.
- Segu�, por favor que ya me vengo, que me estoy por
venir, segu� no pares segui�.ahhhh��ahhhhhhhhhhh...
Hoy mi primo esta casado, se aburgues� como su padre y mis
otros t�os y es adicto al trabajo. Ha crecido su barriga, del mismo modo que
aumentaron sus compromisos, el n�mero de sus hijos (tiene cuatro), y sus
represiones. :
Che, yo soy un hombre casado, me dijo varias veces en
las que cachondo y angustiado yo le propon�a revivir aquellos d�as. No seas
tan puto, crec� de una vez, agreg� en otra ocasi�n, burl�ndose de mi
calentura. Y yo le respond� enojado:
- Vos tambien sos puto, che, aunque ahora lo niegues.
No le gust� y me mir� con rabia.
Lo nuestro, fue sexo, solo sexo. Eso cre�mos. Los dos nos
consider�bamos bien machitos y las pajas, incluso las chupadas que vinieron
despu�s, dec�amos tratando de convencernos, eran s�lamente maneras de sacarse el
afrecho, recursos para aliviar la fiebre, quitarse la calentura, eyacular la
leche envasada en nuestros huevos. Nuestros contactos fueron modos para
descargar las ganas imposibles de coger con una mujer.
- Chupamela beb� no pares por favor, dec�a. Y yo me
com�a su garcha como quien mastica una banana dulce, como quien en el tr�pico se
come la fruta del pan, el man� en el desierto, como un manjar que se deshace con
el calor de la boca, y se desliza por la garganta h�meda como una hostia
pagana.. Su pija esponjosa y grande. La garcha que hoy d�a, el usa con la gorda
hist�rica de su mujer, en el improbable supuesto que la siga cogiendo a esa
obesa desagradable..
Nunca pas� de eso, s�lo sexo. Lo nuestro: no fue una historia
de amor prohibido entre dos primos adolescentes. Fue solo una explosi�n de los
sentidos empujada por el desarrollo hormonal, por lo menos para Marcos. Jam�s
nos dimos un beso o un abrazo antes o despu�s de esos orgasmos clandestinos y
prohibidos, nunca nos demostramos un cari�o que seguramente sent�amos el uno por
el otro, pero que por nuestras inhibiciones y prejuicios no pudimos reconocer.
Aquellos actos "pecaminosos" que vivimos en las siestas fueron para �l parte de
una etapa, una fase ya superada de su vida de la que prefiere no recordar: y
para mi, el inicio de mi vida gay, el principio de mi experiencias de placer con
otros hombres. Mi estreno sin amor en el mundo de la homosexualidad. Luego
vendr�a la madurez.
Ser homosexual, invertido, maric�n, manfloro, joto, comil�n,
marica, marchatr�s, trolo, tragasables, mariquita, puto, eran todas palabras que
con distinta intensidad denotaban una condici�n que la sociedad rechazaba, que
la religi�n condenaba, que la ciencia tard� en considerar que no era una
enfermedad , pero para mi significaba una pasi�n que mi cuerpo me ped�a a
gritos.
En mi ignorancia y desinformaci�n, todav�a no sab�a demasiado
bien lo que me pasaba o que es lo que quer�a, o quiz�s no lo quisiese reconocer,
en el momento en que viv� el episodio que marcar�a mi vida. Ten�a 19 a�os, y
salvo aquellos contactos con mi primo y las pajas vergonzosas que le siguieron
no conoc�a el sexo. No sab�a qu� se sent�a con el cuerpo de otro hombre que no
fuera mi primo,, qu� significado ten�a la entrega de tu cuerpo a otro macho
igual a uno, c�mo era coger y ser cogido por otro macho y especialmente a qu�
sab�an los besos de otro var�n, cu�l era el efecto de un abrazo afectuoso
despu�s de acabar o el valor de una caricia tierna.
Era v�rgen aunque mi aspecto, mis ropas demasiado llamativas
parecieran decir todo lo contrario: remeras de algod�n peque�as para mi talla,
ajustadas al cuerpo y exhbiendo sin pudor mis tetillas erguidas y mi vientre
delgado, pantalones de jean deste�idos con cloro que marcaban exactamente la
desverguenza de mi bulto y la desfachatez de mi culito redondo y parado. Y mi
forma extra�a de caminar, como quien se desliza diagonalmente por el suelo, como
si fuera un alfil en el ajedrez, imitada tal vez de alguna imagen m�tica del
compadrito argentino, aquel bailarin de tango, crecido en los arrabales,
explotador de mujeres f�ciles, cuchillero, provocador , bravo y mat�n de otras
�pocas. Con esa indumentaria pegada a mi cuerpo y ese caminar sugestivo, yo era
una provocaci�n caminando, una bomba de tiempo, una granada de mano pr�xima a
estallar, cuando paseaba por la calle: no era afeminado, pero era algo
indefinido. un ser andr�gino, un machito con sus desnudeces sobresaliendo de la
ropa y dibujando en el aire una estela pecaminosa, una onda demasiado sensual y
arriesgada que dec�a "listo para coger, soy muy pero muy facil, tom� la
iniciativa, cogeme que me dejo�".
No ten�a amigos, ni me atrev�a a buscarlos en aquella ciudad
prejuiciosa y hostil. Tampoco citas ni amor�os, ni encuentros furtivos en las
sombras. Toda mi presunta rebeld�a era una pose: quer�a llamar la atenci�n pero,
aunque no resulte creible, me mataba la timidez.
Esa tarde la gorda mujer de mi primo cumpl�a a�os e invit� a
varios amigos, entre ellos a Antonio, un compa�ero de trabajo de Marcos en la
metal�rgica, casado hac�a un tiempo pero sin hijos, prisionero de un matrimonio
infeliz y desavenido seg�n me contaron, un tipo extrovertido, charlat�n y
juerguista. Tendria unos 29 a�os, tez cetrina, ojos marrones enormes, era alto
fuerte, un musculoso sin gimnasio. A su modo transmit�a sexualidad.
Antonio me atra�a y me repel�a al mismo tiempo: era sensual
pero grosero y grit�n. Lo ve�a siempre en la casa de mi primo Re�a fuerte, y me
miraba de un modo raro como nadie me hab�a mirado en el mundo. Yo era el menor
de los asistentes aquella tarde y con otros conocidos de la f�brica se pusieron
a hacer bromas con mi aspecto y mi ropa y a mi no me gust�.
- De esa remera hay para hombres tambi�n? Dijo uno de
ellos y sigui� otro
- Che, como te pusiste esos lienzos (pantalones) tan
apretados, con calzador?
Risas, muchas risas, carcajadas, y el alcohol regando su
atrevimiento, y yo inc�modo mirando esa gente que se burlaba de m�. En alg�n
momento, Antonio comenz� a tocarme las piernas en tono de broma.
D�jenlo que se va a poner a llorar, dijo luego ,
entre burl�n, fanfarr�n y
protector., y yo sent� eso como una patada en el vientre. Me
puse de todos los colores. Pero me calm� evitando el llanto que pugnaba por
salir de mis ojos y con mucha indignaci�n dije
"Quienes son Uds para criticarme, o acaso no se han
visto la facha ordinaria que tienen ? ? ?. Carcajadas, la maricona
r�d�cula hab�a dado la nota.
Me alej� del grupo y me sent� en un costado de la sala.
Antonio me miraba. Yo fing�a no verlo. Su mirada era como un pu�al. Me pon�a
inc�modo, me hac�a sentir mal. Tom� coraje y le devolv� la mirada y el muy
discretamente sonri�.
Un rato despu�s me fui al ba�o a orinar y al pasar cerca de
Antonio, el quiso retenerme tom�ndome de la pierna como si fuera una gracia. Con
desagrado zaf� de su apret�n.
Entr� al ba�o, abr� mi bragueta y mientras me dispon�a a
orinar, escuch� que se abr�a la puerta y se volv�a a cerrar con cerrojo. Era
Antonio. Lo vi, y me di vuelta sin subirme el cierre:
- Sal� de ac�. Boludo� dije indignado.
- Somos hombres che, no hay problema, contest�
.
- No puedo mear delante de gente.
- No seas tonto, replic�.
Intent� orinar pero no pude, mi pija comenz� a crecer como si
tuviera vida independiente y el se qued� quieto mir�ndomela. Algo me dijo , que
yo no deb�a moverme, que no guardara mi pija humillada. El se acerc� y se par�
detr�s mio y apoy�ndome contra el culo, puso una mano hacia delante y me agarr�
la pija y su mano me volvi� loco.
Ves como te gusta , dijo sin ning�n miedo,
advirtiendo que yo ten�a la poronga
dura a mas no poder. Con todo su cuerp� pegado al m�o, y
mordiendome el l�bulo de la oreja, comenz� a masturbarme y empezaba a
humedec�rseme la cabecita cuando el, me dio vuelta, se arrodill� en el piso, y
agarr� mi verga y tras pasarle la lengua y besarla delicadamente, se la fue
metiendo en la boca con gula y comenz� a mam�rmela apasionadamente. En un
momento la solt�, a mi pesar, para decir :
Es la primera vez no ? Yo ment� asintiendo con la
cabeza, porque quer�a que
siguiera y me diese la mejor mamada de mi vida. Y lo hizo,
jugando con su lengua apretando mi pija desboada con su garganta, acariciando
mis huevos con su lengua para volver a atacar el tronco de mi pija, ahhhh ahhhhh
ahhhhhh balbuceaba y su aliento caliente me destrozaba de deseo. Sin decir
palabra, acab� en su boca y el se la trag� toda con deleite y se par� y busc� mi
boca y comparti� las �ltimas gotitas de mi semen en un beso profundo y h�medo
que termin� por desmoronar todas las barreras.
Me acarici� la cara, me bes� las mejillas, y luego volvi� a
buscar mi boca asombrada para darme un beso de lengua fuerte, dominador, h�medo
y caliente que yo devolv� con pasi�n hacia un hombre que antes no me ca�a nada
bien. El abri� el cierre de su pantal�n y yo me arrodill� para mirar extasiado
como sacaba por la abertura de su bragueta su enorme pija dura, su pija de
hombre maduro, su tremenda garcha chorreante, y ol� su aroma fuerte, a leche , a
queso, a deseo , su olor a pija, a macho y me la met� en la boca y se la chup�
hasta morir del esfuerzo. Chupaba su tronco y me masturbaba al mismo tiempo, y
el conten�a sus gritos ante tanta dedicaci�n, ante tan tremenda pasi�n juvenil.
Y acab� en mi cara, en mis ojos, en mi cuello, en mis cabellos, con un sollozo,
con un gemido, como un animal que acaban de herir de muerte�
Me incorpor� y me abraz�, y me apret� contra su cuerpo,
sudoroso y extenuado por el sexo, y me dijo cosas que no escuch� o que no
recuerdo, palabras tiernas que nunca hab�a o�do tal vez, dulzuras desconocidas
para mi coraz�n herido, y fue entonces que lo bes� y el devolvi� los besos como
quien besa otro hombre por primera vez. Nos lavamos y salimos separadamente. El
me sigui� hasta un cuarto y alli cerramos con llave y nos desnudamos
completamente. El me volvi� a abrazar ahora con ternura, ahora con delicadeza,
ahora como reconoci�ndome como un igual. Nos acostamos en la cama y nos quedamos
dormidos abrazados. Me despert� y senti el grosor de su pija en la l�nea de mi
culo, era una masa caliente y h�meda que recorria la raya como un pincel exacto
de un pintor urgido. Me apret� hacia su cuerpo, y el introdujo un dedo en mi
orto. Despacito suavente, como dice la canci�n en c�mara lenta mientras mord�a
el l�bulo de mi odio y me llamaba tiernamente por mi nombre, y le entregu� mi
virginidad, le di mi culo inexplorado, lo recib� con un deseo insoportable, con
una necesidad de ser penetrado, de ser reconocido, de fusionarme con otro ser
humano, de sentir que alguien me hac�a suyo. Y ah�, despu�s de muchos a�os,
llor� , llor� de una tristeza que era alegria, y me abri a su poronga enorme,
dilate mi alma y mi cuerpo para que el me hiciera suyo , yo que no era de nadie.
El dolor era insoportable y ning�n pensamiento pod�a evitar
sentir que mi cuerpo se part�a , que mis entra�as eran heridas mortalmente, que
mi sangre recib�a otra sangre, que mi carne cantaba con otra carne, la mas
eterna y antigua de las canciones, la del amor.
Cogeme papito, d�mela toda , met�mela , pon�mela toda
hasta el fondo
dame tu pija enorme que quiero gozar, gritaba yo y el
poni�ndome una mano en los labios, su mano con alianza de casamiento, me dijo al
oido susurrando apenas:
Es toda tuya beb�, toda tuya�..
Cuando luego de un largo rato, regresamos separados a la sala
donde los dem�s ajenos a todo, segu�an comiendo y bebiendo, muy disimuladamente,
Antonio me mir� y me gui�� un ojo c�mplice. Esa tarde en el ba�o, hab�a empezado
otra historia. La nuestra.
galansoy
Dedicado a aquel chico que vivi� esta historia (con ligeros
cambios) y me la confi�. Y a todos los que alguna vez tuvieron experiencias
semejantes que los marcaron de por vida. Y tambi�n a mis lectores consecuentes,
por supuesto, con un enorme abrazo. g.